Aquí y ahora…
Las últimas manifestaciones populares, ocurridas en el mundo árabe, son muestras inocultables de los cambios en los tiempos por venir. Dichos acontecimientos ponen al desnudo las fuerzas arcanas que mueven a los pueblos a luchar por las conquistas de sus libertades ciudadanas, a pesar de cuán fuertes y despóticos puedan ser los gobiernos que los han sojuzgado durante tantos años. La mayoría de estas revueltas han agarrado a sus opresores desprevenidos, de allí su éxito.
Sin embargo, no podemos dejar a un lado el comportamiento de los militares que, a pesar de haberse formado en esas dictaduras, pasan de soportes del sistema imperante a jugar un papel moderador determinante. Los casos de Egipto y Túnez son claras e irrefutables expresiones de ello.
Además, resulta también importante destacar las implicaciones y consecuencias políticas que tienen estos sucesos desde el punto de vista de la geopolítica internacional y de los mercados petroleros mundiales, por aquello de la incertidumbre y del efecto dominó (cascada) que ya comienza a sentirse en otros países de la región.
La turbulencia parece ser un factor presente que llegó para quedarse por un rato…
Pero más allá de estas consideraciones, quiero destacar las secuelas que estos hechos traen implícitas para la vida pública de los tiranos de todo el planeta que, hasta los momentos, habían gozado de una relativa tranquilidad, pasando un poco por debajo de la mesa, sin que nadie se ocupara mucho de ellos: gobernaban a sus anchas y hacían, prácticamente, lo que le daba su real gana, sin mayores repercusiones hacia el exterior.
Ahora las cosas cambiaron, y la gente, independientemente de su ubicación geográfica, está mucho más sensibilizada sobre este flagelo que azota y oprime a una parte importante de la humanidad. Esto se debe al avance de las telecomunicaciones que convierten, literalmente, cualquier noticia local en un evento universal. Ya bajo el cielo, nada pasa inadvertido.
Destino trágico para estas oscuras y, a veces, tenebrosas figuras enfermas de poder. Las oportunidades de seguir mandando a lo macho se hacen cada vez más estrechas. Y cualquiera puede correr la suerte del “bandidazo” de Ben Alí, que escapó de Túnez con maletas repletas de dinero, dejando a sus espaldas, como sucede en todas las satrapías, una nación sumida en el atraso, la miseria y la pobreza.
La situación ha llegado a tal punto que el propio Obama, en un discurso televisado, el primero de febrero en la noche, señalaba: “En los últimos días, la pasión y la dignidad que han demostrado los ciudadanos de Egipto han servido de inspiración para todos los habitantes del mundo, incluidos los de Estados Unidos, y para todos los que creen en que la libertad humana es inevitable”, en clara alusión a las concentraciones multitudinarias de la plaza Tahrir. Aun cuando todos sabemos del resteo y consecuente apoyo de Estados Unidos al régimen de Mubarak.
De otra parte, el globo terráqueo se ha convertido en un pañuelo. Y es menester reconocer que las redes sociales juegan un papel fundamental contra las autocracias. Y, se quiera reconocer o no, aquellas, haciéndose más fuertes cada día, son las armas ya no secretas de la sociedad para luchar con nervio a favor de la democracia.
Más temprano que tarde, harán cada vez más difícil el sueño de todo dictador o aprendiz de tal: morir en su cama…
Por: FREDDY LEPAGE
@freddyjlepage
freddylepage@cantv.net
Política | OpiniónEL NACIONAL
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