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    MARIANA MARTÍN: Conversaciones con Américo Martín, mi padre

    Américo Martín: “Sus palabras
    no han parado de resonar…”

    “Hoy se cumple un año de la partida de Américo Martín, mi padre. Me quedo inmediatamente sin palabras al escribir esta frase, ha sido un proceso duro para mí y para mi familia acostumbrarnos a estar sin él…”.

    Lo más difícil ha sido quedarme sin respuesta a muchas preguntas que he tenido en este último año, porque siempre era él quien terminaba aclarando, o ayudándome a aclarar, mis dudas…

    “Un año se siente como mucho y como poco tiempo a la vez. Con mis preguntas sin responder, pensé que la mejor manera de honrar su memoria es intentar imaginar qué respuestas nos podría dar Américo Martín sobre nuestro acontecer si todavía estuviera con nosotros…”.

    A

    l momento de hacerme esta pregunta, sentí la imperiosa –tal vez incoherente– necesidad de preguntarle qué tiene para decirnos. Tomé el tomo I de sus Memorias, por primera vez en años, y empecé a encontrar respuestas en la primera página.

    Mi padre dedicó sus Memorias a todos los que lo conocieron, amigos o enemigos, y con el deseo de poner «experiencias duras, apasionadas, al alcance de quienes en nuestro agobiado país o fuera de él puedan aprender algo de las circunstancias de [su] vida», eso lo entendí y por eso busqué siempre inspiración en su larga, larguísima, vida llena de historias y experiencias infinitas.

    Si le preguntase, sin más, qué piensas de nuestro acontecer, me pediría precisar mi inquietud, así que las preciso en tres preguntas que me gustaría me respondiera, tratando de recrear una conversación que nunca tuvimos, pero que se pudiera construir de las que sí:

  • Papá, ¿qué piensas de los partidos políticos y de la clase política en este momento? Siento que no entienden nada…
  • No me hablaría de la circunstancia actual, sino de la dificultad que han tenido para conectar con los venezolanos en los últimos años. Américo entendía, más que muchos, la dificultad de hacer política y pertenecer a un partido político en circunstancias adversas, sin fácil comunicación entre militantes y sin un hito claro en el futuro que les permitiera salir de esa situación. Uno de sus primeros trabajos en la clandestina juventud de Acción Democrática fue mover una máquina de escribir de una concha a otra, sin saber de quién venía ni a dónde iba.

    Sin embargo, una cosa si tenía clara, él y sus compañeros, pertenecían a su partido, Acción Democrática, y no a otro porque compartían la visión de país en libertad, democrático y estaban parados más o menos en el mismo punto ideológico que profesaba AD.

    La ideología del partido, lejos de ser una idea efímera que no se comparte ni se discute por pensar que no le pueda interesar a nadie, es el alma del partido y es con lo que conecta, o no, la gente. Las ideologías de partidos nos mantienen a salvo de autocracias porque no son cultos a la personalidad de ningún líder, son ideas y visión de país que cualquier dirigente –y cualquier ciudadano– puede defender.

    Los partidos se conectan con los ciudadanos a través de sus ideologías.

  • Recuerda hija –me diría– los partidos políticos son fundamentales para la democracia porque son la única institución en democracia que busca el poder, lo cual es absolutamente legítimo.
  • —Bueno papá, claro que son importantes, pero es que es difícil diferenciar ideologías entre un partido y otro, no queda claro qué haría uno u otro si en algún momento se encuentran en el poder…

  • —Es difícil imaginarlo, es difícil salir de la urgencia, hay muchas frustraciones dentro y han sido muy golpeados, y, además, los partidos están formados por personas que viven, sienten y sufren igual que todos, no por ser políticos están exentos –estoy segura me recordaría, para tratar de entender una situación que nunca he vivido ni viviré.

    —Está bien pá, tienen que debatir ideas… Y ¿crees que hay verdadera unidad o que se pueda conseguir?

    —Hija, como te he dicho tantas veces: Si Stalin y Churchill se pusieron de acuerdo para enfrentar a Hitler, ¿no van a poder ponerse de acuerdo aquí?

    Con una lógica imposible de refutar, podía acabarse la conversación allí, pero también le gustaba dar más ejemplos…

    En algún momento en casa, mi padre nos contó de una conversación que presenció entre un muy afamado empresario dueño de medios de comunicación y un joven del Partido Comunista. Ambos coincidieron con él en 1957 en la Seguridad Nacional, los tres presos de la dictadura de Pérez Jiménez.

    El joven veía al empresario con desprecio notable, el empresario se da cuenta y con voz aleccionadora, le explica: «Joven, usted y yo nos podemos odiar, pero tenemos que trabajar juntos para poder odiarnos en libertad».

    La unidad es necesaria, al igual que las diferencias, no es personal, hay que asumir con responsabilidad el rol que se tiene cuando se forma parte de la dirigencia política y entender que, para poder odiarse en libertad, tienen que mantener una verdadera unidad.

    —Claro… Pá, ¿y qué piensas de las protestas de los maestros, el personal de salud y los trabajadores en general?

    —Son unos valientes, son sus derechos y hay que acompañarlos en esa lucha, todos, no solo los políticos, sino también los ciudadanos – casi lo escucho decir.

    Las injusticias le dolían profundamente, le causaban indignación y más cuando se cometían contra personas que buscan brindar bienestar al país a través de su trabajo honesto.

    En algún momento tuvimos conversaciones sobre los salarios y la situación tan dura de tantos venezolanos que querían simplemente un salario acorde con su trabajo y podía sentir su frustración.

    Hoy, sé que estaría orgulloso de la organización y las reivindicaciones que siguen reclamando los trabajadores, la valentía era algo que admiraba en cualquiera, el valor de no permanecer en silencio y organizarse para exigir derechos.

    Esta conversación pudiera durar horas, días y años, como duraron. Hoy sigo con un vacío y muchas preguntas sin responder, pero su obra escrita me ha servido de guía estos días y espero pueda servir de guía para otros también. Volviendo a las Memorias de mi padre, principal recurso que utilicé para esta conversación imaginaria, me gustaría compartir un extracto de su introducción, donde explica que, aunque se retiraba de la militancia política y social, permanecía en otras áreas:

    «… permanezco y ahora con más razón en los predios de la escritura y la reflexión. Sigo atado por su puesto a las varias cosas fundamentales que durante tantos años me retuvieron en la acción política y humana. Estaré siempre contra la dictadura, el totalitarismo y el militarismo; me seguirán pareciendo despreciables el culto a la personalidad y las cortes de aduladores.

    No dejaré de rechazar la momificación de personas, los estúpidos pedestales de bronce, mármol o piedra, la gigantografía de sedicentes héroes puestos en posición heroica o visionaria frente al baboso servilismo consagrado a recordarlos».

    A esto le añadiría que permanece en la memoria de quienes lo conocimos y seguirá vivo en sus ideas, sus valores admirables y en nuestros afectos.

    La Ñapa. Te puedes equivocar, que sea por exceso y no por defecto, y siempre debes rectificar. Esta es la lección más repetida por quienes lo recordaron en su último día y es la que sigo aprendiendo.

    Durante toda mi vida mi padre nunca dudó en decirme que el mayor error de su vida fue haber ido a la guerrilla, no por el hecho de la decisión política, sino por el error reconocido que eso representó. Su decisión fue tomar las armas por una convicción política –el error– y pensar que realmente esa era la vía para lograr un mejor país para todos –el exceso–.

    Tuvo que haber sido un proceso duro y doloroso reconocerse equivocado, rectificar y hacerlo públicamente sobre sus ideas políticas y sobre las maneras de ejercerlas, sobre algo tan íntimo como una creencia política. Se ganó enemigos dentro de los que consideraba amigos y círculo cercano, pero fue fiel a sus valores –la rectificación–. Una cosa de la que no se arrepintió en ese momento y nunca, fue haber sido tan público con el reconocimiento de sus errores, porque siempre sus decisiones respondieron a sus valores.

    Además de la rectificación de sus errores, lo que más escuché después de su partida es que deja un gran vacío. Aunque estoy segura de que es un vacío que en lo íntimo de mi familia y en mí, nunca se va a poder llenar, espero que estas lecciones sirvan para una nueva generación de jóvenes políticos venezolanos que sepan estar a la altura de lo que el país necesita a través de sus valores, honestidad, claridad, perspectiva y capacidad de reconocer sus errores y seguir adelante.

    Espero que sirvan para que esta nueva generación sepa llenar el vacío que deja mi padre y tantos otros grandes que ya no están con nosotros.

    *Mariana Martín es politólogo.

    LEA MÁS: DUELO: Murió Américo Martín…”.


    *Las opiniones emitidas en esta sección no tienen que reflejar la postura editorial de este diario y son de exclusiva responsabilidad de los autores.

     


    *Mariana Martín. Maestría en Administración Pública (MPA) con especialización en Desarrollo Económico y Político en LaTam, Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos (SIPA) de la Universidad de Columbia. Experiencia en procesos electorales, e investigación para el desarrollo en LaTam. Me siento cómodo trabajando en equipo y bajo situaciones estresantes, soy muy responsable y muy orientado a resultados y solucionador de problemas. Investigación sobre el alivio de la pobreza, la educación y la innovación en América Latina.

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    Por: Mariana Martín
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