La traición a la revolución
sandinista, 34 años después
Yo compartí desde mi corazón la causa de la lucha sandinista. Para los que habíamos crecido entre los hombres de la democracia venezolana, no nos eran ajenas las atrocidades de Somoza, de Trujillo, así como la figura de Sandino en su inmensa dimensión y su heroicidad campesina.
Lo que vivian esos países en manos de esas tiranías espantosas no podían ignorarse porque eran compartidas desde cada hogar, cada lugar del dilatado corazón americano.
Yo recuerdo como si fuera hoy cuando al frente de mi programa en el canal 8, Tinedo Guía, compañero y excelente voz, leia ese sábado los titulares en “El Nacional” y el reportaje maravilloso, corajudo de José Emilio Castellanos, y descubrí que mi hijo mayor, recién graduado en Washington de sicológo, estaba en ese frente de batalla en la tierra nica.
Comenzando sus veinte años, se jugaba la vida con esa generosidad de los ideales primeros, con esa fuerza irrebatible de la lucha por lo más hermoso de la vida que es la libertad.
Llamé a mi madre llorando.
Su respuesta me fortaleció ante mi incontenible debilidad: “El está allí por hijo tuyo. Sencillamente hace lo que tú, en su lugar, harías”. Yo me fui hasta Nicaragua, y entré, a pesar de las fuerzas somocistas que no nos dejaban pasar. Otro muchacho venezolano, Hacib Aóun, graduado de médico también en Estados Unidos, compartía ese momento histórico.
Yo apoyé, trabajé duramente por aquel triunfo y cuando se dio, viajé a Nicaragua, con esa mujer única y guerrera que era María Teresa Castillo y entrevisté a Daniel Ortega, Sergio Ramírez y Tomás Borges.
Pero uno a uno se fueron debilitando los personajes ante las presiones, las ambiciones y frustraciones del intrincado objetivo que pareció ser más reclamante que la intención de quienes lo lograron. Yo entrevisté a Sergio Ramírez aquí, en Caracas, a Tomás Borges en Cuba. A los que parecieron leer en el sombrío panorama por venir.
No voy a redundar en apreciaciones personales sobre este distanciamiento histórico, pero viviendo hoy esta pesadilla que vivimos, esta constante violación de principios y valores, uno puede comprobar en el liderazgo que le conmemora 34 años después, la traición inmensa a aquellos ideales, sacrificios y compromisos que llevaron a esa lucha heroica que traspasó fronteras y se extendió por los suelos americanos por la lealtad a la dignidad, la decencia y la historia de sus raíces y sentimientos.
Para aquel momento, para aquella lucha, para aquellos hombres que acudieron al llamado de la libertad, un hombre como oRtega, señalado mundialmente como violador de su propia hijastra, y un Diosdado Cabello representando a Venezuela, parecen una burla lastimosa y amarga. Una comiquita de pésimo gusto.
Por: Isa Dobles
@IsaOropeza
Politica | Opinión
Sabado 20 Julio del 2013
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