“Pellízquenme que no lo creo…”
Será mi primera reacción cuando me entere del fallecimiento del presidente venezolano. Me puse a imaginar las posibles situaciones cuando se anuncie esa noticia y sobre todo pensé en lo que ocurrirá cuando terminen sus funerales.
En primer lugar los chavistas, aquellos que amaban con pasión a su líder revolucionario, saldrán a las calles, llorarán y seguro vociferarán a los cuatro vientos que el imperio mató a Hugo Chávez. Por otro lado millones de opositores también tomarán las calles pero para celebrar que terminó una era de odio y resentimiento que representó Hugo Chávez. Las calles serán testigos fieles y silentes del drama que dejará como herencia a ese país el líder bolivariano y no dudo que en muchos rincones de mi país natal la sangre llegue al río.
Seguramente muchos funcionarios del gobierno chavista harán sus maletas y buscarán huir a cualquier destino lejano para evitar ser alcanzados por la justicia de su propia gente. Algunos serán los primeros en evitar ser las víctimas de su propia revolución.
El resto de los chavistas, aquellos que se han convertido en los boliburgueses (término usado en Venezuela para hablar de los nuevos ricos de la revolución bolivariana), seguramente entren de lleno en negociaciones hasta con el propio diablo que involucrarán además a un gran porcentaje del estamento militar venezolano, para asegurarse de que nada ni nadie los removerá de sus puestos. Para este grupo de chavistas la tarea será más ardua ya que deben demostrarles a todos en el país que tienen el apoyo y las armas para continuar la obra de Hugo Chávez.
La familia directa del presidente indiscutiblemente tendrá que buscar refugio seguro en el exterior, quizás en Cuba, y dejar atrás sus millonarias propiedades, carros y otras fortunas, ya que serán el blanco de los radicales de la derecha que querrán tomar venganza con sus propias manos, por tanto maltrato e injusticia. Sin ir muy lejos , tengo un deja vu de aquel 11 de abril del 2001 (donde el presidente fue obligado a renunciar luego que ordenó masacrar una marcha de millones de personas que le pedían la renuncia), cuando apenas se produjo su renuncia, los opositores no tardaron nada en emprender una cacería a todos aquellos líderes chavistas que llevó a muchos a esconderse para evitar ser víctimas mortales de sus enfurecidos cazadores.
Los líderes de la oposición también tendrán reuniones interminables, tratando de buscar un consenso con los chavistas menos radicales para convocar al pueblo a la calma. Dicen que en río revuelto hay ganancia para los pescadores y probablemente el momentum pondrá a prueba a muchos y quizás de ese examen salga un líder diferente a Henrique Capriles, que sea utilizado para gobernar en esa dificultosa transición.
En Cuba no nos extrañe que Fidel y Raúl terminen de morir (física y políticamente) y no porque Chávez se los lleve sino porque cuando se entierre al presidente venezolano, sepultarán con él las últimas esperanzas de ese gobierno tirano de seguir manteniendo su obsoleto modelo dictatorial.
El resto de los amigos de Chávez, como Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y hasta el propio presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, entre otros, se quedarán sin un hermano importante y necesario para sus distintos planes políticos y hasta armamentistas, y no será extraño ver el cambio de actitud de muchos de ellos.
El gobierno de Estados Unidos quizás envíe sus palabras de aliento al pueblo venezolano y aunque no celebrará abiertamente, por diplomacia, seguramente se congratulará con la desaparición física del mandatario, lo que finalmente a este país le permitirá tener carta blanca para arreglar su maltrecho patio trasero.
Cuando se anuncie la muerte de Chávez habrá lágrimas y aplausos en Europa, África, Asia y hasta en Oceanía y definitivamente coincido con el ex presidente peruano Alejandro Toledo, quien me dijo en una reciente entrevista: “la muerte de Chávez cambiará positivamente el panorama geopolítico mundial”.
* Alejandro Marcano: Periodista venezolano, presentador de Mega TV y corresponsal de la Voz de las Américas.
Por: Alejandro Marcano
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