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    Isabel Pereira: “Antes de las elecciones el Gobierno esconderá sus argumentos ideológicos”

    Isabel Pereira directora de Cedice advierte que la imposición del socialismo del siglo XXI contempla la destrucción de la propiedad privada.

    “La verdadera revolución, afirma, es
    la de la conciencia de la gente…”

     

    ■ El sentimiento de propiedad está arraigado tanto en chavistas como en antichavistas.

    Isabel Pereira considera que sí hay una revolución en Venezuela, pero una muy distinta a la bolivariana marxista: “Los ciudadanos se han ido parando, desarrollando conciencia, oponiendo. Ha comenzado la emersión de la conciencia de la gente y ésa es la verdadera revolución”.

    Lo que sucede, a esta socióloga le parece digno de estudio. “Un país en el que los jueces no son libres, en el que la Fuerza Armada avala incondicionalmente decisiones incluso contra los intereses nacionales y la Constitución, en el que el Gobierno tiene el control total de las instituciones y en el que, sin embargo, los ciudadanos todavía no están sometidos por ese Estado que como un monstruo poderosísimo ha creado Hugo Chávez, es algo maravilloso. No somos cómplices, no estamos doblegados, sino asumiendo una posición de rechazo como en ninguna sociedad del mundo ha ocurrido frente al intento de instauración de una dictadura comunista. Y eso sale del corazón y de la conciencia de la gente, porque no se puede decir que hay un partido político o unos líderes que guían a las masas; no, son revoluciones internas de conciencia”.

    –Más allá de adjetivos como escuálido, a los que se les ha dado una carga política, en Venezuela se ha logrado imponer un nuevo lenguaje con el reiterado uso inadecuado de términos como expropiación, que pierde su esencia de ser un proceso legal para significar una apropiación por vía de hecho.

    -Todas las revoluciones proponen una resemantización.

    El Gobierno hace que se utilice una figura que tiene una armadura jurídica, pues es legítimo expropiar cuando es de utilidad pública, y la aplica a casos que son apropiaciones por vía de hecho. Con una terminología que puede ser legítima se arropan hechos ilegítimos. Hay apropiaciones, robos, abusos, destrucción de la propiedad privada y de las empresas, pero se cambian las palabras; entonces, aquí no hay un proceso inflacionario, sino un proceso especulativo; no hay apropiaciones por vía de hecho, sino expropiaciones. Eso no es cierto. En el fondo, hay una verdad velada por la terminología.

    –Ha alertado sobre el intento de destruir el modelo de propiedad vigente a través de una política oficial de invasiones. Por lo que ha podido constatar en sus recorridos por el país, ¿confía en que la propiedad privada logre pervivir?

    -Los ataques a la propiedad han despertado la conciencia de propietario de la gente, como un efecto boomerang. Hace 12 o 15 años, las personas no tenían tan claro lo importante que era para ellas que la propiedad privada estuviera garantizada. Hoy, a través de grupos focales y entrevistas en todo el país, hemos visto que el sentimiento de propiedad de la gente es muy grande tanto en grupos favorables al Gobierno como en la oposición.

    En un principio, el Ejecutivo en sus programas de vivienda ofreció sólo el derecho de uso, pero ha tenido que dar un giro y ahora dice que entregará los títulos de propiedad.

    –El derecho de uso se parecía a los permisos de ocupación cubanos.

    -Sí, incluso, para vender una casa en Caracas y comprar una en Puerto Ordaz había que buscar primero a quien quisiera su vivienda y hacer una permuta, al estilo cubano. Pero el Gobierno también lee las encuestas y se ha dado cuenta de que eso choca con las aspiraciones de la gente. El derecho de construir un patrimonio para los hijos es una de las cosas que al venezolano más le importa. Creo que durante estos meses antes de las elecciones el gran fraude será que el Gobierno esconderá sus verdaderos argumentos ideológicos e intentará alinearse con las aspiraciones que el pueblo tiene. Pero no se puede olvidar que la imposición del socialismo del siglo XXI contempla la destrucción de la propiedad privada.

    –¿A qué obedece que ese sentimiento una a todos los venezolanos?

    -Hay una serie de valores que se han cimentado en los 40 años de democracia. El acceso a la propiedad no era un sueño; era posible. Los grandes constructores no han sido ni el Estado ni el sector privado, sino los sectores populares.

    De cada 10 casas, 7 las hace el sector popular. Los ahorros de los venezolanos que no se encuentran en el sistema financiero están en ese patrimonio de las viviendas; entonces, cómo decirles ahora que no son suyas sino propiedad social.

    Un hombre nos dijo en Catia que el título de propiedad de su casa era tan importante como la partida de nacimiento de su hijo. El movimiento cooperativo que impulsó este gobierno también hizo que el sentimiento de propiedad se exacerbara, porque quienes tuvieron esa experiencia se dieron cuenta de que no era el camino, porque era una organización en la que todos cobraban igual sin importar lo que hicieran. De 600.000 cooperativas, queda una cantidad ínfima.

    –Las únicas nóminas que ascienden son las del sector público, en detrimento del empleo privado. ¿Qué repercusiones puede tener en términos productivos y políticos?

    -En estos 12 años ha aumentado el empleo público, que llega a cerca de 3 millones, pero no existe constancia de un crecimiento de sectores económicos, sino más bien de las importaciones. La radiografía del fracaso de esta revolución se puede observar en la dinámica perversa del mercado de trabajo: se genera empleo público precario e improductivo, la informalidad crece y el empleo privado decrece.

    –Se ha tratado de imponer una marca: “Hecho en socialismo”, frase que recuerda al made in anglosajón. Pero más allá del marketing, ¿qué productos se pueden mostrar?

    -Es un gran fraude. Todo este made in no puede exhibir ningún éxito porque no hay ninguna empresa que genuinamente haya nacido como experiencia socialista, sino que son las empresas privadas apropiadas por vía de hecho.

    Entonces, me robo las empresas y le pongo un cartel afuera, ¿ése es el made in socialismo? Eso lo ve la gente.

    –Pero las calles se ven rojas, con bancos, hoteles, plantas de alimentos, supermercados del Gobierno, con el avance hacia un modelo estatizador.

    ¿Nos acercamos a un control total de la economía?

    -Es la aspiración de Miraflores, aunque se disfrace durante los meses que faltan para las elecciones. Las calles podrán estar empapeladas de rojo y la gente obligatoriamente irá a las marchas con sus uniformes rojos, ¿pero eso se devuelve en más apoyo?

    -La oposición ha hecho de la libertad una bandera de su discurso, pero en la práctica la noción de libertad puede ser un término abstracto, a diferencia del concepto de propiedad.

    -La pérdida de libertad no es abstracta para la gente que en un barrio sabe que no puede dar ciertas opiniones porque su hijo pierde el trabajo.

    Puede ser que no tenga una elaboración teórica sobre eso, pero al final sacará la cuenta.

    El desarrollo de conciencia no es inmediato; es progresivo y está acompañado de un desencanto. Personas que tienen 5 años pidiendo 10 metros de tubería para tener agua en la comunidad y ven en la televisión que se regaló un acueducto afuera.

    –Pero el hecho de tener que ir en contra de la voluntad a una marcha o uniformarse de rojo a la larga disminuye al individuo, que se siente aplastado por la realidad, así como su posibilidad de resistencia.

    -Pero eso no es lo que ocurre. Los venezolanos están reaccionando en defensa de esa libertad teórica, pero que está en su vida diaria. No veo precedentes en la historia. En todos los países en los que se ha impuesto el socialismo ha habido un proceso de sometimiento y dominación de la población.

    Pero en Venezuela, a pesar de todo el poder que tiene el Estado, de sus recursos fiscales, ¿ha podido controlar a los universitarios, a los enfermeros, a los médicos? No. Lo que hay son batallas campales en las que los ciudadanos se debaten por su libertad concreta.

    –Pero esas batallas campales son aisladas, como si cada quien estuviera luchando sólo desde su parcela.

    -Lo importante es que es un movimiento en todos los niveles de la sociedad, aunque no hayan hecho click, pero ¿cuánto tiempo falta para que la gente avance desde su parcela y se una? Esos son procesos graduales. Estamos en ese camino, luchando en parcelas que van hacia un gran encuentro que no puede tardar mucho.

     
    Por: TAL LEVY
    levytal@yahoo.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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