Aquí y ahora
El panorama electoral, como es de suponer, se presenta endiabladamente complejo.
Tanto para Chávez como para la oposición. Pero el teniente coronel (autoproclamado candidato del oficialismo) lleva la ventaja, no solamente desde el punto de vista de la utilización grosera del poder, sino también de los beneficios derivados de ser el abanderado incontestable del llamado chavismo. Del lado opuesto al continuismo de la revolución bolivariana, la situación se presenta más embrollada.
Muchos aspirantes haciendo proselitismo tradicional…
Debo comenzar por destacar que hacer política en estos tiempos resulta harto más enrevesado. No se está compitiendo en un proceso con reglas de juego definidas ni con un árbitro imparcial. Se contiende contra un adversario que, además de que no respeta norma alguna, tampoco sigue los patrones democráticos de una campaña electoral propiamente dicha. De una parte, la perversa instrumentación de la judicialización de la política para descalificar, neutralizar y sacar del juego a contrincantes incómodos y con reales posibilidades de triunfo se ha hecho costumbre. Y, por la otra (vinculada estrechamente a lo anterior), la fuerza propagandística avasallante y omnímoda de los medios en manos del Estado copa la radio, la televisión y, con honrosas excepciones, también la prensa diaria.
En razón de lo anterior, resulta una verdad del tamaño de un templo que participar en circunstancias tan desventajosas requiere de esfuerzos que vayan más allá de los convencionalismos, aguzar la creatividad, correr riesgos que, aunque calculados, no dejan de representar peligros personales en todos los aspectos. Es decir, que ser candidato no es suficiente… Además, no es verdad la conseja difundida y comprada por muchos, según la cual Chávez perdería con cualquiera…
Hace falta alguien que entusiasme a la gente. Que diga lo que la gente quiere oír. Que se comporte como la gente quiere que se comporte. Que responda los desplantes, provocaciones, amenazas y trapos rojos de Chávez con firmeza, arrojo y claridad, sin rodeos ni flaquezas, sacando fuerzas de donde no las tenga. Que sea capaz de agarrar el toro por los cachos. Que tenga una profunda y acerada vocación de poder, similar o mayor a la de los presidentes de la democracia antes de que llegara Chávez.
Grave error de la Mesa de la Unidad Democrática, de los sectores contestatarios y de los aspirantes sería el de como ha ocurrido otras veces menospreciar a un adversario dispuesto a todo con tal de mantenerse en Miraflores; pensar que el mandado está hecho.
Parte de ese error pasa por hacer una campaña electoral fofa, tradicional, acomodaticia, para cumplir algunas formalidades. De las primarias debe salir el próximo Presidente de la República, capaz de interpretar las más caras aspiraciones de buena parte de la sociedad venezolana.
Las encuestas no ganan elecciones. Eso está demostrado hasta la saciedad. Nadie lo discute. Entonces, aquel que se convierta en depositario del descontento mayoritario y se comporte y actúe en concordancia y apego estricto a esa palpitación tendrá grandes posibilidades de ganar.
Ahora bien, está en manos de todos el escoger al más capaz de sacarnos de esta hora menguada. De los que hasta ahora se han asomado, me inclino a pensar que, de acuerdo con su comportamiento y carisma, le contienda será entre Capriles y Pablo Pérez, o entre Pablo Pérez y Capriles. La oportunidad la pintan calva…
Por: FREDDY LEPAGE
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