HomeNELSON BOCARANDA SARDIFAUSTO MASÓ: Soy adeco, y ¿qué?

FAUSTO MASÓ: Soy adeco, y ¿qué?

El Método del Discurso

 

Algunos les disparan por la espalda a los diputados de la oposición, critican su supuesta falta de preparación, les extraña que no presenten videos, cuenten con barras; los comparan con los grandes asambleístas de la historia del país; se quejan de que no incluyan en sus filas especialistas en petróleo, constitucionalismo, economía, relaciones internacionales. Olvidan la compleja tarea de unificar a la oposición, lo que parecía imposible para la mayoría.

Hay un hecho: los diputados de la Asamblea, sesión tras sesión, han mostrado mayor eficacia para aprovechar las pocas oportunidades que tienen. Esta semana acorralaron con retahílas de preguntas a los ministros, ni uno de ellos respondió siguiera una de las preguntas.

Los diputados de oposición ganaron el último round, enfrentaban a un enemigo oculto que todavía aturde a la cultura nacional, un complejo del que no se libra el país: el chantaje de izquierda, el peso de mitos que le conceden una ventaja al Partido Socialista Unidos de Venezuela y que explica que no se defienda a cara descubierta la privatización de Sidor, o se diga que realmente la mayor falta de los gobiernos civiles fue que las plantas de aluminio siguieran en poder del Estado.

La argumentación oficial acusa a la oposición de derechista, coloca la estatización como un valor absoluto, ¡tremenda falsedad! Hay empresa que en manos del Estado le han sido útiles al país como Edelca. Hasta el uso del término cuarta república le da una ventaja inmerecida al chavismo, acepta el chantaje de la condena en bloque de los años de gobierno civil, convalida un lenguaje que condena la democracia. Hay que hablar de la república civil, la que se contrapone al militarismo una maldición que no ha cesado de proyectar una sombra nefasta sobre el país.

Los primeros gobiernos adecos y copeyanos representan los mejores años de Venezuela.

No hay obra chavista comparable con la represa del Gurí, el Metro de Caracas o la derrota de la subversión. El gran momento del debate del martes ocurrió cuando una diputada dijo: “Soy adeca, ¿y qué?”. Un adeco no tiene por qué avergonzarse de buena parte de la historia de ese partido. No se trata en absoluto de reivindicar a Pérez, los escándalos de la Margold, si no de no abochornarse de la instauración de la democracia por Rómulo, Leoni y Caldera, de la nacionalización de Pdvsa, hecha sensata y eficazmente.

Habría que acusar a los diputados del PSUV de reaccionarios, de defensores de Gadafi, destructores de la independencia nacional.

No hay vuelta al pasado, el país pide algo nuevo, pero basta de aceptar un chantaje bobo. En realidad, Chávez no representa a la izquierda, sino a la derecha. Gracias a su gobierno, Venezuela pierde la oportunidad de pertenecer al grupo de países que están superando el subdesarrollo, acercándose al primer mundo, como Brasil, Colombia, Chile.

No hay tal debate entre dos modelos. Pamplinas. Lo importante es un desarrollo que también saque de la pobreza a la mayoría, como está ocurriendo en China, Brasil, Colombia, y que les ofrezca a los venezolanos un ingreso decente.

Los diputados del PSUV se jactan de representar una superioridad moral, ser apóstoles de la justicia, la lucha contra la exclusión, la derrota del capitalismo. Describen un mundo fantástico, confunden intenciones con realidad. Este Gobierno aumenta la dependencia del país, desnacionaliza a Venezuela, representa la reacción y, algo peor, ignora la realidad.


Por: FAUSTO MASÓ
fausto.maso@gmail.com
Política | Opinión
EL NACIONAL