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    Urdaneta combatió la ineptitud de los diputados en su época

    Quienes han escrito sobre el general Rafael Urdaneta lo describen
    como un hombre agraciado por virtudes físicas y morales.

    Hace 222 años nació el prócer zuliano
    pionero en la lucha contra la corrupción

     

    Dos de sus hijos edificaron el Capitolio. Paradójicamente, en ese edificio se dictaron las leyes que le quitaron al Zulia la administración del Puente, que además lleva su nombre. Rafael José Urdaneta Farías no fue un hombre de esos que suelen  ser elogiados tras su partida. En vida, los personajes más ilustres reconocieron su virtud, excepto cuando le tocó enfrentar al Congreso, y se consiguió con una turba hostil que no admitía sus propuestas sociales.

    El médico e historiador zuliano Ernesto García MacGregor recuerda cómo fue vituperado Urdaneta cuando sugirió una ley que obligase a los funcionarios públicos a rendir cuentas sobre el uso de los fondos de la nación. “Lo calum-niaron diciéndole que él iba al Congreso haciendo alarde de una virtud que no tenía”.

    Así, García MacGregor describe a un hombre intachable quien, además, poseía una sensibilidad excepcional: “Las mentiras, las injusticias, la corrupción, las conspiraciones; estoy seguro de que todo eso contribuyó al cuadro que al final agravó los problemas de salud del general Rafael Urdaneta”, afirma el galeno cronista.

    En su etapa como legislador del Congreso de la Gran Colombia, “El Brillante” –como lo llamaba Simón Bolívar– fue el precursor de una solicitud que hasta el presente ha desoído el Parlamento nacional: la creación de una Ley de Acceso a la Información Pública o, como algunos la llaman, Ley de Transparencia.Pero otras propuestas también fueron desechadas en su época, puesto que afectaban los intereses de grupos específicos.

    La historiadora venezolana Ermila Troconis de Veracoechea recuerda la “Ley contra el juego”, presentada por Urdaneta en 1837, luego olvidada y retomada 1856.Los juegos de envite y azar eran actividades que, en aquellos tiempos como en la actualidad, generan atractivos dividendos. Pero, según Troconis, Urdaneta consideraba que cada individuo era capaz de forjar su propio destino, y cualquier acto que significara dejar el futuro a la suerte conseguía repudio en el prócer zuliano.

    La escritora añade que el ilustre militar y político propuso también que “el Ejecutivo debía tener la anuencia del Congreso a fin de poder contratar empréstitos en el exterior”. Esta idea tampoco alcanzó éxito, y hoy nada hace la Asamblea Nacional por evitar la firma de convenios como el pactado con China por 20 mil millones de dólares, que endeuda a Venezuela hasta el año 2023. Tampoco se regula el egreso indiscriminado de recursos para adquisiciones bélicas, o para financiamientos de obras sociales en el exterior.

    Otro de los proyectos urdanetianos fue el que pretendía convertirse en base para una reforma agraria, con el cual “El Brillante” diseñó especiales estrategias para repartir tierras según las necesidades de los campesinos, a partir de estudios socioeconómicos totalmente alejados de la política.

    En el presente, como una de las más grandes paradojas de la historia venezolana, desde el Palacio Legislativo que los hijos de Urdaneta –Luciano (ingeniero) y Elezazar (matemático)– construyeron en 1873, se dictan las leyes que liquidan el federalismo defendido por el General zuliano y, para remate, desde ese lugar se consintió arrebatar al Zulia la administración del Puente, epónimo del héroe.

    Entre la espada y la ley:

    Así se expresó el escritor Rufino Blanco Fombona de su compatriota: “En días de guerra contribuyó a crear la República por medio de la espada; en días de paz, le sirvió como legislador y como magistrado y hasta llegó a merecer el honor de sentarse en aquella curul de Presidente”.

    Igual admiración generaba en los dignatarios extranjeros. Tal es el caso del militar Charles Stuart Cochrane, comandante de la marina de guerra de Inglaterra, quien lo conoció en Bogotá, junto a su esposa, en 1823.“El general Urdaneta y su espo-sa merecen que se les llame gente de buen tono; ambos harían distinguido papel en nuestra sociedad de Londres.

    Él es un hombre particularmente hermoso, bien educado, de las más cumplidas maneras y se pirra por la indu-mentaria más que ninguno de esos dandys de Hyde Park. Su mujer es bonita, despierta, agradable y luce de maravilla en un salón de baile”, escribe Stuart en una epístola.Con todos los galardones de haber participado junto a Bolívar en gloriosas gestas militares, y de su flamante desempeño como legislador, al ocaso de su vida el gran general sufrió grave enfermedad, incluso, la ceguera, sin contar con recursos económicos para atravesar al umbral de la otra vida con dignidad.

    El historiador Orlando Arrieta, ex presidente de la Academia de la Historia del Zulia, narra que en sus últimos días Urdaneta solicitó una pensión al Estado venezolano, puesto que, a diferencia de lo que ocurría en aquellos tiempos –y en éstos–, el insigne zuliano jamás mancilló sus manos con el latrocinio del erario público. Tras 23 años de matrimonio, su esposa, doña Magdalena de los Do-lores Guadalupe Vargas París, debió asumir la crianza de sus once hijos, animada sólo por la idea de levantarlos igual que su padre, como hombres y mujeres útiles a la patria.

    Sus hijos edificaron el Capitolio desde donde hoy atacan al Zulia:

    Los padres de “El Brillante” fueron Miguel Gerónimo Urdaneta y María Alejandrina Farías. Sembraron en él los principios que le permitieron levantar un hogar humilde, pero exitoso. Procrearon once vástagos: Rafael Guillermo, Luciano, Octaviano, Amenodoro, Adolfo, Alejandrina, Rosa Margarita, Susana, Eleázar, Neptalí y Rodolfo.

    La historiadora Ermila Troconis de Veracoechea enumera así los logros de su descendencia: “Rafael fue militar y participó activamente con las tropas federalistas; Amenodoro fue escritor, historiador, periodista y crítico literario, además, miembro fundador de las academias de la historia y de la lengua, figurando entre sus actividades periodísticas la fundación del diario “El Comercio”, de Maracaibo (1878) y “El Iris de la Fe”, de Caracas (1887); también fue colaborador de “El Cojo Ilustrado”.

    Luciano fue ingeniero y arquitecto: estudió en la Academia de Matemática, de Caracas, dirigida por Juan Manuel Cagigal. Junto con su hermano Eleazar trazó el acueducto que llevaba el agua del río Macarao hasta la colina de El Calvario; su obra más importante es el Palacio Legislativo (1873) y el Palacio Federal (1877), completando así el conjunto del Capitolio de Caracas.

    Entre las mayores paradojas de la historia de este ilustre zuliano que terminó sus días en la pobreza, y sin herencia ? duciaria para sus hijos, desde ese mismo edificio salieron las leyes que en el presente despojaron al Gobierno del Zulia de la administración del Puente sobre el Lago, que además lleva su nombre.


    Por: Hiram Aguilar Espina
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