Según vecinos la policía tiene poca participación en 23 de Enero y,
si hay problemas, argumentan que se deben resolver internamente.
En marzo se rompieron
“acuerdos” internos
Y eso ha llevado a las muertes. Tras los más de 40 tiros el taxi Zephyr se detuvo. Tres de los que allí viajaban estaban muertos en sus asientos, y un cuarto se veía en el piso del carro. Los encapuchados caminaron hasta el Zephyr para revisar el resultado de su labor, pero algo les llamó la atención del cuerpo del piso. Un mínimo movimiento lo habría delatado, quizás pensando en una oportunidad de salvar su vida fingía ser una víctima más… Uno de los sujetos disparó varias veces contra él con el arma larga que llevaba en las manos. Ahora si se podían marchar.
Los vecinos del Mirador, en la zona G del 23 de Enero, escucharon las ráfagas de disparos y los asociaron con los sujetos armados que, encapuchados, recorren noche a noche la parroquia. Algunos vieron el Zephyr blanco con sus 4 víctimas dentro y llamaron a los Bomberos. Dos paramédicos en moto entraron a la zona, y determinaron que solo una de las víctimas tenía signos vitales y quizás un chance de sobrevivir. Aunque lo trasladaron a un centro asistencial, murió.
A más de una semana de esas muertes poco se sabe oficialmente de lo ocurrido. Las dos víctimas de la parte delantera del carro Alexis Antonio Barre Rengifo, de 45 años, Jesús Uribe Díaz, de 34 años, no son de la zona. El primero es el dueño del taxi, y se presume que su muerte fue solo una conjunción de eventos desafortunados, pues hacía una carrera a los otros tres.
Fernando Galindo, un residente que solicitó que su nombre fuera cambiado, dice que lo que se cuenta en la zona es que el grupo del taxi llegó a la parte posterior del bloque 48 a una zona de venta de drogas. Cuentan que una mujer iba en el carro y que también disparó contra los encapuchados, pero la policía no ha confirmado esa versión de los hechos.
Lo que sí aseguran es que esas muertes están vinculadas al tráfico de drogas en la parroquia 23 de Enero. Galindo cuenta que un grupo irregular controla la zona desde El Mirador hasta la zona F y parte de Andrés Eloy. A ellos le atribuyen las cuatro muertes.
Dos días después, la madrugada del sábado 9, fueron asesinados entre el bloque 1 y 2, Rafael Solórzano Figuera, de 32 años, conocido como “Pelón” y su primo, Francisco Figuera Solórzano, de 30 años “Pichino”, además del funcionario de la Policía Metropolitana William Mirabal, de 26 años.
Los homicidas eran encapuchados y con armas largas.
En este caso se habla de una venganza por un homicidio ocurrido en junio de 2009, en la que los primos estarían vinculados. Aún así, un antiguo dirigente de la zona, que también pidió mantener su nombre en reserva, explica que Francisco era parte de un grupo del 23.
Una guerra sin policía
Para los residentes del 23, las luchas por control de sectores de la venta de droga son cosa del diario vivir, pero como afirma el ex dirigente, desde marzo, “la guerra se desató en 23 de Enero”. Explica que hasta esa fecha había algunos acuerdos para mantener el orden, pero los que hacían de mediadores se marcharon.
Desde el inicio del año al menos 30 personas han sido asesinadas en la parroquia. Mientras, las investigaciones policiales se complican en el entramado de venganzas que representan esas muertes, que luego traen otras.
Dos puestos del Dispositivo Bicentenario de Seguridad hay en el 23, uno de ellos está en la zona central de Cristo Rey, y la otra en la Silsa. Cada noche, en el puesto de Cristo Rey hay cuatro funcionarios de la Guardia Nacional, pero los vecinos aseguran que ellos no intervienen en los conflictos del sector, y más aún, no detienen a aquellos que se identifican como parte de algún grupo armado.
Explican que la intervención de la policía no supera la de instalar, eventualmente un punto de control, pero no participan en la seguridad más allá de eso.
También, el ex dirigente habla de cobros de “impuestos” entre grupos que hacen vida en la zona, en especial a los que se ocupan de la venta de droga.
Dicen los vecinos que muchas veces optan por llamar a la policía cuando hay tiroteos o nuevas muertes, pero ellos les aclaran que deben recurrir a los grupos de la zona para que se hagan cargo de la situación.
Tiros de “costumbre”
Los vecinos ya se han acostumbrado a vivir en medio de los disparos. Ahora, en particular, una batalla se libra a diario entre una organización de la Redoma y vendedores de droga de El Pueblito. La razón, en parte es que en La Redoma un sujeto apodado “el Cunene” ha cometido varios asesinatos, pero se lo puede ver a la luz del día pasear tranquilamente por allí.
Pero desde El Mirador hasta el Plan de Sierra Maestra, las balas son el sonido de fondo de las noches de 23 de Enero.
Entre las muertes que más malestar han creado se cuentan la de dos jóvenes, de 14 y 16 años, raptados en la Calle Real de El Mirador el 11 de julio. Sus cuerpos fueron hallados en un basurero, detrás del bloque 48, en el mismo lugar donde mataron a los cuatro pasajeros del Zephyr.
El ex dirigente dice que la falta de respuesta de alguna autoridad en lo que está ocurriendo ha llevado a muchos a tomar a la justicia por su propia mano, fomentando con ello el incremento de los homicidios.
En medio de este escenario, los vecinos de la mayoría de los sectores, han optado por recogerse temprano en sus casas, así al menos evitan lo más duro que son las horas nocturnas.
Los residentes dicen que, para ellos, lo cierto es que “esta guerra parece no llegar a su fin”. Entretanto, Galindo muestra una media sonrisa de resignación y comenta: “ya tenemos cierta costumbre de vivir entre los tiros”.