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    Mazuco: “Mi bebé odia los candados”

    José Sánchez Montiel, comisario profesional con carrera de 25 años en la Disip; abogado de la República y Diputado electo a la Asamblea Nacional, sigue bajo el régimen de casa por cárcel. Según la Fiscal Luisa Ortega Díaz la posible fecha para la libertad plena es el 5 de enero de 2011.

    Mazuco narra su historia como el preso
    político más emblemático del Zulia (VIII)

     

    Esta saga periodística cumple hoy una semana. Ha sido estremecedora la historia contada por el diputado José Sánchez Montiel sobre su encierro de tres años y 23 días. Aquí se refiere a su hijito Gabriel y las penurias de estar juntos en la lúgubre cárcel de Ramo Verde. Mañana sorprenderá con un capítulo increíble.

    Mi hijo Gabriel Ángel todavía no sabe lo que es un parque, un zoológico, una playa o unos caballitos. Nació el 21 de diciembre de 2006 en la clínica Paraíso de Maracaibo.

    Llegué a Ramo Verde el 15 de octubre de 2007. Allá le celebramos su primer añito. Creció viendo presos, militares armados, calabozos y candados. La primera vez que dijo papá fue en Ramo Verde.

    Aprendió a jugar carritos conmigo en la prisión. Tomaba tetero y se dormía en mis brazos hasta que terminaba la visita. Sus rodillas solían tener raspones por una cosa que nadie menciona. Y es el camino para llegar a esa cárcel.Ramo Verde es un enorme edificio enclavado en una montaña, rodeado de precipicios y con vista a barriadas muy pobres en las estribaciones.

    Iba a ser un liceo, pero surgieron problemas estructurales y no lo autorizaron por ser una mole riesgosa. Entonces lo convirtieron en una prisión militar. Llegar a pie es difícil porque significa subir un largo camino. Cuando llueve los visitantes resbalan y los niños suelen caerse.

    Por eso son los raspones. Desde la entrada hasta el piso hay doce rejas.  El piso cinco, donde yo estaba, tiene seis calabozos. El mío era el número cuatro. Por eso el trayecto de mi esposa y mi hijito era un martirio.Todos sufríamos por él.

     La abuela materna, Bertila Piña y la tía Yuly Piña, se impactaron mucho. Es que hasta lo del bautizo fue parte de todo este daño que le causaron a mi familia. Viajó el padre Eleuterio Cuevas y ofició la misa bautismal en la capilla de la cárcel el 11 de septiembre de 2009.

    Esa vez sí dejaron subir a los familiares en vehículo, pero nadie se escapó de la dura requisa. Me avergonzó saber que al padre Eleuterio lo catearon con el mismo rigor.

    Dicho de otra manera, mi bebé cumplió por añadidura parte de mi castigo político.

    II

    Mi bebé es un valiente a toda prueba. Un día desde muy temprano hubo un sismo y el edificio se movió muy feo. Ahí recordamos lo que se decía respecto a que presentaba problemas estructurales y a que esas construcciones sobre montañas suelen ser frágiles. Estábamos dentro de los calabozos encerrados con candados cuando eso ocurrió y lo que más se escuchaba era gritos exigiendo que nos sacaran de ahí.

    Cuando todo terminó bajamos al patio y nos ubicaron mirando hacia los sitios donde se ubicaban las respectivas celdas. Horas después comenzamos a recibir las visitas. Mi mujer y mi bebé estaban conmigo en la celda.

    Estábamos jugando carritos cuando volvió a temblar, esta vez mucho más duro. Los tomé y nos colocamos bajo el marco de la puerta. Los demás presos corrían con sus visitas en busca del patio. Ahí mismo hubo dos réplicas más.

    Pero el bebé nos sorprendió cuando todos terminaron de bajar. Dijo ‘papi, yo no tengo miedo’. Claro, por dentro yo me estaba reventando de solo pensar que se presentara un problema con esos temblores, ahí arriba de esa montaña, dentro de la fortaleza militar.

    Mi hijo vio a varias mujeres, de otros presos, llorar. Es más, muchos custodios descuidaron sus puntos de control.

    III

    Mi mayor alegría transcurría los días de visita. Me arrodillaba en la punta del pasillo y desde ahí veía entrar a mi mujer y al bebé, quien corría gritando ´papi, papi, papi´. Se me lanzaba encima y yo me lo llevaba cargado.

    Pero qué increíble fue su fobia a los candados. Eso lo marcó tanto que no puede ver candados ni de juguetes. También le molesta el ruido de las llaves. Eso es porque asocia el fin de las visitas en la cárcel con la llegada de los custodios resonando los llaveros y golpeteando con los candados en las rejas.

    Creo que esto es único en el mundo, pero mi bebé odia los candados. También le molesta ver cosas embadurnadas de sangre, porque vio mucha sangre en las paredes de la cárcel. Lo mismo le ocurre con las ratas.

    En toda esta historia siento que mi bebé pagó una pena paralela. Esos lejanos viajes desde Maracaibo hasta Los Teques con la única rutina de entrar a una cárcel tan sucia y fétida como esa de Ramo Verde, es demasiado.

    Hasta hoy ese niño no sabe lo que es un parque, un zoológico, un acuario, unos caballitos o alguna película infantil en el cine. En diciembre cumplirá cuatro años y su vida es diferente a las de otros a su edad. Cuando sea un hombre podrá exhibir con la frente en alto lo que hizo por su padre en estos tres años de prisión.

    Y yo me siento feliz de saber que soy inocente. No sé cómo estará la conciencia de quienes me ocasionaron este desastre.

    (Continuará mañana…)

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