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Saturday, November 23, 2024
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VENEZUELA: La leña se convierte en artículo de primera necesidad



“Es como vivir en
la Edad de Piedra…”

 

En Venezuela, tienen asiento las mayores reservas probadas de petróleo en el planeta. Este recurso es tan cuantioso, que el difunto Chávez solía estimar que alcanzaría para satisfacer la demanda mundial de los próximos 200 años o más…”.

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AUDIO: El flujo del combustible desde Texas hacia algunas plantas de electricidad mexicanas se ha limitado en los últimos días debido a las bajas temperaturas en el sur de Estados Unidos…”.



Diputados acusan al régimen de pretender dolarizar el gas doméstico en el país. Cuatro millones de familias cocinan con leña en el país con las mayores reservas de petróleo, no les llega el gas butano.

Habitantes de Maracay denunciaron que deben caminar muchas cuadras, al menos cuatro veces a la semana, para poder conseguir leña con la que puedan cocinar debido a la ausencia del servicio de gas en la zona. Venezolanos cocinan con leña pese a vivir sobre un mar subterráneo de petróleo.

Petróleos de Venezuela está a cargo de vender el gas internamente. Las empresas que lo procesaban y comercializaban fueron expropiadas por Hugo Chávez. Desde entonces la distribución mermó aparatosamente por la continua desinversión, desprofesionalización y corrupción del socialismo del siglo XXI.

Maracay.- Félix Ambil, residente de la capital de Aragua, explicó que siempre los engañan diciéndoles que enviarán bombonas de gas en 15 o 20 días, pero nunca sucede. Por su parte, José Torres, otra persona que se encontraba recolectado leña, indicó que no hay gas desde noviembre”.

Los ciudadanos de Maracay aseguraron que esta situación los mantiene en un desgaste físico y emocional.

Además responsabilizaron a la dictadura de Nicolás Maduro tanto por la crisis económica, que mantiene sus neveras vacías, como de la falla de servicios básicos, como el gas.

4 millones de familias cocinan con leña:

Entre las innumerables vicisitudes en el quehacer diario de los venezolanos, como la hiperinflación, la dolarización de la economía y las irregularidad de los servicios básicos, se unen la carencia de gasolina y gas butano. Las opciones de transporte para adquirir los alimentos y para procesarlos cada vez son menos en un país petrolero. Una paradoja que lleva a unas 4 millones de familias en Venezuela a cocinar con leña.

Esta abismal involución no queda circunscrita a la provincia, y castigada por los constantes apagones y la carestía de agua. Además de las limitaciones agravadas por la pandemia. Ahora es común observar a personas improvisar cocinas de leña en los patios de sus casas o en corredores comunes de las comunidades.

Parecen cuentos de camino, pero en las zonas urbanas del país, se enfilan grupos para la búsqueda de leña en matorrales o sitios boscosos. Incluso, se han activado vendedores ambulantes para suplir estos insumos de antaño, que resultan vergonzosos para muchos y una calamidad para el medioambiente.

Antero Alvarado, director regional de la firma Gas Energy Latin América, se refirió a esta grave situación. “Hay al menos cuatro millones de familias que usan leña para cocinar alguna comida. El problema del gas en Venezuela se sigue complicando. No hay importaciones y levantar producción local requiere inversiones», publicó en su cuenta de Twitter.

Asimismo, refirió que para recuperar ese segmento, que requiere regulación y desembolsos de recursos. «Serán los actores privados los que harán esas grandes inversiones de más de 300 millones de dólares. También hay que tomar en cuenta los precios que remuneren la molécula de gas al productor», agregó.

Por su parte, Pedro Avendaño, habitante de San Antonio de los Altos, una localidad satélite de Caracas, se quejó de esa nueva realidad. “Aquí no se consigue gas, el gas viene cada dos o tres meses. Mientras tanto, tenemos que cortar madera para cocinar”, dijo.

Marvenis Lozada, vecina de Los Valles del Tuy, en las afueras de la capital, declaró que está cansada de esa situación. “En mi vida había visto una situación tan caótica como esta. Ni siquiera cuando era niña que había estas limitaciones. Esto es impensable”.

Con leña cocinan en Venezuela:

En casi un siglo de expansiva explotación petrolera, los venezolanos observan el colapso indetenible de la principal industria del país. En los últimos años sus niveles de producción han retrocedido a los de 1945, arrastrando sus derivados, gasolina y gas.

Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro exacerbaron la condición ventajosa de Venezuela como país potencia en energía. Con las mayores reservas de probadas de petróleo del planeta, Venezuela sucumbió a rendimientos insospechados, durante ambos mandatos por la improvisación, la corrupción y la disrupción de la institucionalidad administrativa.

El director ejecutivo de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela.(Futpv), Eudis Girot indicó que la “tragedia del gas es peor que el caos de la gasolina. No hay gas doméstico. El consumo nacional es de 52,000 bls/día y se producen 9.000 bls y de mala calidad”. Además, el Criogénico de Jose es la única planta operativa y funciona al 13% de capacidad”.

Esta situación de desesperación se caldeó aun más en las redes sociales, cuando un alto oficial de la Fuerza Armada venezolana, propuso un plan de recogida de leña para cocinar. Otro reflejo de la incapacidad del Gobierno y su empresa Pdvsa de cubrir la demanda de cilindros de gas.

El mayor general Oviedo Delgado Ramírez ofreció poner los soldados bajo su mando a cortar árboles y distribuirlos entre los habitantes. El militar es la máxima autoridad en los estados andinos de Mérida, Táchira y Trujillo, en el occidente del país. Su planteamiento llenó de críticas la red de Twitter, ante el drama que se vive en Venezuela al tener que utilizar leña para cocinar.

Descalabro de la industria petrolera:

Venezuela cuenta con 197,1 billones de pies cúbicos de gas y ocupa el octavo lugar en la escala mundial de reservas. Décadas atrás, la industria venezolana producía tanto gas que no sabía qué hacer con el excedente. Optaba entonces por quemarlo en vez de procesarlo y exportarlo.

Petróleos de Venezuela está a cargo de vender el gas doméstico internamente. Las empresas que lo procesaban y comercializaban fueron expropiadas por Hugo Chávez. Desde entonces la distribución mermó aparatosamente por la continua desinversión, desprofesionalización y corrupción.

La poca disponibilidad de gas se consigue principalmente en el mercado negro, como los alimentos y medicinas. Una bombona de gas puede ser adquirida por $40, precio prohibitivo en un país donde el salario mínimo mensual asciende a menos de 2 dólares. Entretanto, en Venezuela con el uso de leña se da un paso más hacia la época de las cavernas.

Un mar subterráneo de petróleo:]

Venezuela cuenta con las mayores reservas de probadas de petróleo del planeta, pero millones de sus habitantes hoy se ven obligados a cocinar con leña por la escasez cada vez mayor de gas doméstico y las constantes interrupciones en el suministro eléctrico.

La práctica, que en el pasado solo se veía en las zonas rurales, se ha extendido hasta las centros urbanos del país, con miles de venezolanos construyendo cocinas improvisadas en los patios de sus casas para quemar leña recogida individualmente en bosques aledaños o comprada en la calle a vendedores ambulantes.

“Cuando la gente no tiene gas, recurre a la leña”, dijo Antero Alvarado, director regional de la firma Gas Energy Latin América, al diario El Impulso. “Hay al menos cuatro millones de familias que usan leña para cocinar alguna comida”.

En algunos puntos del país, la leña es el único combustible disponible.

“Aquí no se consigue gas, el gas viene cada dos meses, cada tres meses. Tenemos que cortar madera para poder cocinar”, comentó Juan Hernández, un residente de la región montañosa cercana a Caracas, conocida como los Valles del Tuy.

Cada dos semanas, el hombre de 37 años ingresa a un bosque cercano para cortar suficientes ramas y troncos secos para cocinar durante los próximos 15 días.

La frustración de los venezolanos ante la situación se vio reflejada el viernes a través de las redes sociales, luego que un alto oficial de la Fuerza Armada venezolana fuera blanco de una oleada de críticas al anunciar un programa para recoger leña.

El Mayor General Oviedo Delgado Ramírez, quien es la máxima autoridad militar en los estados fronterizos de Mérida, Táchira y Trujillo, ofreció poner los hombres bajo su mando a cortar los árboles arrastrados por los ríos de la zona para luego distribuirla entre los habitantes de la región, que está entre las más golpeadas por la crisis energética.

La propuesta le ganó una oleada de críticas al general, con cientos de cuestionamientos e insultos transmitidos a través de las redes sociales. “INSÓLITO! TODO UN RETROCESO!”, resaltó un portal de noticias. “No les importa la población! Jefe de la Redi Los Andes, en Táchira , MG Ovidio Delgado Ramírez dice que iniciaran una campaña para repartir leña, demostrando la incapacidad de cumplir con el gas doméstico”.

“Y hasta cuando vamos a seguir soportando a estos HDP? apagones, sin gas, sin efectivo, sin medicinas sin gasolina. Nadie va a venir a sacar a desgraciaos y el problema es de todos los venezolanos” (sic), agregó en Twitter un ciudadano ofendido.

Trágicamente, la situación se produce en un país que no solo tiene más petróleo bajo la tierra que Rusia y Arabia Saudita, con 360,000 millones de barriles, sino que también cuenta con grandes cantidades de gas natural.

Con 197,1 billones de pies cúbicos, el país ocupa el octavo lugar en la escala mundial de reservas y tradicionalmente la industria venezolana de petróleo producía tanto gas que no sabía qué hacer con él, optando por quemarlo en vez de procesarlo y exportarlo.

La estatal Petróleos de Venezuela está a cargo de vender el gas doméstico internamente, pero la distribución ha caído al piso de mano al colapso generalizado de la industria provocado por años de políticas erradas, una voraz corrupción que ha saqueado miles de millones de dólares de sus arcas y, más recientemente, las sanciones impuestas por Estados Unidos.

Hoy en día, el poco gas disponible se consigue principalmente en el mercado negro, donde una bombona de gas puede ser adquirida por $40, precio prohibitivo en un país donde el salario mínimo mensual asciende a menos de dos dólares.

Pero más que la electricidad, una gran mayoría de hogares venezolanos tradicionalmente han dependido del gas para preparar alimentos, dado que en el pasado constituía una opción más económica.

El descontento sobre la escasez del gas quedó en evidencia en agosto, según datos del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, que reportó que entre las 302 protestas registradas ese mes por interrupciones en los servicios públicos, 156 de ellas se debieron a la ausencia del gas doméstico, seguidas por 93 realizadas por fallas en el suministro de agua y 53 por la falta de electricidad.

Escasez de todo:

El fogón a leña que Jesús Cova y su esposa Luisa Cortez usaban para preparar sopas los fines de semana con amigos, ahora es lo único que tienen para cocinar debido a la falta de gas doméstico, un mal cada vez más extendido en Venezuela.

Si bien preparar comidas con carbón vegetal o madera era una práctica común en momentos de esparcimiento, la carencia de gas convirtió esta costumbre esporádica en la única alternativa para muchos venezolanos.

“La cocinita lo que está es llena ya de telarañas y de polvo, desde el mes de mayo sin tener gas”, dice Cova a la agencia AFP en su pequeña finca en Las Violetas, un caserío ubicado en el estado Sucre (noreste), a unas nueve horas de Caracas por tierra.

“Hasta para hacer un café, tenemos que estar pegados de un fogón”, agrega.

La imagen de hombres, mujeres y niños cargando leña en sus hombros o con carretillas se extiende a lo largo de la troncal 9, una autopista que comunica a Caracas con el oriente del país. Las ventas de leña también son comunes al borde de la carretera.

Aunque no existen conexiones de gas cercanas a su pequeña finca, en Las Violetas antes se abastecían sin problema con garrafas recargables que adquirían a precios muy bajos.

Cova, un carismático músico de 42 años, que ha liderado protestas que incluyen el bloqueo de vías para exigir soluciones, atribuye parte del problema a la corrupción. “Están bachaqueando (revendiendo) el gas en dólares”, la moneda de facto en las transacciones del país, asegura.

Y entonces solo queda una opción: el “gas palito”, como se refiere a la leña con ironía Margarita Bermúdez, habitante de Boca de Caño, una comunidad vecina donde padecen un calvario semejante.

“El humo me asfixia porque sufro de asma”, asegura esta mujer de 55 años de cabello gris, que sube el tono cuando describe el sufrimiento que padecen.

“Necesitamos gas para cocinar, porque conforme nosotros le dimos el voto a nuestro presidente (Nicolás Maduro), para ponerlo cómodo a él, así queremos nosotros que nos pongan cómodos (…) nos tienen sufriendo y él está bien allá”, clama.

Séptimo año de recesión:

Al “tormento” de meses sin gas se suman otros males que han sumido a Bermúdez y sus tres hermanos, todos mayores que ella, y a su único hijo, de 22 años, en la pobreza extrema.

“La comida tampoco viene, yo he comido sardina asada con lechosa verde sancochada. Tampoco tenemos agua, se va la luz, se va el agua, y se va el gas ¿cómo poder estar nosotros? No podemos vivir bien”, recrimina.

A Luisa Cortez, una maestra de 46 años y esposa de Cova, le preocupan además las consecuencias ambientales de la tala.

Sus propios alumnos han llegado a preguntarle por qué ella cocina con leña, contradiciendo sus lecciones sobre la preservación de los ecosistemas.

“Si no tenemos gas tenemos que ir a las montañas a buscar leña y de una u otra forma esto rompe con el equilibrio natural de nuestra flora. Las consecuencias ahorita no las vamos a ver, pero en el futuro sí”, reflexiona, mientras pone su mirada en un puñado de trozos de madera humeantes que su esposo recolecta en la montaña.

“Estamos cometiendo un ecocidio sin querer”, lamenta, al sostener que la “situación” se ha ido “degradando” pues si bien muchos recolectan árboles secos que han caído al suelo, otros los agarran “verdes”.

La crisis es evidente en la finca de los Cova, que antes era productiva con cerdos, vacas, ovejas, patos y pavos.

“Ahorita solo podemos mantener cuatro chivos”.

El gobierno de Maduro, que atraviesa su séptimo año de recesión, achaca los problemas de abastecimiento de combustible a las sanciones económicas que Estados Unidos le impuso, incluido un embargo petrolero.

“Ahorita todo es el bloqueo”, dice Cortez. “Pero antes del bloqueo la situación estaba así. El bloqueo ha afectado, claro, pero no podemos tapar el sol con un dedo”.

Cova, resignado, dice que por el momento no tiene otra opción. “No nos queda otra que rompernos las manos, agarrar el hacha e irnos a la montaña a tumbar leña para tratar de cocinar”.

A recolectar leña:

Juan está rebuscando leños en los alrededores de su casa. No vive en el campo. Vive en pleno centro de Caracas; pero desde hace más de dos meses Venezuela se está quedando sin gas y la escasez comienza a ser dramática, así que en su familia han comenzado a cocinar en un horno de leña improvisado en la terraza. Desayuno, almuerzo y cena (cuando hay economía para las tres ingestas), son ahora menús de paciencia y humo para el asma.

Los venezolanos han comenzado a inventar y reinventar soluciones para poder sobrevivir y cocinar porque el 89% del país consume bombonas del Gas Licuado del Petróleo (GLP) que suministra en exclusiva PDVSA Gas Comunal (sólo el 7% consume gas metano directo en sus residencias), la empresa estatal fruto de la expropiación en el año 2007 por parte del expresidente Hugo Chávez de las dos mayores empresas productoras de gas del país en aquel momento: Tropigas y Vengas.

La estampa de la cocina a leña es cada vez más habitual en un país en crisis acostumbrado a la escasez de casi todo y, en pleno siglo 21, parece la única solución por el momento ante la falta de explicaciones oficiales de porqué no llega el gas. Los más afortunados cuentan con una cocinilla eléctrica para toda la familia, aunque los constantes apagones que pueden dejar durante horas sin luz al país tampoco ayudan con la efectividad de este método.

Venezuela es el octavo país del mundo con reservas certificadas de gas natural. Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA) cuenta con 5.740 miles de millones de pies cúbicos; y sin embargo no puede satisfacer su demanda interna. Los motivos son diversos y los expertos señalan como factores principales la baja producción de petróleo y gas y la merma en la operatividad de plantas procesadoras debido a una mala praxis y corrupción acuciante de los directivos durante años.

Falta de una infraestructura para su distribución:

Según una fuente del sector citada por el periódico Crónica Uno y que prefiere no ser identificada por miedo a represalias, la escasez de GLP “se origina desde la producción pues en el país hay gas, el punto es que la infraestructura para procesar y distribuir el gas no funciona; por ejemplo, la planta de fraccionamiento de Jose, donde se produce actualmente todo el GLP del país múltiples problemas técnicos: turbinas, compresores y trenes dañados”.

Desde la planta de fraccionamiento de Jose, el 100% del GLP se transporta a las plantas de suministro vía cabotaje o poliducto, y de ahí se lleva a las plantas de llenado a través de cisternas o camiones habilitados, aunque según estas mismas fuentes de PDVSA Gas Comunal, se estima que en la actualidad, el 50% del transporte de cisternas de gas están fuera de servicios por problemas técnicos, algo que el gobierno no se ha preocupado en reparar hasta la fecha.

Desde el año 2011, cuando Chávez todavía estaba vivo, Venezuela comenzó a importar GLP para compensar la falta de producción autóctona, pero a día de hoy las importaciones se dificultan debido a las sanciones de EEUU. Estas medidas coercitivas incluyen también posibles castigos económicos a compañías extranjeras que vendan combustible al país, excepto el diésel, por razones humanitarias. Esta situación ha provocado que la escasez de GLP en estos momentos supere el 60% según los expertos y eso pone al país en una situación crítica y con malas expectativas respecto al futuro.

El reparto del gas depende del Gobierno nacional:

Según Nelson Hernández, ex directivo de PDVSA Gas Comunal, en entrevista con el medio venezolano El Diario, el consumo promedio de GLP (gas propano) de una familia venezolana se sitúa actualmente en 45 mil barriles diarios (KDB). Según el experto, ese volumen implicaría que cada familia tendría un consumo normal promedio mensual de 3 bombonas de 10 kg, y según las últimas cifras no oficiales, la producción actual de barriles se encuentra por debajo de los 15 mil diarios.

“En otras palabras”, sostiene Hernández, “si atendemos a la producción solo habría disponibilidad para una bombona mensual por familia, de ahí el caos que vemos en la actualidad en las calles de todo el país, cuando vemos a cientos de miles de ciudadanos haciendo colas esperando para conseguir el combustible”.

Pero desde hace casi dos meses, miles de familias ni siquiera cuentan con una bombona al mes. Como el reparto del gas depende única y exclusivamente del gobierno nacional, no existen las alternativas privadas para rellenar las bombonas. El gas, además, como la mayoría de servicios en Venezuela, está subsidiado, y rellenar una bombona de 10 kilos no cuesta más de 50.000 bolívares (0,3 dólares).

Sí hay un mercado negro basado en la corrupción de los transportistas que trabajan en el reparto de PDVSA Gas Comunal. En el mercado ilegal, la misma bombona de 10 kilos puede costar entre 5 y 10 dólares. El salario mínimo de los venezolanos continúa devaluándose y en estos momentos no llega a los tres dólares mensuales. El mercadeo paralelo no es apto para casi nadie así que la mayoría se resigna y sale a buscar leña para su nueva rutina.

Además, se estima que en el país hay un déficit de 12 millones de bombonas y las mismas fuentes de PDVSA Gas Comunal citadas anteriormente aseguran que el 80% de las bombonas circulantes incumplen las especificaciones técnicas establecidas en las normas de la Comisión Venezolana de Normas Industriales (Covenin) y que las revisiones pertinentes no se hacen cuando corresponde, algo que podría llegar a ocasionar alguna catástrofe doméstica.

“Es como si me hubiese traído la vida del campo a la ciudad”, dice Juan mientras enciende su “parrilla” en la terraza de su casa, recordando su infancia, en una zona rural del interior de Venezuela, antes de mudarse definitivamente a la capital cuando aún era un adolescente.

“Pero es muy triste, muy cansón… Cocinar a leña es mucho más lento, el humo causa problemas respiratorios; hay que estar muy pendiente y nos quita tiempo para el desempeño de otras cosas. No disfrutas tu vida. Vivimos en una rutina de supervivencia”, cuenta mientras aparece Carla, su esposa, con el clásico budare (típico utensilio de cocina para asar arepas. Suele tener forma redonda y hace las veces de una plancha de cocina) y la harina de maíz precocida para el desayuno en las manos.

Juan y Carla son una familia normal de clase media venida a menos por la pérdida de poder adquisitivo del común de los venezolanos; pero van “resolviendo”, como dicen ellos, inventando empleos, “matando tigres” (expresión venezolana que se refiere a la realización de trabajos informales para obtener dinero fácil y completar un salario insuficiente cada mes). Él es camarero y ahora ha colocado un puesto de comida y juguetes en la puerta de su casa. Ella es diseñadora de interiores. Tienen dos hijos adolescentes que suelen acompañar a Juan en el periplo de ir a buscar los maderos.

“Siempre que veo leña, paletas de madera, lo que sea, lo recojo; porque ahora le doy uso constante”, explica el venezolano. “Primero miramos por las calles alrededor de casa, a ver si hay suerte y encontramos algo. Después solemos ir a los parques, a ver si hay algún árbol que se haya caído con la brisa; y muchos días nos toca ir hasta el Ávila (la montaña que rodea Caracas). Nos vamos caminando y llevamos una carretilla y a veces lo tomamos como una especie de diversión, de hacer otras cosas. No queda otra que pensar así. No nos vamos a morir de hambre porque no haya gas”.

La resiliencia de los venezolanos ante cualquier circunstancia podría malinterpretarse como un conformismo construido a base de indiferencia cultural. Pero nada más lejos de la realidad. Es pura supervivencia tallada en la certidumbre aciaga de que nada va a cambiar y de que nada se puede hacer ante un gobierno que dictamina su futuro sin derechos a su antojo. Por el momento, se ha intentado casi todo y protestar, por ejemplo, a juicio de Juan y su familia, ya no sirve para nada salvo para arriesgar la vida en la calle a manos de una policía sin miramientos para disparar a bocajarro a los manifestantes. Ha pasado demasiadas veces.

Al otro lado de la ciudad, a unos 30 minutos de la casa de Juan y su familia, en el barrio de Petare, la popular comunidad del “27 de febrero”, donde viven 32 familias en unas condiciones de desamparo lamentables, lleva meses pidiendo al gobierno de Nicolás Maduro asistencia humanitaria y por supuesto gas para poder cocinar los pocos alimentos que consiguen a diario.

“No existimos para nadie”, se lamenta Rosaura Rivas, de 54 años de edad y una de las más veteranas de la comunidad, que se levantó de manera espontánea en una de las avenidas principales del barrio hace poco más de seis años. Rosaura trabajaba limpiando casas antes de la pandemia y ahora sobrevive con el dinero que le manda una hija que está en Colombia. Son las diez de la mañana y hace calor bajo el techo de metal.

Su casa, o rancho, como se denominan en Venezuela las casas construidas a mano, de ladrillo rojo y techo de uralita en los barrios pobres de la ciudad, es un espacio único donde conviven varias generaciones. Hace tres días murió un viejo de la comunidad en la cama de su casa. No murió de coronavirus (que sepan, porque nunca le hicieron la prueba), sino de pobre, porque no encontraron los medicamentos que necesitaba para una diabetes crónica que se le juntó con los años, la mala comida y el agua contaminada que, aunque se hierva a fuego consciente, resiste a los parásitos y las bacterias como si tuviese inteligencia propia o peor, voluntad de matar a fuego lento.

La familia le ha hecho un altar rústico en un rincón de la casa destartalada que consiste en un bote de patatas Pringles a modo de jarrón, unas flores de plástico, un café guayoyo (americano) al pie y una foto carné del muerto separando las páginas del Nuevo Testamento a la altura de su pasaje favorito, la de los peregrinos que iban camino de Emaús cuando se les apareció Cristo resucitado.

Rosaura tiene un fogón de leña en el suelo de su rancho, pero la comunidad prefiere cocinar en grupo, en el patio que comparten la treintena de familia. Carmen, otra vecina, acaba de poner una olla en el fuego comunal.

“Aquí cocinamos de todo: caraotas (frijoles), arroz, sopas… Lo que tengamos ese día”, explica. “Hace casi tres meses que no nos llega el gas y deberían arreglarlo. Aquí hay muchos niños y no podemos estar haciendo fogones todo el tiempo”. Una vecina de la comunidad tuvo bronquitis cuando comenzaron a hacer fuego a diario y todavía no se ha curado.

El gobierno de Nicolás Maduro no ha dado explicaciones oficiales al respecto de porqué no está llegando el gas a las familias venezolanas, una problemática que fuera de Caracas, pequeña burbuja de comodidades (aunque parezca mentira), se acrecienta de manera considerable. En el interior y en las zonas rurales, hace meses que la leña se acumula en los patios de las casas de pueblo para cocinar a diario, y se alterna con la casualidad o la suerte de la aparición de una cisterna con gas. Ahora, la necesidad urgente llega a la capital mientras los niños de comunidades como la del “27 de febrero” en el barrio de Petare se acostumbran a ponerse la mascarilla a primera hora de la mañana para salir con papá a buscar madera seca. No hay cuarentena contra el hambre.



Por: Luis Antonio Quintero &
Yohana Marra
@yohanamarra
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Aragua, lunes 15 marzo, 2021




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