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ElPais.es: Desbandada en Pdvsa arruina al país



ElPais.es, Desbandada en Pdvsa arruina al país

Trabajadores de Pdvsa huyen del
país en desbandada por crisis

 

Esta situación se ha recrudecido en los últimos meses por la hiperinflación, el hambre y ha sido estimulada también por los nuevos jefes de Pdvsa, en su mayoría militares que reemplazaron a una docena de ejecutivos petroleros arrestados en los últimos meses por supuestos sobornos, lo que ha causado miedo entre los trabajadores, de acuerdo con las fuentes…

Éxodo afecta a la industria petrolera en Venezuela. Al menos 1.000 trabajadores se fueron de Pdvsa en junio.

Pdvsa “está muriendo operacionalmente”, dijo esta semana un ejecutivo de la división oriental de Pdvsa a la agencia especializada Argus.

La emigración venezolana a EEUU, antes por motivos políticos, se ha disparado por la escasez y la inseguridad en el país sudamericano.

Caracas.- La crisis entre Gobierno y oposición puede reconducirse, pero la que desangra a la industria petrolera no tanto, y tendrá consecuencias políticas y sociales porque va a entorpecer la recuperación económica de Venezuela hasta límites quizás insalvables. Su espoleta es la desbandada de trabajadores especializados del sector petrolero. Independientemente del color del partido gobernante, el país depende del crudo, cuya exportación supone el 97% de los ingresos en divisas.

La gráfica del precio internacional del petróleo en los últimos 30 años y la gráfica de la evolución de la economía nacional van de la mano. La marcha de la economía venezolana está condicionada por el precio del barril. En 2014 se derrumbó, al pasar de unos 120 dólares a cotizarse en torno a los 25. La economía se desmoronó en igual proporción.

Los precios han subido y rondan los 70 dólares el barril, pero esa recuperación no está empujando a la economía nacional. La razón es sencilla: en 2014, Venezuela producía casi tres millones de barriles diarios; ahora, solo 1,3 millones. La caída de la producción en casi dos tercios ha reducido los ingresos en casi dos tercios. Por eso, los ingresos actuales son insuficientes para reactivar la economía. La producción ha caído por tres motivos: falta de inversión, falta de mantenimiento y desbandada de trabajadores especializados de la industria. Las refinerías operan a un 30% de su capacidad.

La crisis es tan grave que José Bodas, secretario general de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros, admitió que la masiva fuga pesa como una losa en la caída de la producción petrolera: en dos años se han ido 25.000 trabajadores. La compañía estatal contaba con más de 146.000 empleados, según las últimas cifras oficiales, que datan de 2016. Por lo tanto, PDVSA ha perdido al 17,1% de su plantilla por renuncias, abandonos y dimisiones. “No condenamos al que se va del país. Todo lo contrario: entendemos que hay una política de hambre”, declaró el sindicalista. Un trabajador de la refinería de Petróleos de Venezuela en Curazao (Antillas Holandesas) gana de 2.500 a 7.000 dólares mensuales mientras que el salario de un trabajador del Complejo Refinador Paraguaná, en Venezuela, es de tres dólares mensuales.

Para agravar más la situación, los trabajadores que se han ido son los mejor preparados, técnicos, ingenieros, geólogos, operadores de planta, electricistas y mecánicos, mientras que se han quedado los menos cualificados, que figuran en nómina por su carnet del partido. Lo mismo podrían estar en una fábrica de cemento que en un silo de recogida de maíz.

Si no remontan los ingresos petroleros, la economía no podrá recuperarse. La ecuación es demoledora: los ingresos no subirán si no sube la producción; la producción no subirá si no hay trabajadores cualificados que manejen los equipos, y los cualificados no se incorporarán con salarios de miseria. Además, no se improvisan. La situación es desesperada.

Autobuses alguna vez usados por trabajadores de PDVSA en un complejo residencial y comercial en
San Tomé, Venezuela, ahora yacen abandonados por falta de partes de refacción.

Pdvsa “está muriendo operacionalmente”,Argus:

“Se están cerrando más pozos de producción, la mano de obra calificada en los campos petrolíferos disminuyó en al menos 1,000 trabajadores en junio, y el mantenimiento programado continúa pospuesto”, dijo otro funcionario de la división occidental de Pdvsa.

La producción de crudo de Venezuela continuó cayendo en los primeros 11 días de julio debido a que se están cerrando más plataformas de perforación y pozos de producción, dijo el ejecutivo de la división oriental

El secretario general de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela (Futpv), José Bodas, denunció este viernes que la falta de inversión y mantenimiento por parte del Estado, propicia la caída de la producción petrolera del país.

“La caída en la producción es por la falta de inversión, mantenimiento y repuestos en la industria petrolera, pero sobre todo por los salarios que tienen todos los trabajadores”, afirmó Bodas en el programa Por donde vamos de Unión Radio, quien además señaló que la crisis del sector es generada por la administración de las autoridades competentes.

Bodas declaró que los empleados del país reciben un “salario de hambre”. “Más allá de cualquier diferencia ideológica, política o partidista, lo concreto es que los trabajadores en Venezuela obtenemos un salario de hambre (…) Estamos en un país donde la canasta básica es de Bs. 300 millones y todos los días aumenta”, enfatizó.

La periodista de investigación Maibort Petit denunció que trabajadores petroleros están abandonando las labores de custodia de los taladros de Pdvsa en la Faja del Orinoco.


Trabajadores huyen de la petrolera estatal:

El Tigre.– Miles de trabajadores de la petrolera estatal venezolana están huyendo de esta y abandonan así empleos alguna vez codiciados, que ahora perdieron su valor debido a que el país enfrenta la peor inflación de todo el mundo. Y esa fuga de empleados diluye las posibilidades de que la nación tenga con qué frenar su prolongado declive económico.

Además, los empleados petroleros desesperados y los delincuentes han robado equipo clave, vehículos, bombas y cables de cobre de la petrolera: se han llevado lo que pueden para intentar ganar dinero. Esta hemorragia conjunta, de gente y de equipo, ha dejado aún más incapacitada a una empresa que lleva años tambaleándose, pero que también sigue siendo la fuente de ingresos más importante del país.

El momento no podría ser peor para el presidente cada vez más autoritario de Venezuela, Nicolás Maduro, quien fue reelecto en mayo en unas votaciones ampliamente condenadas por gobiernos del hemisferio. Los políticos opositores más destacados tuvieron prohibido participar en las elecciones, mientras que otros están presos o en el exilio.

Aunque Maduro ejerce un férreo control sobre el país, Venezuela está postrada en cuestión económica, rendida por la hiperinflación y los antecedentes de malos manejos. Hay hambre generalizada, conflictos políticos, una devastadora escasez de medicamentos que junto con el éxodo de más de un millón de personas en los años recientes han llevado al país —alguna vez la envidia económica de muchos de sus vecinos— a una crisis que se desborda de sus fronteras.

Si es que Maduro logra encontrar cómo salir de este caos, la llave sería el petróleo, prácticamente la única fuente sólida para respaldar la moneda en esta nación que tiene las reservas petroleras comprobadas más grandes del mundo.

No obstante, mes tras mes Venezuela produce menos petróleo.

Las oficinas de Petróleos de Venezuela, PDVSA, se están vaciando, los equipos de trabajo en el campo están a la mitad de su capacidad, se están robando las camionetas y los materiales vitales están desapareciendo. Todo esto se suma a los graves problemas en la empresa, que ya eran severos debido a la corrupción, un deficiente mantenimiento, deudas paralizantes, la pérdida de profesionales e incluso falta de refacciones.

Trabajadores de todos los niveles se están yendo en grandes cantidades, a veces llevándose, literalmente, partes de la empresa consigo.

Un empleo en PDVSA era antes un boleto para alcanzar el “sueño venezolano”. Ya no es así.

Carlos Navas, de 37 años, era parte de un equipo de perforación en El Tigre. Nunca pensó que su salario no sería suficiente para que su esposa y tres hijos tuvieran qué comer. El año pasado renunció porque dijo que el sueldo ya era insosteniblemente bajo. Una tarde reciente se preparaba para salir camino a las minas de oro al este, las cuales están infestadas de malaria, a la espera de ganar lo suficiente ahí para poder costear alimentos para su familia y, en algún momento, poder huir todos hacia algún otro país.

“Antes trabajabas y eras rico”, dijo Navas. “El salario alcanzaba para lo que quisieras. Ahora ya no puedes comprar nada, ni comida”.

Proyecciones del Fondo Monetario Internacional prevén que la inflación en Venezuela alcance un 13.000 por ciento este año. Cuando The New York Times entrevistó a Navas en mayo, el salario mensual de un trabajador apenas alcanzaba para comprar un pollo entero o casi un kilo de carne de res. Pero debido a que los precios suben con gran rapidez, ahora alcanza incluso para menos.

A la petrolera no le está yendo mucho mejor. Su producción registra el nivel más bajo en treinta años, y no hay señales de que el desplome haya llegado a su fin.

La empresa y el gobierno venezolano deben más de 50.000 millones de dólares en bonos tras no haber podido pagar los intereses desde finales del año pasado. China ya se negó a seguir prestándole dinero a Venezuela a cambio de pagos futuros con petróleo.

Las exportaciones del crudo venezolano han sido interrumpidas también por acciones legales. En las últimas semanas, los tribunales fallaron a favor de que ConocoPhillips, una petrolera estadounidense, pueda hacerse de los cargamentos venezolanos en las refinerías y terminales de exportación en varias islas caribeñas neerlandesas. La demanda de la empresa surgió cuando Venezuela nacionalizó los activos petroleros extranjeros hace una década.

Además, Venezuela ha tenido tantos problemas con las refinerías y otras instalaciones petroleras domésticas que ha tenido que importar gasolina para el mercado nacional, con lo que gasta dólares que no puede costear.

Maduro ha ordenado recientemente el arresto de decenas de gerentes de PDVSA, incluyendo al expresidente de la empresa, en lo que describe como medidas de mano dura en contra de la corrupción.

Sin embargo, este esfuerzo parece más una batalla por el control y el acceso a las ganancias del petróleo. En noviembre, Maduro instaló a un general de la Guardia Nacional sin experiencia petrolera, Manuel Quevedo, en la dirección de la PDVSA.

Todas estas circunstancias se unen y resultan en una empresa que va en caída libre.

En un discurso pronunciado en mayo tras su reelección, Maduro dijo que la producción petrolera de este año debe aumentar por un millón de barriles al día, una tarea en apariencia imposible, lo que sugiere que podría buscar más inversión por parte de gobiernos amigos, como el ruso y el chino.

“Si hay que pedir ayuda, se pide ayuda, pero ese es un reto que tenemos”, dijo.

“¡Tenemos que aumentar la producción en un millón de barriles!”, gritó, “y ¿quién lo va a hacer? ¿Lo va a hacer Maduro?”. Su propia respuesta: los trabajadores de PDVSA.

En la zona circundante a El Tigre, muchas de las operaciones son realizadas por la petrolera en sociedad con entidades extranjeras, incluyendo a Chevron y la española Repsol, a órganos oficiales como China National Petroleum Corp. y a la rusa Rosneft.

Los ejecutivos petroleros ahora describen las dificultades para trabajar en Venezuela, conforme las condiciones sociales van decayendo.

“La gente está muriendo de hambre”, dijo Eldar Saetre, director ejecutivo de Equinor, la gigante petrolera noruega que trabaja con PDVSA.

En entrevistas con más de una decena de trabajadores petroleros actuales y antiguos, se reveló un profundo enojo. Los empleados, muchos de los cuales hablaron a condición de que se conserve su anonimato por temor a represalias, dijeron que aunque la petrolera venezolana ha estado en declive durante años, su deterioro se ha acelerado.

“Era una copa de oro”, dijo un trabajador. “No de plata, sino de oro. Ahora es una copa de plástico”.

Los trabajadores dijeron que el seguro médico para toda la vida ahora valía muy poco, pues la petrolera paraestatal prácticamente había dejado de pagar a las clínicas privadas. Los trabajadores de campo se quejaron de que a veces no llegan sus almuerzos, pues la empresa no le paga al proveedor.

Las instalaciones muestran un profundo descuido. Muchas tienen derrames de petróleo debido a que hay tanques, tuberías o válvulas dañadas. En una, dos tanques grandes estaban rodeados de un gran lago negro de crudo que se había fugado.

Los trabajadores dijeron que no sabían quién estaba tras los robos. Mencionaron que es posible que los culpables sean bandas criminales, pero algunos reconocieron que desmantelar sistemas eléctricos activos requería de un conocimiento que poseen trabajadores actuales y exempleados.

Ali Moshiri, quien fue hasta el año pasado el ejecutivo principal de Chevron para Latinoamérica, dijo que los robos en los campos petroleros venezolanos han sido un hecho durante veinte años.

“Pero los robos han crecido”, dijo, y los citó como causa principal de que la producción petrolera esté desplomándose. “Te roban el auto y te roban el cabezal del pozo si pueden. Lo funden, le quitan piezas y lo venden”.

“La gente está muy desesperada”, dijo Moshiri. “Pueden vender el cobre para alimentar a su familia”.

Los trabajadores y supervisores en El Tigre dijeron que la producción de los pozos existentes era baja y que la excavación para nuevos pozos estaba paralizada en gran medida por la falta de equipo, compuestos químicos, refacciones y elementos básicos, como comida para los trabajadores.

Un supervisor hizo una lista de los diversos destinos a los que se han ido sus colegas: Estados Unidos, Argentina, Perú, Ecuador, Brasil, Colombia y España.

Muchos se van sin avisar. A menudo no los remplazan; cuando los sustituyen, los nuevos trabajadores frecuentemente tienen poca o nula experiencia.

Júnior Martínez, de 28 años y quien ha trabajado en la industria petrolera durante ocho años, está juntando sus documentos, incluyendo su título de ingeniero químico. Su esposa e hija se fueron a Brasil hace tres meses para ganar dinero. “Gano 1.400.000 bolívares a la semana y no alcanza siquiera para comprar un cartón de huevos o una pasta de dientes”, dijo Martínez sobre su salario.

El padre de Martínez, Ovidio Martínez, de 55 años, recuerda haber crecido aquí cuando comenzó el auge petrolero y parecía haber pozos a cada vuelta de esquina. Lloró mientras hablaba de la determinación de su hijo de abandonar el país.

“Ves que tus hijos se van y no puedes detenerlos”, dijo Ovidio Martínez, tratando de contener las lágrimas. “En este país no tienen futuro”.

*Juan Jesús Aznárez: redactor en agencia Efe de Bilbao, España, delegado en Guipuzcoa y delegado general del País Vasco. De ahí, pasó a la delegación de Washington DC.En el diario EL PAÍS arrancó de redactor en la sección de Intl., fue enviado especial a la Guerra del Golfo y a otros conflictos bélicos. Destacado como corresponsal en Asia, con residencia en Tokio y en América Latina, primero se estableció en Buenos Aires y después en Mexico. En Madrid, donde reside ahora, formó parte del equipo de Investigaciòn y Análisis de EL PAÍS.
Por: JUAN JESÚS AZNAREZ &
William Neuman
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The New York Times/ElPais.es
Miami, martes 17 de julio de 2018




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