En “Operación Relámpago Dorado”
desalojan mineros ilegales…
[audio:http://audioteca.unionradio.net/wp-content/uploads/2018/01/URN-2018-01-31-EN-SINTONIA-ELIAS-MATA-ORO.mp3|titles=Minería]AUDIO: “Mayoría del oro que se extrae en el país sale de contrabando…”.
¿Qué ha sucedido entre el 15 de enero de este año hasta ahora que la fuerza pública no detiene a todas esas personas que a plena luz del día circulan por Tocuyito con implementos propios de la minería, se montan en camiones y se trasladan las inmediaciones del rio “El Torito” para extraer oro…?”.
■ El miércoles 31 de enero, a las doce de la noche, para amanecer jueves, en el sector conocido como El Torito mataron a doce personas, en versión de dos mineros y un mayor de la GNB.
■ Entiendo que el desempleo, la pobreza y la falta de oportunidades tienen consecuencias sociales graves y muy evidentes. De hecho, muchos analistas advierten que alrededor del 10% de la población recurre a la basura para alimentarse. Es probable que aquello del “Plan Conejo” no sea tan preocupante como lo será el momento en que llegue el “Plan gato”, “Plan rata”… El hambre destruye la vida civilizada.
[H]ace año y medio escribí en esta misma columna, en la sección “Caminito de hormigas” sobre la aparición de oro en Tocuyito, capital del municipio Libertador, el de mayor extensión en Carabobo y el segundo en población después de Valencia. Dije entonces que este oro estaba siendo explotado por mafias controladas por unos militares y unos pranes del penal. Para entonces ninguna autoridad del Estado se dio por enterada, nadie desmintió la información, pero nadie la dio por cierta. Algunas personas me llamaron en esa oportunidad para reclamarme la denuncia, pero no para negarla, pues saben que cuando hago una denuncia es porque tengo los pelos de la burra. Así me enseñaron en la universidad. Y así les enseñé a mis alumnos en la universidad.
Año y medio después, la explotación de oro en Tocuyito tiende a convertirse en una depredación ecológica tan grave como la que se produce actualmente en el arco minero de Guayana. En realidad, un tractorista, cavando, se encontró una pepita que según me cuentan pesó 160 gramos, multiplíquelo por Bs. 1.666.000 que es el precio actual del gramo de oro. Esa pepita fue encontrada en un sector conocido como Lagunita y allí comenzó la búsqueda insaciable del vil metal, causante de la muerte de millones de personas en el mundo entero y autora de cientos de golpes de Estado en el mundo.
Si bien el control en sus inicios correspondió a quienes señalé en su momento, con el tiempo ha ido cambiando de manos, porque en realidad la búsqueda se ha ido extendiendo a sectores como La Arenosa, epónimo de un río en el que hasta hace tres años, los lugareños iban sábados y domingos a disfrutar de un buen baño. Ya está demasiado contaminado como para que ni siquiera los animales se bañen en él.
La búsqueda se extiende hasta una desembocadura del histórico río Cabriales, al que le abrieron un canal para escudriñar, después que la voz se regó y comienzan a llegar los “buscadores” desde todas partes tras esa versión criolla del santo grial “hay oro en Tocuyito”. Casi que es una evocación de fábulas de los viejos buscadores de las minas de Guaniamo o el mítico pueblo de El Callao donde vivió gente cuya dentadura completa era de oro.
Hoy en día se pueden ver cientos de personas en Tocuyito, en todas sus riveras, excavando arena, echando químicos inventados por ellos mismos, mezclas extrañas producto de su ingenio. Y además, la crisis se presta perfectamente para ello. Ricardo tiene una buseta de pasajeros, pero desde hace tres meses no tiene cauchos para trabajar. Así que decidió buscar oro. “Tempranito, junto a dos vecinos que también andan pelando bolas como yo, nos vamos desde aquí desde La Bocaina para La Arenosa. Siempre encontramos algo. Hace dos semanas me traje seis pepitas. Hay que darle muy duro, comer mal, tener sed, pero espero conseguir suficiente para comprar mis cauchos y arreglas mi carro. Ya se está poniendo peligroso eso por ahí”. En realidad, vi muchas pepitas, ninguna más grande que la cabeza de un alfiler, pero un gramo se paga en 800 mil bolívares. Es mucho dinero para el que no tiene nada.
Encontré gente hasta de Puerto Cabello, Tinaquillo y Trincheras. Pero usualmente vienen de los barrios más cercanos, Barrio Central, Los Pozones, Colinas de Guacamaya, Las Palmitas, Bendición de Dios, El Combate. Cada uno me contó una historia distinta, pero todas contaron lo mismo en su esencia: la crisis y el abrazarse a un sueño de encontrar una roca de oro que pese medio kilo y lo saque del foso.
Zona agrícola:
Toda esa extensa zona donde se busca oro en Tocuyito, no solo es histórica, sino también agrícola que comienza a dejar de serlo. Fue por Tocuyito por donde pasó el general La Torre huyendo de las Tropas de Bolívar luego de la derrota de la batalla de Carabobo, persecución que se extendió hasta Puerto Cabello. Fue en la histórica iglesia de Tocuyito donde enterraron a Negro Primero antes de llevarlo al Panteón Nacional y todos los oficiales patriotas que murieron en esa batalla, incluso algunos realistas. Aún quedan en Tocuyito los vestigios de un hospital donde curaron a los heridos, vestigios que ningún alcalde se dignó a recuperar como memoria para la historia y museo para los venezolanos.
Hasta principios de siglo pasado era Tocuyito el gran productor de verduras y legumbres para muchas partes de la región central del país, incluyendo una pesca de río que generaba un intercambio comercial importante. Por Tocuyito pasaron el ganado que venía de Cojedes, arreado a caballo hasta bien entrado el siglo pasado para que los valencianos comieran carne. Todas esas zonas agrícolas fueron repartidas por las tropas patriotas a quienes ya la trabajaban, pero en propiedad de blancos españoles. Hectáreas y hectáreas de cultivos, que comienzan a desaparecer, pues los agricultores están vendiendo sus tierras producto de los saqueos, robos, asesinatos de animales de crianza y amenazas de muerte. Ya aparecieron los paramilitares y las bandas que comienzan a tomar control de quienes van a buscar su suerte en una pepita que les resuelva al menos quince días de existencia.
La vieja Gisela tiene 72 años y 44 hectáreas, herencia del reparto que hiciera el padre en vida. Sus tierras dan con el río por unos 400 metros. Y aunque está todo cercado, de 16 reses que tenía, ya solo quedan nueve. “Cómo se roban una res” pregunté de manera inocente. “Hay mijo, cien personas, un pedazo cada una en un bolso y desaparece. A veces ni la cabeza encontramos”, me explica pedagógicamente. “Pero están en sus tierras, por qué no los saca”, insistí. “Ya me rompieron la cerca tres veces. Agarré un machete y los saqué. Al otro día me amanecieron como 30 gallinas muertas, me tumbaron toda la troja de cambur que está por allá y arrancaron como cien matas de yuca. Ya estoy vieja pa´esto. Mejor vendo y me voy al pueblo a morirme en paz. Me duele mucho porque aquí viví toda mi vida y aquí murió mi papá, pero mejor me voy”.
El viejo Segundo tiene 71 años y 15 hectáreas. En el campo vio crecer a sus hijos a 11 hijos. “Aquí nunca faltó nada. Carne, leche y verduras, con eso se criaron. Ya todos se fueron y la vieja murió. Estoy aquí con dos nietos, pero quiero que se vayan porque ya los han amenazado. Por ese camino pa´bajo han conseguido varias pepitas. Vienen hasta con niños. Arrancan el ñame, los plátanos, topochos. Matan las gallinas. Siempre esperé morirme aquí, pero prefiero irme antes de que ocurra una desgracia. Por ahí apareció un militarzote y me ofreció comprar, voy a vé si me ofrece la plata justa y le vendo y me voy”.
Estuve en un sancocho caserío adentro donde los campesinos tomaban, jugaban dominó y escuchaban música. De repente un viejo como de 70 sacó del bolsillo un paquete de billetes de 100 y 500, y los tiró al aire. Solo los muchachos y mujeres se movieron a recogerlos. “El oro pa´todo periodista. En seis meses llevo 63 pepitas encontradas. Tengo mi propia beta” me dijo.
Hechos como ese comienzan a verse con regularidad en Tocuyito. De gente que de la nada aparece con fardos de billetes, comprando y regalando. Y también comienza a aparecer las mafias y las amenazas a los buscadores. No tardará en que aparezcan los muertos y en que los campesinos migren al poblado en busca de un poco de sosiego. Tampoco tardarán los dancings, hervideros de putas y casas de juego, porque ya las drogas están esparcidas.
Y la pregunta es obligada, ¿más allá de los tocuyitenses, a quién le importa lo que ocurre en esa comunidad histórica?
Haciendo la salvedad de que aparte de su marginalidad y el abandono de los gobiernos, Tocuyito es muy bello, con zonas que pudieran ser explotadas turísticamente, incluyendo una muy similar a la Colonia Tovar, ahora, en este momento, a propósito de que mi presidente está hablando del impulso al turismo. Pero ya sabemos que nada de eso ocurrirá. Los habitantes de Tocuyito siempre estuvieron abandonados a la buena de Dios. No hay razones para que no lo sigan estando, ahora más, cuando las mafias del oro comiencen a apropiarse de todo y la depredación ambiental acabe con toda esa geografía.
Los muertos por el oro de Tocuyito:
Fue razón suficiente para que, en la madrugada, hubiera una especie de invasión hasta por aire, incluyendo tanquetas de la GNB, comandos especiales bajando por cuerdas de helicópteros y elementos del Cicpc. Los tocuyitenses fueron sorprendidos en la mañana por camiones de la guardia que bajaban de esa colina con montones de presos. Me llamó la atención, la presencia del Cicpc y le pregunté al oficial, quien me explicó que estaban procesando, finalmente, denuncias de desaparecidos desde hacia dos años, y que, por interrogatorios de los detectives, se deduce que haya unos 20 cadáveres enterrados por esos montes. “Hace como dos meses fue un minero a la policía a denunciar que su hermano había desaparecido. Dos días después, él también desapareció. Sus amigos los fuimos a buscar porque nos dijeron que las mafias habían matado a cuatro y que los habían enterrado por arriba”, me narró un minero.
El torito es una pequeña montaña que está ubicado por la vía de El Rosario, al occidente. Su nombre es homónimo de un legendario río donde hasta hace poco se bañaban los lugareños y en tiempos de la colonia era navegable para pequeñas embarcaciones, hoy totalmente contaminado. “Mi abuelo me cuenta que ahí encontraban bagres hasta de cien kilos”, me explicó Teodosia, tocuyitense de pura cepa, quien, a sus 89 años, se niega a creer lo que le cuentan los nietos, dos de ellas mineras en Lagunitas.
Hace dos años, en esta misma columna comencé a denunciar la existencia de oro en Tocuyito y la explotación a manos de trabajadores, controlados por mafias dirigidas por un oficial del ejército. Incluso, en esa oportunidad me aseguraron que había acuerdos con los pranes del penal para sacar a los presos y llevarlos a sacar oro.
Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente. El Torito es un simple reflejo de lo que está pasando en todo el municipio Libertador con la extracción del oro. Nadie quiere ver cómo de la noche a la mañana, familias enteras se convirtieron en mineros, gente que tenía algún oficio, vio una oportunidad más lucrativa en la extracción del metal precioso. Hoy, la barbarie de la explotación es un secreto a voces. Todo el mundo en Tocuyito sabe de qué se trata. Es como un cuento garciamarquiano, aquel en el que todo el pueblo sabía que asesinarían a Santiago Nassar, pero nadie dijo nada en esa “Crónica de una muerte anunciada”.
En el centro de ese municipio, allí mismito al lado de la alcaldía, los jóvenes visten camisas con logotipos de la empresa que compra oro. Frente al BOD, esos chamos gritan durante todo el día “compro oro, oro, oro”. Cuando hablas con ellos, también saben lo que ocurre en las minas, pero el miedo puede más que la palabra.
Unos 1.500 mineros bajaron en los camiones de la GNB. Había niños, muchos niños, niñas, mujeres y hombres. Solo de El torito. Aún nadie sabe cuántos hay en La Arenosa, Lagunita, El Cementerio. El oro en Tocuyito está casi allí, a ras del suelo. Hay personas que han sacado hasta cuatro gramos en una jornada que puede llegar a diez horas. Para cuando escribo esta crónica, un gramo lo pagan en 9.5 millones si es por transferencia y 7 millones si es en efectivo.
Cuatro gramos son 38 millones en diez horas. Demasiado tentador. Pero ignoran que no es tan fácil como suponen. Por ahora, cuatro grupos se dividen la explotación y compra del oro: paramilitares, pranes, mafias y militares. Durante el primer año, hubo una dura batalla por el poder que según me cuentan campesinos de La Arenosa, generó varios muertos que fueron desaparecidos por esas montañas. “También en La Arenosa hay enterrados como quince porque se enfrentaron a un general que un día llegó y dijo, toda esta montaña es mía y el que quiera explotarla tiene que pedirme permiso, eso produjo el enfrentamiento”, me contó un viejo campesino. Esa es la parte que se desconoce.
Usted puede pedir permiso, pero todo el oro que saca está obligado a vendérselo a quien se haya apropiado del lugar. No crea que se lo puede llevar. “A una amiga de mi hermana, un pajuo les dijo a los tipos que ella se había metido una pepita en el sostén. Ellos le arrancaron la blusa y le dejaron las tetas al aire, era un pedacito como de medio gramo. Le dieron un montón de palo y después se la llevaron. Más nunca supimos de ella”, me contó Isabel quien va con sus dos hijos de 14 y 13 a buscar oro. “No me gusta esto, me da mucho miedo, pero un kilo de pasta vale 170.000 bolos y tengo que comprarles zapatos a los muchachos porque no pudieron volver a la escuela. Me da miedo que se acostumbren a esto y no quieran volver a la escuela. Eso es mentira que aquí van a ser millonarios, porque, así como te los ganas, los tienes que gastar”, explica. También comienza a aparecer en esas zonas la prostitución infantil. A nadie le importa.
Mi generación creció escuchando las fábulas de Las Minas de El Callao en donde se extraía el mejor oro del mundo; y de las minas de Guaniamo de donde se extraían las mejores esmeraldas y brillantes de la región. Por los 80, este cronista visitaba a un amigo en Santa Elena de Uairen un día viernes. Comenzó un aguacero a las siete de la noche que no se detuvo hasta las cinco de la mañana del sábado. Mi amigo me obligó a caminar por la calle de tierra del escarpado donde vivía, desde las seis de la mañana. “No quites los ojos del piso, agarra todo lo que brille”, me dijo. Nunca olvidaré aquello. Antes de las 11 habíamos encontrado tres pepitas de oro y dos esmeraldas pequeñas. Mi amigo me explicó que el aguacero hizo correr la tierra y desenterró los minerales. El oro de Tocuyito es ley 24. Es decir, puro de toda pureza.
Cuando denuncié la presencia y explotación de oro en Tocuyito, no solo nadie me creyó, sino que me llamaron para decirme que estaba alertando a la gente para que eso se volviera un desastre. Ya lo era. Corre por las redes un video con la presencia de personas, incluyendo jóvenes, escarbando en el río Guaire en Caracas, supuestamente buscando oro. Con esos niveles de contaminación del río, a esta hora deben estar muertos.
El gobierno nunca quiso meterse en lo que ocurre en Libertador, oficialmente digo, porque prefirió que eso se volviera la barbarie que es ahorita. La depredación ecológica que se está produciendo allí es de pronóstico reservado. Los mineros que fueron detenidos y luego liberados en El Torito, me cuentan que los guardias nacionales ya le dijeron que ahora los jefes son ellos. El viernes en la noche, los vecinos de El Rosario cuentan que la balacera era de terror, en un enfrentamiento entre militares y los bandidos dueños del lugar que ya lleva cuatro días. Quizás los más terrorífico es el silencio oficial. Vecinos de la zona me han enviado fotos y videos de la depredación que está ocurriendo allí.
Mientras tanto, el Municipio Libertador es el más grande en extensión, el más poblado y el más pobre de Carabobo. Las mafias del oro en Carabobo, las de Caracas y las internacionales, son las financistas de toda la sangre que se está derramando allí. A pesar de esa riqueza, que irónicamente sacaría a todos los tocuyitenses de la pobreza, allí en Libertador hay niños que mueren de desnutrición y gente que se acuesta sin comer.
Caminito de hormigas…
En octubre del año pasado anuncié en esta columna que las elecciones presidenciales serían en marzo. Hasta insultos recibí. ¿Y ahora?
*Rafael Rodríguez Olmos. Periodista, analista político, profesor universitario y articulista (Aporrea). Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.
Por: Rafael Rodríguez Olmos
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Caracas, martes, 06 de febrero de 2018
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