A los incrédulos. Todos, en
algún momento, lo fuimos…
■ El colapso institucional, económico y social de Venezuela no es fruto de la dilapidación del legado de Hugo Chávez, sino consecuencia misma de sus políticas.
■ Es el bumerán que, al volver en su vuelo, rompe el espejo en el que se veía al padre de la revolución bolivariana: de benefactor de los pobres a responsable de la gran escasez, inflación y violencia que sufre el país, especialmente sus clases populares: falta de productos básicos, colas en las tiendas, delincuencia desbordada… Y es que el chavismo tuvo mucho de fraude –un conjunto de ellos– casi desde el principio.
■ Este libro revela detalles de los principales capítulos de ese fraude: entrega de soberanía a Cuba, engaño electoral, corrupción económica sin precedentes, narcoestado, dilapidación del petróleo, vinculaciones con el radicalismo islámico… El libro también incluye las curiosas relaciones del chavismo con Estados Unidos, la España de Podemos y el conjunto de Latinoamérica. Testimonios de individuos clave en el entramado chavista, varios de ellos en contacto con las autoridades estadounidenses como testigos protegidos, dan forma a este relato periodístico.
Once capítulos de un engaño:
Bajar al búnker (Introducción)
1.-) EL FAUSTO DEL CARIBE
2.-) UN DOLOR DE RODILLA
3.-) «ES VERDAD, AÑADIMOS VOTOS FALSOS»
4.-) EL MONEDERO DE LA REVOLUCIÓN
5.-) ENRIQUECERSE CON EL SOCIALISMO
6.-) EL DROGADUCTO BOLIVARIANO
7.-) NICOLÁS EN LA GUARIDA DE HEZBOLÁ
8.-) CHÁVEZ-IRÁN, AMOR A PRIMERA VISTA
9.-) ESQUIZOFRENIA CON EL IMPERIO
10.-) DEL PAÍS DEL ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?
11.-) COMBO McCHÁVEZ, DIETA TRÓPICAL
Bajar al búnker:
«Si de aquí sale alguna información, fuiste tú; aquí no hay nadie más». Mientras decía estas palabras, Hugo Chávez miró a los ojos a su ayudante personal. Leamsy Salazar (Ismael al revés) le sostuvo la mirada. «Por supuesto, mi comandante», respondió sin que se le quebrara la voz. Chávez cerró el asunto con un «espero que así sea». Sabía que el joven había visto y oído demasiado, pero estaba seguro de que entendería la advertencia.
Llamado al lado del presidente venezolano al poco de salir de la Academia Naval, para entonces Salazar comenzaba a tener evidencias de que la revolución chavista era un gran fraude; todavía tuvieron que pasar varios años –oiría y vería aún más cosas– para convencerse. Al final, cogido en medio de divisiones internas, decidió contar lo que sabía, y lo hizo
desde donde más daño podía causar.
Chávez se recluyó esos días santos en una finca de Barinas, estado venezolano no lejos de la frontera con Colombia, en compañía de Rafael Ramírez, ministro de Energía y presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), y de Ramón Rodríguez Chacín, ex ministro del Interior y dueño de la finca. Ramírez ponía el sistema de lavado de dinero a través de la petrolera nacional; Rodríguez Chacín, en permanente contacto con las FARC, se ocupaba de ir a buscar a los guerrilleros (los máximos dirigentes: Iván Márquez, Rodrigo Granda y Rafael Reyes) y de devolverlos a su campamento, pues no se hospedaban en la casa. Ese viaje lo hacía al volante él mismo de una camioneta, sin acompañamiento de escolta.
En los dos primeros días, los tres dirigentes venezolanos y los tres insurgentes colombianos estuvieron hablando entre ocho de la tarde y cuatro de la madrugada. En una de las jornadas se unió también la esposa de Iván Márquez, que también era comandante de un frente guerrillero. El tercer día hubo un encuentro a solas de Chávez con Raúl Reyes, que duró hasta las 5.30 de la mañana. En esa última reunión, Leamsy Salazar fue ordenado permanecer alejado; a la vista de Chávez por si este le requería algún servicio, pero fuera del alcance de las voces.
Los dos días previos, sin embargo, el ayudante estuvo moviéndose entre los congregados, sirviendo agua y café y estando pendiente de los teléfonos personales que se habían dejado a un lado. Fue el único ajeno al círculo confabulado al que se le permitió entrar y salir. Así pudo escuchar muchas de las órdenes de Chávez.
–«Rafael, cómprales a las FARC toda la mercancía que producen, toda la agricultura y el ganado. Págales un primer plazo de quinientos millones de dólares. ¡Le vamos a quebrar el espinazo a Uribe, pa’ joderlo!».
La referencia al entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe, su enemistado vecino, Chávez la hizo con especial gozo, según recuerda Salazar. Por lo demás, estaba claro que, ante la presencia del ayudante, el comandante evitaba ser explícito y todos hablaban con sobreentendidos. ¿Qué productos agrícolas cultivaban las FARC o cuántas cabezas de ganado apacentaban para cobrarse tan abultada cifra? Lo que entregaron fueron unas pocas vacas, que llevaban una larga marca en la barriga. Salazar conocía bien qué era aquello, pues enrolado en las fuerzas especiales había servido en la frontera y varias veces se había topado con reses a las que se les había abierto para introducir cargas de cocaína en las varias cavidades del estómago que tiene el rumiante; cosidos de nuevo, los animales podían ser transportados sin levantar sospechas.
–«Rafael, ponte de acuerdo con el Pollo. Aprovechando que ahora estamos comprando armamento ruso y desencuadrando armamento nuestro, una parte la podemos enviar a las FARC».
Como las gestiones con el Pollo –el general Hugo Carvajal, entonces, y durante largo tiempo, jefe de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM)– se retrasaban, durante aquellos días el mismo Chávez le llamó con frecuencia por una red encriptada para transmitir sus órdenes. El presidente también tenía un teléfono aparte para estar en contacto con el guerrillero Iván Márquez cuando no estaba presente.
–«¿Se ha entregado ya todo? ¿Cuánto falta? Todo lo que pidan los compañeros se lo entregan», le decía a Carvajal.
Los cargamentos traspasados a las FARC, en grandes cantidades, incluían uniformes venezolanos, botas militares, computadoras, fotocopiadoras y máquinas de escáner, entre otro material. También se entregaron abundantes medicinas. De hecho, el general Carvajal estaba encargado de coordinar la atención médica de los campamentos de las FARC, tanto en el lado venezolano de la frontera como al otro: los médicos eran llevados hasta cierto punto y allí eran recogidos por guerrilleros para trasladarlos hasta sus centros de operaciones. Parte de esa actividad de Carvajal, así como la estrecha vinculación de las FARC con la dirección chavista, quedó de manifiesto cuando el 1 de marzo de 2008 un ataque del Ejército colombiano arrasó el campamento del cabecilla guerrillero Raúl Reyes y hubo acceso a su computadora.
Comprometedores correos electrónicos y fotografías documentaron esa vinculación. «Estoy cagada», comentaría entonces María Gabriela, hija favorita de Chávez, quien durante esos encuentros en Barinas había saludado a los invitados y se había fotografiado con ellos. «Te aseguro que esas fotos las vieron los colombianos. No sé porqué no las han sacado», le dijo a Salazar.
Leamsy (Ismael al revés) había nacido en Caracas en 1974. En 1998 se graduó en la Academia Naval y pasó un año de especialización en un batallón de Infantería de Marina en la base naval de Punto Fijo. Estando en ese destino, un día fue enviado de urgencia a la comandancia general. El nuevo presidente del país, Hugo Chávez, quería escoger entre los números uno de las últimas promociones de cada arma para formar su guardia de honor: jóvenes militares que serían a la vez sus ayudantes personales y garantes de su seguridad. Salazar, de 25 años, fue seleccionado.
Estuvo pegado al mandatario un par de años, hasta los sucesos de 2002 que desalojaron unos días a Chávez de la presidencia. En el momento de la restitución, Salazar fue captado por las cámaras ondeando la bandera patria sobre el tejado del Palacio de Miraflores, gesto que el presidente encomió después públicamente. Después se marchó.
Volcado en las operaciones especiales, en 2006 participó en una demostración militar presenciada por el presidente. Su destreza y coraje –se lanzó desde un helicóptero sobre el lago de Maracaibo para poner un explosivo– llamó la atención de Chávez. Cuando este le dio la mano para felicitarle le reconoció y pidió al ministro de Defensa que lo volviera a destinar al Palacio de Miraflores, como responsable del dispositivo de seguridad en los desplazamientos, además de labores de ayudante. Tras la muerte de Chávez, Salazar fue escogido por Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y número dos del chavismo, para llevar esas mismas labores.
Además de inculpar a Chávez de la organización de un narcoestado, su testimonio en Estados Unidos apuntó directamente a Cabello como gran operador del narcotráfico y de los negocios ilícitos del régimen. Al servicio de su nuevo jefe fue testigo de operaciones que acabaron por convencerle del carácter criminal de la cúpula chavista. Un viernes de 2013, a eso de las diez de la noche, Cabello ordenó a Salazar organizar un rápido viaje a la península de Paraguaná, un saliente que se adentra en el Caribe y es el territorio más septentrional de Venezuela. Con ellos dos voló también el mayor Lansford José Castillo, el ayudante más directo de Cabello. Cuando el Falcon aterrizó en Punto Fijo, los tres se metieron en un automóvil que les esperaba, a cuyo volante se colocó el dirigente chavista. Dos autos de seguridad fueron detrás. Durante el trayecto Cabello conversó varias veces por teléfono con el general Hugo Carvajal, director de la inteligencia militar, pero lo hacía con reserva, en conversaciones cortas.
–«Pollo, ¿cómo es la vaina? Espera que estoy yendo para allá».
Se notaba que el presidente de la Asamblea Nacional no quería ser oído por Salazar. El joven guardaespaldas pensó que se trataba de algo que tenía que ver con la seguridad del Estado, pero a medida que pasaba el tiempo aumentó su extrañeza. A la altura de Piedras Negras –habían cruzado la península de oeste a este y enfilaban la carretera litoral hacia del cabo San Román–, Cabello le dijo a Salazar que ordenara a los agentes de seguridad que les seguían que se quedaran allí. El primer auto siguió hasta el cabo, en la punta norte; al otro lado del mar, a solo veinticinco kilómetros de distancia, se veían las luces de Aruba, isla perteneciente a Holanda. Ya era medianoche. En la playa había un nutrido grupo de hombres con la cara cubierta, equipados con armas largas, que dejaron avanzar el vehículo. Este se detuvo a la vista de cuatro lanchas deportivas de alta potencia. Junto a ellas estaba el Pollo. Cabello descendió y dio la autorización final.
–«¿Están listas las hallacas? Pues que las lanchas partan de una vez, una detrás de otra».
Era evidente que aquello no eran hallacas, nombre de un plato típico venezolano (masa de harina de maíz rellena de guiso y envuelta de forma rectangular en hojas de plátano), pero de esa manera llamaban en la operación a los paquetes o panelas de droga, para despistar. Las lanchas, con sus cargamentos de coca –varias toneladas–, salieron de inmediato, comandadas por operadores que llevaban instrumental de visión nocturna. Quienes estaban en la playa no eran militares, al menos su indumentaria no mostraba emblemas; más bien parecía el despliegue de una de las mafias de la droga, con la que –no había duda– se estaban coordinando las más altas esferas del Estado.
En el viaje de regreso al aeropuerto, Cabello intentó confundir a Salazar, a la vista de que este estaba sacando sus conclusiones.
«¡Ahora sí que les vamos a descoñetar a loslíderes de la oposición!», exclamó, como sugiriendo que aquel envío de droga se hacía para después descubrirlo oficialmente y denunciar a la oposición política. Pero por más que en ocasiones intentaba disimular, en otras Cabello añadía más elementos de alarma sobre sus negocios sucios. En un momento dado, le dijo a quien iba sentado junto a él:
–«Mira, Castillo, esta semana estate pendiente porque el Pollo va a enviar una plata en efectivo en uno de esos camiones. Que pase por donde Tareck, que se quede con su parte, y que siga para la oficina. Tienes que estar tú allí para recibirlo».
Cinco días después llegó un camión del Seniat (Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria) a la vivienda de Fuerte Tiuna, el mayor complejo militar de Caracas, que Cabello tenía habilitada como despacho, al margen del que disponía en la Asamblea Nacional. Era desuponer que, de acuerdo con las instrucciones recibidas, elconvoy había pasado antes por las dependencias de Tareck elAissami, gobernador de Aragua y previamente ministro deRelaciones Interiores y Justicia. El presidente del Seniat eraentonces José David Cabello, hermano del número dos chavista.
Tanto el uno como el otro, como se verá másadelante, igualmente implicados hasta el cuello en la corrupción chavista.
Leamsy Salazar se estaba cambiando de ropa, paramarcharse al término de su jornada de trabajo, cuandocomenzó la descarga del camión. Vio las puertas traserasabiertas y el espacio interior repleto de maletas, todas iguales y cerradas con candados. Se armó de valor para investigar un poco, y comprobó que una maleta ya se había trasladado a una de las habitaciones de la casa y estaba abierta. Allí habíaamontonados fajos de billetes de cien dólares. Aunque estabanenvueltos con film plástico, despedían olor a billete nuevo. El dinero iba destinado a una gran caja fuerte de tres metros por cuatro, con un fondo de metro y medio, que había en esa habitación. Daba la impresión de que era cash para uso diario. De hecho, Cabello hacía pagar todo en efectivo, y cuando no, según el relato de Salazar, eran servicios que corrían a cuenta del Seniat, como el pago de hoteles y toda la logística de viajes y seguridad. Pero por grande que fuera la caja fuerte del despacho de Cabello, allí no cabía el contenido de todas las maletas recibidas.
Además, Salazar recordaba ahora haber visto en almenos otras dos ocasiones la llegada de un camión de laagencia aduanera y tributaria, sin que entonces hubieraimaginado su verdadera carga.
¿Dónde iba el resto del dinero?No tardó en saber la respuesta.A Diosdado Cabello le gusta salir de caza. En una de esas excursiones, Leamsy Salazar fue testigo de algo asombroso.Ocurrió en una finca que se extiende entre los estados Barinasy Apure. Era de noche y la partida de tres personas comenzó a andar por el campo abriéndose paso con sus linternas. Al cabo de un rato, Cabelló ordenó que Salazar se quedara en un punto, mientras él y su directo asistente, Lansford Castillo, seguían adelante. A unos cien metros, la avanzadilla se paró y de pronto sus luces se apagaron.
Luego, pasado un tiempo, las linternas volvieron a alumbrar y Cabello comunicó desde la distancia, a voces, que él y Castillo se marchaban entonces a cazar venado.
Cuando ambos desaparecieron, Salazar fue hasta el lugar en el que se habían detenido los otros dos. Iluminando el suelo con su lámpara vio una amplia trampilla. La levantó y descubrió una escalera que bajaba a un espacio subterráneo.
Cerca de la entrada encontró un interruptor y lo accionó: ante él había un gran búnker, de unos diez metros de largo por cinco de ancho, con montañas de fajos de billetes apilados de pared a pared.
Salazar contó su hallazgo a un compañero del equipo de seguridad y este le aseguró que había visto lo mismo en otros dos búnkeres de Cabello, igualmente con instalación eléctrica y deshumidificador, uno en el estado Monagas y otro en Ciudad Bolívar. «Yo vi allá caletas de billetes», le confesó su amigo, impresionado por lo arrecho de los escondrijos y lo atesorado en ellos. Cuando después a ese guarda lo inculparon injustamente de varios delitos, Salazar supo que era el momento de huir, porque las cosas se le estaban poniendo mal.
En la primera mitad de 2014 tuvo un encontronazo con Cabello: este le acusó de haber robado ciento veinte mil dólares de la caja fuerte. Al presentarle el escolta pruebas gráficas de que la sustracción la había hecho una amante del dirigente chavista (la actriz de novelas Gigi Zanchetta), el jefe reaccionó airado, como ofendido porque le atribuyera un affair, y lo suspendió de sueldo, enviando al capitán de corbeta a un curso que no le interesaba en absoluto.
Por miedo a mayores represalias –y probablemente también como venganza– en otoño de 2014 Salazar entró en contacto con la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos, con la que se entrevistó en un viaje a las Bahamas. En previsión de su huida, se casó en la isla Margarita con la capitán Anabel Linares, alto cargo del Ministerio de Finanzas.
Cuando ambos abandonaron Venezuela su ausencia no levantó sospechas, pues iban de viaje de bodas. Pero al pasar los días, saltaron las alarmas. El piloto del avión privado que les había
llevado a República Dominicana fue interrogado con violencia hasta que Cabello tuvo los datos que necesitaba sobre el vuelo. El plan de Salazar era saltar a Colombia a la espera de que le hicieran llegar el visado de entrada a Estados Unidos, pero por no arriesgarse a una extradición fue con su esposa a Madrid, donde llegaron poco antes de Navidad.
Yo le vi allí unos días después, el 6 de enero de 2015, solemnidad de los Reyes Magos. Me quedé sin comer el famoso roscón, que en España corona la comida de esa señalada fiesta, pues el encuentro fue a mediodía. No supe dónde se alojaba hasta el momento de tomar un taxi y dar una dirección. En un bar, mirando a los lados de vez en cuando por si alguien arrimaba sospechosamente la oreja, Leamsy Salazar me contó todo lo escrito hasta aquí, y también otras revelaciones que quedan para más adelante.
El 26 de enero llegó a Washington y en marzo hizo la declaración elevada al gran jurado en el caso abierto por la fiscalía federal del Distrito Sur de Nueva York contra Diosdado Cabello: la acusación formal de Cabello, como sostenedor de un edificio de narcotráfico y corrupción construido por Hugo Chávez y avalado por Nicolás Maduro, presumiblemente ya era un hecho, aunque permaneciera secreta por un tiempo.
Estas páginas primeras son como esas escaleras que descendían al misterioso búnker perdido en medio de una finca de los llanos venezolanos. El lector ha abierto la trampilla y comenzado a bajar los escalones. Acabamos de dar la luz y lo que tenemos ante la vista es imperdonable.
Introducción:
Los cascos se alzaban al cielo y se precipitaban luego, con la furia de las manos que los agarraban, contra la cabeza y el pecho del detenido. Herido por disparos de perdigones a quemarropa, el joven yacía largo en tierra sujetado por tres guardias nacionales. Le estaban propinando una paliza, con las culatas de sus fusiles y los cascos de sus uniformes antidisturbios. Al borde de la inconsciencia, Willie David solo escuchaba la repetición de una pregunta: ¿quién es tu presidente?
La legitimidad de Nicolás Maduro como presidente era el asunto realmente clave en las masivas protestas que estallaron en Venezuela en febrero de 2014, cuando aún no se había cumplido un año del entierro de Hugo Chávez. Los estudiantes salieron inicialmente a la calle desesperados por el agobiante clima de inseguridad ciudadana; después, en repulsa de la desmedida violencia con la que el Gobierno repelió sus manifestaciones.
Cientos de miles de venezolanos se unieron enseguida a las marchas, angustiados por la insufrible escasez, la galopante depreciación del poder adquisitivo y la falta de horizonte vital, para ellos o sus hijos, en un país al que la revolución bolivariana había asfixiado.
Pero se verbalizara o no, estuviera o no en pancartas o puntos de reclamación política, la gran cuestión de fondo era la ilegitimidad de todo el entramado institucional chavista.
Con una democracia completamente adulterada solo cabía ya imponer al presidente a golpe de cascos y culatas de fusiles.
No era la reacción desabrida de un Maduro incompetente, incapaz de llevar a buen puerto el proyecto que le dejara Chávez. El autoritarismo político y el colapso económico en Venezuela era simplemente la maduración del chavismo, no en el sentido de adaptación obrada por el sucesor, sino de floración o plena epifanía del proceso puesto en marcha por el comandante supremo. Constituía la consecuencia de las políticas y estrategias emprendidas por el creador de la República Bolivariana. Era el bumerán que, al volver en su vuelo, rompía el espejo en el que se había mirado Chávez: quien le tuvo por salvador de los pobres, bien podía ver ahora cómo las clases bajas sufrían especialmente la falta de productos básicos, las colas en las tiendas, la delincuencia…
Ciertamente aquello fue un espejo, porque el chavismo fue un fraude –un conjunto de ellos– desde casi el comienzo.
Al temprano Hugo Chávez hay que reconocerle haber detectado bien el hartazgo social que existía en Venezuela en las dos décadas finales del siglo XX por la alternancia en el poder de los partidos tradicionales, alejados de las preocupaciones del pueblo y recurrentes en la corrupción. En 1998 ganó las elecciones presidenciales porque supo ilusionar a las masas populares –más de la mitad de la población, en un país que hoy ronda los treinta millones de habitantes– sobre un nuevo comienzo, en el que ellas serían protagonistas.
Tuvo también el mérito de ejecutar al principio de su presidencia lo que fue la decisión estratégica más importante de su paso por el poder: propiciar en el seno de la Organización de Países Productores de Petróleo una política de precios que condujo a un notable incremento del valor del barril en los mercados y, por tanto, a un enorme aumento de los ingresos por la venta de crudo, principal fuente de riqueza de Venezuela. El encarecimiento del petróleo se vio también espoleado por vicisitudes internacionales, como la guerra de Irak o el embargo a Irán, pero todo partió de una confluencia de intereses entre Caracas y Riad. A mediados de 2014, sin embargo, la preocupación de Arabia Saudí era otra y Venezuela comenzó a sufrir como nadie el vertiginoso descenso de precios.
La revolución chavista había ascendido encaramada a la ola de la cotización del barril, y el desplome de esta parecía ser su sentencia de muerte, aparentemente avalando la teoría de que en Venezuela los grandes cambios político-sociales siguen los ciclos del precio del petróleo.
Durante la era Chávez, de un mínimo de 10,5 dólares el barril en 1998 se pasó a 103,4 dólares en 2012. En los catorce años en los que el líder bolivariano estuvo en el poder, Venezuela produjo petróleo por valor de aproximadamente un billón (un millón de millones) de dólares. Con unos ingresos tan generosos, el presupuesto venezolano fue también dadivoso en las políticas sociales, a las que en ese tiempo, según las cifras del Gobierno, destinó quinientos mil millones, es decir, la mitad de la renta petrolera. Las holgadas finanzas permitieron también sustentar una política exterior con clara influencia en la región, muestra de la inteligencia estratégica de Chávez: fondos de ayuda a las naciones aliadas del continente y petróleo en condiciones favorables para países del Caribe.
Pero el manejo de tal volumen de ingresos hizo posible una corrupción igualmente desmedida, sin precedentes en la historia del país, y convirtió Venezuela en lugar ideal para la legitimización de capitales procedentes del narcotráfico. Ambas cosas fueron propiciadas desde el Gobierno chavista, como importantes elementos del fraude en que se constituyó el régimen mismo.
* * *
Este libro aborda el gran engaño del chavismo. Saludado en el mundo como supremo benefactor de los menos favorecidos, Hugo Chávez no pasará en realidad a la historia de Latinoamérica por haber reducido la pobreza en Venezuela: la mayoría de los países del continente registraron triunfos importantes en ese combate durante el mismo periodo, algunos con mayor efectividad, como Perú, Brasil, Chile y Uruguay.
Incluso, dados los fondos públicos empleados, en Venezuela cabría haber esperado mayores avances, al menos más sostenibles. Lo singular de la obra de Chávez, aquello por lo que estará en los manuales de historia, es algo doble: haber puesto en marcha un autoritarismo (un sistema en el que su autoridad presidencial se imponía sin los contrapesos ni la rendición de cuentas esenciales en una democracia) capaz de asegurarse la reelección en las urnas y, sobre todo, haber cedido el control del propio país a los dirigentes de otro.
El fraude de la relación con Cuba es el que abre el libro. Fuera de los venezolanos, poca gente se hace cargo del increíble grado de injerencia de La Habana en los asuntos internos de Venezuela, no como resultado de una penetración subrepticia y hostil, a espaldas del Gobierno de Caracas, sino curiosamente a invitación de este. Con Chávez, los cubanos se erigieron en gestores de los documentos de identidad y pasaportes, así como de los registros mercantiles y notarías públicas; en codirectores de puertos y controladores de seguridad de aeropuertos; en supervisores de las Fuerzas Armadas y de las labores de contrainteligencia…
El mismo Maduro fue potenciado por ellos como sucesor. Algo así es impensable en cualquier otro país del mundo.
En Venezuela era posible porque muchas cosas se hacían de espaldas al pueblo: el Gobierno ocultaba el número de cubanos en el país y sus funciones, y las carencias democráticas permiten escabullir la rendición de cuentas ante la oposición. Como se recoge en un testimonio, en una ocasión Chávez hizo borrar de la contabilidad oficial cinco mil millones de dólares que adeudaba la isla: el líder bolivariano decidía hacer un regalo a Cuba con el dinero de todos los ciudadanos, sin que estos lo supieran. Los venezolanos también desconocían los subsidios reales con los que
Venezuela beneficiaba a Cuba; se sabía del envío de unos cien mil barriles diarios de petróleo, pero no había manera de auditar el pago del régimen castrista, que no era económico, sino mediante servicios prestados por médicos, enfermeras, entrenadores deportivos y otros asesores cubanos desplazados a Venezuela.
Chávez se puso hasta tal punto en manos de Fidel y Raúl Castro que su propia vida quedó a merced de ellos. Cuando en 2011 le diagnosticaron cáncer, el presidente venezolano optó por el secretismo que le ofrecía Cuba. Aunque a esas alturas la enfermedad era ya irreversible, pudo haber encontrado mejor tratamiento en otro lugar, lo que habría prolongado algo más su vida y, con la convalecencia necesaria, habría suavizado la agonía que tuvo que sufrir durante meses. Chávez prefirió seguir aferrado al poder y mantener la farsa sobre supuestas recuperaciones de salud.
Todo el esfuerzo se centró entonces en llegar vivo a las presidenciales de octubre de 2012, de manera que una nueva victoria asegurara al chavismo otros seis años en el poder, aunque los debiera completar un sucesor. Chávez llegó a la meta ocultando a los electores el mal estado que le obligaba a apariciones selectivas y mintiendo sobre la perspectiva de su nuevo mandato, que iba a nacer muerto.
El esperpento de sus últimas semanas de vida, impropio de la trasparencia debida en una democracia, fue algo indigno para los ciudadanos de Venezuela. El Gobierno estuvo plagiando la firma de Chávez para nombramientos, cuando él era ya incapaz de realizarla, y ridiculizó el sentimiento sincero de miles de venezolanos cuando paseó el féretro por las calles de Caracas sin el cuerpo del finado dentro. Ni siquiera hubo acta de defunción pública, firmada por un médico, que diera cuenta de la causa, la fecha y lugar del fallecimiento.Chávez se había aproximado a Cuba en busca de los consejos de Fidel Castro sobre cómo consolidarse y retener el poder.
De La Habana llegó la idea de las misiones sociales, una treintena de programas de ayuda a las clases menos pudientes, a las que mejoraban su condición al tiempo que facilitaban su control político. Gestionadas al margen de los ministerios sectoriales correspondientes, con financiación fuera del escrutinio parlamentario, como asistencia tenían más carácter de obra de caridad que de empeño por operar cambios estructurales. Chávez se preocupó de que el número de personas apuntadas a las misiones y el de trabajadores públicos alcanzara en conjunto al menos la mitad del censo: el discurso del chavismo siempre estuvo dirigido a esa mitad de Venezuela, enfrentándola con la otra media para espolear su resentimiento de clase.
En una movilización meticulosa, con uso de medios gubernamentales, el oficialismo se encargó de que quienes aparecían en sus listados de beneficiarios del Gobierno se vieran forzados a votar al régimen. Era el ventajismo, que incluía prácticas como el abuso del voto asistido, la amenaza de despidos, la negación del censo a la oposición…
Pero eso solo fue una parte del truco electoral. Como aquí se desvela, en las presidenciales de 2012, las últimas de Chávez, y las de 2013, que tuvieron a Maduro como candidato, activistas del chavismo fueron los encargados de manejar en los centros electorales la maquinaria de identificación de electores y la de votación, en connivencia con el Centro Nacional Electoral (CNE). Eso facultó alimentar un sistema informático paralelo al del CNE que daba al oficialismo conocimiento sobre la evolución del voto durante la jornada electoral, con lo que podía reaccionar con movilizaciones de última hora o con la activación fraudulenta de las máquinas de votación. Ese sistema paralelo estuvo coordinado por Cuba.
Dos figuras del chavismo han admitido privadamente que se falsificaron cientos de miles de votos para Maduro; es decir, que el opositor Henrique Capriles ganó las elecciones.
Los enormes ingresos petroleros sufragaron una revolución bolivariana que se abrió camino a golpe de chequera: electrodomésticos y viviendas para sectores sociales afines, condonación de deuda a Cuba, ayudas a gobiernos ideológicamente próximos, compra de armamento a Rusia que convirtió a Venezuela en el mayor importador de armas de toda Latinoamérica… De ser una empresa estatal, pero al margen del Gobierno, Petróleos de Venezuela (Pdvsa) quedó integrada en la estructura de mando gubernamental y se embarcó en actividades más allá del negocio petrolero, como la construcción y la alimentación. Cuando lo requirió para sus políticas, Chávez pudo contar con nuevos fondos de Pdvsa, de manera oficial, a través de la emisión de bonos de la compañía, o por debajo de la mesa, como los primeros cuatromil millones de dólares de un préstamo de China a cambio depetróleo, que el mandatario se quedó para su libre disposición, fuera del registro oficial, según refiere el ministro que le hubo de entregar la suma.
Con tanto derrame, las cuentas de Pdvsa comenzaron a fallar. Los males económicos que después padeció Venezuela vinieron principalmente de ese haber desplumado la gallina de los huevos de oro.
Ávido en el gasto de lo que entraba en la caja pública, Chávez no procuró que Pdvsa reinvirtiera convenientemente en los campos petroleros, algo que es vital en el sector, pues los pozos declinan con el tiempo y requieren siempre de una continua puesta al día. Así que la producción descendió: de 3,3 millones de barriles diarios, en 1998, a 2,3 millones, en 2013. Mientras el precio del barril estuvo aumentando, los ingresos siguieron creciendo, pero cuando en 2013 el precio se estancó y en 2014 comenzó a caer, Pdvsa y el Gobierno entraron en una situación en la que de inmediato sintieron asfixia.
Para sostener la estructura clientelar que había trenzado, Chávez acudió a préstamos a cambio de producción futura de petróleo. Hipotecaba el porvenir de los venezolanos mediante créditos cuyo pasivo la baja cotización del barril no ha hecho luego más que agrandar. Que el precio del barril de crudo se hubiera multiplicado por diez en pocos años generó una afluencia de capital que alimentó una corrupción de volúmenes históricos. El dinero fácil, obtenido de manera ilícita –comisiones, sobornos, apropiación de partidas–, enriqueció a multitud de funcionarios del chavismo.
En muy pocos años, de tener orígenes generalmente humildes, los mejor situados para aprovechar la oportunidad pasaron a ser milmillonarios. Es el caso emblemático de Rafael Ramírez, presidente de Pdvsa durante diez años y persona clave en el desvío de fondos y el lavado de dinero. El patrimonio que Chávez hizo acumular para sus hijos se estima en cientos de millones de dólares. Una corrupción monumental que generó una enorme bolsa de dinero, luego automultiplicado en operaciones financieras que sabían aprovechar los resquicios de un sistema cambiario controlado por el Gobierno.
Al tiempo que denunciaban el imperialismo gringo, las nuevas fortunas de Venezuela se lanzaban a la compra en Estados Unidos de jets privados, mansiones y artículos de lujo. La corrupción económica fue acompañada de corrupción judicial. Jueces y fiscales debían obedecer las consignaspolíticas dictadas por el Ministerio Público y por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Ambas instancias se inmiscuyeron indebidamente en multitud de casos, con intervención directa de Chávez, para condenar a inocentes y absolver a culpables, como detalla el magistrado Eladio Aponte, presidente de la Sala Penal del TSJ, huido en 2012. Cualquier vulneración constitucional, como la de elevar a Maduro a presidente encargado tras la muerte de Chávez, contó con el marchamo del TSJ.
La movilización de capital sin precedentes y sin apenas escrutinio facilitó el lavado de dinero. Chávez metió a su país de lleno en el narcotráfico. Durante su Gobierno, Venezuela se convirtió en el punto de salida del noventa por ciento de la droga colombiana, en su viaje a Estados Unidos y Europa. Lo concibió como parte de su proyecto bolivariano –un modo de favorecer a la guerrilla de Colombia frente a un Gobierno en Bogotá poco entusiasta con el liderazgo regional de Chávez– y como manera de plantear una guerra asimétrica contra Washington. De acuerdo con acusaciones de testigos protegidos por la Justicia estadounidense, el presidente venezolano era informado periódicamente de los principales traslados de cargamento que se realizaban a través del país, en operaciones dirigidas muchas veces por altos mandos militares. Era una actividad en la que también tuvo parte Maduro y en la que se involucró aún más el número dos del régimen, Diosdado Cabello.
Todo indica que la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos ha investigado muy directamente a más de una treintena de venezolanos y que muy probablemente fiscales federales han preparado acusaciones formales contra quienes han ocupado importantes cargos públicos. Aunque su formalización o anuncio habría quedado pendiente de circunstancias operacionales y de oportunidad política, las ramificaciones de los casos analizados permiten calificar de narcoestado a Venezuela. La decisión de convertir el país en lugar de paso de la droga colombiana aumentó la delincuencia y enganchó a los grupos de población más vulnerables.
El fraude de Chávez a sus ciudadanos también abarcó otros ámbitos, como el de la seguridad. Chávez abrió la puerta de Venezuela a Hezbolá: facilitó la concesión de visados y pasaportes falsos a activistas de la organización terrorista y protegió la presencia de células en el país. En 2007 envió secretamente a Maduro, entonces canciller, a reunirse en Damasco con el jefe de esa milicia libanesa de filiación chií, Hasán Nasralá. La principal actividad del extremismo islamista en Venezuela, acordada con el Gobierno, fue la recaudación, el lavado de dinero y el tráfico de drogas.
Aunque hubo en marcha algún campo de entrenamiento, no se apreció operatividad terrorista. No obstante, todo indica que células de Hezbolá ascendieron por Centroamérica y traspasaron la frontera con Estados Unidos, mientras que elementos radicales iraníes llegaron a trazar planes para posibles atentados contra intereses estadounidenses.
Precisamente la especial relación mantenida con Irán se desarrolló bajo una gran simulación. Muchos de los convenios firmados entre Chávez y Mahmud Ahmadineyad tenían como finalidad principal aparentar una gran actividad que sirviera para justificar el flujo de capitales, con el que Teherán evadía las sanciones internacionales impuestas por su programa nuclear. En su ayuda al régimen de los ayatolás, Chávez permitió que Irán hiciera en Venezuela operaciones especulativas con divisas, que constituyeron una estafa al Banco Central venezolano.
La asociación con Irán le daba a Chávez acceso a cierta tecnología, pero sobre todo le aportaba un salto en el enfrentamiento dialéctico con Estados Unidos. Ese ganar estatura internacional a costa de agredir verbalmente a Washington le costaba dinero a Venezuela. Durante toda su presidencia, Chávez estuvo enviando importantes sumas a lobbies y agentes de relaciones públicas, así como combustible barato a circunscripciones de determinados congresistas, para mejorar la percepción de su Gobierno en Estados Unidos y ganar apoyos en el Capitolio. Pero sus incontinentes diatribas tiraban por tierra ese trabajo: era un tejer y destejer oneroso. Se daba una situación que tenía mucho de esquizofrénica, también porque Venezuela obtenía el grueso de sus divisas por la exportación regular de petróleo a Estados Unidos, que era lo que aseguraba su economía.
Si en el Imperio, Chávez contrató despachos de cabildeo, en la antigua metrópoli –España– se hizo con asesores que complementaran la labor de Cuba. La fundación de izquierdas Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) –sustrato ideológico del que en 2014 nació el partido Podemos– apenas era conocida por los españoles, pero sus desarrollos conceptuales sobre el llamado Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano tuvieron gran influencia en la transformación de Venezuela en una democracia autoritaria. Otros españoles respaldados por Chávez fueron los más de cuarenta miembros de la banda terrorista ETA residentes en el país. A pesar de varios requerimientos desde Madrid, el Gobierno venezolano se negó en la mayoría de los casos a su extradición. Aseguraba no tener noticias de su paradero, cuando fichas de los servicios secretos en realidad recogían sus direcciones, teléfonos y correos electrónicos.
Chávez basó su política exterior en un doble componente: la gesticulación antiyanqui y la influencia en los países de la región mediante ayudas económicas (la alianza del Alba) y el reparto de petróleo con facilidades de financiación (Petrocaribe). Con ser cuestionable la reducción de ingresos que para Venezuela suponía la diplomacia petrolera, la peor consecuencia para los venezolanos fue la posibilidad dada a los países beneficiados de retribuir en especie. Eso hizo que el Gobierno concertara importaciones que venían a dañar el sector productivo de Venezuela, ya de por sí constreñido por la política de nacionalizaciones y expropiaciones, así como por el control de precios y de cambio. Por ganar protagonismo entre las naciones vecinas, el chavismo incurría en una suerte de neocolonialismo a la inversa: en lugar de desarrollar la industria nacional, incrementaba las compras en el exterior.
Todos estos capítulos fueron elementos del bumerán que lanzó Hugo Chávez, cuya consecuencia –el palo que volvía en su vuelo– sería una crisis económica, social e institucional insostenible. Las dádivas a Cuba, a Irán y a otros países; la naturaleza electoralista de parte del gasto público; el abuso sometido a Pdvsa, y la corrupción dejaron las arcas del Estado en un cuadro de colapso, sin suficientes reservas internacionales para cubrir la necesidad de crecientes importaciones.
En 2012 estas ya fueron superiores a las exportaciones: ¡una balanza comercial negativa en un país de enorme riqueza energética! Y aún había de llegar el crack petrolero.
El fomento de bandas callejeras armadas como contratuerca de la revolución, la asociación con grupos terroristas y el patrocinio del narcotráfico alimentaron un aumento de la violencia y del consumo de drogas que se cebó especialmente en las clases más débiles, afectadas también por la inflación y la escasez. La injerencia cubana en la soberanía de Venezuela, la ocultación de la incapacidad física de Chávez para optar a la reelección, la manipulación de las elecciones y la politización de la justicia derivaron en un callejón sin salida.
Los efectos negativos de su gestión se le echaron encima a Chávez cuando ya estaba saliendo de escena y acabaron teniendo todo su impacto con Maduro. El sucesor se encontró con que el precio internacional del petróleo dejó primero su ritmo ascendente y luego se precipitó hacia abajo, derrumbando todos los parámetros en los que se había sustentado la revolución bolivariana.
* * *
Cuando luego de más de cuarenta muertos, ochocientos heridos y tres mil detenidos Human Rights Watch emitió en mayo de 2014 un informe sobre los disturbios de esos meses en Venezuela, esa organización internacional hizo notar su sorpresa por lo que había visto. No era inusual que en Latinoamérica hubiera manifestaciones antigubernamentales, ni que se produjeran excesos en el uso de la fuerza por parte de elementos de los cuerpos de seguridad. Pero cuando esto último había ocurrido, los presidentes democráticos los habían condenado y se habían depurado responsabilidades; quizás no todas, pero sí algunas. La actitud del Gobierno de Venezuela era muy distinta: negaba las agresiones, se las atribuía a la oposición –la llamaba «asesina», sin aportar pruebas–, condecoraba a los cuerpos policiales más destacados en la represión y, con la consigna de Maduro de que «candelita que se prenda, candelita que se apaga», alentaba a grupos civiles armados a proseguir con su violencia.
El informe de Human Rigths Watch, del que se ha extraído el relato sobre la violencia policial sufrida por el joven Willie David que encabeza esta introducción, concluyó que los abusos contra los derechos humanos no fueron casos aislados, sino que constituyeron una «práctica sistemática». Admitía que en algunas ocasiones grupos de manifestantes habían atacado las fuerzas del orden, pero constataba que la mayoría de las veces la violencia, y desmedida, había correspondido al bando policial. Su uso ilegítimo de la fuerza incluyó «golpear violentamente a personas que no estaban armadas; disparar armas de fuego, perdigones y cartuchos de gases lacrimógenos de manera indiscriminada contra la multitud, y disparar perdigones deliberadamente y a quemarropa contra personas que no estaban armadas, incluso, en algunos casos, cuando ya estaban bajo custodia de las autoridades».
Luego de los «arrestos arbitrarios», muchas personas sufrieron abusos físicos y psicológicos, dándose algunas situaciones de tortura. Además, hubo una constante violación del debido proceso, con la «asistencia cómplice» de jueces y fiscales.
También se dio la detención sin pruebas del opositor Leopoldo López y, más adelante, la del alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma.
El rostro autoritario del régimen venezolano quedaba especialmente al descubierto, pero no debía haber sido ninguna sorpresa. El chavismo tenía una entrañaa ntidemocrática. Pudo haber hecho un gran servicio a las libertades en Venezuela, como partido de izquierda que recogía las aspiraciones de miles de ciudadanos que tradicionalmente habían sido dejados al margen, pero puso en su horizonte la imposición de una revolución. Las manifestaciones de esa matriz eran múltiples: la glorificación institucional de la original intentona golpista de Chávez, celebrada cada año con desfiles; la obligación de las cadenas de radio y televisión de emitir en directo los discursos – mayores y menores, en ocasiones diarios y durante horas– del presidente, como parte de la mordaza a una libertad de prensa cada vez más famélica, o el continuo hostigamiento verbal de la oposición, en un esfuerzo por presentarla como a un enemigo frente al que hay que estar en continuo pie de guerra.
El objetivo era llegar al nirvana cubano: la continuidad en el poder mediante un control social que hiciera imposible una remoción; con manipulación electoral si era necesaria, y cuando esta ya fuera insuficiente procediendo a la sustitución de la democracia nominal vigente por un Estado comunal.
Las perspectivas no son positivas para Venezuela. El país saldría rápidamente de su casi default simplemente liberalizando la explotación de la Faja del Orinoco, una de las mayores reservas de petróleo del mundo, cuya difícil extracción requiere la tecnología de las multinacionales más avanzadas. Pero eso tendría que ir acompañado de un proceso de reversión de muchos postulados de la ortodoxia chavista, y el chavismo está por la revolución, no por la democracia. El deshielo entre Cuba y Estados Unidos, si supone un desarrollo económico de la isla, permitirá que La Habana sea menos dependiente del subsidio de Caracas.
Pero para el castrismo Venezuela seguirá siendo la plaza –con más razón ahora que en su casa debe bajar el tono contra el vecino del norte– desde la que lanzar piedras a Washington y aglutinar a la izquierda latinoamericana. Por más que las dificultades económicas ahoguen la gestión del Gobierno venezolano, este posiblemente podrá trampear lo suficiente día tras día para evitar la quiebra y para dirigir algunos recursos a tranquilizar a las masas populares, acostumbradas ya en gran parte a la
penuria.
Maduro puede ser derrocado desde dentro, o apartado por Cuba, pero la alternativa difícilmente sería una vuelta a la normalidad democrática. La única salida es la implosión del sistema y esta puede llegar mediante las investigaciones, las sanciones o los enjuiciamientos que en otros países ya se están emprendiendo contra un número creciente de máximos beneficiarios del gran fraude: Diosdado Cabello, Rafael Ramírez…
* * *
Bumerán Chávez está escrito en Washington. Como corresponsal del diario ABC en la capital estadounidense tuve acceso a informes confidenciales sobre el desarrollo de la enfermedad de Hugo Chávez, que sustentaron una serie de exclusivas de gran eco internacional. Eso me abrió la puerta a otras fuentes y contactos y también a nuevos documentos. Washington es un importante punto de trasiego de información y de actividad política y diplomática que envuelve a distintos actores de países de todo el continente.
Los testimonios más sustantivos de este libro corresponden a personas que en su día estuvieron en el corazón del poder chavista y que al término de la era Chávez, extendida la desilusión dentro del régimen y declaradas las rivalidades internas, huyeron del país y se acogieron a la protección de Estados Unidos como testigos para encausar a peces mayores. También se incluyen revelaciones de figuras chavistas que establecieron contacto con las autoridades estadounidenses, pero que prefirieron no quemar las naves, al menos de momento. En algunos casos se citan sus nombres, en otros se guarda el anonimato requerido. Otras revelaciones proceden de documentación aportada por altos funcionarios que trabajaron en oficinas del Gobierno venezolano (cables de Damasco y de Madrid; informes de la fundación de la que germinó Podemos) y por una filtración en el seno del Frente Francisco de Miranda (organizador desde Cuba del fraude electoral).
La información se completa con entrevistas a numerosos venezolanos, residentes en Estados Unidos y en Venezuela, y con la aportación de diversos expertos de institutos y think-tanks. Un viaje a la patria de Chávez y Maduro fue unánimemente desaconsejado por las amenazas personales recibidas. Queda confiar que el país encuentre el camino del entendimiento nacional y del renacimiento democrático. Washington D.C., abril de 2015
1. EL FAUSTO DEL CARIBE
La injerencia de Cuba [Vendió su patria por su vida, y perdió las dos. Al principio, Hugo Chávez se acercó a Cuba por el elixir del eterno poder que le ofrecía el Mefistófeles isleño. Al final ofrendó su misma alma para evitar una muerte que igualmente llegó. Le ocurrió como a Fausto, cuyo pacto con el diablo le hizo terminar sus días en medio de la soledad y la decepción. Y Venezuela, antes y después, hubo de tragar acíbar] Ayúdenme!, ¡sálvenme!». El ruego de Hugo Chávez a Fidel y Raúl Castro era insistente en los últimos meses de su enfermedad. «Yo no quiero morir; por favor, no me dejen morir». El jefe de la guardia presidencial, José Ornella, vio esta frase escrita en el rostro del moribundo, en una de sus últimas expresiones antes de perder la conciencia. «No podía hablar, pero lo dijo con los labios», contó el general a la prensa cuando el 5 de marzo de 2013 estalló el duelo por el fallecimiento del líder de la revolución bolivariana. «Sufrió bastante. Nosotros que estábamos a su lado vimos que sufrió mucho esa enfermedad. La historia la escribirá alguien algún día».
Las palabras del general Ornella a los medios venían a reconocer que había hechos que el Gobierno no contó. Más importante aún, parecían sugerir sutilmente un agravio oculto, como si una agenda política hubiera alargado indeseablemente el sufrimiento de Chávez, en contra del criterio de quienes de verdad le estimaban. La promesa, ante el cadáver del comandante en su capilla ardiente, de que la historia real será contada algún día sonaba a advertencia. Como sonó a chantaje la negativa de las hijas mayores de Chávez, Rosa Virginia y María Gabriela, a desalojar La Casona, la residencia oficial del presidente, sin permitir que la ocupara Nicolás Maduro y su familia. ¿Qué sabían ellas que menospreciaban así a Maduro y además se permitían mostrarlo de manera tan abierta? Algún día, sí, se escribirá la historia completa, cuando quienes están en un pacto de silencio finalmente hablen.
Pero aunque aún hoy se desconozcan muchos detalles, la verdad que intenta taparse –por vergonzosa– es suficientemente manifiesta. Chávez se sirvió tanto de la ayuda de Castro para prolongar su poder en el tiempo, que cuando este se le terminaba puso directamente al régimen cubano como albacea de la revolución venezolana por él emprendida. Desconfiado de su entorno, Chávez se apoyó en vida de tal manera en la labor de Cuba como asesora, espía y gendarme dentro de Venezuela, que ante su muerte no vio otra garantía para la perpetuación de su obra que la permanencia del control cubano. La diferencia entre un momento y otro era que al desaparecer él se marchaba quien podía ejercer de contrapeso y árbitro. El proceso de su enfermedad fue un claro catalizador de esa transición final, en la que el mismo Chávez y su obra quedaron a merced del régimen cubano. Maduro fue entonces aupado, y luego sostenido, por La Habana… Quizás lo más extraordinario de la Venezuela chavista haya sido precisamente la sumisión voluntaria a otro país, que además es más pequeño y pobre y está nada menos que a mil cuatrocientos kilómetros de distancia.
Revoluciones y caudillismos, movilizaciones populares y represiones se han dado muchas veces en la historia, y cómo no en la latinoamericana. Pero si por algo distintivo debiera figurar el
chavismo en los libros es por esa singular subrogación. El visionario de los llanos venezolanos se volvió a Fidel Castro, primero por la fascinación de su halo histórico. Luego, a raíz de su breve desalojo del poder en 2002, Chávez acudió a él como una fuerza externa al sistema político y militar venezolano que le ayudara a trascenderlo. El régimen castrista le aportaba la astucia necesaria para las reválidas electorales, algo que Cuba no necesitaba para sí misma, pero que podía maquinar para otros. Finalmente, Chávez se dirigió a Fidel como el único que podía ejercer a la vez de padre y médico, en cuyas manos podía ponerse sin miedo a indiscreciones o movimientos de sillón. Lo asombroso no es que Chávez mirara a La Habana en esas distintas etapas, sino que Castro pudiera representar todos esos papeles.
Carlos Alberto Montaner, intelectual cubano que en 1960 pudo huir de Cuba luego de haber buscado asilo en la embajada precisamente de Venezuela, califica la relación cubano-venezolana de «vasallaje contra natura». «¿Cómo una pequeña, improductiva y empobrecida isla caribeña, anclada en un herrumbroso pasado soviético borrado de la historia, puede controlar a una nación mucho más grande, moderna, rica, poblada y educada, sin que haya existido una previa guerra de conquista?». El escritor se hacía esta pregunta en una columna al año de la defunción de Chávez. Para Montaner, Chávez se entregó al régimen cubano a cambio de lo que este podía darle: «una visión, un método y una misión, pero, sobre todo, informes de inteligencia sobre políticos, periodistas y militares. Detectaban o magnificaban deslealtades y se las rebelaban. La información era poder. Cuba reunía y entregaba toda la información, subrayando los peligros para que Chávez estuviera eternamente agradecido».
Es la pregunta a la que se vuelve continuamente. ¿Por qué Venezuela, un país con un Producto Interior Bruto de casi cuatrocientos mil millones de dólares, acabó tan dependiente de Cuba, con uno de sesenta mil millones? Andrés Oppenheimer, articulista de origen argentino, con residencia en Miami como Montaner, da tres razones para este «primer caso en la historia en que un país subsidia a otro y es dominado por este último», según escribía en una de sus colaboraciones de prensa. Primero, la razón psicológicoemotiva: cuando en 1994 Chávez conoció a Castro era una persona de 40 años, con dos golpes de estado fracasados seguidos a sus espaldas y despojado de su condición de militar. Y allí tenía delante de él, reconociéndole, poniéndole en un pedestal, al gran mentor de las revoluciones latinoamericanas. Desde entonces Castro fue para el inquieto venezolano «una figura paterna, un gurú político y un consejero personal». Después está la razón relativa a cuestiones de seguridad: Castro supo inculcarle a Chávez el temor paranoico a sufrir atentados por parte de su entorno, por lo que se rodeó de guardas cubanos y confió a funcionarios de la isla labores de contrainteligencia. Finalmente, la razón política: le aportó el manual para atrincherarse en el poder,recurriendo a un permanente estado de guerra que justificara el hacerse con poderes absolutos.
«Cuba manejó el Gobierno de Venezuela como ningún país ha manejado los asuntos internos de otro en la reciente memoria de la región».
La gran paradoja la resumía bien, a modo de cuento, Moisés Naím, escritor y analista establecido en Washington, probablemente la voz reflexiva venezolana más escuchada en Latinoamérica. Uno de sus programas de televisión lo comenzó sorprendentemente con dibujos animados, acompañados del siguiente texto, que leyó con su inconfundible dicción de divulgador: «Había una vez una pequeña isla dominada por un anciano dictador. Era una isla muy pobre. A lo largo de los años, el dictador había acabado con las fábricas, con las cosechas, con la actividad económica más importante.
Nadie confiaba en él. Nadie le quería prestar dinero y su pueblo padecía cada vez de más necesidades. La falta de progreso y de oportunidades abrumaba a la gente. Cerca de esta pequeña isla existía un país muy rico y poderoso. El viejo dictador, que era muy astuto, invitó a su presidente y le hizo una propuesta. Si le daba un poco de sus riquezas le enseñaría a conservar el poder para siempre.
Al presidente le gustó el trato y comenzó a mandar a la isla muy generosas ayudas; a cambio el dictador le enviaba consejeros. Pero esos consejeros poco a poco fueron tomando las riendas del país más grande. Los asesores extranjeros se convirtieron en jefes. En vez de dar consejos daban órdenes, y así fue cómo aquel astuto tirano, no solo se aprovechó de la riqueza de su vecino, sino que logró controlar sus destinos. Y aquel país poderoso también se fue empobreciendo, como la isla».
El psicólogo Fidel Castro:
Ahora eran héroes. «El régimen comunista cubano finalmente ha logrado su objetivo de invadir la Venezuela rica en petróleo, esta vez, sin disparar un tiro», concluyó The Economist, que con la evocación de Machurucuto arrancabauno de sus artículos, titulado «Venecuba». El primer encuentro de Chávez con Fidel Castro, el 14 dediciembre de 1994, fue seminal. El bregado mandatario había unido bien los puntos de la personalidad del antiguo oficial antes de que se produjera su visita a la isla. En un principio, Chávez iba a desplazarse con Luis Miquilena, un veterano político venezolano que desde tiempo atrás mantenía estrechos lazos con el régimen cubano. Al tener noticia de que Castro no podría recibirles en las fechas en que viajaban, Miquilena decidió no acudir y envió a Chávez para que tuviera algunas reuniones con dirigentes de menor nivel. Cuando el golpista bajó del avión, allí estaba Fidel esperándole para darle la bienvenida.
El descendiente de gallego y canaria tuvo laastucia de adivinar que la tecla que funcionaba con Chávez era la del ego. La usaría continuamente, de muchas maneras. Fidel Castro descubrió que Chávez tenía un complejo afectivo. Al empezar por aquí el relato no hay un afán de descrédito personal; ya la anterior cita de Oppenheimer situaba en primer lugar la relación Hugo-Fidel en un marco psicológico-emotivo.
Nacido en la población de Sabaneta, estado Barinas, el 28 de julio de 1954, Chávez fue el segundo de seis hermanos. El hecho de que no creciera viviendo con los demás, sino alojado en la casa de su abuela, le generózozobra sobre el cariño de su madre y la paternidad real de su padre, ambos maestros, de origen humilde. Se casó dos veces, primero con una joven de Sabaneta, Nancy Colmenares, con laque tuvo tres hijos (Rosa Virginia, María Gabriela y Hugo Rafael) y, ya en su carrera hacia la presidencia, con la periodista Marisabel Rodríguez, con quien tuvo una hija (Rosinés) y de la que se separó en 2003.
Desde entonces permaneció solo, sin ninguna relación amorosa estable, si bien mantuvo relaciones sexuales con multitud de mujeres. «Chávez era un enfermo, un día se cogía a una y otro día a otra. Unas noches me decía: ‘dile a fulana que venga’, y eso que ya era la una de la madrugada o más tarde. Había una lista. Si una no podía venir se llamaba a otra y enviábamos a buscarla a su casa».
Lo cuenta alguien que estuvo en el estrecho círculo del presidente y tuvo que ocuparse muchas veces de esas urgencias del comandante. Esa persona revela que Fidel Castro, que sabía de qué pie cojeaba Chávez, le preparó un encuentro a su apadrinado con la top model Naomí Campbell. Como sorpresa para uno de sus cumpleaños el líder cubano envió a buscar a la esbelta británica de ascendencia jamaicana, que llegó a La Habana en un avión privado de Petróleos de Venezuela. «Era una forma de hacerle crecer elego, de hacerle ver que podía conquistar grandes trofeos. Luego ella, a los pocos meses, fue detrás de él a Caracas».
Campbell se fotografió a las puertas del Palacio de Miraflores en octubre de 2007, donde formalmente había acudido para abogar por una causa humanitaria. La promiscuidad de Chávez, de acuerdo con este testigo, que da importancia a este aspecto como manifestación de una personalidad insegura, también incluyó las mujeres de diversos generales. «Les ofrecía plata o la promoción de sus maridos, o daba a estos sinecuras para que pudieran ganarse diez o veinte millones de dólares». De esta manera hacía sentir su superioridad sobre ellos, les chantajeaba con elmiedo a quedar como maridos engañados si trascendía el secreto de alcoba y les tenía implicados en la corrupción.
También tuvo relación con alguna ganadora de concursos de belleza y con varias ministras. No vale la pena mencionar sus nombres, algunos son conocidos. Había mujeres que se alejaban pronto al saber que eran solo parte de un harén. Otras aceptaban la situación pensando que el verdadero amor era para ellas, como Nidia Fajardo, azafata en sus primeros vuelos presidenciales, quien en 2008 dio a luz una niña, Sara Manuela; su persistencia prolongó la relación en el tiempo. En 2005 había tenido ya una hija, Génesis María, con Bexhi Lissette Segura, su ama de llaves. Ambas niñas recibieron reconocimiento callado de Chávez: mensualmente les hizo llegar manutención, pero no las equiparó legalmente a sus hijos previos. Al año de su muerte fueron admitidas por los Chávez como parte de la prole del fallecido presidente.
Castro también supo aprovechar el desorden bipolar que padecía el líder venezolano. «Pasaba de la euforia a latristeza, disociando su personalidad y llegando a tener episodios de pérdida de contacto con la realidad. Oscilaba entre esos dos polos, con más tendencia a la euforia, a la hiperactividad y a la manía», relató a la prensa el doctor Salvador Navarrete, uno de sus médicos al principio de llegar a la presidencia. El astuto dirigente cubano se ocupó de tratar a Chávez como si viera en él casi una reencarnación de Simón Bolívar.
Ascenso y consolidación del chavismo:
Cuando Hugo Chávez estrechó por primera vez la mano de Fidel Castro ya se había distinguido como alguien con magnetismo entre sus compañeros de armas, con muchos delos cuales guardaba una estrecha camaradería tras egresar en 1975 de la Academia Militar, a la que siguió vinculado en sucesivos cursos.
En 1982 fundó el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200. Al año siguiente, cuando se celebraban los doscientos años de la muerte de Simón Bolívar, se conjuró con un grupo de seguidores para la constitución de una nueva república. Los planes se aceleraron tras el Caracazo del 27 defebrero de 1989, la sangrienta represión de las protestas populares levantadas contra las medidas económicas de la recién estrenada presidencia de Carlos Andrés Pérez.
El 4 de febrero de 1992 Chávez protagonizó un golpe de Estado con otros tres tenientes coroneles. Aunque la acción triunfó en las demás jurisdicciones militares, Chávez no pudo tomar la plaza de Caracas.
Al rendirse, aprovechando que la televisión le grababa para que llamara a la retirada al resto derebeldes, transmitió al país que se replegaba solo «por ahora». La expresión se convertiría más adelante en uno de los grandes referentes mitológicos del chavismo, como el propio 4-F. Unos meses después, el 27 de noviembre de ese 1992, hubo una segunda intentona golpista, de menor calado, cuyo plan incluía rescatar a Chávez de la prisión de San Francisco de Yare en la que se encontraba, pero también fracasó.
Sobreseída su causa en marzo de 1994 por el nuevo presidente, Rafael Caldera, Chávez se volcó en intentar lograr el poder mediante la acción política. Sabía bien del cansancio social y la corrupción que había generado la alternancia propiciada décadas atrás por el llamado pacto de Punto Fijo entre los socialdemócratas de Acción Democrática y los democristianos de Copei. La partidocracia había dado lugar al encadenamiento de presidencias engatilladas, entre el centroderecha de Rafael Caldera (1969-1974 y 1994-1999) y el centroizquierda de Carlos Andrés Pérez (1974-1979 y1989-1993). Desencantados de adecos y copeyanos, muchos venezolanos reclamaban mayor radicalidad democrática y compromiso social. Chávez transformó su grupo en un partido político, Movimiento V República (MVR), y se presentó a las elecciones de diciembre de 1998. Ganó con el 56,5 por ciento de los votos.
Poco antes de su toma de posesión en febrero de 1999, Chávez fue a Cuba a encontrarse con Fidel. El vuelo de regreso lo hizo con Gabriel García Márquez. Al aterrizar en Caracas, «mientras se alejaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera hora», escribiría el premio Nobel colombiano, «me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más».
La principal promesa electoral de Chávez era sepultar la cuarta república. Forzando el orden constitucional, en 1999 se convocó un referéndum para abrir ese proceso y celebrar elecciones a una asamblea constituyente. A final de ese año la nueva Constitución fue aprobada en consulta popular. En julio de 2000 hubo comicios para legitimar todos los puestos de representación y Chávez resultó reelegido. «Algunos piensan que Fidel Castro está guiando esta revolución. Nosotros queremos mucho a Fidel, pero el líder de esta revolución es Bolívar», dijo el presidente en su nueva juramentación.
Chávez había actuado de modo autónomo, pero sucesos a punto de ocurrir le llevarían a ser cada vez más dependientede La Habana.
El mayor presidencialismo de la nueva Constitución, que alargaba a seis años el mandato del presidente, y otras disposiciones que reducían los contra pesos entre poderes, como la eliminación del Congreso bicameral, alentaron la reacción de opositores políticos y empresarios, estos últimos liderados por Fedecámaras (Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela).
Una huelga general comenzada el 9 de abril de 2002 extendió las protestas. El día 11 una gran marcha en el centro de Caracas acabó dirigiéndose hacia el Palacio de Miraflores y fue confrontada por simpatizantes de Chávez. La violencia desatada –hubo diecinueve muertos– llevó al Alto Mando Militar a forzar la dimisión del presidente, anunciada en la madrugada del 12 de abril.
Pedro Carmona, presidente de Fedecámaras, tomó posesión en ese momento como presidente interino, saltándose lo previsto por la Constitución en caso de renuncia del jefe del Estado. Carmona decretó la disolución de la mayoría de los órganos constituidos y tuvo que hacer frente a la presión en la calle de grupos chavistas, que reclamaban la presidencia temporal para quien venía ejerciendo de vicepresidente, Diosdado Cabello, en espera de que Chávez pudiera recuperar la banda tricolor. Liberado por militares fieles, el líder bolivariano retomó el poder el día 14, alegando que no habíafirmado ningún documento de dimisión.
El Tribunal Supremo de Justicia zanjó el hiato de mando que se había producido calificándolo de «vacío de poder», mientras que el chavismo siempre prefirió etiquetarlo de golpe de Estado.
El nombramiento de Carmona, en cualquier caso, había contravenido el ordenamiento constitucional. El pulso continuó en los siguientes años, con una oposición alentada por la debilidad vista en el Gobierno y un Chávez decidido a torcer el brazo de quienes ralentizaban la ejecuciónde sus cambios políticos y económicos.
A la dura huelga petrolera de finales de 2002 y principios de 2003, promovida por la mayoría de la fuerza laboral de la compañía estatal Petróleo de Venezuela, siguió la recogida de firmas para echar a Chávez en un referéndum revocatorio.
No era solo la oposición conservadora, en ocasiones con excesiva estridencia, la que arremetía contra el presidente, también lo hacía algún sector de izquierda moderada desencantado con los tics autoritarios que estaba mostrando el chavismo.
En esa coyuntura adversa, Chávez intensificó su relacióncon Cuba. Ya en octubre de 2000, durante una visita de Fidel Castro a Caracas, se había firmado un acuerdo de cooperación integral por diez años, que luego se prolongaría por otros diez. Tras el golpe de 2002, el presidente venezolano integró a agentes cubanos en su seguridad y entregó a la isla la supervisión de la contrainteligencia militar, con el encargo de auscultar los cuarteles, por si había ruido de sables. Entonces comenzó una purga.
Entre finales de 2003 y comienzos de 2004, por expreso consejo de La Habana, Chávez puso en marcha las misiones bolivarianas: una treintena de programas para la atención de necesidades de la población con pocos recursos –más de lamitad del censo–, que facilitaron enormemente el dirigismo gubernamental sobre las clases populares.
Chávez retrasó cuanto pudo la convocatoria del referéndum revocatorio promovido en su contra hasta tener en marcha las misiones. Cuando se celebró la consulta, en agosto de 2004, el chavismo logró salir victorioso. La desmoralización que esto supuso en las filas contrarias llevó a la mayor parte de los grupos de oposición a ausentarse de las elecciones legislativas de diciembre de 2005, lo que arrojó una Asamblea Nacional absolutamente dominada por los aliados de Chávez.
Fue un puente de plata para que el chavismo pudiera copar todos los órganos designados por la cámara, como el Tribunal Superior de Justicia y el Consejo Nacional Electoral (CNE).
El siguiente paso en el asesoramiento cubano fue el diseño de una milimétrica movilización electoral y la coordinación de un sistema informático que, en confabulación con el CNE, facultaba el fraude en las votaciones automatizadas de Venezuela. Estrenada en gran medida en las presidenciales dediciembre de 2006, que supusieron otro triunfo de Chávez, esa ingeniería electoral aumentaría su eficacia en convocatorias siguientes.
En mayo 2007 el Gobierno perdió por poco unreferéndum de reforma constitucional que fundamentalmente permitía la reelección indefinida del presidente, pero lo ganó en febrero 2009. Para entonces, la formación política de Chávez había cambiado a Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y adoptado el color rojo –el rojo rojito– como emblema. Durante una de las frecuentes visitas de Chávez a La Habana, Fidel dijo que Venezuela y Cuba era n«dos países, una nación». «Con una sola bandera», añadió el venezolano. Y Castro apostilló: «somos venecubanos».
Asesores, agentes y espías cubanos:
Testigo de la creciente toma de posiciones de personal cubano en el aparato de mando venezolano en esos años es un antiguo alto funcionario que trabajó en el Palacio de Miraflores. Recuerda los privilegios de movimiento que tenían los agentes de seguridad enviados por La Habana para la protección de Chávez, muy similares a los mantenidos con Maduro, que heredó la custodia de guardaespaldas de entrenamiento y obediencia castrista.
Para acceder a las dependencias de Miraflores, de acuerdo con este testimonio, existían cuatro tipos de carnets. Todas las identificaciones llevaban el holograma del escudo nacional,con una franja de distinto color según las restricciones de movimiento. La tarjeta con franja amarilla solo permitía entrar en el área administrativa del Palacio Blanco, un edificio contiguo al de Miraflores que funciona como extensión de este,con el que está unido por una conexión subterránea. La tarjeta con banda azul facultaba el acceso a las direcciones generales y oficinas de viceministros, tanto del Palacio Blanco como del de Miraflores. Los ministros y vicepresidentes, con un carnetde franja roja, podían moverse libremente por todo elcomplejo, salvo en la zona reservada de la Oficina del Presidente. Finalmente, una identificación con los tres colores previos era la única que abría la puerta del sancta sanctorum presidencial.
Solo disponían de ella el jefe de la Casa Militar y los miembros de la seguridad personal de Chávez, entre los que había un grupo de cubanos. Ni siquiera el ministro del Despacho de Presidencia era admitido en ese espacio, salvo que fuera convocado por Chávez. De hecho, los cubanos ordenarían sacar la oficina del ministro fuera del palacio, para aislar aún más al jefe del Estado.
En Miraflores había destinados alrededor de diez cubanos. La mayoría, con residencia permanente allí, aunque conrotación trimestral, formaban parte del anillo número uno deseguridad, ocupado de la custodia del presidente y su atención personal. De Cuba era el mesonero, el cocinero y todo elequipo médico. Uno de los miembros de ese equipo tenía la misión de desplazarse siempre junto a Chávez llevando el maletín de emergencia médica. En el maletín había analgésicos, inyecciones, un resucitador y un desfibrilador cardiaco, así como armas pequeñas que el presidente pudiera necesitar para autodefensa en caso de un ataque en el que la acción de sus guardaespaldas no fuera suficiente.
La comunicación con Cuba era telefónica y electrónica. Pero también había envíos semanales que revestían todo el simbolismo de la entrega de instrucciones expresas dictadas desde lo más alto.
Todos los lunes por la tarde llegaba un sobre al aeropuerto de Maiquetía en un aparato de Cubana de Aviación. El sobre debía ser recogido en persona por un viceministro, que se lo llevaba al ministro del Despacho del Presidente y el ministro se lo entregaba a Chávez. Se desconoce el contenido de esas comunicaciones, pero a juzgar por el ritual del procedimiento seguido debía corresponder aun envío postal secreto probablemente de la presidencia cubana.
La asesoría cubana había comenzado de modo modesto. Una docena de comunistas fueron enviados por Fidel Castro a Venezuela en 1997 para colaborar en la campaña electoral que entonces lanzaba Chávez. En 1999, en su primer año de presidente, llegó un contingente de unas mil seiscientas personas, en el marco de una campaña de auxilio internacional por la emergencia creada a raíz de devastadores deslizamientos de tierras en el estado Vargas. La firma en 2000 del Acuerdo Integral de Cooperación abrió la puerta a la presencia regular de un gran volumen de personal cubano.
Ese marco de colaboración dio origen a más de ciento cincuenta acuerdos suscritos por ambas naciones «para garantizar el buen vivir del pueblo», según la publicidad institucional. Los acuerdos incluían las áreas de salud, educación, cultura,deportes, ahorro energético, minería, informática,telecomunicaciones, agricultura y formación política de cuadros.
Oficialmente el objetivo de esa mancomunidad era la «complementariedad económica» entre ambos países.
La primera concreción visible de esa cooperación fue el convenio médico, firmado en noviembre de 2001. Supuso la llegada de seis mil médicos y paramédicos y dio paso a una de las misiones bolivarianas más conocidas, la de Barrio Adentro. Su planteamiento era el de una penetración capilar, pues los facultativos y demás personal sanitario iban a vivir en los mismos barrios en los que estaban los dispensarios. Eso ciertamente acercaba la medicina a las poblaciones, aunque para lograr ese objetivo el Gobierno venezolano también podía haber potenciado la vía ordinaria de extender su propia red pública de hospitales. La utilidad política de la iniciativa era que esos centros médicos se erigían en controladores de la comunidad.
Uberto Mario, que ha aparecido en diversos canales de televisión como antiguo agente del espionaje cubano (G2) en Venezuela, ha explicado en esas intervenciones que entre suscometidos se encontraba el de «cuidar» a los médicos cubanos. «Tenía que saber lo que hacían», por si alguno pensaba en colgar la bata y desaparecer. Por eso se les recogían los pasaportes cuando llegaban a su destino de misión. El programa Barrio Adentro, con alguna variante,estaba presente en diversos países y esa dispersión de médicos se prestaba a gestar disidencias. Al final de la era Chávez más de tres mil de esos profesionales de la salud cubanos enviados a otras naciones habían escapado a Florida, donde la asociación Solidaridad Sin Fronteras les ayuda a la reinserción laboral en Estados Unidos. Solo en 2014 lo habían hecho alrededor de setecientos, la mayoría desde Venezuela,de acuerdo con esa asociación.
La tapadera de Uberto Mario era el ejercicio de periodista, como corresponsal en Venezuelade Radio Rebelde, emisora fundada por el Che en Sierra Maestra. El antiguo agente señala también a Radio Nacional de Venezuela y YVKE Mundial, emisoras estatales venezolanas, como nido de espías cubanos. Punto neurálgico del G2 en Caracas era la sede de la delegación de Prensa Latina, la agencia de noticias de Cuba.Para los cubanos una importante antena era también el programa La Hojilla, en el canal estatal Venezolana deTelevisión (VTV). Conducido por el activista del PSUV MarioSilva, el programa nocturno de opinión se convirtió en emisión de referencia en la era de Chávez, porque este hacía publicidad de él y en ocasiones lo utilizaba para transmitir mensajes. A juzgar por una grabación divulgada en mayo de 2013, una vez muerto Chávez, Silva era habitual confidente de la alta jerarquía cubana, con la que era patente que muchosdirigentes políticos chavistas se confesaban. «Ayer tuvimos una reunión de inteligencia con dos camaradas cubanos, dos oficiales, en Fuerte Tiuna», se le oía decir. En lasconversaciones divulgadas, Silva criticaba a dirigentes de su partido.
A raíz de la polémica cayó de su atalaya mediática y VTV clausuró La Hojilla (volvió al aire en 2015). El interlocutor de Silva era el teniente coronel Adamis Palacio, a quien el presentador hablaba como si los cubanos tuvieran la última palabra en los altos asuntos de Venezuela. Palacio estaba en Caracas adscrito a la Casa Militar del presidente de la república, como jefe de contrainteligencia. Además de impartir clases a oficiales venezolanos en esas y otras tareas, también sirvió en el aeropuerto de Maiquetía, en este caso bajo la cobertura oficial de representante de Cubanade Aviación, pero en realidad ocupado de la seguridad en la rampa cuatro, que normalmente da acceso al avión presidencial venezolano. Allí su misión fue controlar las entradas y salidas de dirigentes chavistas y cubanos. Durante sus estancias en Cuba formaba parte de la guardia presidencial de Raúl Castro.
Un Ejército tutelado:
En el último año de vida de Chávez había oficialmente en Venezuela 45.000 cubanos prestando servicios, de los cuales treinta mil eran médicos y personal sanitario. Probablemente la mayoría eran miembros de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) de Cuba, pues su jefe decía en 2007 que en Venezuela había treinta mil cederristas. Pero la cifra total decubanos en suelo venezolano debía de ser muy superior.
Junto a quienes a la luz pública ejercían funciones de entrenadores deportivos, educadores, asistentes sociales o consultores de la Administración –tareas especificadas en el convenio de colaboración entre los dos países–, había que añadir a quienes actuaban al margen del conocimiento ciudadano, como militares y personal de inteligencia. El general AntonioRivero, chavista de primera hora y luego marginado precisamente por cuestionar la injerencia cubana en las Fuerzas Armadas venezolanas, calculaba que en 2012 había alrededor de cien mil cubanos cumpliendo cometidos en Venezuela. En declaraciones a varios medios, estimaba que en labores de inteligencia podía haber cerca de cuatro mil funcionarios isleños.
Rivero fue alguien cercano al líder bolivariano. En la segunda intentona golpista de 1992 tuvo como misión liberar aChávez de la prisión de Yare. No pudo cumplir el objetivo, pero sí socorrerle cuando fue obligado a dimitir en 2002. Elgeneral participó en la operación de llevar de nuevo a Chávez a Miraflores y le puso su propio chaleco antibalas cuando el presidente salió al balcón de palacio para saludar a sus seguidores. El vínculo entre ambos se comenzaría a enfriar con el salto cualitativo que entonces dieron las relaciones con Cuba.
Apartado del comando de tropa desde hacía años, dejó el Ejército en 2010. Luego fue incluso detenido por algún tiempo y al final marchó a Estados Unidos.
El giro hacia el modelo cubano de la Fuerza Armada Nacional (FAN) se produjo formalmente en 2007. Ese año seinstitucionalizó en los cuarteles el lema «Patria, socialismo o muerte», que los militares debían repetir, vulnerando así la imparcialidad política que tradicionalmente se les exigía y que constituye un elemento definidor del sistema democrático. En ese momento también se creó la Milicia Nacional Bolivariana, un cuerpo paralelo de civiles con entrenamiento y acceso a armamento. La Milicia se constituyó con un estado mayor propio, integrado por mandos militares, que reportaban directamente a la cúpula de la FAN. En 2014 su número seacercaba al millón de efectivos, de diferente compromiso y adiestramiento, frente a los doscientos mil del cuerpo militar regular. La justificación de esa movilización era que el país mantenía una «guerra popular prolongada» frente al imperialismo estadounidense. El cómputo que había venido haciendo Rivero hablaba de unos quinientos militares cubanos uniformados que ejercían funciones de asesoría en áreas estratégicas y operacionales, así como de inteligencia, ingeniería, comunicaciones yarmamento.
Estaban encabezados por un general en permanente relación con el despacho del ministro de Defensa. Parte de ese personal se encuadraba en una unidad militar cubana de entre doscientos o trescientos efectivos con sede enFuerte Tiuna, la gran instalación militar de Caracas, donde se encuentra el Ministerio de Defensa. Uno de ellos era elcoronel Cecilio Díaz, que en 2014 desertó y escapó a Estados Unidos.
Desde allí aseguró que el Ejército Cubano de Ocupación (ECO), como lo llamaba la oposición, estaba formado por unos cuarenta mil efectivos, la mayoría distribuidos por el país disfrazados como militares venezolanos. Todo el operativo estaría dirigido por un Grupo de Cooperación y Enlace (Gruce) de la Fuerza Armada Revolucionaria de Cuba, comandado por los generales cubanos Herminio Hernández Rodríguez, Fran Yánez y Leopoldo Cintia Fría.
Rivero mostró al diario El Universal una fotografía en la que aparecía el general Leonardo Andollo Valdés, jefe delEstado Mayor del Ejército cubano, en una reunión de oficiales venezolanos en la que, según aseguró, se trataron asuntos estratégicos de Venezuela. En la imagen se veía un mapa de ese país, con el título «carta de operaciones», que exponía información aparentemente clasificada, pues incluía unidades de la región occidental y su sistema de seguridad frente a Colombia.
También El Nuevo Herald aportó denuncias de un oficial venezolano, de identidad no desvelada por protección, en las que se ponía en evidencia esa sumisión al estamento militar cubano. Así, en la preparación de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) de diciembre de 2011 que hubo en Caracas, el representante cubano incrustado en la Dirección General de Contra Inteligencia Militar venezolana, conocido como coronel Alcides, desmontó los anillos de protección que el personal venezolano había previsto. «No, eso no va», les dijo. «Cuando nos dimos cuenta, los tres primeros anillos de seguridad eran cubanos», declaró el oficial al periodista Antonio María Delgado. «Los cubanos toman decisiones dentro de esa Dirección General. Se les presta mucha atención a las sugerencias y comentarios que hacen. Y ellos son los quegestionan los planes y diseñan la forma de acción que va a tomar la contrainteligencia con grupos opositores y estudiantes».
Ese oficial también se refirió a los cursos que muchos militares venezolanos, y en concreto los de contrainteligencia, debían realizar en Cuba. «Son cursos deformación ideológica, donde te enseñan que lo primero es preservar la vida del Comandante en Jefe de la Revolución, luego la Constitución y después el pueblo». Con estos precedentes, la mano de Cuba no podía sino estar también detrás de la organización de la violenta represión con la que el Gobierno de Nicolás Maduro acogió las masivas manifestaciones que se desataron a principios de febrero de 2014. Fuentes citadas por El Nuevo Herald afirmaron que un equipo cubano de una veintena de oficiales y funcionarios de alto rango se había instalado en el Palacio de Miraflores para supervisar las operaciones de represión, con especial atención a la coordinación entre las fuerzas deseguridad y los grupos de civiles armados que estaban operando. Esa labor se desarrolló formalmente a través del Secretariado Revolucionario de Venezuela, coordinadora detodos esos grupos civiles o colectivos, cuya cúpula registraba una gran penetración cubana.
El equipo instalado en Miraflores también tenía la misión de reforzar el control de los alrededores del complejo presidencial, para prevenir una situación como la de 2002, cuando una gran manifestación que se aproximó al palacio acabó suponiendo el derribo momentáneo de Chávez. Algunos manifestantes aseguraron haber detectado elementos de los cuerpos de seguridad con acento cubano. «Los cubanos no se van a ir de aquí; no hay vuelta atrás en la unión entre Cuba y Venezuela», aseveró en medio de los disturbios de 2014 Jorge Arreaza, casado con Rosa Virginia, la hija mayor Chávez, y elevado a vicepresidente a la muerte de este. «Levantar las banderas contra la revolución cubana,levantar la voz y decir: fuera los cubanos de Venezuela, es uninsulto».
Con ello, Arreaza hacía frente a la impopularidad que la injerencia cubana tenía en muchos sectores de la población. La revolución castrista, afirmaba, era «la referencia, la luz, el sol» de la revolución bolivariana y marcaba «cómo nosotros debemos hacerlo». Esa guía pasaba por la conversión de Venezuela en un Estado Comunal, un proyecto ya lanzado por Chávez, con elconsejo de Fidel Castro, pero que hasta entonces había tenido lenta implementación. Era la adaptación del modelo de soviets al Caribe. Asambleas de ciudadanos se constituirían en consejos comunales y varios de ellos darían lugar a la comuna, cuyos órganos de representación y gobierno se designaría nmediante elecciones indirectas de varios grados.
En ese esquema, el Gobierno tendría relación directa con las comunas, saltándose la estructura de las gobernaciones y de los municipios, donde en ocasiones la oposición lograba tener mando. También se originaba la Milicia Comunal, una guardia vecinal cuyo patrón seguía el de los Comités de Defensa de la Revolución cubanos.
El plan era el recambio para cuando el chavismo ya no tuviera margen de manipular las elecciones presidenciales, siguiendo el viejo impulso de dar un desabrido manotazo a las urnas electorales que no se pronuncian del modo deseado. Como hasta la fecha no había habido riesgo de perder el poder, la creación de las comunas no había sido una prioridad.
Pero la contestación social iba haciendo necesario a Maduro avanzar en el tránsito hacia el Estado Comunal. Así, en 2014 se aprobaron varias leyes para dar un impulso a las comunas, transfiriéndoles ciertos servicios y competencias, junto con su financiación, que hasta entonces básicamente eran municipales. El plan era un vaciado progresivo de los cometidos de municipios y gobernaciones, para finalmente permutar un Estado por el otro, rompiendo con una democracia parlamentaria ya muy en los huesos. Para empujar el traspaso, Maduro colocó al ex canciller Elías Jaua, hombre formado por los cubanos, en el Ministerio de las Comunas. Pero los problemas financieros gubernamentales dificultaban ese salto.
El gran negocio de Cuba:
A la vista de la influencia cubana en Venezuela, lo normal es que desde la ingenuidad surja una pregunta: ¿cuánto le ha pagado Cuba todos estos años al Gobierno venezolano para hacerse con las riendas de ese país? Tan sorprendente era la situación como la respuesta: quien estaba pagando era la misma Venezuela. La nación suramericana le venía entregando a Cuba anualmente alrededor de cien mil barriles diarios de petróleo y derivados.
A un precio en el mercado de cien dólares el barril de promedio en los largos años de bonanza,eso suponía unos 3.700 millones de dólares anuales. A diferencia del crudo venezolano entregado a otros países asociados, Cuba ni debía abonar una parte en el momento de la entrega ni tenía que completar la factura al cabo del tiempo. Cuba pagaba todo ese petróleo con los servicios prestados antes numerados: médicos, entrenadores deportivos, asesores militares… Cuba consumía parte del crudo, pero vendía la mayor porción fuera, como principal fuente de divisas.
Los acuerdos entre los dos países, según indicaba la web oficialista Cuba información, «responden a un esquema de intercambio bilateral que incluye el suministro estable de petróleo de Venezuela a Cuba, cierto; pero, a su vez, Cuba realiza el enorme esfuerzo de integrar más de cuarenta mil profesionales en los programas de educación, salud, deporte, agricultura o cultura que el Gobierno venezolano no podría haber podido llevar adelante sin la cooperación cubana.
Este esquema rompe por supuesto con las reglas clásicas del mercado». Rompía tanto con las reglas del mercado, una de las cuales es la trasparencia, que no existía documentación pública que detallara la cuantía de cada servicio prestado por Cuba, ni posibilidad de que la oposición pudiera fiscalizar las cifras del intercambio. Si se divide el precio de mercado del petróleo que anualmente se venía entregando a Cuba entre los 45.000 cubanos oficialmente residentes en Venezuela en el marco de los convenios, saldría un sueldo para cada uno de ellos de 82.000 dólares anuales. Un sueldo de lujo que ninguno de ellos percibía. La ONG Solidaridad Sin Fronteras estima que Venezuela venía pagando entre mil quinientos y cuatro mil dólares mensuales por profesional, pero estos recibían menos de cien dólares, el resto se lo quedaba el Gobierno de Cuba.
Dado lo absolutamente opaco de la relación, resulta imposible conocer el total de subvenciones venezolanas recibidas por Cuba. Además de la prestación de servicios sociales, los acuerdos contemplaban tratos comerciales y créditos especiales ventajosos para el régimen castrista al margen de cualquier auditoría. Entre estos figuraba la financiación de multitud de proyectos en la isla, como infraestructura ferroviaria, hotelera y energética. Para 2013 la estimación de varios analistas sobre el subsidio venezolano fue de casi trece mil millones de dólares, lo que suponía un veintiún por ciento del Producto Interior Bruto cubano.
En esas circunstancias también es imposible conocer la deuda de Cuba para con la república bolivariana. Cualquier cálculo se topa con posibles borrones operados en los libros contables. Al menos uno es el que confiesa Rafael Isea, nombrado ministro de Finanzas en 2008. Isea, quien en el siguiente capítulo será presentado con más detalle, refiere que un día se personó ante Chávez con un punto de cuenta: –«Presidente, hay cinco mil millones de dólares que nos debe Cuba. –Bórralo de las deudas, Rafael. –¿Cómo? ¡Pero si está en los libros! –Te digo que lo borres, y que no quede registrado en la contabilidad». Chávez disponía como dueño y señor del dinero que era de todos los venezolanos, y a pesar de que muchos pobres habrían objetado contra tamaña generosidad hacia los Castro a cargo del erario público, el presidente cargaba contra la clase acomodada. «A la burguesía le da piquiña cuando hablamos de Cuba. ¡Vamos a hablar de Cuba por todos lados! ¡Viva Cuba, viva Cuba, viva Cuba!».
Era una de las formas que tenía Chávez de esconder algo: darle aparente publicidad, preferiblemente en forma de ataque, simulando que no tenía nada que ocultar. Con esas últimas palabras el presidente venezolano acogía en febrero de 2010 la llegada a Caracas de Ramiro Valdés, dirigente histórico de la revolución cubana, al frente de una comisión que oficialmente iba a encargarse de resolver la crisis de producción eléctrica que padecía Venezuela. La reducción de la capacidad hidroeléctrica, debido a una sequía, y el deficiente estado de la red, sin apenas inversión para sumantenimiento y mejora, habían llevado a frecuentes cortes desuministro. Pero ni Cuba era conocida por liderazgo en ese campo, ni Valdés era un experto. La oposición siempre sospechó que su presencia respondía a otros fines. Valdés,fundador del temible G2 y en dos ocasiones ministro del Interior, ejercía ahora como ministro de Informática y Comunicaciones.
La era digital hacía de las conexiones entre modernos dispositivos el nuevo ámbito al que extender el aparato represivo del Estado. En aquellos meses estaba en marcha el proyecto de un cable submarino de fibra óptica entre Cuba y Venezuela. También bajo mando de Ramiro Valdés estaba el controlde las cédulas de identidad y los pasaportes de todos los venezolanos, proceso tecnológico entregado a Cuba. Unos años antes, Venezuela había encargado un programa de «transformación y modernización» del sistema deidentificación, migración y extranjería a la empresa cubana Albet, vinculada a la Universidad de las Ciencias Informáticas, que dependía de Valdés.
De acuerdo con uno de los documentos del contrato que obtuve, la parte cubana manejó millones de soportes vírgenes para producción de carnets de identidad y pasaportes. La falta de trasparencia del proceso sembraba dudas sobre el destino de esos soportes, sin descartarse que pudiera estar relacionado con casos de identidad falsa de votantes en las elecciones, algo tantas veces denunciado por la oposición. Valdés se marchó de Caracas sin arreglar el problema eléctrico, pero en las siguientes elecciones presidenciales la conectividad informática Cuba-Venezuela probó ser decisiva.
También eran cubanos los sistemas informáticos de la presidencia de la república y de los ministerios, así como de los programas sociales, los servicios policiales y la petrolera Pdvsa.
Además de gestionar el Sistema Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime), que ponía enmanos de La Habana la base de datos personales de los venezolanos, los cubanos también pasaron a encargarse del Servicio Autónomo de Registros y Notarías (Saren), que incluía registros civiles, mercantiles y de la propiedad, lo que les daba conocimiento sobre bienes y transacciones.
Asimismo, tenían labores de codirección en los puertos, presencia en aeropuertos y puestos de control migratorio y mando sobre diversas esferas de la administración pública venezolana. Entre estos últimos estaban los casos de Bárbara Castillo, militante del Partido Comunista de Cuba, con gran autoridad en la gestión de los recursos alimenticios de Venezuela, cuyo reparto en situaciones de escasez constituía un arma ideológica, y de Rosa Campo Alegre, quien aldesempeñar labores de supervisión del plan de estudios de la Universidad Nacional de la Policía incidió en el adoctrinamiento de los agentes de seguridad. Cuba también participaba en la tarea de adoctrinar a los niños venezolanos.
En 2013 se imprimieron en la isla más de veinte millones de libros de texto para el sistema escolar de Venezuela, muchos con contenidos socialistas, como denunciaron asociaciones de profesores y de padres. En uno de los libros se recordaba que una cubana dio el pecho a Simón Bolívar. «Como Doña Concepción tenía problemas desalud, no pudo amamantar al hijo. Primero la amamantó una criolla cubana, amiga de la madre, y después la negra Hipólita, una esclava de la familia. A las dos Simón Bolívar las trató toda su vida con especial amor». La tradición histórica da todo el protagonismo a la segunda nodriza, pero Cuba se proponía como
comadre del Libertador e intentaba ganarse el corazoncito de las nuevas generaciones, no fuera que con el tiempo cuestionaran la insólita sumisión.
Militarización y colectivos:
Después de Cuba, Venezuela ha sido estos años la nación más militarizada de América. Probablemente cabría contarla entre las democracias formales del mundo con mayor papel del estamento castrense en la vida pública. Hugo Chávez elevó a puestos del funcionariado civil a unas mil doscientas personas procedentes de las Fuerzas Armadas, muchas veces manteniendo sus uniformes, y otras colgándolos, retirándose de la carrera castrense, si debían presentarse a una selecciones como candidatos. Nicolás Maduro se apoyó aún más en los militares, promoviendo el ascenso de más de cuatrocientos generales y almirantes y nombrando a otros tantos profesionales de armas para puestos en la Administración en el primer año demandato. A los nueve meses de su presidencia, vestía uniforme o tenía formación militar la cuarta parte de los ministros –entre ellos los de Economía, Industria, Energía Eléctrica y Defensa– y la mitad de los gobernadores de los estados. También procedentes del servicio de armas había un buen número de viceministros, embajadores, cónsules y directivosde empresas públicas.
Incluso, con el ascenso a capitán de Diosdado Cabello, lo que le devolvía su condición de militar, la Asamblea Nacional estaba presidida por un oficial. La «alianza cívico-militar» que definía a la república bolivariana llevaba también a crear «estados mayores» para cometidos civiles, como el Estado Mayor de Salud y el de Economía.
La presencia de tanto militar en posiciones civiles copiaba el modelo de Cuba, en un proceso de identificación de las Fuerzas Armadas con la revolución bolivariana que Chávez obró de manera paulatina. «A pesar del golpe de 1992, en el que estuvo involucrado Chávez, en gran parte de las Fuerzas Armadas de Venezuela existía un verdadero respeto hacia las autoridades electas», afirma Harold Trinkunas, director de Latin American Initiative de Brookings Institution, uno de los principales think-tanks de Washington.
Nacido en Venezuela y autor precisamente de estudios sobre el papel de los ejércitos en las naciones latinoamericanas, Trinkunas explica que aunque a la clase militar siempre le ha gustado tener espacios de poder, conservar privilegios e intervenir en ciertas políticas, la mayoría de los oficiales venezolanos tradicionalmente acataban al presidente elegido en las urnas. «El presidente era el comandante en jefe, y ese era el principio y final de la cuestión». Eso dio a Chávez «margen para hacer cambios poco a poco sin que los militares percibieran una quiebra definitiva que les llevara a rebelarse». Como alguien proveniente del Ejército, se consideró normal que el presidente llamara a antiguos compañeros de armas para sus equipos, y eso acostumbró a la población a más visibilidad del uniforme en asuntos civiles.
También los cuarteles se beneficiaban en principio de una mayor sensibilidad presidencial hacia sus problemas. Mejores salarios y equipos contentaron a muchos, mientras otros aprovecharon las grandes posibilidades de rentas ilícitas propiciadas por la corrupción que trajo el nuevo régimen. Chávez fue además aislando progresivamente a los altos mandos hostiles o con mayor respeto hacia la separación de poderes y creando una estructura alternativa envolvente.
Primero promovió discriminadamente a los militares que participaron con él en el golpe de 1992 y a otros mandos afines. Luego creó el rango de oficiales técnicos, elevando a tenientes o capitanes técnicos a quienes eran suboficiales profesionales de largo servicio, transformando su estatus social por completo. La medida generó toda una línea de oficiales que le debían el puesto a Chávez. En ese proceso decrear capas militares cada vez más despegadas del establishment castrense tradicional, el siguiente paso fue la constitución de las Milicias Bolivarianas, ya mencionadas: un cuerpo de casi un millón de miembros armados, en su mayor parte civiles, comandados por militares al margen de las líneas de mando ordinarias.
La Fuerza Armada Nacional(FAN) adquirió el adjetivo de bolivariana –FANB– y tuvo que abrazar formalmente la ideología del partido en el Gobierno. Con todo, Chávez no podía disponer completamente de la totalidad de los resortes militares para su revolución. A diferencia de Cuba, donde, por dictadura, el Ejército es garante de los antojos del dictador, en Venezuela una parte de la oficialidad podía resistirse a determinadas órdenes.
En su deriva cubana, Chávez tuvo que resolver dos asuntos que sustancialmente diferenciaban Venezuela de Cuba: la celebración de elecciones y el hecho de que las armas estuvieran en manos de un cuerpo en el que podía darse la disidencia. El diseño de una mecánica electoral para nunca perder en las urnas las riendas del país, que solucionaba el primer aspecto, obligaba a un mayor esfuerzo en el segundo, pues un chavismo que hiciera fraude electoral tenía un doble reto: cómo desactivar cualquier movimiento militar que actuara en defensa de la voluntad popular secuestrada, y cómo tener garantizada la obediencia de los militares que utilizaran la violencia contra protestas ciudadanas.
En ese esquema se enmarcó la especial penetración chavista en la Guardia Nacional, un cuerpo de la FAN con actuación habitual como fuerza del orden; la creación de las Milicias, y el estratégico fomento de los colectivos: pandillas callejeras violentas, muchas veces armadas, utilizadas por el Gobierno como fuerza de choque. «El chavismo colocó una serie de piezas para limitar laacción de las Fuerzas Armadas», explica Trinkunas, «de manera que si en algún momento decidieran rebelarse encontrarían puestos delante de ellas toda una serie de contrapartes y contrabalances.
Además, las Fuerzas Armadas no tienen tradición de represión. Algo que aprendieron en el Caracazo de 1989 fue que reprimir tiene graves consecuencias políticas, judiciales y personales».
Así, la represión contra las masivas manifestaciones desencadenadas en febrero de 2014 fue un mano a mano básicamente entre la Guardia Nacional, en especial su rama conocida como Guardia del Pueblo –un apéndice en gran parte miliciano instituido tres años antes por Chávez– y los colectivos.
En su informe sobre esos disturbios, la organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW) aseguró haber quedado demostrada la cooperación entre las fuerzas del orden, incluidas la Policía Nacional y policías de los estados, y los civiles violentos. Según la organización internacional, la actitud de guardias y policías en relación a las agresiones que cometían los colectivos «incluyó desde la aquiescencia y la inacción, hasta directamente la colaboración». A partir de entrevistas con testigos, HRW constató un modus operandi: cuando las pandillas llegaban a un lugar, los agentes no procedían a desarmarlas ni a proteger a los manifestantes, sino que se retiraban dando vía libre a que los violentos lanzaran sus ataques. «Encontramos evidencias convincentes de que miembros uniformados de las fuerzas de seguridad y pandillas armadas partidarias del gobierno atacaron en forma coordinada a manifestantes», indicó el informe.
HRW concluyó que los abusos contra los derechos humanos cometidos en la represión no fueron casos aislados o excesos de agentes insubordinados, sino parte de una «práctica sistemática». El haber armado a esos grupos pandilleros fue una de las medidas más antisociales de Chávez, porque contribuyó a incrementar la violencia general en el país y porque la inseguridad castigó especialmente a los habitantes de los barrios populares.
En estos, sin seguridad privada como en las zonas residenciales, las familias tuvieron que acostumbrarse a encerrarse en casa poco después del anochecer. El libro Estado delincuente (2013), de Carlos Tablante y Marcos Tarre, indica que un factor que propició la expansión de la delincuencia organizada fue «la tolerancia y hasta la complacencia gubernamental frente a la existencia de grupos irregulares armados, tales como las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (FLB), o los colectivos La Piedrita, Carapaica y otros, que muchas veces, tras la cara política, controlan los mercados locales de drogas, armas y extorsión».
Durante el chavismo la inseguridad ciudadana se disparó y Venezuela se convirtió en uno de los países con mayor tasa dehomicidios del mundo. Pasó de unos diez homicidios por cada cien mil habitantes antes de la llegada de Chávez al poder – cifra constante durante los decenios precedentes– a 79 en 2013, de acuerdo con la organización no gubernamental Observatorio Venezolano de Violencia, que para ese año contabilizó 24.763 personas asesinadas frente a las 4.550 de 1998. Los casos de portes de armas ilícitos detectados subieron de 769 en 2000 a 4.765 en 2010. El número de secuestros se incrementó de los 264 que hubo durante el decenio previo al ascenso de Chávez a los 3.416 producidosdurante sus primeros diez años de presidencia. La acumulación de toda esa delincuencia disparó el hacinamientode las cárceles venezolanas, con una población reclusa tres veces mayor que la capacidad de las prisiones.
Rusia, en un ménage à trois:
La inseguridad fue el detonante de la ola de protestas que se extendieron en Venezuela en 2014. El intento de violación deuna alumna en la Universidad de los Andes, en la ciudad deSan Cristóbal (Táchira), motivó una manifestación de estudiantes a comienzos de febrero. La detención de algunoslíderes estudiantiles llevó a nuevas acciones, a las que se sumaron otros sectores sociales en distintas partes del país. La desbordada queja ciudadana tuvo la mala suerte, en cuanto a su efectividad, de la inoportunidad internacional. En ese momento la atención de los grandes medios y la preocupaciónde las principales cancillerías estaban en lo que ocurría en la plaza Maidán de Kiev, no en la de Altamira de Caracas. Estados Unidos y la Unión Europea centraron sus esfuerzos diplomáticos en Ucrania y se desinteresaron de Venezuela. Curiosamente quien la tuvo en cuenta fue Vladimir Putin.
Con manifestaciones permanentes en Caracas y otros lugares, el 21 de febrero llegó al puerto de La Guaira, el más cercano a la capital, el barco de inteligencia ruso Víktor Leonov, acompañado por el remolcador Nikolai Chiker, con un transporte al parecer de equipos antimotines y armamento. Los barcos fueron vistos posteriormente en La Habana, pero su atraque en Venezuela había pasado desapercibido. Días antes,el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, anunció planes para instalar nuevas bases militares en ocho países, de ellos tres latinoamericanos: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Era probable que esos planes fueran un cierto brindis al sol, dadoslos problemas de desarrollo económico de Rusia y las prioridades geográficas más cercanas que tenía, peroindicaban bien cuáles eran las coordenadas mentales en lasque se movía Moscú. Putin visitó Cuba en julio de 2014 yfirmó la condonación al régimen de 32.000 millones de deuda,dejando solo en pie una décima parte.El objetivo de Putin era recomponer el imperio ruso lomáximo que pudiera y recuperar áreas de influencia que estehabía tenido. En Ucrania el morador del Kremlin realizaba sus jugadas más osadas, pero previamente, ya desde su primeraetapa como presidente y luego primer ministro, Putin habíaestado moviendo piezas. Y una de ellas había sido su relacióncon Venezuela, en un ménage à trois con Cuba.
Tras el colapsode la URSS, Venezuela tomó el relevo en la manutención del régimen castrista, de manera que con el regreso del imperioruso Moscú seguía contando con una plataforma frente aFlorida desde la que incomodar a Estados Unidos, y eso Putinse lo debía a Chávez y a Maduro.La relación entre ambos países se sustanciaba sobre todoen el comercio de armas. En medio de cantos a la paz en el mundo, el chavismo convirtió a Venezuela en el mayor importador de armamento de Latinoamérica y en el segundo de toda América, solo superado por Estados Unidos, como consta en los informes del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), especializado en contabilizar las transferencias de armamento mundiales.
Entre 2009 y 2013, el 66 por ciento de las armas llegadas al país procedieron de Rusia. Expertos consultados calculan en trece mil millones de dólares la factura del material ruso comprado por el Gobierno chavista hasta 2013, en partidas que incluían doscientos tanques T-72 y T-90, veinticuatro cazas Sukhoi, cien mil rifles de asalto Kalashnikov AK-103 (la nueva versión del AK-47) y cuarenta helicópteros MI-17, así como el sistema anti misilesS-300 y los misiles tierra-aire S-125 Pechora 2M.
Las transacciones habían tomado vuelo en una visita de Chávez a Moscú, hacia 2005, en la que Putin le entregó lo que parecía un soborno ya pactado. «Chávez, ahí está el maletín con los veinte millones de dólares que mandaste pedir por la negociación de los fusiles», le dijo sin tapujos el presidente ruso, según lo contado públicamente por Raúl Baduel, entonces comandante general del Ejército venezolano. Gran parte del gasto en armamento ruso se hizo mediante créditos, cuya garantía de devolución radicaba en la capacidad de explotación petrolera venezolana.
Ambos países habían suscrito diversos acuerdos energéticos, entre ellos lac onstitución de una empresa mixta entre Pdvsa y un consorcio de compañías rusas, que incluía a las estatales Rosneft y Gazprom, para operar en la Faja del Orinoco. Los dos gigantes rusos tenían también otros intereses en los campos venezolanos. Cuando Nicolás Maduro hizo su primer viaje como presidente a Rusia, en julio de 2013, Putin valoró en veintiún mil millones de dólares la inversión de su país en Venezuela. A eso se añadía la estrecha alianza que Chávez también había desarrollado con Bielorrusia, como parte de la entente con Moscú. Pero posteriores llamadas de auxilio de Maduro a Putin tuvieron menos éxito. Con la drástica caída del precio del petróleo a partir de junio de 2014, el Kremlin comenzó a tener problemas para sostener el expansionismo internacional ruso; puestos a priorizar, el Caribe quedaba lejos de sus fronteras. En el particular juego a tres bandas, también la pieza de Cuba iba a descolocarse con la normalización de relaciones que el 17 de diciembre de ese año anunciaron Barack Obama y Raúl Castro desde sus respectivas capitales.
Golpe de militares de izquierda:
El Gobierno de Maduro no solo no tuvo noticia previa del deshielo entre Estados Unidos y Cuba, sino que además fue engañado. Dos días antes del anuncio, el embajador cubano en Caracas, Rogelio Polanco, se presentó ante el ministro de Finanzas, Rodolfo Marco Torres, reclamando el pago de tres mil doscientos millones de dólares de deuda, la mayoría relacionada con obras que Venezuela financiaba en Cuba y cuyos pagos estaban atrasados. Se produjo la siguiente conversación, de acuerdo con alguien presente en el despacho del ministro Torres: Polanco: –«Vengo a cobrar por orden de mi comandante Raúl Castro».
Torres: –«No puedo sacar todo lo que pides en dólares.En bolívares puedo pagarte lo que quieras, pero si no,tengo que llevárselo al presidente, que él sabe lo que hay en las arcas».
Polanco: –«Vale, pues págame la mitad».
Torres: –«No puedo».Polanco: –«Quinientos millones».
Torres: –«No».
Polanco: –«Me voy a ir y voy a enviar un reporte a La Habana. Son cosas comprometidas por el comandante Chávez».
Torres: –«¡No jodas, os hemos dado ochenta mil millonesde dólares en diez años!».
Cuando el embajador cubano desistió y se marchó, el ministro de Finanzas expresó su extrañeza. «Qué raro ese desespero de los cubanos por querer cobrar todo de golpe; hace poco se les envió un pago», comentó Torres a sus colaboradores. «Están desconectados de la realidad venezolana», concluyó, refiriéndose a la situación de falta de divisas internacionales que padecían las arcas gubernamentales y que, aunque se tapaba a los ciudadanos, Cuba debía de saber sobradamente. ¿Desconectados? A los dos días quedó demostrado que los cubanos sabían muy bien lo que se hacían y eran los venezolanos los que estaban a dos velas. La Habana se había apresurado a cobrar dinero prometido, no fuera que el anuncio de sus conversaciones con Washington enfriara su relación con Caracas. En las conversaciones secretas mantenidas durante más de un año en Canadá y el Vaticano entre emisarios de la Casa Blanca (Benjamin Rhodes y Ricardo Zúñiga) y una reducida delegación de cubanos, la cuestión de Venezuela estuvo sobre la mesa, según apuntan fuentes al tanto de ese aspecto de las negociaciones.
Washington buscó la aceptación de La Habana de que el proceso no se rompería si presionaba sobre Diosdado Cabello para quebrar la trama del narcotráfico. Poner fuera de juego a Cabello, poco amigo de los Castro, convenía también a los cubanos, pues no querían que arrebatara el liderazgo chavista en caso de que un día promovieran el relevo de Maduro. Aunque ellos también se beneficiaban de la droga, cercenar el llamado cartel de los Soles ponía en dificultades al sector del Ejército más afín a Cabello. Como contrapartida en ese sobreentendido con Estados Unidos, Cuba podía intentar seguir interviniendo en los asuntos venezolanos sin dañar la reapertura de relaciones con los gringos. A partir de esas bases, la Justicia estadounidense aceleró el procesamiento de Cabello, mientras que en Venezuela se concretó un golpe de mano interno contra Maduro, con la aquiescencia cubana (aunque no muy manifiesta para no airar aWashington). La figura más destacada era el almirante Diego Molero, ex ministro de Defensa y bien relacionado con La Habana. El día D para esa acción era el 27 de febrero de 2015, como testimonia uno de los militares implicados. El día antes, a solo unas horas de dejar la presidencia de Uruguay, José Mujica sorprendió con una advertencia: «el problema que puede tener Venezuela es que nos podemos ver frente a un golpe de Estado de militares de izquierda, y con eso la defensa democrática se va al carajo». Ciertamente, el plan era sustituir a Maduro sin las requeridas elecciones, con la excusa de resolver primero la situación económica y marginando a la oposición. Cuando Mujica habló –desde luego alguna información le había llegado–, la orden para el cuartelazo se había ya revocado, pero quizás solo era un aplazamiento a la espera de mejor oportunidad. Mientras pudiera, Cuba seguiría moviendo los hilos en Venezuela, con la misma frialdad que durante los estertores y muerte de Hugo Chávez.
2.- UN DOLOR DE RODILLA
Enfermedad y muerte del titán de Sabaneta:
Hugo Chávez no recordaba bien cuándo había comenzado anotar el malestar. Hacía meses que sentía algunas molestias al caminar pero no le había dado importancia. Los doctores determinarían después que estuvo descuidando su estado al menos durante año y medio, un inestimable tiempo cuyo lapso lastró las probabilidades de sobrevivir. «A lo largo de mi vida he cometido uno de esos errores fundamentales, que diría el filósofo: descuidar la salud y ser muy renuente a los chequeos y tratamientos médicos», confesó el líder cuando se le diagnosticó el cáncer. Pero fue un mea culpa
sin firme propósito de enmienda.
El presidente venezolano mantuvo su negligente rechazo a un tratamiento regular y exhaustivo, y conello aceleró su final. Si alguna vez alguien quiere saber cuántoun hombre está dispuesto a pagar por mantenerse encima de un trono, no tiene más que mirar el auténtico calvario, doloroso en extremo –personas cercanas a Chávez atestiguan sus insoportables gritos–, que padeció el mesías de Sabaneta. En el principio de la enfermedad, como de tantas otras cosas decisivas en la presidencia de Chávez, estuvo Fidel Castro. Como el padre que urgió al presidente venezolano a que se hiciera un profundo examen y como el calculador que, de esta forma, se situaba en el puesto de mando del proceso médico.
Castro, que desde tiempo atrás conocía las molestias de Chávez –los médicos del Palacio de Miraflores eran cubanos–, le recomendó que se hiciera visitar por el médico español José Luis García Sabrido, jefe de cirugía en el hospital Gregorio Marañón de Madrid, que regularmente había atendido al líder cubano. García Sabrido habría acudido a Caracas hacia enero de 2011. Es posible que en ese momento el presidente venezolano también presentara síntomas de alguna dolencia relacionada con la próstata. Quedó planteada una mayor exploración y quizás alguna actuación médica, pero Chávez desoyó el requerimiento.
Solo cuando a principios de mayo su movilidad empeoró, con aparentes problemas en la rodilla izquierda, hubo de buscar una solución. Y ahí estaría Fidel de nuevo, propiciando un chequeo y una intervención quirúrgica en Cuba. Castro sería el primero en saber que Chávez tenía cáncer y el encargado de comunicárselo. Las molestias de rodilla saltaron a la luz pública cuando el 9 de mayo de 2011 Chávez alegó ese inconveniente para suspender una gira que le iba a llevar a Brasil, Ecuador y Cuba. «Ayer andaba con un dolor un poco fuerte en Baruta ,entregando viviendas. Anoche descansé preparando el viaje. Esta mañana salí a caminar, me puse a trotar antes de abordar el avión, que estaba dispuesto a salir a las once de la mañana y me di un golpe en la rodilla y hay un derrame líquido». Lo del golpe trotando sonaba a excusa para ocultar un mal de mayor recorrido, que de alguna manera él mismo reconocía:«tengo una vieja lesión en la rodilla que nunca llegó amayores, pero en los últimos meses vengo sintiendo molestias,dolor en la rodilla, que subía hacia el muslo izquierdo».
Recuperado suficientemente para emprender el viaje suspendido, Chávez visitó Brasil y Ecuador y el 8 de juniollegó a Cuba, donde fue recibido por Fidel. «Me interrogó casi como un médico; me confesé casi como un paciente», explicaría días después el presidente venezolano. Aseguraría que en una revisión general apremiada por Castro se detectó una «extraña formación en la región pélvica» y se decidió una inmediata intervención. En un comunicado del 10 de junio, Nicolás Maduro, entonces canciller, anunció que Chávez acababa de ser operado de urgencia en La Habana por habérsele detectado un «absceso pélvico». Drenado este, aparecieron células cancerosas que delataban la presencia de un tumor y requirieron de una «intervención mayor» para su «extracción total», según anunció el propio Chávez el 30 de junio, una vez superada la actuación médica.
«El mismísimo Fidel, el gigante de siempre, vino a anunciarme la dura noticia del hallazgo cancerígeno», dijo en esa cadena al pueblo venezolano emitida desde Cuba, comenzada con una cita de Bolívar y otra del Eclesiastés. Ahí arrancó el gran marcaje final que sobre el destino de Venezuela estuvo haciendo Cuba. Si la previa infiltración cubana en las estructuras del Estado venezolano ya había sido notable, a partir de este momento La Habana pasó a hacerse incluso con el timón. Chávez había tenido hasta entonces la habilidad de contrapesar la penetración cubana con otras influencias, repartiendo áreas de poder y reservándose, como máximo árbitro, la última palabra. Ahora sus ausencias como paciente le impedían ejercer de repartidor o equilibrista, y su entrega en manos de Cuba para una curación le dejaba amerced de lo que se decidiera en la isla. Cuando el cáncer avanzó solo los Castro, y aquellos dirigentes venezolanos autorizados por estos, tuvieron pleno acceso a Chávez.
La Habana capitaneó el proceso de sucesión y se aseguró el dominio en la nueva era que se abría. La gestión técnica de la enfermedad fue llevada por médicos cubanos desde el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (Cimeq) de La Habana, bajo supervisión directa de los Castro. La falta en la isla de oncólogos de probada experiencia llevó a contar con el auxilio de especialistas de otros países durante todo el tratamiento del cáncer. La primera operación, con un diagnóstico aún muy borroso, fue realizada por cirujanos cubanos. Al confirmarse la presencia de un cáncer llegaron secretamente de Moscú los profesores A.Mikhailov y F. Abramov para ejecutar la segunda operación.
Luego especialistas rusos viajaron a La Habana o a Caracas para las primeras sesiones de quimioterapia, dirigidas por un equipo cubano-ruso, y después permanecieron estacionados en la capital cubana. Un equipo de médicos de ambas nacionalidades también estuvo durante cierto tiempo en la pequeña isla venezolana de La Orchila, a ciento cuarenta kilómetros de Caracas. Además de una base militar, en la isla existe una residencia presidencial vacacional que en octubre de 2011 quedó habilitada para que Chávez se sometiera allí a algunas pruebas o tratamientos durante fines de semana. Ese retiro tenía la ventaja de que quedaba fuera de la mayor exposición pública de Caracas, y a la vez evitaba tener que volar hasta La Habana, lo que suponía una ausencia del país que, según las circunstancias, formalmente requería comunicación a la Asamblea Nacional. El corto tiempo de desplazamiento a La Orchila facilitaba disimular las desapariciones del Palacio de Miraflores.
A lo largo del proceso, la dirección médica cubana contó con la opinión del español García Sabrido. También tuvo encuenta el parecer de colegas de Brasil. Dos de ellos, los doctores Paulo Hoff y Yana Novis, examinaron al líder bolivariano cuando viajó a ese país en julio de 2012. En el tramo final de la enfermedad, al equipo internacional sesumaron al menos dos médicos alemanes y uno estadounidense.
Chávez también contó brevemente con los servicios de un médium brasileño, recomendado por la presidenta Dilma Rousseff y que varios medios identificaron como JoãoTeixeira de Faria, además conocido como João de Deus.
Asimismo, Chávez llegó a barajar acudir a expertos en medicina alternativa china. También al tanto de fases del proceso hubo facultativos venezolanos, aunque no tuvieron la participación que cabía esperar tratándose de una grave enfermedad del presidente de Venezuela, pero es que Chávez actuaba con desconfianza y deseoso de evitar filtraciones. «En Venezuela el presidente Chávez no confía en nadie, solo en los cubanos», constataba el doctor venezolano Salvador Navarrete, quien fue médico personal del presidente.
Entrevistado por la publicación mexicana Milenio en octubrede 2011, Navarrete fue la primera voz médica que públicamente fue sombría sobre las perspectivas del presidente. Había sido médico en Miraflores, con otros dos compatriotas, en el tiempo previo al desalojo de Chávez del poder por tres días en 2002. A partir de esos sucesos, el mandatario «abandonó a todos los médicos venezolanos y se puso absolutamente en manos de los médicos cubanos», contó al periodista Víctor Flores García. Después el facultativo continuó atendiendo a otros miembros de la familia Chávez, por lo que supo de la condición del presidente. Navarrete pagó caras sus declaraciones. Debido al acoso de los servicios de seguridad, utilizado como aviso a potenciales filtradores, el médico tuvo que abandonar Venezuela con su familia y marchó a España.
Filtraciones y diagnóstico:
Las exclusivas informativas – los tubazos, como dicen en Venezuela– no solo queman las manos del periodista: las grandes noticias también provocan a personas confidencialmente envueltas en ellas el irresistible deseo deconstarlas. Fue así como el conocido periodista venezolano Nelson Bocaranda anunció el 25 de junio de 2011 que a Chávez se le había diagnosticado un cáncer. En su blog runrun.es, reproducido al día siguiente en la edición impresa de El Universal, Bocaranda se adelantó cinco días al reconocimiento oficial hecho por Chávez. «Recibí una andanada –una más– de insultos y amenazas por gente de la revolución», recordaría más adelante sobre el intenso tráfico de tweets que generó su información, muchos de los cuales eran ataques desde el chavismo.
Los mensajes de Twitter eran la principal fuente de información en un régimen con un gran control sobre el sistema venezolano de comunicación. Alimentando ese canal de mensajes cortos también hubo otra voz que aportó muchos datos de la evolución de la enfermedad de Chávez. Rafael Marquina, médico venezolano con residencia y consulta en Florida, pasado un tiempo también comenzó a recibir información desde Cuba, gracias a ciertas casualidades. Buen comunicador a la hora de hacer inteligibles complejas situaciones médicas, Marquina recorrió durante meses platós de televisión y locutorios de radio, obviamente fuera deVenezuela, explicando detalles desconocidos incluso para la mayoría de la cúpula chavista.
Le maldecían por necrófilo, pero le seguían: su cuenta de Twitter llegó en alguna ocasión a transmitir casi en tiempo real novedades médicas que ocurrían en La Habana.
No exactamente por casualidad, pues andaba buscando fuentes que tuvieran información de fondo sobre la Venezuela de Hugo Chávez, yo mismo tuve acceso en Washington a datos precisos sobre la enfermedad. Un primer contacto llevó a otros y, generada suficientemente confianza, tuve a mi disposición informes especiales elaborados a partir de la información médica manejada por personas que atendían al presidente venezolano. Washington es un punto de trasiego de inteligencia, de diferentes orígenes y destinos, y tuve la suerte de apostarme junto a la acequia por la que había un flujo confidencial sobre el estado de salud de quien tan de cabeza había traído a los forjadores de la política exterior estadounidense.
Cuando di con esos informes de inteligencia ya se habían elaborado varios de ellos, pues su producción había comenzado el 1 de julio de 2011, justo al día siguiente de que Chávez diera la noticia de su cáncer. Difícil de realizar comprobaciones con otras fuentes dado el singular carácter dela situación, dediqué cierto tiempo a verificar la cadena de transmisión de la información y a examinar si el contenido se iba confirmando con hechos públicos.
Esto último ocurría con las fechas de tratamientos o evaluaciones que los informes anunciaban por adelantado, que luego se cumplían. Además, las ausencias de Chávez que se reportaban, saliendo en secreto de Caracas para furtivos chequeos y terapias, podían atestiguarse por la falta de apariciones públicas en la capital en esos determinados días.
El 23 de enero de 2012 publiqué el primer artículo sobre el caso, con el título «A Chávez le qued aun año de vida a menos que acepte un tratamiento intensivo».
El texto resumía lo que los informes habían aportado hasta entonces, y se incluía la apreciación de que si el dirigente venezolano llegaba a las presidenciales, lo haría en tal estado físico que se vería incapacitado para ejercer el cargo. Los hechos confirmaron con el tiempo ambos vaticinios. No hubo que esperar hasta el desenlace final para ver que la realidad ratificaba lo que revelaban esos informes deinteligencia. Si el primer artículo había desvelado ya la reciente aparición de un nuevo tumor, un informe que me llegó pocos días después, fechado el 6 de febrero, indicó que el tumor se había agrandado y que los médicos recomendaban proceder a una operación.
Dos semanas más tarde, el 21 defebrero, Chávez lo admitió: anunció que los exámenes habían detectado la presencia de una «lesión» en el mismo lugar y que iba a operarse de nuevo en Cuba. Esta secuencia –revelación que me llegaba y confirmación oficial que se producía después– continuó repitiéndose.
Notoriamente fue el caso de otra importante noticia que se produciría terminando ese año 2012. Las fuentes aseguraron en su informe que se había registrado un nuevo crecimiento del sarcoma y que un equipo de especialistas rusos llegados de Moscú estaba preparado para una nueva intervención quirúrgica. La información sobre esos planes, que difundí en el periódico el 28 de noviembre, pareció verse desmentida cuando el 7 de diciembre Chávez emergió en Caracas, de regreso de Cuba, con un aspecto físico que parecía dar idea de una cierta recuperación. Al día siguiente, sin embargo, comunicó públicamente la recurrencia del mal y que regresaba a La Habana para una operación que quizás no superaría.
Las fuentes habían demostrado otra vez su fiabilidad. La dolencia de Chávez fue diagnosticada al principio como un cáncer de próstata que había tenido metástasis en el colon y huesos. Pocos meses después comenzó a hablarse de modo más genérico de tumor agresivo en zona pélvica, que podía ser consecuencia de lo anterior, aunque también, como opinaban algunos expertos, quizás en realidad constituyera el origen de todo el mal canceroso del presidente venezolano.
Finalmente se estipuló como un rabdomiosarcoma originado en las partes blandas de la región pélvica, con lesión inicial posiblemente en el músculo psoas, que se encuentra en la región retroperitoneal del abdomen.
El doctor Marquina cree que al principio los médicos tuvieron alguna confusión debido a la falta en Cuba de suficientes reactivos para determinar el carácter de las células cancerosas. En cualquier caso, el tumor se extendió por toda esa región del cuerpo. Además de la afectación de la próstata, extraída en la primera hospitalización en La Habana, el cáncer fue invadiendo mediante diferentes cultivos partes del colon, el intestino, la vejiga, el peritoneo, la médula y diversa estructura ósea, como la parte baja de la columna vertebral. En un desarrollo final probablemente contaminó también el pulmón, agravando definitivamente los ya severos problemas respiratorios que supusieron la muerte del paciente.
Esteroides para contar mentiras:
La publicación de los detalles del estado de salud de Hugo Chávez fue denunciada continuamente por el chavismo como una morbosidad que invadía la privacidad del jefe del Estado. En un régimen trasparente, los medios nos habríamos abstenido de hurgar en la condición física del mandatario, porque oficialmente se habría proveído a la opinión públicade una información básica que a todo ciudadano compete.
Sin embargo, Chávez engañó a su pueblo sobre su situación y concurrió a unas elecciones ocultando su incapacidad real para hacer campaña y luego para ejercer un nuevo mandato. También de espaldas a los venezolanos entregó su país como prenda a los cubanos para comprar una salud que no pudo obtener. Lo decente ante este cuadro, por parte de la prensa, era exponer los términos del fraude.
Durante los meses de enfermedad, Chávez procuró cubrir sus dificultades con toda suerte de pretextos. El temor a que tuviera serios problemas físicos para alcanzar las elecciones presidenciales llevó al oficialismo a un ligero adelanto electoral. El Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció enseptiembre de 2011 que esos comicios, aún no convocados, tendrían lugar el 7 de octubre de 2012, lo que significaba un adelanto de dos meses, pues diciembre era el mes tradicional para esos procesos. El CNE no dio ninguna razón para esa excepción histórica.
Otro momento de juego de manos fue cuando Venezuela convocó la sesión plenaria de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), programada para principios de diciembre de 2011, en un recinto militar, algo que constituye una completa anomalía en ese tipo de encuentros internacionales. La convocatoria en Fuerte Tiuna permitía que Chávez pudiera descansar y recibir tratamiento entre reuniones. Se prefirió no cancelar la cita para impedir que los estrechos aliados de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, o Alba, creyeran que su mecenas ya no estaba en condiciones de apoyarles.
Ese esfuerzo físico obligó a suspender días después un viaje a Argentina y Brasil, alegando la necesidad del presidente de hacer frente a la emergencia de inundaciones provocadas por fuertes tormentas. La supresión de ese viaje alentó rumores sobre el deterioro de su salud, lo que forzó que Chávez hiciera una visita sorpresa a Montevideo a una cumbre de Mercosur, apoyando con su presencia la petición de adhesión venezolana a esa organización regional. A su regreso, Chávez sufrió el día 21 de diciembre una pérdida de conciencia durante siete minutos, debido al estrés del viaje y su debilidad general. Eran desmayos del presidente, cada vez más frecuentes, que el entorno del presidente ocultaba, pero que aparecían detallados en los informes que me llegaban.
El consumo de esteroides logró que en algún momento Chávez diera la impresión de que su condición se había estabilizado, pero el abuso de estimulantes pasaba pronta factura. El domingo 12 de febrero de 2012 Chávez permaneció cierto tiempo de pie presidiendo el desfile militar que conmemoraba el vigésimo aniversario del golpe del 4-F de 1992. Por la noche colapsó en Miraflores y le costó hora y media superar esa crisis. Le llevaron secretamente a la isla de La Orchila para permanecer en observación durante varios días. Nada más regresado a Caracas tuvo un nuevo colapso en su residencia, y nuevamente fue transportado a La Orchila, con hemorragia interna.
«El equipo médico cree que la recurrencia en la enfermedad se debe parcialmente al uso incontrolado que Chávez hace de esteroides y otras sustancias con el fin de permanecer completamente activo», resumía uno de los informes. Para cubrir las apariencias hubo comunicados oficiales falsos sobre ausencias del presidente, quien en alguna ocasión pasó más días en Cuba de lo que el Gobierno anunciaba.
Simulando estar libre del cáncer, Chávez abrió la campaña de las presidenciales con el registro de su candidatura el 11 deunio de 2012, en un acto multitudinario en el que evitó esfuerzos físicos: fue transportado sobre un autobús descubierto, agarrado con las manos a una barandilla, como haría en otros eventos electorales. Con todo, esa noche sufrió extrema fatiga, vértigo, vómitos y visión nublada. A base de morfina (o de fentanilo, un calmante cien veces más potente) para mitigar el extremo dolor y, en ocasiones, de cocaína para combatir su apatía, Chávez trampeó como pudo sus males durante aquellos meses.
La mayoría de sus seguidores prefirieron pensar que su comandante ya estaba recuperado, pero para quien quisiera verlo era evidente: el otrora hiperactivo Chávez, esta vez espaciaba sus apariciones electorales, que ya no eran diarias y se limitaban a intervenciones en el tramo final de los actos. Varias veces, en su residencia, perdió la conciencia al término de jornadas algo recargadas. Fue una enorme cuesta arriba, pero Chávez llegó al 7-O.
Cuba y Rusia se pelean por las joyas:
Cuba se anticipó a felicitar a Hugo Chávez por su victoria de l7 de octubre de 2012 varias horas antes de que muchos centros electorales cerraran en Venezuela. La premura, como luego veremos, era consistente con la gestión que secretamente desde la isla se hacía del mismo proceso de votaciones. También manifestaba el ansia cubana por celebrar un objetivo que no había sido nada fácil: lograr que Chávez llegara por su propio pie al día de las votaciones. El adelanto electoral de dos meses se demostró decisivo. El 16 de diciembre, cuando hubiera correspondido tener las presidenciales, junto con las elecciones de gobernadores, Chávez estaba en una cama de hospital de la que ya no se levantaría.
A los Castro les importó más que el presidente venezolano pudiera alcanzar el 7-O que la salud misma de su gran hermano bolivariano. Eso se desprendía de las discusiones en el seno del equipo médico recogidas en los informes de inteligencia. Revelaban tensión entre los médicos cubanos, conun interés más cortoplacista, y los especialistas rusos, menos sujetos a la agenda política del día a día. Ambos grupos, en cualquier caso, seguían la estrategia geopolítica de sus respectivos países: Cuba mantenía con fuerza su adquirido control sobre la voluntad de Chávez, sin aceptar que este se saliera de su ámbito de dominio; Rusia cuestionaba que el presidente venezolano recibiera atención sustancial en La Habana e insistía en que fuera tratado en Moscú.
Eso habría trasladado de una capital a otra el peso en la gestación de la era post-Chávez. Es evidente que Cuba se jugaba mucho más en esto, por lo que pujó más fuerte, aprovechando además la resistencia de Chávez a alejarse demasiado de Venezuela, por el temor a ver mermado el ejercicio de un poder que nunca había sabido ni querido compartir o delegar. Moscú suponía garantías de mejores instalaciones sanitarias, pero en La Habana Fidel sabía cómo arropar emocionalmente al paciente. En esa etapa de transición, el octogenario revolucionario se habría dedicado a ganarse aún más a Chávez, mientras su hermano Raúl, menos dado a sentimentalismos, se habría concentrado en armar la sucesión al frente de Venezuela.
Nada más detectarse el cáncer, el presidente ruso, Dimitri Medvedev, entró en contacto con Chávez para poner a su disposición la medicina rusa más avanzada y le ofreció enviar su propio avión presidencial para trasladarle a Moscú. También la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, le garantizó confidencialidad si se decidía a ingresar en el Hospital Sirio Libanés de Sao Paulo, que tan efectivo se había demostrado en combatir el cáncer de laringe del ex presidente Luiz Inácio Lula y el cáncer linfático padecido por ella misma. En ese estira y afloja, los rusos insistían en que el Cimeq de La Habana no reunía las condiciones requeridas para ocuparse del complejo tumor de Chávez, y sugerían que, de no querer dejar el continente, al menos el mandatario venezolano marchara a Brasil. Pero Cuba fue inflexible en su negativa aceder influencia sobre Chávez en esas circunstancias tan especiales.
La posibilidad de un viaje a Moscú, que podía ser presentado ante la ciudadanía como la materialización de una visita oficial que meses atrás se había anunciado sin fecha, se mantuvo en la agenda presidencial hasta finales de noviembre de 2011. Chávez canceló esa opción en el último momento y siguió oponiéndose cada vez que después el Kremlin la volvió a sugerir. La pugna entre Cuba y su antiguo protector por los términos de la herencia de un Chávez aún con vida fue grotesca. Temeroso el propio enfermo de que, como había ocurrido con el declive de los presidentes de Libia, Muamar Gadafi, y de Siria, Bashar al Assad, los bienes controlados por el Gobierno venezolano fuera de sus fronteras resultaran congelados o requisados por otras potencias o por la comunidad internacional, Chávez procedió a reubicar esos fondos. La posibilidad de perder las elecciones, especialmente si Chávez no conseguía llegar a las urnas, y tener que buscar una salida anticonstitucional para permanecer en el poder hacía temer que la Unión Europa o Estados Unidos pudieran imponer sanciones y echar mano sobre bienesvenezolanos en el mundo.
El precedente libio era especialmente preocupante, pues la coalición internacional formada para hacer frente a Gadafi entregó a los rebeldes el control de fondos que el país tenía en el exterior, algo que también podía ocurrir en un escenario así en beneficio de la oposición venezolana. Ideal era, pues, situar los bienes en bancos e instituciones financieras que quedaran fuera del alcance potencial de las sanciones del Tesoro de Estados Unidos o de la Unión Europea. De acuerdo con este plan, reservas de divisas y de oro, muchas guardadas en bancos ingleses, fueron transferidas a Cuba, Rusia, China yBrasil, según apunta un anterior alto cargo del Ministerio de Finanzas.
Con ello, además, se garantizaba que algunos suministros se seguían aportando, como los provenientes de la industria de defensa rusa. Con oro venezolano en custodia, Rusia no dejaría de entregar armas incluso en el supuesto deque el sucesor de Chávez no tuviera solvencia para afrontar pagos. Algo así pasó con la República de España en 1936, que entregó oro a Moscú para asegurarse apoyo armamentístico durante la guerra civil. Ese oro se gastó y ya no volvió.
Cuba y Rusia divergían ligeramente en su interés sobre el poschavismo. Para los cubanos, que con la enfermedad deChávez habían transformado el vínculo bilateral de Venecubaen Cubazuela, lo esencial era garantizar que la desaparicióndel líder venezolano no supondría volver a una relación que,aunque pudiera seguir siendo estrecha, no tuviera a Cuba como elemento predominante. Para los rusos lo prioritario no eraque el sucesor de Chávez siguiera el diktat de Moscú, algo que tampoco había ocurrido previamente, sino preservar las ventajas comerciales logradas: que un nuevo Gobierno no revisara las cláusulas de explotación petrolera de compañías rusas en Venezuela, y que el estamento militar no se orientara hacia la industria militar estadounidense, sino que siguiera comprando a Rusia su equipamiento.
Eso era algo que durante gran parte de la convalecencia de Chávez gestionó directamente Igor Sechin, viceprimer ministro de Putin y durante mucho tiempo hombre fuerte de la petrolera estatal Rosneft, a la que volvió después.
Esos distintos planteamientos de fondo generaron discrepancias entre los médicos de uno y otro país que atendían a Chávez. Ambos grupos se las tenían que ver con un paciente personalmente complicado. «Está cada vez más irritable, pierde los estribos con frecuencia y ve conspiraciones por todas partes», decían los informes de inteligencia, que incluían otras consideraciones de ese tipo: «mantiene su comportamiento errático en relación al cuidadoal que ha de someterse»; «los médicos se quejan de que Chávez continuamente desobedece sus instrucciones». Además de negarse varias veces a realizarse pruebas o recibir tratamientos, hubo momentos en que el enfermo se obstinaba en decir, contra toda evidencia, que estaba limpio del cáncer.
Refutaba el resultado de los análisis y acusaba «con enfado alos médicos de cobardía e incapacidad de creer en surecuperación». Pero fuera del común esfuerzo por hacer frentea la escasa cooperación del paciente, los dos componentesnacionales principales del equipo médico internacionalmanifestaban una prioridad diferente.
Especial confrontación, un «acalorado y prolongado debate», se produjo a raíz de la primera recaída de Chávez, acomienzos de 2012. Los rusos urgían a una operación inmediata que extrajera completamente el tumor y alargara la vida del presidente. Los cubanos preferían una intervención menor que no sacara al candidato de la campaña electoral.
Chávez se alineó con esta última posición. «El presidente rechaza completamente una operación y proclama que primeroes ganar las elecciones, después su salud, y se declara dispuesto a sacrificar su vida por ese objetivo». Realizada solo una biopsia quirúrgica, conforme avanzaron las semanas se determinó que Chávez podía sobrepasar el 7-O, por lo que el equipo médico fue entonces unánime en apostar por medidas de apoyo a corto plazo para que el candidato pudiera tener cierta actividad en la campaña electoral, dejando para después una terapia más invasiva. Entre esas medidas terapéuticas estuvo el engaño. «El Gobierno cubano no está siendo completamente sincero con Chávez y su entorno sobre el estado de la enfermedad, prefiriendo pintar un cuadro excesivamente optimista sobre los resultados del tratamiento que dé fuerza psicológica a Chávez». Un engaño mayor estaba por llegar.
«Se derrumbó emocionalmente»:
El domingo 7 de octubre de 2012 por la noche el Consejo Nacional Electoral venezolano proclamó la victoria de Hugo Chávez. Al día siguiente, el presidente llamó a Rafael Isea. «Vente el día 10 para acá», le pidió. En la cita en el Palacio de Miraflores Chávez le anunció que en las elecciones a gobernadores de dos meses después no debía presentarse a la reelección como gobernador del estado Aragua. Ese lugar lo reservaba a Tareck el Aissami, hasta entonces ministro de Interior y persona que se había alineado con Maduro. «A ti tenecesito conmigo», le dijo, ofreciéndole un vago consuelo que difícilmente podía consumar. «El sabía que se moría, pero yo acepté, porque no me quedaba otra. El presidente estaba cabizbajo, hasta me dijo aquello con pena», rememora Isea,convencido de que Chávez no hacía ya más que ejecutar el designio trazado por La Habana.
Rafael Isea había considerado a Chávez como a un padre y tenía un trato de hermano con sus hijas, pues desde muy joven estuvo cerca del comandante. Contaba con solo 23 años cuando participó en el golpe del 4 de febrero de 1992, que en Caracas lideró el futuro presidente. Nacido en Maracay (Aragua), segundo de cinco hermanos en una familia de pocos recursos, Isea se graduó en la Academia Militar en 1989. Ese año tuvo lugar el Caracazo, una gran protesta popular que la estrenada segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez sofocóa sangre y fuego. Desencantado del sistema de partidos del puntofijismo.
Isea se enroló en el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) puesto en marcha por Chávez. La seducción del liderazgo temprano de este entre sus compañeros de armas y entre nuevas generaciones de suboficiales, junto con la precariedad económica familiar, llevó al joven a implicarse en el golpe de 1992. «La familia te decía, ¿es que no vas a hacer nada por arreglar esto? Uno no podía quedarse con los brazos cruzados». Así justifica Isea aún hoy aquel inconstitucional 4-F. Cuando Chávez salió de la prisión de Yare en 1994, Isea se desempeñó como su asistente hasta la victoria electoral de diciembre de 1998. Con el arranque del nuevo Gobierno ejerció de asesor en el Ministerio de Planificación y Desarrollo y al año siguiente pasó a asistente ejecutivo del presidente.
Chávez veló por su formación económica, enviándole en 2001 a Washington como consejero por Venezuela en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para elevarlo más adelante, en 2006, a viceministro de Finanzas y presidente del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes). En 2008 le nombró ministro de Finanzas. Desde esas posiciones Isea fue testigo privilegiado –y actor– de las muchas irregularidades financieras en que incurría el chavismo.
Para los chavistas de primera hora como Isea el cáncer del presidente significó un doble golpe. Además del normal dolor por el desmoronamiento físico y anímico de alguien a quien estimaban, el declive de las capacidades de Chávez supuso la progresiva postergación de la vieja guardia y su sustitución en el entorno presidencial por dirigentes de obediencia cubana. «La enfermedad fue nuestra mayor desgracia. Chávez tuvo ya antes relación con los cubanos, pero había mantenido suautonomía. Cuando cayó enfermo depositó toda su confianza en ellos, para que le curaran, y los cubanos tomaron control político de él», explica Isea.
Cuenta que cuando Chávez tuvo su primera recaída, en febrero de 2012, «se derrumbó emocionalmente». «Tenía mucho miedo a la muerte. Lloraba, se deprimía». Las sesiones de quimioterapia le anulaban y el dolor le consumía. «Loscubanos comenzaron a ejecutar el proceso de transición con meses por delante. Suponemos que ya entonces le dijeron a Maduro ‘tú eres el elegido’, y fueron avanzando posiciones,zas, zas. Al final Chávez ya no tomaba las decisiones». En La Habana habían sopesado varios nombres, ninguno de ellos con liderazgo personal fuerte, condición necesaria para garantizar su docilidad. Tiempo atrás habían formado intensamente a Elías Jaua, y al declararse el cáncer también examinaron una salida a la cubana, con Adán Chávez, el hermano mayor del presidente, ex ministro y gobernador de Barinas, como sucesor.
Al final el elegido fue Maduro, quien, como luego se sabría, se había formado en Cuba a finales de la década de 1980 y había siempre mantenido relación con dirigentes de la isla. Desde las presidenciales, mientras Maduro pasaba tiempo en Cuba con el convaleciente presidente, del que no se separaba, en Caracas los cambios los operaba Elías Jaua, de momento vicepresidente y luego canciller. Gobernadores chavistas, ministros y el resto del entorno presidencial fueron privados de los teléfonos encriptados de acceso al jefe del Estado. Requerida una operación de urgencia, que tanto había postergado y de la que podía no salir con vida, Chávez regresó brevemente a Caracas la noche del 7 de diciembre de 2012 para dejar atada su sucesión.
Al día siguiente, en cadena de televisión, sentado a una mesa en Miraflores entre Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, dejaba a aquel como sucesor en caso de que la inmediata intervención quirúrgica a la que iba a someterse no tuviera éxito. Isea pudo verle ese día. «La última vez que le vi fue ese 8 de diciembre. Estaba muy golpeado, pero se le vía fuerte.
Su hija María Gabriela habló con un médico venezolano, que le dijo: ‘aconseje a su papá que no se opere, que muera tranquilo’, pero los cubanos insistieron en la operación. Controlaron el proceso de su muerte. Para dominar su legado, había que apagarle de forma controlada». La serpiente del chavismo acabó de mudar de piel en los fastos fúnebres de marzo de 2013. Al histórico núcleo chavista, según Isea, ya no le fue permitido tomar la iniciativade acercarse a Maduro, quien ahora actuaba como presidenteen funciones y estaba rodeado por un anillo de agentes cubanos. «Ese día se vio claramente el nuevo poder: ahí, en primera fila, estaban Maduro, Jaua y El Aissami». Maduro se dirigió a Isea: «te vas para Chile», le espetó, claramente desterrándole del firmamento chavista.
El ahijado de Chávez no llegaría a aceptar la plaza de embajador en Santiago. En lugar de irse para el sur, acabó tomando el camino del norte. En septiembre, empujado por denuncias de corrupción lanzadas por El Aissami, quien le quitó el puesto en la gobernación de Aragua, Isea llegó a Estados Unidos para revelar secretos del régimen. El dramático testimonio de Isea nos ha hecho avanzar en el relato, pero volvamos ahora al momento de las presidenciales para desde ahí seguir con más detalle lo que ocurrió en esos críticos meses siguientes.
El adiós que se quedó sin foto:
Pocos días después de las elecciones del 7 de octubre de 2012 Hugo Chávez tuvo un bajón. El cese del esfuerzo físico realizado para aparecer en actos de campaña y el fin del suministro de una abundante dosis de sustancias que le permitían sostener esa actividad se tradujo en un relajamiento que le dejó postrado por unos días. Los meses de negligencia en el tratamiento del cáncer, no confrontado de modo eficiente, sino toreado para al menos poder seguir la campaña, pronto pasaron factura. Como indicaron los informes confidenciales a los que tuve acceso, el 24 de noviembre la salud de Chávez tuvo una brusca caída. Fue incapaz de levantarse de la cama y se quejó de un agudo dolor en el abdomen.
La noche del 25 perdió la conciencia dos veces. El 26 vomitó sangre y rechazó comer. El 27 fue llevado a prisa secretamente a La Habana enun avión de la Fuerza Aérea de Cuba. Llegó en condición crítica. Ese mismo día, un comunicado oficial anunció que se había solicitado permiso a la Asamblea Nacional para que el presidente pudiera viajar a Cuba con el fin de recibir allí sesiones de oxigenación hiperbárica.
Puede que Chávez tuviera alguna sesión con ese tipo de tecnología, en realidad no prescrita para combatir el cáncer, aunque puede aplicarse para reparar heridas en la piel provocadas por la radioterapia. Pero el comunicado escondía la recurrencia del tumor. Para el 28 estaba prevista la llegada desde Moscú de un equipo deoncólogos, cirujanos y un biólogo, enviados a La Habana en un avión gubernamental ruso especialmente equipado. El Gobierno tapaba todo eso que estaba ocurriendo. El 29 Nicolás Maduro, elevado ahora a vicepresidente, decía desde Cuba que su superior estaba «muy bien». Y eso es lo que pareció cuando de pronto en la noche del 7 de diciembre se vio a Chávez bajando la escalerilla del avión que le traía a Caracas. Parecía que llegaba ya para quedarse, pero en realidad era una visita para anunciar que se iba, quizás del todo.
El reconocimiento de su estado se produjo el sábado 8 de diciembre, en aquella emisión en cadena que hizo sentado entre Maduro y Cabello. «Ustedes saben, mis queridos amigos,venezolanos, venezolanas, que no es mi estilo un sábado por la noche, y menos a esta ahora, 9:30 de la noche, una cadenanacional (…), pero obligado por las circunstancias me dirijo a ustedes, pueblo venezolano».
Aún tardó catorce minutos en dar la noticia: «por algunos síntomas decidimos con el equipomédico una nueva revisión exhaustiva. Lamentablemente, en esa revisión exhaustiva surge la presencia, en la misma área afectada, de células malignas, nuevamente (…) y se ha decidido, es absolutamente necesario e imprescindible someterme a una nueva intervención quirúrgica y eso debe ocurrir en los próximos días.
Incluso los médicos recomiendan que fuese ya ayer a más tardar o este fin de semana». Explicó que había pedido ir primero a Caracas, para esa despedida, «haciendo un esfuerzo adicional, en verdad, porque los dolores son de alguna importancia». «Con el favor de Dios, como en las ocasiones anteriores, saldremos victoriosos. Tengo plena fe en ello y como hace tiempo, estoy aferrado a Cristo», dijo, sosteniendo un crucifijo en la mano. Acto seguido comunicó su testamento político, lo que venía a resaltar la gravedad del momento, por si sus palabras previas habían sido recibidas como un parte más de su salud. «Si se presentara alguna circunstancia sobrevenida que a mí me inhabilite para continuar al frente de la Presidencia de la República, bien sea para terminar los pocos días que quedan [un mes] y sobre todo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por la gran mayoría de ustedes, Nicolás Maduro no solo debe concluir el período, sino que mi opinión firme, plena, irrevocable, absoluta y total es que en ese escenario, que obligaría a convocar a elecciones presidenciales como lo manda la Constitución, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República». Vistiendo un chándal blanquiazul y caminando con calzado deportivo Chávez se despidió el domingo 9 de diciembre por la noche de sus cuadros políticos y también de los militares. Con estos mantuvo la última reunión televisada.
Fue su último discurso en vida, en el que apeló al enemigo exterior –elimperialismo– como receta para seguir galvanizando a sus seguidores. «La revolución está en buenas manos», proclamó, dejando a los militares como garantes del orden socialista bolivariano. «¡Patria, socialismo o muerte!», repitieron ellos. Después, en la rampa cuatro del aeropuerto de Maiquetía estrechó la mano de los dirigentes que habían acudido allí para el último adiós. «¡Hasta la vida siempre!», exclamó con el puño en alto antes de ascender la escalerilla del avión. Una vez arriba se dio la vuelta y gritó: «¡viva la patria!».
Fue una poderosa imagen que, sin embargo, el chavismo no pudo utilizar después. Tampoco podría consolarse con un lirismo como el del registro de enfermedad y muerte y el de la partida de fallecimiento de Simón Bolívar. El contraste entreambos casos queda patente en las primeras páginas de El gran engaño (2014), de Pablo Medina. A los citados documentos sobre el Libertador, copiados al comienzo del libro, siguen las hojas en blanco correspondientes a la expiración de Hugo Chávez: sin fecha oficial de defunción –no existe en el registro– la figura histórica se desvanece; sin elegía datada hoy no puede asentarse la leyenda. Las que eran las últimas tomas conocidas de Chávez quedaron devaluadas cuando semanas después el Gobierno difundió fotos del enfermo con sus hijas. El hecho de que luego, en los funerales del fundador de la República Bolivariana, esas instantáneas no fueran impresas en carteles para cubrir paredes o repartir como recuerdo, venía a sugerir que fueron trucadas. El régimen se quedó sin arrojo para construir una imagen-mito a partir de esa presunta falsedad, y al mismo tiempo sin poder hacerlo con aquel Chávez que decía adiós desde la puerta del avión, cuando su reloj marcaba ya la madrugada del 10 de diciembre. El martes 11 se estiró en una camilla para entrar en el quirófano y ya no volvió nunca más a levantarse.
Noche vieja en vela:
La operación de Hugo Chávez en el Cimeq de La Habana del11 de diciembre de 2012, la cuarta a la que se sometía, fueespecialmente larga. Duró casi siete horas. Fue realizada por un equipo de doctores rusos del Centro Médico Presidencial ydel Instituto de Oncología de Moscú, asistidos por colegascubanos y el apoyo del resto del equipo internacional. Laintervención tenía como objetivo remover varios cultivoscancerosos. Hubo una extracción de parte del intestinodelgado y los médicos trabajaron sobre la tumoración de un par de vértebras. Para el doctor Marquina, solo una cirugía deespalda explicaría la duración de la operación, y también suurgencia, pues el avance del tumor le estaría causando unacompresión lumbar que iba a dejar paralizado al enfermo. Encualquier caso, a Chávez le tocaron la mayor parte de losórganos ubicados en la zona pélvica. Una biopsia realizadadurante la operación detectó también células cancerosas en elabdomen y la vejiga. Probablemente ya con antelación se lehabía practicado una colostomía, para sustituir la evacuaciónanal. El paciente acabó con ese área del cuerpo totalmentealterada, recogida con una malla, dado que le habían removidotambién los músculos del abdomen, por prevención. Algunasinformaciones indicaron que en esa extracción fue perforadaaccidentalmente una arteria, lo que provocó una gran pérdidade sangre y alargó alarmantemente la intervención quirúrgica.Al término de esa difícil jornada, el Gobierno venezolano
anunció que el presidente había superado la operación, sinofrecer otro detalle que el tiempo de duración aproximada dela misma. Un comunicado posterior precisó que en laintervención habían surgido algunas complicaciones, como unsangramiento, y que la recuperación sería lenta. A partir deahí, casi toda la batalla se centró en los problemasrespiratorios de Chávez, provocados por una infección. El 19de diciembre se le practicó una traqueotomía. En ese momentomostraba retención de líquido en los pulmones e insuficienciarenal. Además llevaba varios días sin que los antibióticoshicieran efecto. El cuadro se complicó aún más para fin deaño.El 31 de diciembre corrieron informaciones de que Chávezhabía muerto. Hubo fuentes que aseguraban manejar la versiónde los servicios secretos colombianos, según la cual la muertedel mandatario habría sido firmada ya por uno de los médicosy por Cilia Flores, procuradora general de la República ymujer de Maduro. En Washington, el Departamento de Estadoestaba también al tanto de la posibilidad del fallecimiento, sinque en sus contactos diplomáticos aclarara la procedencia deldato ni la credibilidad que le otorgaba. En una comunicaciónreservada, Estados Unidos compartió esa información con elGobierno de España, pero calificándola de rumor que aún nohabía podido confirmar. Circulaba el dato de que sobre las5:10 de la mañana se habría producido la desconexión del paciente y que la muerte se habría registrado hacia las 11:00horas. «Lo de ayer sí fue cierto», escribió a la mañanasiguiente en un correo electrónico Mario Silva, conductor de
a Hojilla
, uno de los programas de televisión chavistas másseguidos, donde yo mismo fui vilipendiado varias veces por mis informaciones sobre el caso. «Se nos fue pero lo
revivieron, fue una complicación respiratoria sumamentearrecha», continuó explicando Silva, cuyas comunicacionesfueron hackeadas y publicadas más adelante en la prensa.Fue una Nochevieja intensa en la que periodísticamente nose podía bajar la guardia, a riesgo de que otro colega seadelantara con el
tubazo
. Recurrir a las fuentes habituales nome era posible en ese momento, pues los informesconfidenciales sobre la salud de Chávez aquí reseñadossiempre me llegaban con algunos días de retraso, siguiendouna cadena que no se podía remontar de modo inmediato. Por otra parte, si se había producido el fatal desenlace, ¿no era deesperar que el Gobierno venezolano lo comunicara? La faltade un anuncio oficial, no obstante, podía interpretarse comoun deseo de esperar al día siguiente, 1 de enero, para hacerlocoincidir con el aniversario del triunfo de la revolucióncubana. Con un «Chávez, en coma inducido», que fue el titular por el que finalmente optamos en el diario, entramos en elnuevo año, personalmente sin haber podido seguir la tradiciónespañola de comer las uvas.Con el tiempo algunos mantendrían que en ese momento, oquizás ya desde el 29 de diciembre, Chávez se encontraba enuna muerte clínica. El doctor Marquina cree que el dirigentesufrió entonces un derrame cerebrovascular. Otros estánconvencidos de que en realidad Chávez falleció en ese punto.Es el caso de Leamsy Salazar, quien como jefe de seguridaddel presidente estuvo en Cuba y mantuvo esos días unaestrecha relación con el entorno familiar de Chávez. «Elúltimo día que lo vi con vida fue el 23 de diciembre. Estabacompletamente sedado. Hacia el 29 diversos médicosextranjeros firmaron un acta en la que decían que ya no seresponsabilizaban de la praxis cubana y se retiraron. El 31 se
empeoró. Una enfermera que tenía relación con un escoltanuestro nos dijo después que murió ese día. A partir deentonces el ambiente era de luto; los familiares lloraban. Eldía 3 de enero nos mandaron a todos para Venezuela, sin queel papá ni la mamá le pudieran volver a ver: los teníanengañados, pero Adán [Chávez] sí sabía la noticia», cuenta.Los cubanos pusieron psicólogos a las hijas para que, a pesar del duelo interno, asumieran la obligación de no manifestar externamente ningún quiebro emocional. A raíz de esascircunstancias, Salazar tiene la convicción de que Chávezmurió entonces, pero nunca tuvo completa evidencia. Unacuasi muerte cerebral, manteniendo artificialmente con vida al paciente, podría haber provocado el mismo pesar entre lafamilia.El engaño estaba servido. Cortado completamente elacceso a Chávez, los Castro fueron dueños de toda noticiasobre la presunta evolución del presidente venezolano. Yoseguí recibiendo informes, pero mirando hacia atrás ya no esfácil determinar si a partir de ese momento continuaron siendogenuinos o si los cubanos lograron fabricar la información a laque accedían mis fuentes. Desde luego La Habana hizo todo lo posible por cortar la más mínima fuga de información: debíaser dueña de la muerte de Chávez y esta no tenía que producirse, al menos su noticia, hasta poder entronizar aMaduro.El primer
deadline
político era el 10 de enero, fecha enque Chávez debía juramentar el cargo revalidado en laselecciones de tres meses antes. Al ver que el comandante no sereponía, el Tribunal Supremo de Justicia, de fidelidadchavista, se saltó la legislación y prorrogó en sus cargos al presidente y a los miembros del Gobierno. Eso garantizaba la continuidad de Maduro en la vicepresidencia y le permitíaganar peso para una segunda violación institucional: cuando seanunciara la muerte de Chávez debería estar en condiciones de poder desplazar a Diosdado Cabello como jefe de Estado provisional, pues correspondía al presidente de la Asambleaacional hacerse cargo del país hasta la celebración deinmediatas elecciones. Los cubanos temían que Cabello,vetado por ellos como sucesor, aprovechara la interinidad para imponerse como candidato a pesar del testamento deChávez. En sus aspiraciones, Cabello contó con el posiblenacimiento de Maduro en la ciudad colombiana de Cúcuta, loque le inhabilitaría para la presidencia (nunca se ha mostradosu partida de nacimiento y es muy probable que Cabello latuviese), pero un órdago de ese tipo se veía neutralizado por laamenaza cubana de hacer público los dossiers de narcotráficode Cabello.Las mentiras del Gobierno fueron pasmosas. El Día deavidad, Maduro dijo en televisión al pueblo venezolano queel presidente había estado caminando y haciendo ejercicios,cuando Chávez nunca se levantó tras la operación, como el propio sucesor admitiría inadvertidamente con el tiempo. Enotra ocasión, más adelante, con Chávez más muerto que vivo,Maduro aseguró haber estado despachando cinco horasasuntos de Estado con el mandatario. Los dirigentesgubernamentales estuvieron diciendo que el líder conversabacon ellos hasta que, tras una información que publiquéasegurando que Chávez no podía hablar, tuvieron vergüenza deseguir con esa comedia. Pero acostumbrados al engaño, nuncase sonrojaron, ni siquiera cuando tomaban directamente el pelo a la comunidad internacional.Maduro leyó en Chile el 28 de enero una carta
supuestamente escrita por Chávez dirigida a los mandatariosde la Celac. Lo normal hubiera sido enviar un vídeo o audiograbado, a modo de saludo. Chávez no estaba en condicionesde hacer eso, ni tampoco de escribir o dictar las diez páginasde discurso que mostraba Maduro. Ni siquiera de producir su propia firma con un trazo que era tan seguro y limpio quemuchas delegaciones de países no tuvieron más remedio queasumir que era una reproducción, como la que se sospechabaque se había utilizado para nombrar canciller a Elías Jaua el15 de enero. «Ya está la carta, ya la terminé», decía el mensajecon el que un colaborador de Maduro le enviaba a este el textoleído en Chile. El documento, al que tuvo acceso uno de losconfidentes con los que luego contacté, llevaba la firmaclaramente pegada.Ante la burda manipulación de la rúbrica de Chávez,Diosdado Cabello temió que Chávez ya hubiera muerto y quela conspiración cubana estuviera gobernando el país, ganandotiempo para instalar mejor a Maduro. Tres días después de la pantomima en la cumbre latinoamericana, el 31 de eneroCabello viajó a Cuba para comprobar que el comandanteseguía vivo. Se desconoce si los cubanos le permitieronacceder a la habitación, pero a su regreso de La HabanaCabello corrió entre sus filas que el presidente continuaba eneste mundo.
Movido día de San Valentín:
Un Hugo Chávez todavía vivo y con cierta capacidad decomunicación es el que refieren otras personas. Nidia FajardoBriceño, la antigua azafata con la que Chávez había mantenidouna de sus relaciones amorosas, asegura que el 14 de febrero, San Valentín, estuvo visitando al enfermo en el Cimeq. Conidia, pasado el tiempo, tuve una conversación a través de una persona interpuesta, que mantenía un teléfono en cada oreja,repitiendo mis preguntas a la mujer y transmitiéndome susrespuestas. Contactamos porque a ella le interesaba forzar quela familia de Chávez reconociera como hija de este a la pequeña Sara Manuela, que había sido fruto de la relaciónentre Nidia y el presidente. Los detalles que me dio acerca dela niña quedaron corroborados con varias fotos de tiempoatrás en las que salían Chávez y Nidia con Sara Manuela, ycon la partida de nacimiento de la pequeña. Esos documentos los publiqué en colaboración con Braulio Jatar, director de la publicación online venezolana Reporte Confidencial.
Eso contribuyó a que los Chávez aceptaran formalmente incluir a Sara Manuela en la familia. La versión de Nidia retrata a un presidente condificultades para expresarse, con una traqueotomía queincomodaba la interlocución, pero suficientemente consciente para reconocerle a ella. Cuenta que, siendo la fiesta de losenamorados, la margariteña insistió en recordar a Chávez sularga relación y su deseo de matrimonio. Dice que el enfermole prometió casarse al día siguiente. De ser cierto, habría quetomarlo como una manera de dar largas: no eran circunstancias para una boda. Nidia explica que durmió fuera de lahabitación y que al otro día ya no hubo ni siquiera ocasión deapelar a la promesa. Refiere que el día 15 apreció muchomovimiento en la habitación de Chávez y que ya no le fue permitido ver al presidente.La conversación con Nidia, como he dicho, fue a través deotra persona, por lo que cabe que preguntas y respuestas no sehubieran transmitido fielmente. Tal vez la mujer inventara,
fabulando ese episodio del día de los enamorados parareivindicarse como el verdadero amor del comandante. Noobstante, las fechas apuntadas coinciden con otra fuente.Alguien especialmente alto en la nomenclatura chavista,que trabajó estrechamente con Chávez durante mucho tiempo, pero quedaba excluido del personal autorizado en la corte presidencial que los Castro acogían en Cuba, asegura haber tenido información directa sobre las vicisitudes de laenfermedad a través de un par de personas que atendían al paciente. Eso no era fácil, porque había servidores habitualesde Chávez que habían sido desplazados por los cubanos.Ayudantes domésticos que habrían podido seguir con sutrabajo junto a Chávez habrían informado a ese dirigente queel 15 de febrero Chávez entró en coma, del que ya no se habríarecuperado. Esa fuente da como hecho que al día siguiente lamayor parte del equipo médico internacional abandonó Cuba.Tiene la convicción de que Chávez murió el 17 de febrero, eldía antes de que el Gobierno anunciara su traslado al HospitalMilitar Doctor Carlos Arvelo de Caracas.Un contacto del 17 por la noche entre Maduro y RoyChaderton, embajador de Venezuela ante la OEA, que esosmeses pasaba temporadas en Cuba como observador de esaorganización en las negociaciones que mantenían en la isla elGobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, avala queese día pudo haber ocurrido algo. «No solo a los soldados,también a los viejos civiles nos corren las lágrimas de dolor en este momento», exclamó Chaderton en la comunicación,obtenida por uno de mis informantes. «Yo soy parte de esosciviles», le respondió Maduro. Sin embargo, ese intercambiono apunta unívocamente a un fallecimiento. Los comentariostambién pudieron producirse ante una decisión de trasladar a Venezuela al paciente, ya definitivamente desahuciado y demuerte inminente.El dirigente que abona la tesis de que murió ese día basasu suposición en que ya nadie le comentó luego haber visto aChávez y en que en la zona reservada del Doctor CarlosArvelo jamás se apreció actividad médica. Sostiene que elcuerpo muerto del presidente fue trasladado en aviónambulancia a la capital venezolana con máscara de oxígeno ysondas, para simular que seguía con vida, y llevado por agentes de inteligencia cubanos disfrazados de enfermeros. Dela logística de recepción en Maiquetía, en la madrugada deldía 18 de febrero, se encargó un equipo designado por Diosdado Cabello. La llegada se gestionó al margen de ladirección del aeropuerto, con muchas luces apagadas y sin la presencia del personal de guardia.También Leamsy Salazar, jefe de seguridad de Chávez,estuvo esa madrugada en Maiquetía. Vio el cuerpo y concluyóque era el cadáver del presidente. Le pareció que no estaba bien preservado, aunque de llevar muerto mes y medio y noestar embalsamado lo normal es que para entonces estuvieramás descompuesto. También podía ocurrir que quien iba sobrela camilla fuera otro individuo, vivo o difunto, pues nadie pudo examinarlo de cerca, dado que todos los que rodeaban al presunto paciente eran cubanos, como confirma Salazar.De ser una simulación de traslado, se habría hecho a laespera de una oportunidad para anunciar que el presidentehabía juramentado finalmente el cargo en un acto sin públicocelebrado en el Hospital Militar, aunque no fuera cierto. Esohabría permitido falsificar la ratificación de Maduro comovicepresidente, que de momento ejercía esa función por unaficción jurídica. De hecho, la difusión el día 15 de febrero de las fotos aparentemente trucadas de Chávez con sus hijashabría tenido como misión dar la impresión de un presidenteen condiciones físicas para al menos jurar el puesto. Almargen de la situación real de Chávez, el Tribunal Supremoestuvo recogiendo las firmas de sus miembros para testificar sobre una juramentación a la que ninguno había asistido, comoyo mismo desvelé. Ni la máxima autoridad militar del hospital pudo entrar enla novena planta, custodiada por cubanos, ni empleados delcentro vieron nunca que de ella saliera basura. En eso abundael periodista Nelson Bocaranda, quien afirma que ni siquierala familia de Chávez subía a verlo. Pocos familiares fueronallí y cuando iba alguna de sus hijas no consta que accedieraal lugar custodiado por cubanos. «Sus hijas no subían;tampoco Maduro y eso que en ocasiones decía que acababa deestar con él. Se iban para arriba, pero no llegaban a la novena planta; esperaban un tiempo y volvían a bajar», cuenta. Otrarareza es que Evo Morales, probablemente el mandatariolatinoamericano más caro a Chávez, llegó al hospital el 20 defebrero y no se le autorizó ver al enfermo. Además, solo unode sus familiares, su hija María Gabriela, asistió el 1 de marzoa la misa celebrada en la capilla del centro, ofrecida por elrestablecimiento del jefe del Estado. Era algo sorprendenteante lo fetichistas que con el culto son muchos venezolanoscuando se trata de clamar al Cielo por la salud de un ser querido.Con ser sospechoso todo eso, Bocaranda confía en que eneste punto sus informantes tuvieran igual de razón que al principio de la enfermedad de Chávez, aunque muy probablemente ninguno de ellos tuvo evidencia personal ydirecta de que el comandante, vivo o muerto, estaba realmente
en el Hospital Militar. Al periodista venezolano leasegurarían, una vez anunciado el 5 de marzo el fallecimientode Chávez, que este fue desconectado ese día sobre las oncede la mañana, calculando que tardaría un par de horas en morir y así el tránsito podría coincidir aproximadamente con la horadel fallecimiento de Simón Bolívar, finado el 17 de diciembrede 1830 a las 13:03 horas. El proceso habría sidointerrumpido, conectando de nuevo al moribundo a laasistencia mecánica, para dar tiempo a la intervencióntelevisada que estaba realizando Maduro, en la que acusó aEstados Unidos de haber inoculado el cáncer a Chávez yadoptaba ya el tono sombrío con el que por la tarde comunicóla desaparición del mandatario. Desenchufado de nuevo, ellíder habría muerto, según el dato oficial, a las 16:25 horas.Una variante es la que le llegó al doctor Marquina, a quien unafuente le explicó al final del día que el presidente habíafallecido a las 12:25, pero que se había ofrecido como horaoficial el momento en que sus hijas dejaron la habitación, trasun tiempo reservado para que velaran al recién fallecido.
Final de novela de intriga:
¿Y si no fue ni una cosa ni la otra? La verdad es que ellenguaje corporal de Nicolás Maduro y de quienes leacompañaban en el anuncio televisado decía muchas cosas.inguno de los militares o ministros que estaban de pie juntoal vicepresidente, mirando a la cámara desde un rincón dehonor de la entrada del hospital, mostraba la afectación que seesperaría por la noticia de que en aquel momento y allí mismohabía muerto el carismático líder. Varios de ellos se giraronhacia Maduro, como si estuviera exagerando, cuando la voz le
comenzó a temblar. El ministro de Información, ErnestoVillegas, consultó varias veces su reloj como si aquello nofuera con él. O Chávez no estaba allí o había llegado muerto aCaracas… Aunque también cabe la explicación de que paratodos ellos el comandante, a quien no veían hacía tiempo,comenzaba a ser ya para entonces una figura lejana.Probablemente la mayoría no sabía absolutamente nada y aestas alturas todos desconfiaban ya de cualquier versiónoficial que pudiera darse.En la víspera del anunciado traslado de Chávez el 18 defebrero al Hospital Militar, el equipo médico que había venidotratando a Chávez quedó desmantelado del todo, por lo que serompió la cadena de información que había permitido elaborar los informes confidenciales que me habían llegado a lo largode más de un año. Si ya en los dos últimos meses lasinformaciones podían quizá ser menos fiables –los cubanoshabían hecho cada vez más hermético el caso–, los datos queobtuve en esas dos semanas finales eran confusos. Se hablabadel retorno a Venezuela, pero el transporte habría sido a «suinstalación médica secreta en la isla», expresión que siemprehabía hecho referencia a La Orchila, en cuya residencia presidencial, como ya se ha explicado, Chávez había recibido previamente algunos tratamientos. Pero después losinformantes, que apuntaban a un rápido crecimiento del cáncer en el pulmón izquierdo, creían que el enfermo había sidollevado de regreso a Cuba el 1 de marzo, y que murió allí en lanoche del 4 al 5 de marzo, horas antes del anuncio oficial.En el momento de escribir estas líneas sigue siendoimposible saber cuál es la versión verdadera: que Chávezfalleciera en Cuba entre el 29 y el 31 de diciembre de 2012;que lo hiciera el 17 de febrero de 2013, el día antes de su traslado oficial a Venezuela; que la muerte ocurriera en elHospital Militar de Caracas el 5 de marzo como dijo elGobierno o que expirara esa fecha pero en Cuba. Lamentodefraudar a quienes lógicamente al llegar aquí esperabanencontrar la solución del acertijo. Este capítulo termina comoesas novelas que ofrecen varios finales alternativos, que sedejan a elección del lector.Por los datos aquí expuestos, personalmente me cuestacreer que Chávez dejara de existir a final de 2012 y me inclinoa pensar que siguió con vida, otra cosa es en qué condiciones,al menos hasta mediados de febrero de 2013. Pero es solo unaapuesta. En cualquier caso, parece probable que falleciera enla patria de Fidel y es posible que su cuerpo no fueratrasladado a Caracas hasta que se anunció su defunción. Tuveinformaciones, imposibles de confirmar, que indicaron que elcadáver de Chávez pudo llegar de Cuba el 5 de marzo por lanoche y ser transportado a la morgue del Hospitalito, en elrecinto de Fuerte Tiuna, donde está la Academia Militar.Habría permanecido ahí hasta el momento de hacer un
cambiazo
de ataúd cuando el cortejo fúnebre llegó al sótanode la Academia, antes de subir a la capilla ardiente. No fueronlas únicas fuentes que indicaron que el féretro paseado durantemás de siete horas bajo el calor de Caracas e inmerso en un baño de multitud iba vacío. El régimen utilizaba a placer elsentimiento de miles de ciudadanos, con un engaño último quecoronaba todo el teatro de los últimos meses.Sea cual sea la opción que se escoja como final de estahistoria, he aquí un hecho que señala bien quién dirigía latragicomedia: el 5 de marzo temprano, a eso de las 7 de lamañana, fue interceptada una comunicación de La Habanadirigida al Palacio de Miraflores. En ella se anunciaba la
muerte de Chávez. ¿Acababa de producirse en Cuba, era laorden de desconectarle en Caracas o la luz verde para hacer público un óbito ya ocurrido con antelación? Los Castrocomandaban, como lo harían en la campaña electoral queinmediatamente se abría.
3.- «ES VERDAD, AÑADIMOS VOTOSFALSOS»
El fraude electoral:
Las computadoras secretas de los chavistas lo indicaban bienclaro. A las seis de tarde, la hora en que en ese 14 de abril de2013 debían cerrar los centros electorales en Venezuela, las presidenciales las había ganado Henrique Capriles Radonski.Suya era la banda tricolor que, no obstante, al final de un proceso amañado, se acabaría poniendo Nicolás Maduro. Unsistema informático paralelo al oficial permitía al chavismosaber en tiempo real a lo largo del día la evolución del voto yle facultaba conocer el número de votos falsos que debía producir para girar el resultado. Eso ocurría en el marco de un proceso completamente electrónico, como es habitual enVenezuela, y con la complicidad de quien debía ser su árbitro,el Centro Nacional Electoral (CNE). Gran parte de la trampase gestionó desde Cuba.A las diez de la mañana, Diosdado Cabello se personó enla sede del Ayuntamiento de Caracas, en el municipioLibertador. El número dos del régimen acudió con su jefe deseguridad, Leamsy Salazar. Ambos subieron a la planta deldespacho del alcalde y se encaminaron a una dependencia próxima. Allí se había instalado una sala de seguimiento informático electoral considerada
top secret
. De accesoabsolutamente restringido, en ella solo se dieron cita Cabelloy Jorge Rodríguez, alcalde caraqueño y gran mago del engañoelectoral chavista. También estuvo la hermana de este, DelcyRodríguez, luego nombrada titular de Exteriores, y elvicepresidente Jorge Arreaza, quien fue convocado allí deurgencia por la tarde cuando hubo que acelerar el golpeelectoral.En la sala, dispuestos en forma de U, había veinticuatromonitores, uno por cada estado venezolano, más uno centralque totalizaba los datos de todo el país. El alto grado dereserva limitaba a uno o dos técnicos el personal a cargo delmanejo de los aparatos. Testigo ya de unos cuantos secretosdel chavismo, Salazar se dio cuenta desde el primer instantede lo irregular de la situación: en las pantallas de losordenadores estaban apareciendo los votos que iban lograndoen cada momento Capriles y Maduro. Eso ni siquiera podíaconocerlo el CNE, dado que las máquinas electrónicas devotación solo se conectaban en red al final de la jornadaelectoral para transmitir los resultados. Pero esas máquinas,que tienen capacidad de comunicación bidireccional como handicho las auditorías, durante el día podían transmitir datos orecibirlos de modo inalámbrico.Los centros electorales habían abierto a las seis de lamañana y en pocas horas el candidato de la Mesa de la Unidad(MUD) había cobrado ya buena delantera. Hacia las 11.30horas Capriles, líder además del partido Primero Justicia ygobernador de Miranda, tenía una ventaja de cuatrocientos milvotos, según vio Salazar. Aunque el militar llevaba pocotiempo a las órdenes de Cabello –había estado asignado aHugo Chávez hasta el funeral del comandante un mes antes–,
podía calibrar el grado del creciente nerviosismo del presidente de la Asamblea Nacional, compartido por quienesle acompañan en la sala. Refiere que les veía usar un teléfonoencriptado para hacer llamadas al CNE. El puesto de mandode Libertador coordinaba centros de totalización parcialesdistribuidos por el país, desde donde se podía operar sobrelas mesas electorales de cada zona.El día pasaba y la perspectiva de la derrota estabahaciendo enfurecer a la cúpula chavista. «Maldita sea, ¿vamosa permitir que esta mierda de elecciones las gane este
maricoel coño
de Capriles?», preguntó Cabello, mirando alrededor.Salazar cuenta que entonces los dirigentes del PartidoSocialista Unido de Venezuela (PSUV) hicieron una reunión deurgencia, a la que luego se sumó el vicepresidente Arreaza.Las gestiones para alterar la situación habían producido algúnefecto, pues al apurar el chavismo sus prácticas de coaccióndel voto y de movilización forzada de electores la distancia sehabía podido reducir. Pero hacia las cuatro de la tardeCapriles seguía arriba, según nuestro testigo, por 220.000votos. Había entonces que romper la baraja.«Es cuando ese día se cayó el sistema de internet. Al pocosalió en público Arreaza anunciando que había habido un problema con internet y que se estaba arreglando. Cuando serestituyó el servicio las pantallas de las computadorascomenzaron a revertir la situación: iban llegando más votos para Maduro». El clima cambió en la sala y los jerarcaschavistas empezaron a reírse cínicamente. «Estabas cagado,¿verdad?», se tomaban el pelo entre ellos. Al final de lanoche, el CNE proclamó vencedor a Maduro por unadiferencia de 223.599 votos: le atribuyó 7.587.579 (50,6 por ciento), frente a los 7.363.980 de Capriles (49.1 por ciento).
¿Qué había pasado?
Salazar aduce que la caída de internet fue provocada para descargar el tráfico en la red telefónica y así poder manejar con mayor garantía el complejo volumen de datos que alimentaba el sistema informático paralelo del PSUV. Era vital saber el reparto del apoyo con que se encaraba el final de las votaciones, pues la producción de votos falsos a gran escala requería una distribución que no chocara en exceso con la tendencia que se registraba en cada mesa. Había que agotar la bolsa de votos de personas con cédulas de identidad falsas y transmitir órdenes a los miles de agentes chavistas repartidos por los centros electorales para la emisión de votos falsos.
Bajo mano, el CNE había entregado a activistas del partido el mando técnico de las máquinas de votación y de otros procesos clave de la jornada. Para esa operación final el chavismo necesitaba tiempo, así que poco antes de las seis de la tarde, cuando debían cerrar los centros electorales, el CNE anunció que prorrogab ael horario hasta las ocho allí donde se necesitara. El vuelco se dio en ese tiempo supletorio. Además, la sospechosa práctica del CNE de no dar resultados hasta que, una vez ya ultimados, hubiera una «tendencia irreversible» servía para tapar movimientos hechos a última hora. También la proclamada victoria de Chávez sobre Capriles de medio año antes seconsumó hacia el final de la jornada.
Máquinas bidireccionales:
El testimonio de Salazar coincide con las averiguaciones hechas por varios expertos. Umberto Villalobos, de la empresa venezolana de estudios electorales Esdata, ha podido anotar las horas en las que cada centro electoral envió esa noche sus resultados al CNE, de acuerdo con el acta impresa por las máquinas de votación. Esos datos arrojan una gráfica en la que se ve cómo los votos para Maduro fueron más abundantes en los centros que demoraron su cierre, con un inexplicable pico, del todo anómalo, especialmente pronunciado entre las 19.30 y las 20.05 horas. El guardaespaldas de Cabello confirma que cuando el 75 por ciento de los centros electorales habían enviado ya sus resultados, Capriles seguía estando en cabeza. Fue en los centros que remitieron más tarde su escrutinio donde se produjo el repentino cambio de tendencia. ¿Eran votos de electores reales, se debían a dedosanónimos que indebidamente le daban a las máquinas devotación (llamémosle voto plano) o se habían generado electrónicamente desde un lugar remoto (voto virtual)? Eso es algo que Salazar no puede precisar. Era la primera vez que acudía a la sala secreta de seguimiento electoral del PSUV, dado que en anteriores procesos electorales había permanecido junto a Chávez y este delegaba la supervisión en otros dirigentes, así que le faltaba información para atar cabos.
Pero no le cupo la menor duda de que durante aquella jornada estaba presenciando un colosal pucherazo. La respuesta a la pregunta está en las pruebas obtenidas por los especialistas en seguridad informática Anthony Daquiny Christopher Bello. Daquin trabajó para la agencia de cedulación de Venezuela, en los comienzos de la manipulación chavista del sistema de identificación. Bello participó en una auditoría del sistema de votación venezolano llevada a cabo entre 2011 y 2012, en la que detectó graves anomalías. Ambos concluyen que en el censo –el Registro Electoral Permanente(REP), que el CNE niega a la oposición– hay 1.878.000 electores más que el número las personas mayores de 18 años incluidas en el registro oficial de identificación.
Así, elchavismo utilizaba ese volumen de votantes con varias cédulasde identidad (o extranjeros cedulados de modo informal) como colchón para modular sus victorias. Además, en su supervisión del instrumental Bello comprobó que las máquinas de votación tenían cuatro BIOS (Basic Input Output System), lo quesuponía una complejidad mayor de la necesaria y facilitaba la comunicación con dispositivos externos.
Esa conectividad habría hecho posible tanto el conteo del voto como la emisión de voto plano. El corte de internet y de suministro de energía eléctrica en ciertos lugares también fue propiciado por la cúpula del PSUV para hacer frente a un ataque recibido en su sistema informático paralelo. Jorge Rodríguez dio la voz de alarma públicamente al ver cómo una operación de hackeoanti chavista estaba dañando información del REP –el listado de votantes– con el objetivo de eliminar nombres repetidos u otros rastros de electores ficticios. Eso posiblemente había evitado que cerca de novecientas mil identidades falsas tuvieran capacidad de votar.
Restaurado el servicio de internet quizás parte de esos votos pudieron emitirse, pues durante el apagón el chavismo logró colocar un duplicado tomado de su sistema de respaldo, pero la hora de cierre se estaba echando encima. Entre las seis y las ocho, Maduro recibió más deseiscientos mil votos, un volumen que materialmente no era posible sumar mediante el procedimiento natural de votación.
Una parte importante tuvo que ser mediante voto plano. La emisión de un monto tan grande de votos en escasotiempo lleva a Umberto Villalobos a pensar que el giro final sedebió al voto digital, cuya existencia siempre se temió: la posibilidad de que desde un servidor central se cambiaran los dígitos de las totalizaciones. En su opinión, las anomalías registradas en esa totalización obedecieron a complejos modelos de cálculo que no podían más que haber sido ejecutados por una máquina central. Al ser bidireccionales, en el momento de conectarse en línea para transmitir el resultado electoral las máquinas de votación podrían recibir información que lo modificara: las actas del reparto de votos se imprimían una vez realizada la transmisión del resultado.
Christopher Bello, sin embargo, descarta el voto digital y ustifica que toda la ejecución fue física. Su experiencia muestra que el esfuerzo del fraude se centró en origen, alrededor de cada una de las mesas. Así también parece indicarlo la lógica de toda la movilización del aparato chavista que seguidamente va a describirse. Es posible que el recurso al cambio informático de dígitos quedara como un plan b, reservado para ocasiones en las que no hubiera otraforma de ganar las elecciones; de hecho el procedimiento había ido mutando, perfeccionándose de acuerdo con las necesidades del partido.
Confesión del robo:
El robo electoral fue confirmado confidencialmente a EstadosUnidos por algunos de los principales dirigentes chavistas.Desoyendo las denuncias de irregularidades hechas por laoposición y la llamada de algunos países y organizacionesinternacionales a un recuento que evitara la confrontaciónnacional, el universo chavista inicialmente cerró filas en tornoal electo presidente. Pero solo fue una apariencia. No tardaríaen retomarse de nuevo la pugna soterrada entre Maduro y
Cabello, y distintos dirigentes oficialistas comenzaron aentablar contactos indirectos con Estados Unidos para limpiar su pasado: por si en un próximo futuro, convertidos enalternativa a Maduro, requerían reconocimiento internacional,o por si al final no tuvieran más remedio que marchar deVenezuela y entonces necesitaran quedar a salvo de órdenesinternacionales de captura contra ellos por sus negociosilícitos.Hubo encuentros de ese tipo en varias islas del Caribe ytambién en alguna capital europea. No había pasado ni un mesde las elecciones cuando emisarios de Cabello y del nuevoministro de Interior y Justicia, el general Miguel RodríguezTorres (los contactos eran por personas interpuestas, dado elriesgo que suponía hacer viajes al extranjero con ese propósito), reconocían lo que todo el mundo sospechaba. –«Vale, es verdad. Añadimos trescientos cincuenta milvotos. Las estaciones uno, dos y tres de los centroselectorales estaban operados por gente nuestra. –Capriles nos quitó novecientos mil votos, y habríanllegado a ser dos millones si no llega a haber votoasistido y los demás procedimientos». Puede que las cifras estuvieran redondeadas, y que ese«añadir» se refiriera solo al voto plano fabricado de formacompulsiva en el último momento. En cualquier caso era unaadmisión en toda regla de que habían robado la presidencia.«Para ellos no fue fácil decir eso», cuenta una de las personas presentes en el encuentro. «Aunque estuvieran actuando contraMaduro al contactar con Estados Unidos, se resistían adeslegitimar el resultado electoral, porque entonces tambiénquedaba deslegitimado todo posible recambio chavista en la
efatura del Estado. Pero al final se vieron tan presionados para ofrecer signos de disposición a posibles tratos quecedieron ante las insistentes preguntas».La confesión admitía que novecientos mil votos se leshabían esfumado (obra del ataque recibido) y calculaba en dosmillones de votos el margen de seguridad con el que elchavismo afrontaba cada elección (el grueso era la identidadfalsa). Sirva ese reconocimiento para sonrojo de algunos
acompañantes
internacionales, como los enviados por elCongreso de los Diputados de Madrid, que el día electoraltransmitieron beatíficamente su impresión de que todo habíatranscurrido con normalidad. No era la primera vez que capitostes del régimenreconocían en privado que los procesos electorales enVenezuela estaban trucados. Eladio Aponte Aponte,magistrado del Tribunal Supremo hasta 2012, año en queescapó a Estados Unidos, revela que así se lo explicó sucolega Francisco Antonio Carrasquero, que era vicepresidentede la Sala Constitucional y previamente había presidido elConsejo Nacional Electoral (2003-2005). También JorgeRodríguez, que igualmente fue presidente del CNE (2005-2006) y luego dirigió las campañas electorales de Chávez yMaduro, le comentaría a Aponte que el sistema estabaadulterado. «No te preocupes, todo está controlado», aseguraque le dijo en una ocasión Rodríguez, en un contexto que nodejaba lugar a dudas sobre el grado de dominio que elchavismo tenía sobre todo el proceso. Algunas de esasconversaciones tuvieron lugar en compañía de otrosmagistrados del TSJ. En ellas se especificó que el sistemaelectoral electrónico era supervisado desde Cuba, a través delcable submarino que une esa isla con Venezuela.
Ese cable atraería la atención de un servicio secretoextranjero no estadounidense, que días antes de las presidenciales del 7 de octubre de 2012, a las que se presentaba un Hugo Chávez ya muy enfermo, localizó su puntode entrada en el mar desde tierra venezolana y determinódónde, a gran distancia de la costa, los buzos debíansumergirse para inutilizarlo. Al final esa operación no fueejecutada. Sin estar confirmado que la irregularidad electoralestuviera en la creación electrónica –ficticia– de miles devotos desde un servidor central en Cuba, la acusación desabotaje a un agente externo o a la oposición era un precio queno tenía sentido pagar. El centro de conexión con Cuba estabaen el noveno piso de la torre Banesco de Caracas y losservidores del operativo se encontraban a corta distancia, enel segundo piso de la torre de CANTV, atendidos por personalcubano y venezolano de inteligencia. Que en Cuba conocíandirectamente la marcha de la votación lo corrobora el hechode que Raúl Castro felicitara a Chávez el 7-O de 2012 variashoras antes de que el CNE le proclamara vencedor. Unacomunicación interceptada así lo puso de manifiesto.El magistrado Aponte fue testigo ya en las presidencialesde 2006, como Leamsy Salazar en las de 2013, delfuncionamiento de la sala situacional desde la que el chavismocontrolaba ilegalmente las elecciones. Estaba camuflada enuna casa de la urbanización El Placer, en el área metropolitanade Caracas. La casa se encontraba cerca de las instalacionesmilitares de Fuerte Tiuna, sede el Ministerio de Defensa,donde estaba instalado el operativo del CNE para recepciónoficial de los datos de todos los centros electorales. Apontehabía sido convocado en calidad de coordinador de la
seguridad penal
de la jornada electoral. Para ese día, la Sala
Penal del Tribunal Supremo de Justicia, que él presidía, habíaestablecido un listado de fiscales de guardia, todos ellosdecididamente afines al chavismo, para asegurarse ladetención de militantes opositores que con sus denunciasalteraran la votación o para garantizar la libertad de activistasoficialistas que intimidaran a otros votantes. «Habíamotorizados que ponían a los votantes opositores en fila y les pedían las cédulas de identidad; era para entorpecer su caminoal centro electoral y meterles miedo», apunta Aponte,admitiendo que la consigna dada a los fiscales era que dejaranhacer.«Desde fuera la casa parecía un búnker: estabacompletamente cerrada, con un cercado muy potente; nadiedesde fuera podía ver lo que ocurría dentro», cuenta Aponte.«Cada par de horas se actualizaban datos sobre cuántos votosllevaba uno y otro candidato y se tomaban decisiones demovilización». Allí estuvieron, entre otros, FranciscoAmeliach, jefe de la campaña presidencial de 2006; DiosdadoCabello, número dos del partido, y Jorge Rodríguez, que hastahacía unos meses había sido presidente del CNE y coordinabalas incestuosas relaciones entre el PSUV y la autoridadelectoral. Rodríguez se llevó del CNE a varios ingenierosinformáticos que conocían bien las
tripas
del sistema. Cuandoen 2008 accedió al cargo de alcalde de Caracas instaló en laalcaldía esa especial sala situacional secreta.
Un psiquiatra en la ingeniería electoral:
Jorge Rodríguez fue una persona clave en el proceso de perversión del sistema de voto electrónico en Venezuela. Fueél quien desde el Consejo Nacional Electoral se ocupó de la
concesión a Smartmatic, una empresa de reciente creación yapenas conocida en el sector, de la solución integral telemáticade todos los pasos de la jornada electoral: votación,escrutinio, totalización y adjudicación.La automatización del voto en la democracia venezolanafue acordada por ley al final de la presidencia de CarlosAndrés Pérez. Se introdujo de la mano de Indra, una compañíaespañola de innovación tecnológica con cierta experiencia enun campo entonces naciente. En una automatización progresiva, Indra aplicó diversos desarrollos en laselecciones de 2000, convocadas como legitimización de los poderes públicos tras la nueva Constitución aprobada endiciembre de 1999, casi un año después de que Chávezaccediera al poder. La Constitución bolivariana alargaba hastaseis años el mandato presidencial, con lo que el nuevohorizonte electoral de Chávez era 2006. Eso daba margen detiempo al chavismo para preparar su asalto a las máquinas devotaciones, pero el referéndum de 2004 sobre la continuidaddel presidente forzado por la oposición aceleró los preparativos.Médico psiquiatra de formación, Jorge Rodríguez dejó delado la práctica de esa profesión para meterse en la sala demáquinas de la producción del voto chavista. Con trayectoriade militancia en movimientos de izquierda radical, hijo de unlíder marxista muerto en 1976 estando en custodia de losservicios de inteligencia venezolanos, Rodríguez ofrecíagarantías de compromiso revolucionario. En 2003 entró en elCNE como uno de sus rectores. Su misión fue la de organizar una nueva licitación para designar la empresa encargada de lacompleta automatización de las elecciones.La opción más lógica hubiera sido apostar por la oferta de
Indra de ampliar y actualizar su sistema, pues en el pasado yahabía instalado en el país siete mil máquinas de votaciones. Alconcurso también se presentaban otras dos empresas. Una eraDiebold, cuya matriz estadounidense, ES&S, era líder mundialdel sector. La otra oferta estaba liderada por Smartmatic, una pequeña firma con sede en Florida, constituida en 2000 por varios jóvenes venezolanos, cuya tecnología nunca se había puesto a prueba en unas elecciones y que ahora se proponíadiseñar y construir máquinas de votación con pantalla táctil.Smartmatic se presentaba junto con Bista, una empresa deingeniería cubana que iba a aportar el software, y con CANTV,el mayor proveedor de telefonía de Venezuela, a quiencorrespondería la transmisión de los datos. La suma de esostres nombres había llevado a bautizar la sociedad como SBC.En un proceso de gran rapidez y poca trasparencia, en febrerode 2004 se dio por ganadora de la licitación a SBC.El nuevo sistema se estrenó con prisa en el referéndumrevocatorio del 15 de agosto de 2004, que el presidenteChávez ganó con el 59,1 por ciento de los votos, frente al 40,6 por ciento de quienes pedían su marcha. La sorpresa delresultado, cuando se creía que el chavismo estaba contra lascuerdas, y las estrechas relaciones entre Smartmatic y elGobierno asentaron las dudas que desde entonces habría sobrela limpieza del proceso en todas las elecciones.Antes de la adjudicación, sin que se hiciera público, elEstado venezolano había adquirido el 28 por ciento de lasacciones de Bista. Tres años después Chávez renacionalizóCANTV. A raíz de esos dos movimientos, y de las sombrassobre la propiedad misma de Smartmatic, se puso en cuestiónla independencia de la compañía. Mediante la compra de unaempresa estadounidense con mayor experiencia, Smartmatic había comenzado a prestar servicios en algunos lugares deEstados Unidos, pero en 2007 tuvo que dejar de operar en ese país porque la marca estaba contaminada por sus relacionescon el chavismo. Se había sabido, por ejemplo, que en abril de2005 Smartmatic pagó a Jorge Rodríguez, entonces presidentedel CNE, una estancia de lujo en un hotel de Boca Ratón(Florida), dos meses antes de que la autoridad electoralrenovara el contrato para las legislativas de diciembre de eseaño. La negativa de la oposición a participar en esoscomicios, por su completa desconfianza hacia el sistema devotación, permitió que el oficialismo pasara a controlar laAsamblea Nacional y copara aún más las instituciones.Smartmatic siempre defendió la inviolabilidad de susistema. Cuando este se estrenó en Venezuela, fue rubricado por observadores internacionales, aunque no se trató de unainspección exhaustiva. La Unión Europea, que elaboróinformes en 2005 y 2006, precisó que los encuentros fueron un«foro de discusión entre expertos de los partidos políticos, lasociedad civil y la administración electoral, pero no fueronauditorías».La automatización del voto tuvo ya un buen rodaje en las presidenciales de 2006, pero un enfado monumental del líder bolivariano llevaría a la enorme sofisticación del operativoelectoral chavista visto más adelante. En el referéndum del 2de diciembre de 2007, las reformas constitucionales planteadas, entre ellas la de permitir ilimitadas reeleccionesde presidente, fueron rechazadas por 4,5 millones de personas,frente a los 4,3 millones que las apoyaron. El chavismoquedaba claramente por debajo de los 7,3 millones de votoscon los que el presidente había sido reelegido en 2006.«¿Dónde están los tres millones de votos que faltaron?», preguntó a sus colaboradores un Chávez soliviantado, quedespachó el triunfo de la oposición como una «victoria demierda». El líder bolivariano se cobraría la revancha con otroreferéndum, en febrero de 2009, que finalmente aprobó lasreformas. El toque de atención llevaría a la toma del controlde la movilización electoral por parte del Frente Francisco deMiranda y a una mejor coordinación en la violación del proceso mismo de votaciones.
El Frente Francisco de Miranda y las misiones:
Bautizado con el nombre de uno de los héroes de laindependencia venezolana, el Frente Francisco de Miranda fuecreado en junio de 2003 en La Habana por Hugo Chávez yFidel Castro. Nacía con el propósito de actuar en Venezuela aimagen y semejanza de los Comités de Defensa de laRevolución de Cuba. En diez años llegaría a contar con cercade veinte mil militantes, llamados Luchadores SocialesBolivarianos (LSB) y agrupados en mil setecientas EscuadrasBolivarianas Integrales (EBI). Eran cuadros doctrinalmenteformados en Cuba para ser la voz de la revolución –y tambiénsus oídos– entre la ciudadanía venezolana.Esta organización «disciplinada», según proclamaban sus postulados oficiales, surgió ante la necesidad de la revoluciónvenezolana de contar entre la población con actores sociales«sólidos y efervescentes», que contribuyeran a la«consolidación de la unidad cívico-militar» y estuvierandispuestos a actuar «con vehemencia» frente a amenazascontra la soberanía nacional. Como máximos dirigentes, puestos por el poder cubano en la sombra, figuraron ElíasJaua, que en el Gobierno ocuparía, entre otros, los puestos de
vicepresidente y de canciller, y Erika Faría, dos vecesministra del Despacho de la Presidencia con Chávez.La creación del FFM coincidía con la puesta en marcha enVenezuela de las misiones bolivarianas, algunas de las cualestambién nacían con ayuda cubana, como la misión BarrioAdentro, que desde entonces desplegó miles de médicoscubanos en territorio venezolano. Las misiones socialesatendían necesidades específicas de la población con menosrecursos, pero no solo respondían a un propósito asistencial,sino también clientelar y de control comunitario. De hecho, algestionarse al margen de los departamentos ministeriales yfinanciarse no mediante el presupuesto del Estado sino dePdvsa, resultaban más una labor de beneficencia, cuyoreceptor debía agradecer al benefactor, que un derecho quecorresponde al ciudadano. La idea de instaurar el Frente y delanzar las misiones fue la receta que Fidel Castro le ofreció aChávez cuando este acudió a Cuba en busca de ayuda paraconsolidarse en el poder, tras haber sido defenestrado brevemente de la presidencia en abril 2002.En preparación de las presidenciales de 2012, el año antesChávez lanzó las Grandes Misiones. A diferencia de latreintena de misiones impulsadas con antelación, muchas deobjetivos reducidos y dedicadas a prestar determinadosservicios, las grandes misiones ofrecían la posibilidad desueldos, pensiones o casas a todos los que reuniendo lascondiciones requeridas se apuntaban a la lista. Prometían laconstrucción y entrega de dos millones de viviendas en seisaños para familias sin hogares adecuados (Gran MisiónVivienda), beneficios mensuales a familias con ingresosinferiores al salario mínimo y tenían hijos menores odiscapacitados (Gran Misión Hijos de Venezuela), capacitación y colocación de trabajadores cualificados (GranMisión Saber y Trabajo), pensiones a adultos mayores que no pudieron cotizar a la seguridad social (Gran Misión Amor Mayor) y apoyo a los agricultores con créditos y distribuciónde sus productos (Gran Misión AgroVenezuela). En total teníanuna financiación asignada de veintiséis mil millones dedólares, básicamente provenientes de Petróleos de Venezuela.La esperanza de alcanzar el apartamento o la nevera prometida, o bien de conservar la vivienda pública yaobtenida, era un buen modo de tener cautivo al votante, por eltemor a un cambio de gobierno que acabara con esas dádivas o por la extendida desconfianza sobre la confidencialidad delvoto. ¿A qué, si no, la insistencia de Chávez a los encargadosde los programas de que se alcanzaran los diez millones de personas? A esa cifra se llegó en 2012 entre los beneficiariosde las grandes misiones y el número de funcionarios. Encuanto a estos, Venezuela había pasado de los 1,3 millones en2002, a 2,4 millones diez años después. Un incremento del 83 por ciento debido a nacionalización de empresas y alestiramiento de la plantilla de Pdvsa. En 2012, casi el veinte por ciento de la población activa de Venezuela erantrabajadores públicos, frente al cuatro por ciento en Colombiao el poco más del ocho por ciento en Perú. Por su parte, las personas apuntadas a las grandes misiones alcanzaban los 7,9millones un mes antes de las elecciones. Ambos grupossumados –ser funcionario impedía registrarse en las grandesmisiones, y estas eran excluyentes entre sí– suponían un totalde 10.392.127 personas.¿Por qué importaba alcanzar ese umbral? Porque con ellose había creado dependencia sobre la mitad del electorado.Esa cifra total era el 54,9 por ciento del censo (en realidad
algo más si tenemos en cuenta que en el registro electoralhabía 1,8 millones de identidades falsas). Para ganar en lasurnas, pues, bastaba concentrarse en llevar a esas personas alos centros de votación. Chávez nunca aspiró a convencer almayor número de venezolanos posible: su estrategia fuesiempre cuidar a las clases sociales populares y pobres, queeran suficiente mayoría para ganar en las urnas, usandoademás la lucha de clases para galvanizarlas; el suyo era unlenguaje de confrontación. También Nicolás Maduro, cuandoen 2015 se lanzó a recoger firmas contra la sancionesimpuestas por Estados Unidos contra elementosgubernamentales implicados en abusos de los derechoshumanos tuvo como meta alcanzar diez millones de rúbricas.En algunos lugares, a quien firmaba se le regalaba un pollo.Las grandes misiones se pusieron bajo la coordinación delMinisterio del Poder Popular para las Comunas y ProtecciónSocial, creado en 2009 como vehículo para impulsar una redde comunas que con el tiempo pudiera sustituir a laorganización tradicional de estados y municipios. EseMinisterio para las Comunas se ideó como plataforma deexpansión de la revolución
a la cubana
utilizando la penetración capilar de los cuadros del Frente Francisco deMiranda. Erika Farías, dirigente del Frente, presidió elministerio en su arranque, y luego pasó a manos de Elías Jaua.Fue el FFM, utilizando la infraestructura pública deldepartamento –red informática, instalaciones, directorios, bases de datos…– el encargado de asegurarse durante losmeses previos a las presidenciales de que cada uno de los beneficiarios de las grandes misiones iba a votar
rojo rojito
.Quien crea que se hizo con la informalidad característica delCaribe peca de la ingenuidad con que muchas veces se juzgó al chavismo. La milimétrica planificación habría sidomerecedora de un máximo premio de alta direcciónempresarial en cualquier santuario del capitalismo.Todo eso estuvo ya en marcha en las elecciones del 7 deoctubre de 2012, las últimas a las que se presentó Chávez, yvolvió a reeditarse en las del 14 de abril de 2013, con Madurocomo candidato tras la muerte de aquel. En esa segundaoportunidad, al tener el chavismo que falsear más aún el proceso, fue más fácil verle las costuras a la trampa. Granvolumen de documentos internos del FFM procedentes de unafiltración arrojan luz sobre el
modus operandi de esamovilización electoral.
Sistema programado desde Cuba:
Dos días antes de que en la noche electoral, desde el balcóndel Palacio de Miraflores, Nicolás Maduro se comprometieraa voz en grito, como retando, a «que las cajas hablen y diganla verdad» –la promesa de un recuento trasparente de losvotos que nunca cumpliría–, desde Cuba se transmitíaninstrucciones para enmascarar la mentira a punto demanufacturarse en esas presidenciales del 14 de abril de 2013.«Orden de operación Nº 004. Instrucciones para el sistema deinformación. A partir de la información filtrada a los mediosde difusión, sobre el uso y manejo del sistema informáticoelectoral y con el fin de proteger los datos que por estecirculen, se orientan las siguientes medidas».La orden, girada desde la sede del Frente Francisco deMiranda, alertaba sobre lo que ese día yo había publicado en
BC
. La comunicación interna del FFM reproducía el titular utilizado por el diario («el aparato chavista tiene un sistema
paralelo pasa saber ilegalmente en tiempo real cómo votan losvenezolanos el próximo domingo») y también el primer párrafo de la información publicada: «miles de activistaschavistas, con acceso en tiempo real a los datos de emisióndel voto, lo que constituye un claro fraude electoral, intentaránmodificar la evolución de la participación en las presidenciales venezolanas del domingo en beneficio propio yen perjuicio de la oposición, con la aparente connivencia delConsejo Nacional Electoral (CNE)».La transmisión confidencial desde la localidad cubana dePinar del Río reconocía que el contenido de la noticiadescribía «en forma detallada y precisa» el sistemainformático, paralelo al del CNE, que el Frente Francisco deMiranda utilizaba en las elecciones, conocido internamentecomo Roque 2. El Frente se declaraba desconcertado sobre«la fuente usada por el emisor del ataque» y requirió a susmiembros el cambio de sus correos electrónicos, dandodirectrices para actuar con sigilo: apertura de cuentas connombres que no tuvieran que ver con la organización y cuyos perfiles, para despistar, estuvieran asociados a actividadesdeportivas, culturales o académicas. La orden del Frente incluía otra recomendación:«considerando la filtración de información» a los medios, «sedebe garantizar que los LSB [Luchadores SocialesBolivarianos] desplegados no porten indumentaria consímbolos alusivos a la organización». Con ello se pedía a losactivistas disimular su presencia el día electoral en los centrosde votación, con el fin de poder realizar su tarea sin ser advertidos por observadores que pudieran cuestionar lalimpieza del proceso. La cautela no era para menos.Emplazados en miles de centros electorales, los activistas tenían como misión transmitir mensajes de móvil durante todala jornada electoral para alimentar el Roque 2. Cada ciertotiempo debían elevar a sus mandos el número de
votos rojos
(Nicolás Maduro) y
votos azules
(Henrique Capriles) que seiban registrando. No había manera de saber esos datos sin hacer trampa. Losdocumentos obtenidos no especifican el modo de lograr esainformación. Los activistas del Frente podían sacarla decómplices situados en los puestos cruciales de los centroselectorales, pues una segunda operación que se desarrollabaaquel día situaba a otros agentes chavistas al mando técnicodel procedimiento de votaciones en los centros, sin que sufiliación política fuera públicamente conocida. Militantes delPSUV estaban a cargo del sistema de identificación inicial delos electores, en la entrada de los centros, y de las máquinasde votación, una por mesa. Y eso solo era posible con lacomplicidad del CNE. Esa adjudicación secreta era algo quevagamente se sospechaba ya entonces, pero documentacióndetallada examinada posteriormente para la elaboración deeste libro certifica que ese despliegue ciertamente se realizó.El chavismo había confeccionado listas que especificaban elmilitante del PSUV responsable de cada distrito, así como elnombre, el número de identidad y el teléfono móvil de quienesen los diferentes centros iban a ejercer el día electoral deOperadores de Máquinas de Votación (OMV) y de Operadoresde Estación de Información (OEI), estos últimos normalmenteutilizando máquinas captahuellas.Quien operaba el proceso de identificación sabía elnúmero de personas que habían entrado en el centro. Si esainformación se cotejaba con la obtenida en los llamados
untos Rojos
, los puestos del PSUV situados junto al acceso
de los centros electorales por los que el chavismo forzaba el paso previo de sus votantes, era posible deducir la cantidad devotos que tenía un candidato y otro. Otra posibilidad es quecon la mera identificación electrónica los chavistas podíansaber quiénes de sus votantes esperados habían acudido avotar. La información privilegiada, obtenida de todas formasde modo fraudulento, permitía alimentar el sistema electoral paralelo del Roque 2, cuya finalidad primera era el monitoreoy la movilización en esa jornada electoral. Con esos datos, elPSUV podía volcarse en movilizar a sus votantes si cuando seacercaba el cierre de los centros no se estaban cumpliendo losobjetivos del llamado 1×10 (cada militante comprometidodebía llevar a votar a otras diez personas).El ingeniero Christopher Bello, dueño de la empresaHethical de seguridad informática, constató en la autoría quehizo del proceso de Smartmatic que las máquinas de votación podían tener conexión inalámbrica de modo continuo. Dadaesa y otras irregularidades se negó a avalar el sistema para no perder la certificación internacional de su empresa y en 2012abandonó Venezuela por el temor de amenazas. Detectó que alas máquinas se las puede programar sobre la marcha para quedurante un determinado periodo generen un voto nulo siempreque se vota por uno u otro candidato. «Yo no puedo agarrar unvoto que va para Capriles y ponérselo a Maduro, pero puedohacer que todos los errores vayan para Capriles», afirma.También asegura que con una computadora personal o inclusocon un celular conectados a distancia –en una habitacióncontigua o en la calle– los chavistas pueden saber permanentemente el conteo que va haciendo la máquina devotación.Su versión apunta a un tercer operativo, además del despliegue del FFM para alimentar con información el Roque2 y de quienes se encargan oficialmente del manejo técnico dela identificación y la máquina de votaciones: la existencia demesas electorales duplicadas o clonadas gestionadas almargen completamente del CNE. Bello dice que estas puedenestar cerca de las mesas oficiales, con la máquina de votaciónalternativa instalada en una casa próxima o en una unidadmóvil. Eso ocurriría en mesas de dominio chavista, sin posiblesupervisión de elementos de la oposición. Al estar las dosmáquinas interconectadas, el voto real producido en la oficialse registraría también en la duplicada, y en esta se podríaintroducir libremente gran cantidad de voto plano.
Últimos días: control y chantaje:
En sus múltiples mensajes diarios desde su sede en Cuba, enla recta final de las elecciones del 14-A, el Frente Franciscode Miranda fue repasando una y otra vez los listados de losresponsables de las acciones, los objetivos encomendados ysu grado de cumplimiento. En una comunicación a once días delos comicios, por ejemplo, una carta desde la direcciónnacional ejecutiva, dirigida a los jefes en los estados y a loscoordinadores de las misiones y del Ministerio para lasComunas, recordaba las metas. Para la obtención del objetivode diez millones de votos, además de contar de partida con los5,4 millones de militantes del PSUV, planteaba varios «anillosde búsqueda». El foco prioritario eran las 3.307.543 personas –así, con ese detalle– que participaban en las misiones orecibían otro tipo de beneficios de la revolución y noaparecían en los estadillos del 1×10 del PSUV. No era meramente el exceso de celo en el que en ocasiones
incurren muchos gobiernos democráticos, a los que a veces seles va la mano queriendo sacar rentabilidad electoral a susrealizaciones. El FFM tenía registrado cada uno de los beneficiarios de las ayudas, con sus nombres, direcciones,teléfonos y en ocasiones correos electrónicos, y sabía quiénesde ellos habían votado o se habían abstenido de hacerlo enanteriores elecciones.El Frente había constatado un «alto nivel dedesmovilización de los sectores atendidos directamente por laRevolución, agrupados en las Grandes Misiones Sociales»,cifrando en 2.333.283, casi una tercera parte, las personas beneficiarias que no habían votado en las últimas presidenciales de Chávez, en octubre de 2012. El comunicadointerno, firmado por María Isabella Godoy, directora nacionalejecutiva del FFM, fijaba objetivos numéricos para cada unade las grandes misiones y luego añadía: «la metodología decontacto será a través de llamadas telefónicas y el BarridoCasa por Casa. Para esto se debe disponer de todas las salasde control y seguimiento habilitadas en el estado y de unatropa entre servidores públicos y Luchadores SocialesBolivarianos, con el fin de dar cumplimiento a la meta diaria».En el caso de la Gran Misión Vivienda, Godoy se lamentabade que a pesar de las 370.495 viviendas ya finalizadas yasignadas, había alrededor de 1,4 millones de «misionerosabstencionistas» en ese programa. «En cada torre de losnuevos urbanismos», ordenaba la dirigente para combatir esasituación, «deben conformarse los Comité Hugo Chávez, conla tarea de desarrollar el contacto casa a casa y garantizar elvoto de la población objetivo».¿Cómo no ver en esto una reverberación del control que enCuba, en cada cuadra de viviendas, ejercen los Comités de
Defensa de la Revolución? No en vano los cubanos movían loshilos. Una minuta de una reunión de la dirección nacional delFFM de mayo de 2012 detallaba la presencia de veintiséis«asesores cubanos», que eran un tercio de la asistencia. Envarios meses de preparación de las elecciones, hubo 176 deesos asesores repartidos por los puestos de mando del Frenteen cada estado. No se dejaba nada al azar. FFM y PSUV hacían estadillos para cualquier acción. Uno de ellos repartía el trabajo entrelos activistas para tomar control de las plantas de generacióneléctrica fundamentales del país, tanto estaciones comosubestaciones. Esos listados incluían los nombres y losteléfonos de quienes, al margen del organigrama de laempresa, se harían responsables de las plantas en caso denecesitarse una acción. Los activistas estuvieron reportandodurante días si ya tenían asegurado su acceso a lasinstalaciones para la jornada electoral o si se les habían puesto dificultades para el trabajo encomendado. En un paísde frecuentes apagones, velar por el suministro es esencial para garantizar el desarrollo de una votación, pero lo normales que las guardias las organizaran las propias plantas, no queeso quedara al arbitrio de una fuerza política, que actuaba demodo unilateral, con permiso tácito del Gobierno y sinconocimiento de la oposición. El control de la produccióneléctrica podía permitir camuflar como incidencia lo que podía ser un apagón político.Un campo de continuo seguimiento por parte del FFM erael de los medios de comunicación, tanto venezolanos comoalgunos extranjeros, y redes sociales. Medio centenar de personas seguía y analizaba la información en guardiasrotatorias durante las veinticuatro horas del día, en turnos que
iban de las ocho de la mañana a las once de la mañanasiguiente, con tres horas de solapamiento que servían parareforzar la labor de preparación de informes sobre la prensamatinal.En esa vigilancia fue donde el FFM detectó de inmediatoel eco que comenzaba a tener la información antes mencionadaque yo había publicado. «La noticia fue conocida a través delTwitter por el autor de la noticia Emili J. Blasco corresponsalen Washington del diario español ABC.es, queaproximadamente a las 8am tuiteó ‘@ejblasco: Así controlanlos chavistas la evolución del voto real en las elecciones.Fraude’». La transcripción del informe incluía también la URLdel artículo, tal como había aparecido en el
tuit
. Acontinuación se relacionaban los usuarios de Twitter quehabían
retuiteado
o mencionado la noticia. El impacto de larevelación hizo aumentar el sigilo de FFM/Cuba, pero el robode las elecciones se acabaría igualmente produciendo.
Jornada electoral, Roque 2 en marcha:
La dirección chavista llegó al 14 de abril de 2013 sabiendoque las cosas no iban bien. El discurso político de Maduro,con sus menciones al espíritu de Chávez aparecido en formade pajarito, podía dar idea de una campaña construida sobre el puro humo. Pero al margen de los trances del candidato, suequipo estaba bien asentado sobre la realidad, con una enteravisibilidad de lo que estaba ocurriendo. Con acceso a lacompleta base de datos electorales y el estricto marcaje que seestaba aplicando al propio universo de votantes, el planestratégico diseñado permitía conocer día a día el grado demovilización, parroquia a parroquia.
A tres días de las elecciones, solo se había podidocontactar con el 54 por ciento de los
misionerosabstencionistas
marcados como objetivo. Además, lasencuestas realizadas por empresas demoscópicas próximas alchavismo estaban constatando un progresivo declive deMaduro. Chávez ganó oficialmente a Capriles por diez puntosen 2012, cuando algunos sondeos habían llegado a darle eldoble de ventaja, probablemente por la distorsión derivadadel miedo de parte de los encuestados a expresar su verdaderaopinión. Ahora, a dos semanas de las presidenciales, Maduroveía reducida su delantera a ocho puntos (Datin Corp), luego asiete (GIS XXI)…En orden de batalla, desde las dos de la madrugada del 14-A, cuatro horas antes de que comenzaran las votaciones, losmiembros del FFM se habían comenzado a distribuir por loscentros electorales. Su atención estaba en lo queoperacionalmente llamaban Centros de Votación Priorizados(CVP): 3.433 centros, en su mayoría de más de tres mesas.Esos lugares suponían la cuarta parte del total de centros(13.638), pero concentraban algo más de la mitad de losciudadanos con derecho al voto (10,1 millones de votantes, el53,4 por ciento de un censo de 18,9 millones). Ahí era dondela oposición lograba más apoyo, por lo que la atención a losCVP facilitaba cuantificar con bastante precisión los votos quelograba Capriles.Los militantes del FFM –los Luchadores SocialesBolivarianos– habían recibido previamente un tríptico con lasinstrucciones de los mensajes de teléfono móvil que debían ir transmitiendo, llamando a determinados númerosautomatizados, para alimentar directamente el Roque 2. Esto,que era el seguimiento que estaba realizando una fuerza
política, se hacía con la ayuda del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Protección Social, que funcionabacomo tapadera del FFM. El tríptico con los pasos a seguir estaba editado por ese ministerio, cuyo logo se incluía en losejemplares impresos. «Si necesitas ayuda acerca del Sistema»,se indicaba en un recuadro, «comuníquese [sic] con la Oficinade Tecnología de la Información a través del correoelectrónico: elecciones2013 @mpcomunas.gob.ve».El manual de instrucciones reproducía fotos de lo que las pantallas de los celulares debían indicar en las distintasoleadas de mensajes. Estos debían teclearse de acuerdo conunos códigos: primero el tipo de información que en cadamomento del día se tratara (IPV: inicio del proceso devotación; PTM: presencia de testigos de mesa; INC:incidencia; FPV: fin del proceso de votación) y luego las tres primeras letras del nombre del estado. La comunicación másimportante era la referida a la evolución del voto. Comoejemplo, el tríptico incluía: VOTO AMA0001 VR30 VA15 (enel colegio del estado Amazonas tipificado como número uno,treinta personas –voto rojo– habían ya optado por Maduro yquince –voto azul– lo habían hecho por Capriles).A lo largo del 14-A, el envío de los
sms
de los LuchadoresSociales Bolivarianos reportando el voto en tiempo real debía producirse en tres momentos: el primero a partir de las diez dela mañana; el segundo sobre las dos de la tarde, y el tercero alas cinco. En ese proceso estaban en contacto con suscompañeros chavistas empleados como técnicos en lasestaciones uno, dos y tres de los centros.El proceso de votación en Venezuela tiene variasestaciones. Al llegar el elector al centro electoral, (1) presentasu cédula de identidad y pone su pulgar sobre una máquina
captahuellas, que reconoce la impronta dactilar en caso dehaberse almacenado previamente o la incorpora entonces al banco de huellas. En esa primera estación se le informa alvotante a qué sala debe dirigirse para emitir el voto. Una vezha pasado a la sala correspondiente, (2) el votante muestra al presidente de la mesa su cédula y pone el dedo en un segundocaptahuellas; reconocida su identidad, el presidentedesbloquea la máquina de votar. El elector entonces se dirigea esta y (3) toca en la pantalla la opción preferida. Tras esaacción se imprime un comprobante físico, que el elector (4)deposita en una caja destinada a esos resguardos. Luego firmay estampa su huella (5) en un cuaderno de registro con losnombres de los censados en la misma mesa. Por último, (6)sumerge el meñique en un frasco de tinta indeleble.La verificación de la identidad del votante se hace en lasdos primeras estaciones, en ocasiones reducidas a una, pues enlos centros pequeños no existe un primer puesto deinformación, sino que el ciudadano pasa directamente a lamesa, donde en cualquier caso es comprobada su identidad. Laexistencia en ese trámite de un captahuellas, muchas veces por partida doble, siempre ha levantado suspicacias entre la población.El captahuellas es un dispositivo conectado a unacomputadora personal que escanea las huellas dactilares. Lainvestigación de Bello y Daquin estimó que la comprobaciónno era en línea con la base de datos nacional comooficialmente se afirma, pues eso habría retrasado varios díasel proceso, sino que cada mesa, con quinientos electores de promedio, tenía un archivo de huellas autónomo para cotejar.Eso habría permitido votar en muchas mesas con la mismahuella (bastaba cambiar el número de cédula de identidad, pudiendo conservar nombre, fotografía y marca dactilar), y almismo tiempo habría facultado establecer una correlaciónentre identidad y voto al estar controlando el conteo en cadamesa.El hecho de que Cuba, mediante un acuerdo oficial conCaracas, se encargara de la gestión y producción de lascédulas de identidad y los pasaportes de los venezolanoscontribuía a arrojar dudas sobre la limpieza del procesoelectoral. Fuentes de inteligencia aseguraban que toda esainformación, así como la del censo y la de los resultadoselectorales previos, se almacenaba en una base de datos en la provincia cubana de Pinar del Río, precisamente desde dondefluían las órdenes del Frente Francisco de Miranda. Endeclaraciones a la cadena de televisión América Te Ve, elexagente cubano Uberto Mario, que trabajó para la inteligenciacastrista en Venezuela, ubicó esa base de datos en la basemilitar El Cacho, en la población de Los Palacios, de Pinar del Río. Explicó que cuando en la década de 1990 la URSSdesmanteló su Centro de Exploración y Escuchas Radiofónicasde la base Lourdes, en las inmediaciones de La Habana, FidelCastro desarrolló El Cacho como unidad secreta de rastreocibernético.Uberto Mario responsabilizó de gran parte del trabajo delcontrol electoral en Venezuela al cubano Ernesto RacielGarcía Ceballos, «agente Segundo», un ingeniero captado por el G2 para seguimiento y monitoreo de la información y quehabía dado clases en la Universidad de Ciencias Informáticas,instalada precisamente en la antigua base Lourdes. Otrasfuentes atribuían la responsabilidad específica sobre elsistema de identificación al cubano José Lavandero García.Entre los cometidos de la asesoría cubana estaba la
usurpación de la identidad de los abstencionistas crónicos.«Nosotros congelábamos el voto de los abstencionistas. Habíaun grupo de más de doscientas personas que estudiaba el censoy detectaba las personas que nunca iban a votar. Cuando sesabía que tal persona no iba a ir a votar, se agarraba su cédulade identidad», explicó Uberto Mario, quien dijo haberseocupado de esa tarea en las presidenciales de 2006. Calculóen varios cientos de miles los votos que, mostrando esascédulas duplicadas, se habrían emitido en beneficio de Chávezy Maduro.Otro aspecto era el número de fallecidos que seguíanformando parte del censo. La oposición pudo comprobar queen varias mesas de votación en las que el 7-O de 2012 seregistró un cien por cien de participación llegaron a emitir suvoto personas que en realidad habían fallecido. Todo ellohinchó censo electoral. En 1998 este suponía el 50,5 por ciento de la población; en 2013 constituía el 65 por ciento, sinque ello respondiera a razones demográficas.La emisión de cédulas falsas llevaba a situacionesesperpénticas, con votantes con nombres como «VenezuelaLibre y Socialista Marcano Vázquez», Supermán o el HombreAraña. Apelativos de ese tipo se crearon en su día de modo provisional para probar el sistema; una vez ya dentro se perpetuaron y fueron vendidos a extranjeros en situaciónirregular que querían nacionalizarse, de forma que hoy hay enVenezuela unos cuantos hijos y nietos de superhéroesamericanos.
Un Consejo Electoral juez y parte:
El Gobierno siempre exhibió los avales internacionales para refrendar su sistema electoral. Esos avales se produjeron alcomienzo de la generalización del voto electrónico, pero conel paso del tiempo el chavismo no aceptó la presencia deobservadores exteriores. En 2012 y en 2013 solo hubo«acompañantes» internacionales, como los llamó el Gobierno,sin apenas funciones ni itinerarios por algunos de los centros.El Centro Carter de Estados Unidos, que al principio fuemuy condescendiente con el marco electoral venezolano,acabó señalando el contexto de ventajismo chavista en el quetenían lugar las elecciones. En marzo de 2013 denunció que enla campaña de unos meses antes Chávez habló en cadena –algoobligatorio también para radios y televisiones privadas,además de las públicas– un total de cuarenta horas y 47minutos, al margen de los espacios publicitarios de los partidos. Sobre el proceso de votación en particular, apuntó a probables arbitrariedades de la autoridad electoral: «al igualque las instituciones venezolanas en la actualidad, el CNE está profundamente afectado por el partidismo».A nadie se le escapaba que el Consejo Electoral Nacionalera un brazo más del chavismo. ¿Cómo esperar independenciade un organismo cuya presidenta desde 2006, Tibisay Lucena,representaba en ocasiones a la entidad luciendo el brazaleteconmemorativo del golpe militar de Chávez de 1992 contra lalegalidad democrática? El CNE estuvo directamenteimplicado en la preparación y ejecución de la movilizaciónchavista en los últimos procesos electorales. Miembros delConsejo participaron antes de las elecciones en reuniones condiversas organizaciones chavistas, para el diseño de ladistribución de centros electorales y del censo, la puesta encomún del padrón electoral (siempre negado a la oposición) yla entrega de máquinas de registro electoral del propio CNE.
«El CNE apoyará con el cruce de las Datas de lasMisiones Sociales y las Grandes Misiones, para así poder definir claramente una ruta de abordaje para cada territorio»,se podía leer en un informe secreto del Frente Francisco deMiranda. Las minutas de diversas reuniones, en las que participaron representantes del CNE junto con dirigentes delPSUV, FFM y el Ministerio Popular para las Comunas,mostraban que allí se discutió sobre la instalación de nuevoscentros de votación en lugares más convenientes para elchavismo, se puso en común la actualización del RegistroElectoral Permanente (REP) y se trató sobre el sorteo de losmiembros de mesa.Diversos de esos encuentros tuvieron lugar en sedes delCentro Nacional Electoral, como el celebrado en el estadoGuárico, que contó con la presencia del director regional,Pedro Rodríguez. En Nueva Esparta, Joe Uzcategui, tambiéndirector regional del CNE, «procedió a dar inicio a dichareunión con el objetivo de establecer los destalles logísticos,unificando y afianzando acuerdos, propuestas entre el MPPC,Fundacomunal, FFM, Inparques, PSUV y CNE». En el estadoAmazonas, con asistencia de la coordinadora regional, MaríaAragort, los mismos actores diseñaron la reubicación deelectores a nuevos centros.Esto último, siguiendo la técnica de
gerrymander
, se hizosobre todo para conformar y segregar mesas electorales dedominio chavista, de manera que incluso votantes no afinesque quedaran en ellas se vieran abrumados por la hegemoníadel PSUV. Muchas de esas mesas asumían gran parte del censofalso y podían operar sin vigilancia, incluso ya cerrado elcentro al cumplirse el horario oficial. También hubodeslocalización de votantes: ciudadanos opositores
denunciaban que de pronto se les asignaba un centro devotación distante de sus domicilios, incluso a cientos dekilómetros. La ruptura del principio de vecindad ayudaba a borrar trazos de falsa identidad y creaba un entorno menosatento a sobre posibles irregularidades.Mucho de lo aquí expuesto sobre el fraude electoral fuellegando a conocimiento de la oposición, pero la dirección dela MUD siempre se negó a reconocer públicamente que laselecciones estaban amañadas. Hacerlo era desincentivar elvoto y deslegitimar comicios de los que también emanaban sus propios cargos electos. La estrategia fue llevar a las urnas amás votantes que los votos que lograra el chavismo con sustrucos. Pero era algo ilusorio.
Cúmulo de irregularidades:
«Yo no pacto ni con la mentira ni con la corrupción. Mi pactoes con Dios y con los venezolanos. Yo no pacto con lailegitimidad. El gran derrotado el día de hoy es usted». Lafuerza con la que Henrique Capriles hablaba la noche electoraldel 14 de abril de 2013, dirigiéndose a Maduro a través de lascámaras de televisión, sorprendió a propios y extraños. Era unCapriles bien distinto del que apenas seis meses antes habíatirado rápidamente la toalla, concediendo de inmediato laderrota e inclinándose en exceso ante Chávez, aunque tampocoentonces las cifras le cuadraban y su comando de campañaabrigaba sospechas de tongo electoral, operado especialmenteal final de la jornada. Esta vez, no obstante, el esfuerzo delchavismo para girar el resultado había tenido que ser mayor ylas irregularidades denunciadas se acumulaban. «Nuestroconteo es distinto», denunció Capriles, alegando manipulación
de votos.La oposición alegó alrededor de tres mil doscientasirregularidades. La ristra de denuncias incluía categoríasdiversas. Había habido amedrentamiento contra electores ytestigos opositores: Capriles indicó que la violencia fue protagonista en 397 centros (personas amenazadas y agredidasen las inmediaciones por grupos de motorizados) y que en 286los representantes de la oposición fueron conminados aabandonar el lugar, en algunos casos a punta de pistola, lo queen total había afectado a colegios con un universo de más deun millón de votantes. A pesar de que la ley decía que loscentros debían cerrar a las seis de la tarde, salvo que hubieracola de gente esperando votar, hubo centros que cerraron antesde tiempo, especialmente en zonas contrarias al chavismo, yotros que abrieron de nuevo para permitir el voto de autobusesde chavistas que llegaban.El abuso del voto asistido contó con ejemplos en Youtube,en los que se veía a personas que no necesitaban asistencia – prevista legalmente para incapacitados y ancianos– siendoacompañados hasta la máquina de votación por activistas quesupervisaban el voto. La Red de Observación Electoral,gestionada por una ONG local, aseguró haber detectado esairregularidad en el cinco por ciento de los centros quemonitoreó en todo el país.La impudicia llegaba lejos: un alcalde amenazó a través dela televisión local con despedir a los empleados públicos queno aceptaran el voto asistido. Era un anticipo de la caza de brujas que luego se desataría en los ministerios al comprobar la deserción electoral de muchos funcionarios a pesar de las presiones que habían recibido. La advertencia del titular deVivienda en una asamblea de trabajadores, grabada de modo
oculto, dio la vuelta al mundo.
Otro de los sonados abusos de la jornada de votacionesfue la aparición en un centro de un individuo que llevabacuarenta cédulas de identidad, todas expedidas en agosto2012, presumiblemente ya utilizadas en las anteriores presidenciales. El sujeto fue interceptado cuando repartía loscarnets a personas que bajaban de un autobús, a las quetestigos presenciales atribuyeron acento cubano.Por todo ello, la oposición exigió que hubiera un recuentode todos los votos. Era el «abrir las cajas» que inicialmenteMaduro dijo aceptar, para luego volverse atrás escudándoseen que el CNE no lo estimaba necesario. El reglamento queregula el voto automático venezolano contempla que en lanoche electoral se abra el 53 por ciento de las cajas quecontienen los resguardos en papel de los votos emitidoselectrónicamente. En la práctica, no obstante, el número acabasiendo muchísimo menor: en las presidenciales de 2013 fue elveinte por ciento, y en las de 2012 tan solo el cinco por ciento.Cuando esa verificación ciudadana se lleva a cabo en centroscon varias mesas solo pueden abrirse algunas de las urnas,elegidas por sorteo. Algunas informaciones apuntan a que esesorteo está trucado, por lo que los chavistas saben deantemano cuáles serán abiertas y cuáles no.El resultado oficial arrojaba números poco consistentes.En 1.776 centros electorales los votos logrados por Madurosuperaban los cosechados por Chávez seis meses antes, lo quese antojaba extraño, pues el chavismo, según el CNE, bajó4,46 puntos, con una similar participación, en torno al ochenta por ciento. El caso más extremo era el de una escuela delestado Yaracuy en la que el PSUV y sus aliados aumentaron suapoyo un 943 por ciento. Otro de los ejemplos citados por
Capriles era el de un liceo del estado Trujillo, en el que secontaron 717 papeletas cuando el censo era de 536 personas.El examen detenido de los datos fue arrojando luz lossiguientes días.
El tamaño importa: la victoria de Capriles:
El presidente de Venezuela debiera llamarse HenriqueCapriles. Suya fue la victoria de las elecciones del 14 de abrilde 2013, con una ventaja suficiente aunque difícil dedeterminar, dada la variedad de métodos utilizados por elchavismo para cometer su fraude. Ahí están las denuncias por el voto asistido, el amedrentamiento ejercido por gruposviolentos, la coacción sobre los trabajadores públicos y la presión sobre los beneficiarios de los servicios sociales. Aeso hay que sumarle el voto ejercido por personas con falsaidentidad (múltiple cedulación, difuntos, extranjeros…) y elvoto que aquí hemos llamado plano, emitido accionandoindebidamente la máquina de votación.De acuerdo con las evidencias estadísticas, lamanufacturación de votos falsos se focalizó en los centroselectorales pequeños, que con los años habían proliferadointencionadamente. Operadas las máquinas de votación por agentes chavistas, el entorno
amigo podía permitir votar tantasveces como fuera conveniente, dentro de los límites del censo, porque la máquina producía el comprobante que luego semetía en el urna. Ese operador múltiple luego podía inventar firmas y repetir su huella física en los cuadernos de votaciónestipulados, que nunca eran revisados.La empresa de estudios electorales Esdata expuso que enlos centros con tres o más mesas, que agrupaban al 79,2 por ciento de los votantes, Capriles ganó por medio millón devotos. En los de dos mesas, perdió por 332.000, perountándolos con los precedentes, y sumando el voto en elextranjero, la ventaja de Capriles en ese 91,1 por ciento de losvotos era de 263.000. En los de una mesa, que reunieron al 8,8 por ciento de los votantes, Maduro ganó por 477.000 y eso le permitió hacerse con la presidencia. Esto constituye una claraanomalía estadística. El candidato chavista ganó en los centrosde una y dos mesas, los cuales no tuvieron un comportamientosimilar al del resto del país.Cabría pensar que los centros pequeños se habríanconstituido en lugares rurales o remotos en los que, por razones socioeconómicas, el voto oficialista tenderíanaturalmente a ser mayor. Pero su distribución en cambioobedecía al propósito de trocear centros para poder operar con mayor impunidad. Entre 2006 y 2012, los centros con unasola mesa aumentaron en un 63,8 por ciento.Los centros pequeños, además, eran los que contaban conmás gente censada sin tener su huella digital registrada, lo quedaba margen a un menor rigor en la verificación de laidentidad. El CNE publicó antes de las elecciones de 2012que el ocho por ciento de los censados (1,5 millones de personas) no tenían su impronta en el Registro de Huellas, unacantidad que se había casi quintuplicado en nueve años. Y enesos comicios, de acuerdo con las cifras oficiales, 1,6millones de personas votaron sin que la huella que se lestomaba coincidiera con la almacenada previamente. Muy probablemente ahí estaba esa bolsa de votos falsos de quedisponía el oficialismo a conveniencia.Un informe de la organización VotoLimpio indicó que loscentros con menos de mil electores (totalidad de centros de
una mesa y algunos centros de dos) concentraban dos veces ymedia la cantidad de electores sin huellas digitales. «Esto no puede ser explicado por el azar», advertía. Asimismo,denunciaba que a pesar de que en 2009 se declaró obligatoriala inclusión de la huella cuando una persona se diera de alta enel padrón electoral, entre 2010 y 2012 se incorporaron456.290 electores sin que el CNE hiciera cumplir eserequisito. «Esa cantidad de electores irregulares resultasuperior a la diferencia de votos obtenida por el candidatoicolás Maduro», destacaba esa organización.VotoLimpio coincidía con Esdata en la sospechosaanomalía de los resultados en los centros pequeños. En los demil o más electores, con 15,6 millones de personas conderecho al voto (83 por ciento del censo), Capriles ganó por casi medio millón de votos. En los de menos de mil, con uncenso de 3,1 millones de electores (16,9 por ciento), Madurorecibió casi el doble de votos que su rival y ese corto tramo le permitió dar la vuelta al resultado. ¿Iba la oposición a aceptar el robo? Militares y paramilitares estaban en la calle paraapuntalar a Maduro en el Palacio de Miraflores.
Militares, paramilitares y bozal de arepa:
El Plan República, activado en Venezuela en cada procesoelectoral o referéndum para garantizar el pacífico desarrollode la jornada de votaciones, tuvo en las presidenciales del 7de octubre de 2012, las últimas de Hugo Chávez, y en las del14 de abril de 2013, con Nicolás Maduro como candidato, unanovedad importante. Por primera vez, unidades de la MiliciaBolivariana, compuesta por elementos de absoluta obedienciachavista, participaron en el despliegue militar, ante la
posibilidad de disturbios. La Milicia fue creada por Chávez en2007 como un cuerpo paramilitar de civiles uniformados yarmados, dirigido por mandos militares, con jerarquía propiay dependiente directamente del Comando EstratégicoOperacional de la Fuerza Armada Nacional (FAN).El plan contemplaba que la Milicia controlara el orden enel 49 por ciento de los centros electorales, precisamente en lasáreas generalmente más afines a la oposición, mientras que laFAN se ocupaba de la seguridad en el 51 por ciento restante.La ligera mayor responsabilidad dada a las fuerzas regulares pretendía suavizar la suspicacia con la que muchos militaresveían a los milicianos. De todos modos, la columna vertebraldel despliegue de la FAN correspondía a la Guardia Nacional,que dentro de la Fuerza Armada Nacional se había distinguido por ser la más maleable en las manos del chavismo.El interés del poder chavista en sacar la Milicia a la calleera que esta podía coordinarse mejor con grupos de accióndirecta articulados como Redes de Movilización Inmediata(REMI). Estas redes se nutrían en parte de los colectivos, las bandas callejeras armadas que tanto servían al chavismo entérminos de coacción social. De acuerdo con documentaciónque publiqué días antes de las últimas presidenciales deChávez, las REMI tenían como misión «la alerta temprana y laantelación» ante posibles protestas opositoras por irregularidades electorales. Preparadas durante meses, sedefinían como «fuerza de acción rápida y de acción de calle,con capacidad para bloquear o aperturar [sic] puntos críticosde los corredores viales, áreas geográficas o localidades», asícomo «defender los espacios aledaños a las instituciones delEstado». Al igual que ocurría con el Frente Francisco deMiranda para la movilización y monitoreo de los votantes, las
REMI también tenían un sistema de envío de mensajes demóvil, que contemplaba supuestos como «acuartelamiento en puntos acordados», «ubicarse cerca del objetivo» y «avanzar sobre los objetivos asignados».Cuatro meses antes de las elecciones mandos del Ejércitoles comenzaron a repartir fusiles AK-103, arma rusa de la queVenezuela tenía licencia de fabricación. Las REMI estabandirigidas por Carlos Lanz, un radical que siempre habíadefendido la violencia como táctica. Lanz había mantenidoestrechos contactos con Irán, cuya fuerza Basij, instrumentousado por los ayatolás para abortar la Primavera Verde en2009, inspiraba esas redes venezolanas. Lanz reportabadirectamente al jefe de la Milicia, el general Gustavo EnriqueGonzález López. Después de que este general pasara a lareserva, Maduro lo volvió a llamar al servicio activo, poniéndolo al frente del SEBIN, el cuerpo de inteligencia:acababa de estallar la protesta estudiantil de febrero de 2014 yGonzález tenía experiencia de manejar a los colectivosarmados.Las Fuerzas Armadas llegaron a esos procesos electorales presionadas desde el Gobierno. En 2010, el jefe del ComandoEstratégico Operacional, el general Henry Rangel Silva, luegoministro de Defensa, descartó la posibilidad de que pudieraganar la oposición. «Sería vender al país y no lo va a aceptar la gente; la FAN no, y el pueblo menos», dijo en declaraciones públicas. «La Fuerza Armada Nacional no tiene lealtades amedias, sino completas hacia un pueblo, un proyecto de vida yun comandante en jefe. Nos casamos con este proyecto devida».Para tener a los militares satisfechos, amarrar su voto ydisipar los escrúpulos que algunos pudieran tener sobre el descarado partidismo de la institución militar, el Gobierno procedió a un incremento del cuarenta por ciento del salario.Más delante, a un mes del 7-O de 2012, puso en marcha laGran Misión Negro Primero (apodo dado al único oficial decolor en las filas de Simón Bolívar) para «garantizar la protección socioeconómica de la familia del soldadovenezolano». La primera actuación de esa misión fue prometer la compra en el extranjero de veinte mil vehículos, que sevenderían a precio subvencionado a quienes se registrasen enuna lista. Con ello el chavismo se aseguraba el voto de losmuchos uniformados que aspiraban a uno de ellos, en un paísde galopante inflación, sin casi acceso a divisas y enormeescasez. Era un
bozal de arepa
, como dicen en Venezuelacuando se atiborra a alguien para callarle. Debían callar omirar hacia otro lado cuando las Milicias o la Guardiaacional, principalmente, hacían el trabajo sucio electoral.La operación incluía el plan, revelado por la oposición, dedesplegar el 14-A de 2013 más de mil quinientas motos,autobuses y vehículos militares que serían puestos adisposición de las organizaciones chavistas para llevar gente avotar. Serían las mismas motos desde las que los días posteriores, cuando los seguidores de Capriles cuestionaronlos resultados, guardias y civiles dispararían sobre losmanifestantes. En las protestas callejeras postelectorales hubonueve muertos en varios lugares del país.Si no
bozal de arepa
, sí comida gratis la proporcionada por Pdvsa el día de las elecciones a los combatienteschavistas. La petrolera había pagado ya durante la campaña,como en ocasiones anteriores, el gasto de diversos actos y prestado parte de su infraestructura y parque móvil. El propio presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez, era el coordinador jefe
de logística, movilización y despliegue de la campañaelectoral del PSUV, y varias sesiones de trabajo semantuvieron en la presidencia de la empresa estatal. QuePdvsa y el chavismo eran una misma cosa hacía años que el propio Ramírez lo había dejado claro, cuando conminó a lostrabajadores reunidos en asamblea a votar a Chávez. «Pdvsa es roja rojita», dijo. Así le fue a la compañía.
4.- EL MONEDERO DE LAREVOLUCIÓN
Los pozos petroleros quedan exhaustos:
Prriiiii… «¡Pa’fuera!». En directo en televisión, así, a golpede pito, Hugo Chávez despidió de sus puestos a parte de ladirección del hólding público Petróleos de Venezuela (Pdvsa).Fue en el
Aló, presidente
del 7 de abril de 2002. Chávez yahabía protagonizado cien emisiones de ese popular programa,en el que se pasaba ante la cámara gran parte del domingo:comenzaba a las once de la mañana y podía acabar hacia lascinco de la tarde, aunque la hora de conclusión dependía decómo de dicharachero estuviera ese día el presidente. En el
talkshow
, habitualmente sentado a una mesa, el comandanterepasaba asuntos de actualidad y pontificaba sobre lo divino ylo humano, saliéndose de su propio guión con continuasimprovisaciones. En aquel programa número 101, emitidodesde el Palacio de Miraflores, quizás fue una ocurrenciasúbita el pedir que le trajeran un silbato –«¿no hay un pito por ahí? Consíganme un pito, porque yo les voy a pitar
offside
»–, pero su anuncio de expulsión de siete directivos de Pdvsa noera improvisado, pues llevaba la lista. Después de leer elnombre y el cargo, Chávez despachaba a cada persona con un«pa’fuera, está usted despedido, caballero», mientras el
público presente coreaba «¡fuera!, ¡fuera!».Justo una semana después, en ese pulso con los partidos deoposición, la patronal empresarial Federación de Cámaras(Fedecámaras) y la Confederación de Trabajadores deVenezuela (CTV), en medio de masivas huelgas, el propioChávez fue echado del poder. Su expulsión duró apenas tresdías. Restaurado por un grupo de militares fieles, el líder volvió más decidido que antes a consumar su asalto a Pdvsa.Los escalafones medios y altos de la compañía se resistieronal control y organizaron el llamado
paro petrolero
, entrediciembre de 2002 y febrero de 2003. Chávez lo liquidóexpulsando a la mitad de la plantilla. Para él fue lo quemuchos observadores han calificado de «bendicióndisfrazada»: una grave crisis que le dio pie para ejecutar elmás trascendente jaque mate de toda su presidencia. Pdvsa seconvirtió en la caja de la revolución.
Sine illa nihil
.Sin ella, nada: ni posibilidad de clientelismo político en elinterior con el que prolongarse en el poder, ni opción acomprar el aplauso o al menos el silencio exterior cuando fuenecesario. Sin contar con Pdvsa como fuente directa deinmensos ingresos, al margen de supervisiones y auditorías parlamentarias ecuánimes, el chavismo ni siquiera se habría permitido tanto experimento económico desastroso. No habría habido tanto margen para la corrupción ni para el blanqueo,tan ilimitado que coadyuvó decisivamente a que Venezuela seerigiera en gran estación del narcotráfico. Al final, los bolsillos de muchos apparatchick se llenaron y la caja dePdvsa quedó vacía.
Chávez tuvo la doble suerte política de ser presidente durante un prolongado tiempo de continuo crecimiento del precio del petróleo, y de marchar justo cuando, tambaleándose el valor en el mercado y reducida la producción de crudo por falta de autoinversión, comenzaban a llegar los problemas. La grave situación económica vivida bajo Nicolás Maduro no fue propiamente responsabilidad de este, aunque a él se debía la huida hacia delante, sino la consecuencia de haber abusado durante tanto tiempo de una compañía que aportaba el 45 por ciento de los ingresos del Estado y generaba un tercio del Producto Interior Bruto de Venezuela.
Venezuela es el país con mayores reservas probadas de petróleo del mundo, con alrededor de trescientos mil millonesde barriles. De esas reservas, el veintisiete por ciento corresponde a crudo convencional (tanto liviano comomediano y pesado) y el resto, casi las tres cuartas partes, a crudo extrapesado, más laborioso de obtener. De ese volumen solo se ha desarrollado aproximadamente el cinco por ciento.Se trata de un gran potencial que históricamente Venezuelasupo gestionar, en líneas generales, aprovechándolo para gozar de un desarrollo económico mayor que el de inmediatos vecinos regionales.
Aunque problemas políticos e institucionales trabaron la línea ascendente de la sociedad venezolana a final de la década de 1980 y durante la de 1990, el sector petrolero se mantuvo como punta de lanza económica. A la muerte de Chávez, sin embargo, no solo Pdvsa se encontraba en un brete financiero –más de un cuarenta por ciento de déficit de caja y una reducción de la producción del veintiséis por ciento en ese año–, sino que el conjunto de la economía presentaba un cuadro realmente crítico. A final del año en que Chávez murió –y la situación se agravaría aún más después–, el déficit público consolidadosuperaba el quince por ciento del PIB y el país alcanzaba una
inflación del 56,3 por ciento, la más alta del mundo. Laescasez de alimentos, noticia diaria por las elocuentesestanterías vacías de los supermercados y las colas que seorganizaban para comprar específicos productos que llegabana las tiendas, se situaba en el veintitrés por ciento. No faltabasolo papel higiénico o pañales, algo que tantos titulares de prensa provocó en el mundo, sino otros muchos productos de primera necesidad sin los que la vida de las familias se veíaalterada, como leche en polvo, azúcar, aceite de oliva yharina, cuya escasez rondaba el ochenta por ciento(desabastecimiento en ocho de cada diez supermercados). Conla empresa privada crecientemente arrinconada por laexpansión forzada del sector público y por las dificultades para obtener divisas con las que importar mercancías, elmercado cada vez se veía peor surtido. Ni siquiera elGobierno, con una deuda externa e interna superior a lostrescientos mil millones de dólares, estaba en condiciones deresolver el problema con importaciones.¿Cómo era posible algo así en un país que, en medio de un
boom
del precio del petróleo, había producido en los últimosquince años crudo por valor de 1,1 billones de dólares? Lahistoria del chavismo es la historia del abuso de Pdvsa. Alfinal de la era Chávez Venezuela se había convertido enimportador neto de gasolina. ¿Puede haber algo más simbólicoque eso?
En el principio fue el agujero negro y viscoso:
Venezuela supo que flotaba en una balsa de petróleo en el sigloXIX, cuando el desarrollo incipiente de la industria petroleramundial condujo a hacer catas en un territorio en el que desde
antiguo sus habitantes conocían la presencia de esa viscosidadnegra. Cuando en 1539 las autoridades coloniales enviaron un barril de petróleo al emperador Carlos V, supuestamente paraaliviarle el severo mal de gota que padecía, poco sospechabala Corona española que esa
commodity
iba a ser tanimportante como el oro que andaba buscando por su imperio, ycuya ausencia en las provincias venezolanas había restadoentusiasmo de los conquistadores por ellas. Así como losmetales preciosos de sus posesiones de ultramar –aquellosgrandes cargamentos de plata– generarían a España unaenorme riqueza, para luego despilfarrarla, también Venezuelaestaba malgastando su oro negro.El desarrollo de la industria petrolera tomó velocidad enVenezuela en la década de 1920, acabada la Primera GuerraMundial, cuando las compañías extranjeras, que eran las quetenían la tecnología necesaria, pudieron empezar a explotar afondo sus concesiones. Ese modelo de explotación, protagonizado por los conglomerados transnacionales, semantuvo por cincuenta años, con una importante corrección en1943 en materia de impuestos y plusvalías con el fin de que elEstado también obtuviera un beneficio importante de su propiariqueza. El
boom
petrolero que comenzó a experimentar el país hacia el final de la Segunda Guerra Mundial permitió unespectacular desarrollo nacional en la década de 1950,durante la dictadura de Marcos Pérez Giménez, cuando seconstruyeron buena parte de las infraestructuras que llevaron allamar a Caracas la Miami del Sur.El sistema de explotación cambió en 1976, cuando la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez procedió a lanacionalización del sector. Con ello, Venezuela seguía elejemplo dado por algunos países árabes a lo largo de las dos
décadas previas, enmarcado en el proceso de descolonizaciónque vivía el mundo y que ya había dado origen en 1960 a laOrganización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).Esta asociación había nacido para arrebatar la batuta de esaindustria a las compañías transnacionales, que dominaban elmercado petrolero internacional y mantenían precios bajos.Aunque estos fueran reducidos, las petroleras podían sumar los beneficios de la actividad en cada uno de los países; encambio, para estos, las cifras tomadas individualmente eran pequeñas. Precisamente un venezolano, Juan Pablo PérezAlfonzo, ministro de Energía y Minas del Gobierno de RómuloBetancourt, fue el alumbrador de la organización, junto a suhomólogo saudí, Abdulá al Tariki.Con la nacionalización, las distintas explotacionessiguieron preservándose como unidad de negocio, ahora bajola modalidad de empresas públicas verticalmente integradas.Sobre ellas, como paraguas, se constituyó Petróleos deVenezuela Sociedad Anónima (Pdvsa). Aquel traspaso sedefinió como
transición tranquila
, bien diferente de lasconvulsiones que Hugo Chávez provocaría en el sector. A lacompra de activos de las compañías extranjeras siguió lacontratación de la misma fuerza de trabajo nacional que yaestaba ocupada en pozos y oficinas, con la permanencia dedirectivos venezolanos y su promoción a puestos antesreservados a personal de las matrices foráneas. Ello aseguróla continuidad del alto grado de preparación técnica y elmantenimiento de prácticas gerenciales de exigentesestándares.Creada la marca, a comienzos de la década de 1980 losvenezolanos salieron fuera a expandir su mercado, en un proceso de internacionalización. Adquirieron refinerías en Suecia, Dinamarca y Alemania y un patio de tanques en variasislas del Caribe donde almacenar el crudo. Esa estrategia deinternacionalización, que hacía frente al descenso de precios,fue diseñada por Humberto Calderón Berti, nombrado presidente de Pdvsa en 1983, en el mandato de Luis HerreraCampins. El plan también incluyó la compra de laestadounidense Citgo, refinadora de petróleo ycomercializadora de gasolina en Estados Unidos, que seconvirtió en la principal filial de Pdvsa en el exterior.En la oscilación del precio de petróleo, con sus ciclos desubidas y bajadas, a la mayor parte de la década de 1990 lecorrespondió un descenso prolongado. Para no decaer eningresos a raíz de esa menor cotización del crudo en losmercados, las empresas de Pdvsa hicieron un esfuerzo deincremento de la producción. De forma que en 1998, al tiempoque se registraba un precio mínimo de 10,5 dólares por barril,se lograba la extracción máxima de 3,3 millones de barrilesdiarios. Con el deseo de ampliar aún más la capacidad productora, con la inyección de capital fresco, en 1997 el presidente Rafael Caldera había procedido a la
aperturaetrolera
. Esta consistió en abrir de nuevo Venezuela, trasveintiún años de exclusión, a las transnacionales. Pero lasconcesiones se limitaron a campos residuales que, por costode inversión y menor rentabilidad, Pdvsa no explotaba.Dentro de ese plan comenzó una mayor actividad en laFaja del Orinoco, de petróleo extrapesado, cuyoaprovechamiento requería nueva tecnología. Hasta entonces loextraído de la Faja se había comercializado como orimulsión,un producto especial que podía quemarse como si fueracarbón. La tecnología que con la apertura petrolera aportaronmultinacionales como Exxon o BP permitió elevar su utilidad y
ponerlo en el mercado como crudo sintético.En este nuevo estadio, en todas esas operaciones concompañías extranjeras se aplicó la fórmula de
conveniosoperativos
, en los cuales los socios del exterior extraían el petróleo, Pdvsa se encargaba de venderlo y las dos partes serepartían los beneficios al cincuenta por ciento. Pdvsa, por su parte, se acababa de constituir en empresa única al integrar lassociedades estatales de los distintos campos petroleros. Enese punto de precios mínimos y máxima producción, Chávezllegó al poder. La ecuación iba a cambiar por completo.
Asalto a Pdvsa y mando en la OPEP:
Hugo Chávez ganó las elecciones de diciembre de 1998 einauguró su presidencia en febrero de 1999. Llegó con elobjetivo claro de tomar el control político de Pdvsa parautilizarla como caja de la revolución. «Para ello, lo primeroque intentó romper dentro de Pdvsa fue la cultura interna de lameritocracia, propia de una empresa competitiva, que permitíair ascendiendo en la escala gerencial de acuerdo con tusconocimientos y aportaciones». Antonio de la Cruz, experto petrolero y director ejecutivo de Inter-American Trends,llevaba dieciséis años en Pdvsa cuando fue expulsado juntocon el resto del estamento gerencial, a raíz de la huelga petrolera. Ingeniero del estado Zulia, gerente de planificaciónde mantenimiento de la compañía, había progresado en elescalafón a lo largo de los años, como muchos otros, sincontar con
padrinos
políticos. «Arriba iban llegando personasque habían estado expuestas a todas las áreas. Para meter elelemento político, Chávez tenía que romper eso», explica.De la Cruz refiere que los criterios de promoción interna
basados en la preparación y la hoja de servicios de losempleados, propios habitualmente de las firmas privadas, seaplicaban también normalmente en esta compañía estatal, quedebía competir con corporaciones multinacionales cuyos propietarios o grandes accionistas no eran estados y por tantono padecían ningún tic funcionarial o de sumisión a continuasdirectrices políticas. Luego de años de intensa actividad profesional, Pdvsa ocupaba algunas de las posiciones másaltas en la clasificación mundial, incluso el primero o segundo puesto en algunos parámetros. Había logrado un reconocido prestigio que rompía con los estereotipos sobre la laxitudcaribeña y era vista con cierta admiración. Aunque empresa pública, Pdvsa mantenía separación orgánica respecto delGobierno y sus cuentas eran sometidas a control parlamentario, en un marco de trasparencia.El desencuentro de Chávez con la estructura gerencial dePdvsa comenzó con su primer nombramiento para el puesto de presidente de la empresa. Héctor Ciavaldini, aunque habíatrabajado en la compañía en el pasado, no había llegado a losniveles superiores de dirección. Conocida su adscripción deizquierda, fue percibido de inmediato como alguien quellegaba con una misión política. Eso creó tensión interna y puso en contra a muchos, que acogieron el nombramiento comouna violación de la cultura corporativa.Chávez fue consumiendo presidentes de Pdvsa en suconfrontación con la petrolera. A Ciavaldini le sucedió unmilitar, el general Guaicaipuro Lameda, quien encontró algode acomodo porque entendía la estructura jerárquica de lacorporación, pero tuvo que presentar su renuncia por seguir demasiado los criterios de los técnicos de la empresa y desoír las consignas de Chávez. Siguió Gastón Parra Luzardo, un
economista de izquierda de la Universidad del Zulia que no provenía del sector, contra el que numerosos empleadosrealizaron protestas, apoyando los paros en otros sectoresconvocados contra el Gobierno a principios de abril de 2002.Las marchas masivas conducirían a la crisis que desalojó aChávez de la presidencia del 12 al 14 de abril. Dimitidoentonces Parra, le sucedió Alí Rodríguez Araque, un antiguoguerrillero comunista que inmediatamente antes había sidoelevado a ministro de Energía y secretario general de la OPEP.Con él tuvo lugar el cese de actividad petrolera de diciembredel mismo año, incrustado en una huelga general que,debilitada, se prolongó formalmente hasta febrero de 2003.Fue la mayor huelga patronal de la historia latinoamericana.Ahora Chávez no caería, como meses antes, sino queaprovechó el choque para tomar el control efectivo de Pdvsa.El
paro petrolero
fue un pulso directo con Chávez por parte del núcleo duro de la empresa y de los empleadosdescontentos con el Gobierno. Pdvsa dejó de bombear orefinar más crudo, justificando que se veía forzada a detener su trabajo por la huelga que había en otros sectores, como eldel transporte. La compañía alegaba una causa externa porque,al tener la plantilla de la petrolera la consideraciónconstitucional de fuerza laboral estratégica, corría el riesgo deser acusada de sabotaje por paralizar el país, pues estabadejando las gasolineras sin abastecer. Pero a las dos semanasChávez consiguió movilizar parte del engranaje, con lacontratación de otras tripulaciones para sacar los tanqueros delos puertos y así dejar sin argumento a la élite profesional dePdvsa por estar de brazos cruzados.Los despidos en la petrolera habían comenzado ya en laconfrontación de abril, cuando el presidente anunció el cese de contratos y jubilaciones en directo, en
Aló, presidente
. Ahoralas Fuerzas Armadas tomaron el control de las instalaciones y,apostadas en los portones, impidieron el regreso al trabajo detoda la clase gerencial, que en total eran unas ciento veinte personas. El conflicto se cerró con el despido de veintidós miltrabajadores –la mitad del total–, cuya antigüedad en laempresa tenía una media de quince años. Fueron reemplazados por empleados que ya colaboraban mediante subcontratas, pero también por gente sin ningún tipo de experiencia en lasoperaciones petroleras. Una nueva ola de depuraciones tendríalugar en 2004, al ser prejubilados, hostigados o echadosquienes firmaron la petición de un referéndum revocatoriocontra Chávez, como ocurrió en todos los ámbitos laborales ysociales con esos firmantes de lo que luego fue llamada
listaTascón
.Dominada ya Pdvsa, ese mismo año de 2004 tomó susriendas Rafael Ramírez, de pedigrí revolucionario por ser primo del terrorista Ilich Ramírez, alias Carlos
el Chacal
.Prueba de que la compañía quedaba atada en corto por elchavismo es que el nuevo presidente era desde dos años antesministro de Energía y Minas, cargos que ya siemprecompatibilizó. Tradicionalmente Venezuela había evitado esasuperposición, por razones de contrapeso y supervisión. Enseptiembre de 2014, Nicolás Maduro separó los dos puestos, pero no por trasparencia, sino porque en su esfuerzo por consolidarse necesitaba laminar cualquier posiblecontrapoder. A Ramírez lo puso de canciller y luego lo envío aueva York como embajador ante la ONU.Cuando se produjo el nombramiento de Ramírez al frentede la compañía estatal, Chávez ya había conseguido hacer prosperar en el seno de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo su nueva política petrolera, no basada en una prioridad volumétrica, como había sido hasta lafecha, sino de precios. En una de sus primeras muestras dehabilidad para el escenario internacional, el líder bolivarianologró aglutinar voluntades de distintos países y convocó enCaracas en 2000 la II Cumbre de la OPEP. En aquel momentosu misma celebración era ya de por sí un éxito, pues era la primera en veinticinco años. Las cifras oficiales de la OPEPeran engañosas: dados los bajos precios que había en elmercado, los países de la organización anunciaban públicamente producciones que en realidad, por debajo de lamesa, superaban con el fin de lograr más ingresos. En lacumbre de Caracas los países participantes adoptaron elcompromiso de ajustarse de verdad a las cuotas de producciónde cada uno, ya que de esta manera, al haber menos oferta real,aumentaría la demanda y por ende el precio del barril. Laestrategia funcionó.
Siembra petrolera:
La consolidación del chavismo no se explica sin la escaladade precios del petróleo que se produjo desde que HugoChávez se colocó la banda presidencial. El tener que pagar más por llenar el tanque del automóvil es algo que losciudadanos del resto del mundo lógicamente nunca iban aaplaudir, pero el nuevo presidente tuvo el mérito de propiciar una situación que en principio beneficiaba a su país. Si en losdiez años previos, el precio del barril se había mantenido bastante estable, fluctuando básicamente entre trece ydieciocho dólares el barril (precio de la llamada
cestavenezolana: promedio de los distintos crudos que produce el país), en el decenio que siguió a la llegada de Chávez a la presidencia hubo una imparable línea ascendente: del mínimode 10,5 dólares por barril de 1998 se pasó a 25,9 en 2000;46,1 en 2005; 83,7 en 2008, 101,7 en 2011 y 103,4 en 2012.La sobreabundancia de fondos, sin embargo, no se utilizó para mejorar sustancialmente las infraestructuras deVenezuela. Hubo poca inversión en carreteras o aeropuertos yla persistencia de frecuentes apagones daba fe de una redeléctrica deficiente necesitada de actuaciones de gran alcance.Tampoco se empleó propiamente para un salto en lascondiciones estructurales de los sectores más desfavorecidos.Es cierto que se destinaron importantes sumas en beneficio delos grupos de población de menos renta, conocidos como C, Dy E (clase media baja o popular, pobre y muy pobre), querepresentaban más del setenta por ciento de los venezolanos, pero los avances no fueron mayores que los registrados enotros países.De acuerdo con cifras del propio Gobierno, durante loscatorce años de presidencia de Chávez, unos quinientos milmillones de dólares fueron dedicados a políticas sociales. Esosupone casi la mitad de la renta petrolera, pues entre 1999 y2012 Venezuela produjo crudo por valor de unos 1,1 billonesdólares. El gasto social fue claramente extraordinario. Noobstante, la reducción de la pobreza fue menos pronunciadaque en otras naciones del entorno. Así, como indica laComisión Económica para América Latina (Cepal), entre 1999y 2011, Venezuela redujo su pobreza un 38,5 por ciento, cifrainferior a la reducción obrada en Perú (41,4 por ciento),Brasil (44,3) y Chile (49,3). De hecho, un pronunciadodescenso fue la tendencia generalizada en la región, conavances también notables en Colombia (33) o especialmente en Uruguay (un 63 por ciento entre 2007 y 2011). Los datos delBanco Mundial situaron a Venezuela en el noveno puesto dereducción de la pobreza en Latinoamérica en el últimodecenio.La falta de mayor efectividad de ese gasto social se debe aque en el fondo el propósito de mejora real, sostenida yduradera de las clases menos favorecidas se quedada en unefecto colateral de una acción que tenía otro fin prioritario. Loque Chávez bautizó como
siembra petrolera
formalmente pretendía derramar la riqueza petrolera hasta los rincones másmarginales del país, en la forma de ayudas sociales o en la prestación de servicios. Pero en última instancia, a lo que esasiembra en gran medida aspiraba era a cosechar votos. Laconsigna de que los beneficiados directos de la revoluciónalcanzaran los diez millones de personas adultas para así tener cautivo el voto de algo más de la mitad del censo electoral, pone bien en evidencia el mecanismo clientelar para el que seutilizaban lo ingresos de Pdvsa.Eso estaba probablemente en el subconsciente del ministrode Educación cuando en febrero de 2014, en plenas protestascallejeras contra el Gobierno de Maduro, dijo: «no es quevamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarla a la clasemedia, para que después aspiren a ser escuálidos». Por
escuálidos
Héctor Hernández entendía a los votantes de laoposición, cuyos integrantes eran llamados así por elchavismo. Se deduce que el ministro quería a los venezolanosantes pobres que disidentes.Chávez no se prodigó en gasto social hasta que tuvo que prepararse para el referéndum revocatorio de 2004; inclusodesmanteló algunos programas de previos gobiernos en sus primeros años de presidencia. Los datos de la Cepal presentan
una gráfica singularmente expresiva: la línea de la pobreza semantuvo plana durante el primer quinquenio de Chávez, luegodescendió de modo pronunciado a raíz de la puesta en marchade las misiones a finales de 2003, pero pasado el referéndumde 2004 y las presidenciales de 2006 la línea volvió aestancarse, sin más progresos, aunque el gasto social siguiósiendo importante. Más adelante los problemas económicosheredados por Maduro llevaron a un rebrote de la pobreza, prueba de que las mejoras habían sido endebles. En 2013,Venezuela fue la única nación de Latinoamérica en la queaumentó el número de pobres, y en 2014 su porcentaje superóal que había en el país cuando Chávez llegó al poder.La petrolera estatal fue la gran repartidora, encargadadirectamente de sustentar las misiones bolivarianas. Entre2006 y 2011 Pdvsa les destinó 56.132 millones de dólares;solo en 2012, año de la última batalla electoral de Chávez, la partida fue de 26.444 millones. La compañía también hacíaimportantes aportaciones al Fondo de Desarrollo Nacional(Fonden), orientadas a efectuar los pagos necesarios para laejecución de proyectos de obras, bienes y servicios. Laselevadas transferencias financieras se mantuvieron incluso enmomentos de gran constricción financiera y del crédito, comofue la crisis internacional de 2008.Dentro del hólding de Pdvsa, además, se fueron integrandomuchas de las empresas que, ajenas al negocio delcombustible, el chavismo iba expropiando. Bajo la excusa deque actuaban en sectores estratégicos, entendido esto de mododiscutiblemente holgado, el Gobierno decretónacionalizaciones cuya cuenta pagó Pdvsa. Con ello, Petróleosde Venezuela fue engrosando su estructura consolidada consociedades de objeto diverso. La más importante era Pdval, para la producción, distribución y venta de alimentos de primera necesidad, con precios regulados por el Gobierno. Laempresa estatal también gestionó constructoras en el marco dela Misión Vivienda.La compañía se convirtió en el monedero del chavismo.Como resume Antonio de la Cruz, «Pdvsa pasó a ser para elEstado venezolano su brazo financiero, la pieza clave para eldesarrollo de sus proyectos sociales, el comprador de activossociales y el instrumento de su política exterior». Esto últimoera la dimensión internacional de la estrategia de
siembraetrolera
, que Chávez cosechaba como asesoramiento directode Cuba y como votos en la Organización de EstadosAmericanos (OEA) u otras organizaciones regionales. Losaproximadamente cien mil barriles diarios de petróleo
regalados
al régimen castrista y los casi doscientos milentregados a precio desvirtuado a los países integrados enPetrocaribe suponían una reducción de los ingresos debidos aPdvsa. De esta forma la compañía estatal también corría acargo de la factura de las relaciones públicas internacionalesde Chávez y le costeaba el podio regional sobre el que seencaramaba.Desde el punto de vista financiero Pdvsa fue el instrumentoque permitió mantener la liquidez de caja para el Estado: el 96 por ciento de las exportaciones y el 95 por ciento de lasdivisas que entraban en el país lo hacían a través del negocio petrolero y del mercado de capitales generado por Pdvsa. Lasemisiones de bonos de Petróleos de Venezuela, a las querecurría el Gobierno cada vez que se quedaba corto de presupuesto en lugar de promover emisiones del Tesoro,debido a la mayor valoración de los
petrobonos
, permitieronel acceso a 35.000 millones de dólares entre 2003 y 2011.
También el petróleo, como
commodity
a futuro, hizo posiblecréditos de China y Rusia. Desde 2006, cuando se creó elllamado Fondo Chino, hasta mediados de 2015, Pekín entregóa Venezuela 49.000 millones de dólares. Por su parte, Rusiaaportó en 2014 un crédito de dos millones de dólares comoanticipo de petróleo que iba a recibir.
Pozos esquilmados:
Volcado en financiar la revolución, en Venezuela y fuera deella, Hugo Chávez estranguló la gallina de los huevos de oro.En el decálogo de la industria petrolera uno de los principalesmandamientos es el de realizar constantes inversiones para almenos mantener el potencial de producción. La declinaciónnatural de los pozos, que varía en función de lascaracterísticas de las perforaciones y explotaciones, hacenecesario un exigente trabajo de mantenimiento. La Pdvsachavista descuidó esa obligación y la producción comenzó adescender. A ello también contribuyó el despido en 2003 demiles de trabajadores especializados y su sustitución por personal menos experimentado, una permuta que se acusóespecialmente en una industria de pozos maduros, como eraesencialmente la venezolana. Al tratarse al comienzo de unaempresa bien engrasada, los efectos no fueron inmediatos, pero desde entonces la producción entró en una contraccióncasi constante. Mientras el precio el barril iba en aumento, quesalieran menos bidones al mercado no pareció preocupar, peroel problema fue acuciante cuando, ya con Maduro, los precioscomenzaron a bajar. Así, el precio de la
cesta venezolana
fuede 103,4 dólares el barril en 2012; de 98 en 2013, y de 88,4en 2014. A comienzos de 2015 se hundió hasta los 40,3
dólares por barril.De acuerdo con los informes anuales de la OPEP, cuyosdatos esta organización encarga a un medidor independiente,Venezuela tuvo su momento de mayor producción en 1998, con3,3 millones de barriles diarios, culminando un progresivoincremento de años anteriores. A partir de ahí empezó eldescenso, con un desplome circunstancial en 2003 derivadodel
paro petrolero
; superada esa disfunción, el número de barriles mejoró ligeramente para pronto volver a decaer: seencontraba en 2,3 millones en 2013. Así, pues, frente a presidencias pasadas de constante crecimiento de producción,el periodo presidencial de Chávez supuso una reducción decuota de un millón de barriles diarios. Venezuela, que habíaestado entre los primeros productores mundiales, en 2012había bajado al puesto número trece. En Suramérica la habíasobrepasado Brasil, con 2,6 millones de barriles diarios: los brasileños habían duplicado la producción en diez años.Ávida por obtener
cash
con el que pagar la realización delSocialismo del Siglo XXI, según concluye Antonio de la Cruz,Pdvsa se transformó «en una empresa preponderantementeexportadora de crudo, que utiliza el petróleo como fuentefinanciera de un proyecto político y no como una compañíamercantil». La evolución de la fuerza laboral de Pdvsamuestra la burocratización y politización que sufrió lacompañía. El hecho de que en diez años casi se triplicara elnúmero de sus empleados, sin que eso fuera parejo a unincremento de la producción, debe interpretarse como undeseo de extender la masa de personal dependiente de unanómina estatal. A comienzos de 2002 Pdvsa contaba concuarenta mil personas de plantilla; en 2012 eran ciento oncemil, todos ellos conminados a votar al PSUV, como dejó bien claro públicamente su presidente, Rafael Ramírez. La productividad bajó de cien barriles por trabajador aveinticinco. Fue una caída permanente de competitividad:entre 2001 y 2008 los costes operacionales por barril seduplicaron y los totales se triplicaron.El descenso de producción también fue consecuencia de un proceso de renacionalización. Las compañías extranjeras,salidas de Venezuela con la nacionalización de 1976,regresaron con la
apertura petrolera
de 1997 para ocuparsede campos residuales. Se establecieron entonces
conveniosoperativos
por los que las multinacionales operaban esos pozos y luego se repartían las ganancias a medias con laestatal Pdvsa.Ese nuevo trato interesaba a Venezuela porque lasinversiones requeridas, normalmente muy elevadas debido aque eran campos de mayor costo de producción o menor rentabilidad, correspondían a las compañías foráneas. Perocuando los precios del crudo comenzaron a subir lasmultinacionales pasaron a obtener unos niveles de rentabilidadque el Gobierno no había previsto. Ante eso Chávez denuncióque Venezuela había hecho un mal negocio y decidió cambiar unilateralmente las reglas. Exigió a las multinacionalestraspasar las operaciones a empresas mixtas en las que Pdvsatendría la mayoría accionarial. Eso era una nuevanacionalización. Algunas compañías habían hecho inversionesa largo plazo, especialmente en la Faja del Orinoco, y senegaron aceptar la indemnización ofrecida por laexpropiación. Las principales litigantes fueron lasestadounidenses ExxonMobil y ConocoPhillips. El arbitrajeinternacional acabaría fallando contra Venezuela, obligada a pagar más de mil millones de dólares en compensaciones.
Es sorprendente el descuido en que Chávez dejó el sector petrolero, y eso que él mismo lo había puesto en el centro dela revolución bolivariana. Lógicamente otros presidentestambién basaron su política en los ingresos que aportaba elcrudo, pero ninguno de ellos permitió que los pozoslanguidecieran de esa forma. Así lo subrayan los economistasJavier Corrales y Michael Penfold en su libro
Dragon in theTropics
(2011), al insistir en la contradicción de una Pdvsa engran medida consagrada formalmente a financiar programassociales, al tiempo que se permitía bajar la productividad quelastraba la consecución de esos objetivos del Gobierno. ParaCorrales y Penfold la politización de la petrolera «llevó a un preocupante declive de la actuación operacional de Pdvsa, queterminó dañando las propias metas socialistas de ayudar a los pobres». Haber comprometido producción a cambio deltrueque de servicios, como en el caso de Cuba, o de productos, como ocurría con parte de la factura petrolera enPetrocaribe, restó musculatura financiera a la compañíaestatal.Debido a todos los procesos señalados, con el tiempoPdvsa dejó de poseer la capacidad gerencial, tecnológica yfinanciera necesaria para expandir la producción de petróleo,según consideran los citados economistas. «Hacen falta milesde millones de dólares y un experto
know-how
para convertir alquitrán en crudo pesado que pueda refinarse, y eso es elúnico tipo de producción de crudo que Venezuela puedefácilmente expandir. Eso hace que la compañía seacrecientemente dependiente de inversión extranjera parareconstruir la industria petrolera». Jugando con el título de sulibro, Corrales y Penfold afirman que el petróleo «puede haber sido el combustible del fuego del dragón, pero al final, el dragón mismo acabó quemado por su propio fuego». Se podríaañadir que no solo se quemó el dragón, sino que también latierra del país resultó abrasada: la fuente de riqueza deVenezuela quedaba maltrecha… e hipotecada.
Dinero chino hoy con petróleo de mañana:
El enorme gasto del chavismo, la estrategia clientelar, losfondos discrecionales que se tomaba el presidente para usos políticos inmediatos y la galopante corrupción en todo elsistema eran prácticas que con el tiempo comenzaron arequerir más dinero del que Pdvsa podía ir generando. HugoChávez prefirió hipotecar el petróleo que debía sustentar a lassiguientes generaciones de venezolanos con tal de asegurarsesu mantenimiento en el poder. Con sus dos principalesasociados internacionales en poca disposición de aportar
cash
–Irán sufría especiales dificultades de flujo financiero y Rusiatenía otras prioridades– Chávez llamó a la puerta de China,incorporándola así a sus cálculos geopolíticos alternativos.Los créditos chinos se negociaron justo cuando Venezuelaacaba de poner en marcha la operación de Petrocaribe. El petróleo que Pdvsa dejó de vender en el mercado abierto y lasralentizadas retribuciones económicas con las que los paísesamigos correspondían a la dádiva chavista, dejó al Estadovenezolano sin unos ingresos y unas divisas que necesitabarecuperar por algún lado. La plata que quitaba a la revoluciónen la propia Venezuela para intentar extenderla allende las propias fronteras la procuró recuperar con una vía definanciación supletoria. Tras comenzar el envío de cargueroshacia los hermanos del Caribe en 2006 (el convenioespecífico con Cuba había comenzado antes), el presidenteabrió en 2007 con Pekín una línea de crédito por la queVenezuela recibió 49.000 millones de dólares en siete años.La cantidad estuvo repartida en varios empréstitos, a cambiode petróleo y productos derivados a futuro. Chávez lograballegar a sus últimas elecciones presidenciales con oxígenofinanciero, pero Venezuela quedaba atada a entregar barriles alos chinos, ya cobrados por adelantado, al menos hasta 2020.unca antes el país había pagado con producción futura.La negociación de la apertura de la línea de crédito lallevó a cabo Rafael Isea, entonces viceministro de Finanzas y presidente del Banco de Desarrollo Económico y Social deVenezuela (Bandes). Isea relata desde Washington, a dondeescapó tras caer en desgracia con la llegada de Maduro, lasduras negociaciones que mantuvo con China para conseguir que en el primer crédito que acordaban, de cuatro mil millonesde dólares, Pekín no pusiera demasiadas condiciones. «Mira,Rafael», le pidió Chávez, «necesito que me cierres un acuerdocon los chinos, que aquí todos hablan pero nadie cierra eltrato». Isea recuerda lo difícil de un tira y afloja en el que loschinos aparecían cada vez con equipos de negociacióndistintos, con los que había que volver a discutir asuntos queya se habían solventado. China quería que parte del créditofuera para proyectos que realizarían sus propias empresas.Isea forzó la situación en su visita a Pekín. En su cena finalcon sus interlocutores del Banco de Desarrollo de China(CDB, por sus siglas internacionales) anunció que al díasiguiente volaba a España, en su regreso a Caracas, y se ibasin llevarle a Chávez el documento concluido. A las tres de lamadrugada le llamaron a la puerta de la habitación del hotel presentándole el acuerdo firmado. El primer desembolsollevaba fecha del 18 de febrero.
«Los chinos creen en el número ocho», explica Isea, queaprendió que el mundo chino de los negocios siente atracción por ese número, considerado de buena suerte, y que muchosinauguran su empresa en un día del mes que concluya en ocho.Chávez también tuvo suerte, por decirlo de algún modo. «Loscuatro mil millones del crédito fueron entregados al presidenteen
cash. Nadie sabe dónde fueron». Ese dinero no entró en la contabilidad del Estado, para perplejidad del viceministro deFinanzas.En siguientes créditos, los chinos lograron imponer laexigencia de que sus empresas se encargaran de diversos proyectos en Venezuela. Pero muchos de los convenios no seejecutaron. De los 243 proyectos que se habían consideradohasta la muerte de Chávez, solo se realizaron diez y tres no funcionaron. Realmente no es que hubiera habido intención dematerializar tods esas iniciativas, pues, como atestigua Isea,varias eran una tapadera para
limpiar dinero de Irán. Una manera que tenía Teherán de recuperar fondos que habíacolocado en China eran las transferencias que esta hacía aVenezuela. También los tratos sucumbían a la corrupción:Ramírez, presidente de Pdvsa, reclamaba llevarse personalmente un veinte por ciento de los contratos queVenezuela debía cerrar con empresas chinas, como lasadjudicatarias de la construcción de vivienda pública. Loschinos replicaban con un reparto del diez por ciento para cada parte.Toda esta línea de financiación es lo que se llamó el FondoChino. Como muchas otras cosas en el chavismo, el nombreofrecía la cara opuesta de lo que realmente era. Ciertamente sehabía constituido un fondo, pero no eran inversiones, sinocréditos que Venezuela debía devolver. Formalmente era un préstamo al Gobierno por parte del Banco de DesarrolloEconómico y Social de Venezuela (Bandes), con una pequeñaaportación del Fondo para el Desarrollo Endógeno (Fonden).Pero en realidad era el Banco de Desarrollo de China (CDB)el que inyectaba los préstamos en el Bandes. En el trato, comocontrapartida, Pdvsa entregaba el crudo pactado a laCorporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), y estaera quien lo vendía en el mercado o lo compraba para elconsumo nacional. Si el precio era mayor del fijado a la horade valorar el crédito –fue lo habitual en los primeros años porque las estimaciones fueron bajas– el remanente eradepositado por la CNPC, previo cobro de intereses, en unacuenta del Bandes en la República Popular.La gestión de ese remanente era un extraño mecanismo,que generaba un curioso resultado: una cuenta al margen de laurisdicción del pueblo venezolano, fuera del alcance delBanco Central de Venezuela. A mediados de marzo de 2012,esa cuenta podía haber acumulado, como apuntaban algunosexpertos, alrededor de veinticuatro mil millones de dólares,que estaban a disposición del Bandes y de quien autorizaraChávez. Era un dinero que no iba a la caja de Pdvsa, y eso quesalía de su petróleo. Maduro acabó con esa práctica cuando, alacceder al poder, tuvo que rebañar todos los recursos que pudo para asegurar el funcionamiento diario de su Gobierno. partir de mediados de 2013 los barriles entregados a China sevaloraron a un precio alineado con el mercado –la carga bajóde los seiscientos setenta mil barriles diarios previstos acuatrocientos setenta mil–, lo que ya no dio origen a ningúnremanente reembolsable después.
Pagar y dar el vuelto:
La negociación de los préstamos chinos fue cada vez másardua. A raíz de la guerra civil que terminó con la dictadura yla vida de Muamar Gadafi en 2011, China exigió que losacuerdos se formalizaran en decretos que fueran aprobados por la Asamblea Nacional, para darles mayor legitimidad yconseguir que, en caso de cambio político, los nuevosgobernantes estuvieran atados a los compromisos. Pekín teníainversiones de cerca de cuarenta mil millones de dólares enLibia y muchas fueron desconocidas por los nuevos dirigentesen Trípoli.Inicialmente, el uso concreto de las partidas del Fondo Chino, destinado a proyectos de desarrollo y económico de Venezuela, estuvo en las solas manos de Caracas. Pero con eltiempo Pekín vinculó la mitad de su préstamo a adjudicacionesde empresas chinas. Así, por ejemplo, el Gobierno venezolano compró entre 2010 y 2012 tres millones de aparatos de aireacondicionado, televisores y electrodomésticos a QingdaoHaier, para el programa gubernamental «Mi casa bienequipada»; la Corporación de Ingeniería de Ferrocarriles deChina se ocupó de la construcción de una línea férrea de casiquinientos kilómetros en el estado Guárico, y CITIC Grouprecibió el encargo de levantar 33.000 viviendas. Por su parte,la gran compañía de ingeniería CAMC firmó en 2010 acuerdos por valor de 1.680 millones de dólares, que supusieron más dela mitad de sus operaciones mundiales.Como escribió el economista Emilio Nouel, «con el FondoChino se paga y dan el vuelto». China se cobraba dos veces el préstamo que avanzaba: con el crudo de Pdvsa y con el beneficio que para empresas chinas suponía la adjudicación deobras o la compra de sus productos.
Es lo que el experto Antonio de la Cruz presenta como neocolonialismo 2.0. «El país receptor de la línea de crédito compromete la producción de materia prima que pertenece afuturas generaciones y crea una dependencia tecnológica de lasempresas chinas, comprometiendo el desarrollo de la industrianacional. Es un modelo que crea valor económico para Chinay destruye valor económico para el país receptor del crédito».En ese modelo, aplicado por China también a otros lugares deLatinoamérica y África, la industria nacional pierde mercado pues el país en cuestión encarga proyectos a empresas chinas yle compra sus productos. De la Cruz recuerda cómo en el sigloXX la teoría de la dependencia desarrollada por Cardoso yFaletto denunciaba el neocolonialismo de Estados Unidos, país que obtenía los recursos naturales de los países subdesarrollados a precio de mercado, los transformaba enmercancías y los vendía luego a los países de la periferia através de las grandes corporaciones. «Mediante las líneas decrédito a los países deudores, China reescribe las nuevasformas de dominación y de neocolonialismo del siglo XXI,obteniendo a cambio los recursos naturales que transforma enmercancías, que son incluidas en los proyectos que desarrollanen esos países las grandes empresas chinas».
La plata se acaba, más créditos:
Está historia continuara…