“Hay cierto tipo de lepra,
política e ideológica..“
La palabra de Dios:
Como exhibe el epígrafe que empleé en esta entrega fue Dios quien se pronunció de manera tan hinchada y ofensiva respecto a los leprosos, no yo. No tengo la sabiduría del verdadero y único supremo Creador como para mandarme semejante dictamen. Él lo sabe y conoce todo, yo sólo sé que no sé nada y en Venezuela menos.
Soy un pecador y pese a que mi pensamiento, palabra, obra y omisión son bastante altaneros, no me aventuraría a llamar a nadie inmundo por leproso. Sólo el Todopoderoso tiene esa facultad.
Aunque…, pensándolo bien y haciendo un ligero ejercicio de conciencia: uno debe emular al Creador, uno tiene la obligación espiritual de proceder como Él, hay cierto tipo de lepra política e ideológica que, por su inmundicia moral, sí me atrevería a estigmatizar.
Siempre hay una primera vez, ésta es la mía.
La lepra chavista
La lepra es una enfermedad tan histórica como el hombre. Se menciona a este mal entre las diez plagas que causaron la debacle del Antiguo Egipto, existen esqueletos egipcios de hace cuatro mil años que conservan residuos de la peste.
En las sagradas escrituras judeocristianas se le concede a Dios un severo desprecio a quienes la padecían, los llamaba “inmundos” y se les estigmatizaba aislándolos de la sociedad para evitar males mayores: los leprosos eran obligados a andar con sus vestidos rasgados, con la cabeza rapada y vociferando: “¡Soy Inmundo!” ¡Soy Inmundo” (como deberían de andar hoy Diosdado Cabello, Cilia Flores, Jorge Rodríguez, entre muchos otros; en su caso no hace falta que lo vociferen, su lepra moral es notoria).
La lepra es una enfermedad infecciosa y puede ser muy contagiosa si los infectados no reciben el tratamiento adecuado. La produce la bacteria Mycobacterim leprae que tiene un efecto semejante al que Chávez tuvo en el tejido social y político venezolano: todo lo que toca lo ulcera y pudre.
Con la bacteria infecciosa Leprae Chávez la palabra “todo” realmente significa “todo” (lo ulcera y pudre): economía, justicia, cultura, instituciones públicas, derechos humanos, cárceles, moneda, educación y, peor que nada, el venezolano, todo.
El antídoto o vacuna contra este tipo de lepra -moral- chavista y contra sus ulcerosas consecuencias: infecciosa corrupción, contagioso cinismo, purulento nuevo riquismo y violación pandémica de la ley y de los derechos humanos, no se conoce.
La peste se ha convertido en una singular plaga histórica. Venezuela está infectada de su podredumbre y necesita cura.
De eso se trata esta entrega: identificar la peste, estigmatizarla y aislarla para salir de ella y sanar a Venezuela.
Estereotipo del apestado
La expresión: “Dime si eres chavista y te diré quién eres” es muy relevante para detectar con facilidad esta maligna infección en el alma del venezolano.
Cualquiera que a estas alturas todavía se atreva a decir que es “chavista” probablemente esté infectado. Sin embargo, hay que recalcar que no todos los chavistas lo están. Créanme existen los ingenuos.
Los que no se salvan, los que están apestados hasta las entrañas son los chavistas que, como bacterias leprosas, están adheridas -y trabajan- al tejido burocrático de esta inmunda dictadura, esos son los inmundos que con su perversidad pudren a Venezuela.
Se les reconoce fácil la lepra, no ocultan sus llagas: son corruptos, criminales, guapetones, nuevos ricos (alardean sin ningún estupor: relojes, vestimentas, lujos, aviones, yates, corbatas Louis Vuitton, ridículos zapatos Gucci); son cínicos, asesinos, violadores de derechos humanos, carceleros, flojos, improductivos, saqueadores del tesoro público, habladores de güevonadas socialistas y siempre pseudo revolucionarias. Pasean a sus perritos “Fifi” a cuestas, son los Kardashian o Hilton de la chabacanería. El estereotipo se reconoce a leguas: apestan.
Nadie se salva. Leprosos como Nicolás Maduro, Rafael Ramírez, Cilia Flores, Diosdado Cabello, Elías Jaua, Rodríguez Torres, Pedro Carreño, Jorge Rodríguez, ministros, jueces, el etcétera es larguísimo, son los más infecciosos portadores de la peste. Por cierto, como todo mal, la enfermedad se recicla y nutre entre sí.
A detrimento de lo que señalan dos apestados como Luis Vicente León y Oscar Schemel, el pueblo en su mayoría no está infectado de lepra chavista, sólo el lumpen criminal que vive de esta horrorosa peste la padece.
Son minoría, el primer protocolo es el diagnóstico: señalarles su peste e inmundicia.
Como la infinita sabiduría de Dios dictamina: hay que marcarles el estigma.
Las 10 plagas de Venezuela y su cura
Según el libro del Éxodo en el Antiguo Testamento fueron 10 las plagas de Egipto que acabaron con el esplendor de aquella civilización. Nosotros las padecemos todas: sangre; ranas (países del Alba); moscas (los Castro); animales silvestres (los enchufados); pestilencia (Miraflores); lepra (la chavista); granizos de fuego (los gargajos de Diosdado); langostas voladoras (los chinos y rusos); oscuridad (Derwick); y la muerte del primogénito (Hugo Chávez).
Pero padecemos además otras peores más difíciles de curar porque son morales: perversión, corrupción, cinismo, indolencia, bravuconería, etc.
La lepra chavista es muy visible en nuestro país, basta ver las desconsoladoras imágenes que están apareciendo en las redes sociales e internet en las que aparecen angustiados venezolanos haciendo largas colas para signar con su huella su humillación, mendingado papel higiénico o lambuceando gotas de leche, en ocasiones amarrados por los hilos de la barbarie, golpeándose entre sí, arañándose o jalándose de las greñas por un jabón, para entender lo apestados que estamos como sociedad.
Por otro lado, los niveles de mortandad que ha traído a Venezuela esta peste histórica chavista no tiene parangón en nuestra vida republicana. Hay que parar la leprosa peste.
Para algunos será políticamente incorrecto este artículo, pero es sin duda moralmente necesario. Si no estigmatizamos y aislamos la inmundicia que la peste chavista nos ha traído, como el Dios todopoderoso aconseja, las generaciones futuras serán víctimas de esta enfermedad y la Venezuela posible y anhelada jamás sanará.
Me tocó a mí lanzar el primer estigma, lo hago como buen devoto y lector de las Sagradas Escrituras. No dice alguno por ahí que el tiempo de Dios es perfecto, bueno hagámoslo perfecto nosotros mismos.
No dejemos que la lepra -moral- chavista nos pudra nuestra bella alma venezolana, ayudémonos unos a otros a salir radicalmente de la peste.
Esa es la cura.
¡Viva Venezuela y su libertad!