Y la caída de Venezuela..
■ Las tres elecciones presidenciales centroamericanas de este año, en Costa Rica, El Salvador y Panamá -como también la toma de posesión del nuevo presidente de Honduras en enero- anuncian giros interesantes, tanto más si los miramos desde Venezuela.
Conviene resaltar que en esos procesos electorales estuvieron presentes misiones de observación electoral de la OEA, cuyos estándares de seguimiento y evaluación han sido tan despreciados y descalificados por el gobierno venezolano desde los tiempos en que Hugo Chávez aceleraba el control de todos los poderes públicos y preparaba la reelección indefinida.
Los ganadores han tratado con respeto a los vencidos y reconocido expresamente su mandato como otorgado por y para todo el país. Así lo asumieron el costarricense Luis Guillermo Solís, con su muy amplio margen; con un margen menor lo han hecho Juan Orlando Hernández en Honduras y Juan Carlos Varela en Panamá; también ha sido esa la actitud, ante una diferencia mínima, del salvadoreño Salvador Sánchez Cerén.
Las actuaciones de estos dirigentes revelan que, para llevar adelante sus programas de gobierno, necesitan promover acuerdos políticos porque en los poderes legislativos ninguno de los nuevos presidentes tiene mayoría.
Si el mapa político centroamericano, como el del resto de Latinoamérica, era coloreado hace un lustro en tonos predominantemente rojizos, ahora hacen falta muchos más creyones.
Desde Guatemala hasta Panamá, todos los países miembros del Sistema de Integración Centroamericana tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos. Todos, salvo Nicaragua, son observadores en la Alianza del Pacífico, con Costa Rica y Panamá en proceso de adhesión.
En su conjunto, con México y Colombia, son parte del Proyecto Mesoamérica de integración y desarrollo, con sus importantes avances en infraestructura. Apenas Nicaragua -rigurosamente supervisado por el FMI- es parte de la Alianza Bolivariana, aunque en algunas alcaldías salvadoreñas oficialistas queden oscuros trazos de “empresas Alba”.
En Petrocaribe sólo se cuenta hoy Honduras y Nicaragua, tras el distanciamiento de Guatemala y dada la prudencia política de El Salvador bajo el gobierno de Mauricio Funes. Su sucesor Sánchez Cerén, también por el Farabundo Martí, ya ha acordado con el gobierno venezolano la incorporación al debilitado programa Petrocaribe, pero no parece factible, ni necesario, su acercamiento a la Alba. De ese enredijo de vínculos cabe esperar la atención de todos los gobiernos, incluida la recomposición que anuncia el recién electo Varela en Panamá, a los intereses económicos de sus países, con los ojos puestos en el balance político interior de afines y opositores.
Al gobierno venezolano, empeñado en acelerar el derrumbe de su respetabilidad, su credibilidad y sus capacidades económicas y de gobernabilidad, le va quedando en Centroamérica apenas un par de muy calculadores socios.