UNASUR como entidad,
palidece ante la OEA
■ En una especie de pacto entre buitres, la organización cuyos principales promotores fueron Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner, ignoró la represión gubernamental personificada en la Guardia Nacional y los paramilitares.
Las organizaciones que se opusieron a las dictaduras militares sudamericanas de los años setenta del pasado siglo, acusaron a los gobiernos del cono sur de haber instrumentado una alianza con el propósito de destruir a los movimientos subversivos que intentaban derrocarlos, dicho sea de paso, ninguno los grupos insurgentes logró sus objetivos porque las dictaduras concluyeron cuando el agotamiento y la acción cívica de los pueblos las hizo inviables.
Paradójicamente si representantes, aliados o simpatizantes de aquellos grupos subversivos se encuentran hoy en el poder ha sido por algo que aquellos sectores repudiaban: el voto universal, libre, secreto y plural.
Aquella alianza fue identificada como Operación Cóndor. Las fuerzas represivas de los países asociados no tenían que respetar las fronteras para apresar y hasta matar a cualquier individuo que pudiera ser una amenaza.
Los dictadores de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Paraguay, enfrentaban movimientos violentos, grupos extremistas que practicaban el terrorismo urbano, los atentados personales, el secuestro y la lucha guerrillera rural.
Eran gentes dura que creían en la violencia y la practicaban en todas sus formas, justo recordar que siempre contaron con el apoyo absoluto de la dictadura cubana.
Los dictadores de los países mencionados que llegaron al poder por la violencia, no escatimaron esfuerzos por acabar con la oposición y no dudaron en imponer un terror desde el estado. Asesinaron e hicieron desaparecer personas, entre ellas gente inocente o al menos individuos que estaban a favor de soluciones políticas y repudiaban el terrorismo.
Las enseñanzas de aquellos dictadores que se aliaron para sobrevivir, al parecer germinó entre quienes ocupan en el presente sus posiciones.
Por ejemplo la Unión de Naciones Sudamericanas, UNASUR, emitió una declaración de total satisfacción para el gobierno de Caracas, porque apunta “respaldar los esfuerzos del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela para propiciar un diálogo entre el Gobierno, todas las fuerzas políticas y actores sociales con el fin de lograr un acuerdo que contribuya al entendimiento y la paz social y más adelante agregaba, “ Expresar nuestra preocupación ante cualquier amenaza a la independencia y soberanía de la República Bolivariana de Venezuela”.
En una especie de pacto entre buitres, la organización cuyos principales promotores fueron Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner, ignoró la represión gubernamental personificada en la Guardia Nacional y los paramilitares, lo que condujo a la diputada María Corina Machado a expresar “Unasur pretende proteger al régimen y no a los venezolanos”.
Cierto que algunos mandatarios de UNASUR han hecho declaraciones, por cierto ambiguas, como para marcar alguna distancia de lo expresado por la organización, Michelle Bachelet (Chile), dijo respecto a la violación de los derechos humanos en Venezuela que solo tenía la información de los medios de comunicación y que no prejuzgaba con la información de la prensa, anteriormente había declarado que jamás apoyaría un movimiento que de manera violenta buscara derrocar un gobierno constitucional, dando por sentado que la oposición venezolana es la que recurre a la violencia.
Por su parte el canciller de Uruguay, Luis Almagro, expresó que cuando se tiene la estrategia política de derrocar un gobierno por medio de las protestas es muy difícil aceptar un diálogo porque conlleva un cambio de estrategia.
Pero UNASUR como entidad, palidece ante la Organización de Estados Americanos.
La mayoría de sus miembros, clientes de Venezuela, acordó guardar un inexplicable silencio ante la violencia desatada en ese país y cuando se produjo una votación sobre la crisis le fue favorable al gobierno de Maduro porque aprobó una resolución de solidaridad con Venezuela en la que se llamaba al diálogo y rechazaba cualquier tipo de intervención, como si esa fuese la intención de la oposición venezolana.
La actitud de la OEA es contraria a la que asumió durante la crisis de Honduras, 2009, cuando derrocaron a Manuel Zelaya aliado de los compinches de Hugo Chávez, hoy Nicolás Maduro, ese país fue aislado del hemisferio y sus relaciones con en el resto del mundo fueron afectadas.
Pero esperar otra decisión de la OEA mientras José Miguel Insulza sea su secretario general es un grave error, porque sus decisiones siempre han favorecido las autocracias nacidas en la rivera del Socialismo del Siglo XXI. Recientemente declaró que la crisis política y social que vive Venezuela no afecta la democracia en el continente, lo que no justifica invocar la Carta Democrática Interamericana.
Insulza insiste en la legitimidad del mandato de Maduro y ha ignorado más de un mes de protestas en todo el país, la muerte de muchas personas, entre ellas estudiantes, los heridos, los presos, los torturados y la violación a los derechos humanos, por eso siempre se dirá que el peor ciego es el que no quiere ver.