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Abc.es: En Venezuela primero te matan y luego preguntan



Un cadáver yace sobre el asfalto junto a un mural con la efigie de Hugo Chávez en una calle de Caracas, en una imagen de septiembre de 2010.
Un cadáver yace sobre el asfalto junto a un mural con la efigie de Hugo Chávez en una calle de Caracas, en una imagen de septiembre de 2010.

Los cadáveres son amontonados
en la «morgue» de Caracas

 

Criminalidad récord coloca al país en el podio de los países más peligrosos de América Latina.

Un año después de la muerte de Chávez y cuando arrecian las protestas contra su sucesor, los venezolanos residentes en España comparten el recuerdo de la violencia criminal que los empujó a abandonar su patria añorada.

“En Venezuela primero te matan y después preguntan”… Así de cruda es la realidad de las calles venezolanas, según recuerda José Ramón Herrero, un inmigrante que ahora, como tantos miles de compatriotas, se gana la vida en España, él como ingeniero de sistemas de Iberia. Raro es el que no recuerda un episodio de delincuencia como uno de los detonantes de su decisión de emigrar.

Alejandro Amundaray, caraqueño, ahora profesor de lengua inglesa en Madrid, recuerda qué lo animó definitivamente a cruzar el Atlántico: «Por la inseguridad», asegura. Amundaray sufrió tres asaltos a mano armada consecutivos en las “camioneticas”, vehículos atestados que funcionan como transporte colectivo en el caos circulatorio de la capital venezolana, y a tres primos suyos los mataron. «Por eso tuve que dejar el buen empleo que tenía y marcharme», rememora.

Ahora que un régimen bolivariano cada vez más contestado acaba de homenajear a su fundador, quienes abandonaron la Venezuela del Chavismo echan la vista atrás. «Es cierto que el problema de la inseguridad no empezó con Chávez, pero estos años ha empeorado. Al principio culpaban a los Gobiernos anteriores, pero ahora hay más criminales y además son más violentos», continúa Herrero, que también ha conocido de cerca esta lacra social. «A un amigo mío le pegaron tres tiros para robarle el coche, se salvó solo porque él es fuerte», explica.

Miles de muertos:

Según los datos oficiales, en Venezuela se producen 48 homicidios por cada cien mil habitantes, un récord que la coloca en el podio de los países más peligrosos de América, solo por detrás de Honduras y El Salvador. Las cifras que manejan los organismos no gubernamentales son todavía más sangrantes. El Observatorio Venezolano de la Violencia estima en casi 25.000 las muertes violentas registradas en el país, un aumento exponencial respecto a las 11.300 que este mismo organismo calculó en 2003 y que explica por qué personas como Raquel, una mujer de 50 años que prefiere ocultar su apellido, decidió hace once trasladarse a España con sus tres hijos: “Quería que crecieran en un país democrático y con seguridad”.

Amundaray admite que dejó su país por «miedo, llegó un punto en el que no podía salir a la calle». Para él, aunque la llegada de Chávez al poder no es la causa del problema de la criminalidad rampante, contribuyó a agravarlo. «Siempre ha habido malandros. Lo que pasó es que muchos de los sectores que se dedican a la delincuencia son las bases del Chavismo y su triunfo les hizo sentirse más fuertes, creerse protagonistas».

A la hora de partir, la división política de la que hablan a diario los periódicos se convierte en un factor secundario, aunque también influye. La reciente ola de choques entre fuerzas del orden y manifestantes no ha hecho sino agravar el caos en el que habitualmente viven sumidas las urbes y añade el factor contaminante de la división política a la convivencia. No es nada nuevo. Chávez intentó hacerse con el poder mediante un golpe de estado y a él intentaron derrocarlo por la misma vía. Cualquier venezolano recuerda además como, tras el largo paro petrolero que buscaba su caída, el Gobierno depuró toda la estructura de Petróleos de Venezuela para asegurarse el control de la estratégica compañía estatal. Venezuela es hoy un país partido en dos mitades, una con el presidente Nicolás Maduro y otra en contra, como atestiguan los resultados de las elecciones que lo llevaron a suceder al «comandante eterno».

“A mi madre, el régimen de Chávez la llamaba oligarca, a ella que se levantaba todos los días al amanecer para trabajar”, cuenta Carolina Chocrón, médica en el servicio de Urgencias de un hospital madrileño. No puede reprimir las lágrimas cuando explica que mantiene la esperanza de volver algún día a su tierra. Ahora no puede, dice, porque «en mi país nunca había sentido tanto odio».


Por: Guillermo D. Moreno y Olmo
@golmo
corresponsal en Madrid
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Caracas, martes 18 de marzo, 2014