“Bienvenido a esta
tierra dolorida“
■ La capital de Táchira, paralizada tras sublevarse contra el Gobierno de Maduro.
■ Cientos de barricadas bloquean las principales calles y barrios donde ya escasea la comida.
■ Las ruinas amontonadas bloquean las calles y son los vecinos quiénes ahora ponen las reglas de quién pasa o quién no. El clamor del pueblo está presente.
■ La violencia llevó esta semana a que tanto el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, como el Papa Francisco pidieran ceder el enfrentamiento político a encontrar acuerdos.
A Graciela se le aguan los ojos porque Táchira, su tierra, le duele. No es para menos. San Cristóbal, capital del estado fronterizo con Colombia, protagoniza una sublevación popular contra Nicolás Maduro desde hace tres semanas. Parece el campo de una batalla por venir.
Son muy pocos los supermercados que están abiertos en San Cristóbal, vigilados por la Guardia Nacional para prevenir saqueos. Sólo se mantienen abiertos unas horas del día, para que la población pueda proveerse de alimentos básicos.
Los enfrentamientos esporádicos que empezaron hace dos meses aquí son un reflejo del movimiento de protesta de oposición nacional. Los manifestantes denuncian la represión brutal de las fuerzas del gobierno de Nicolás Maduro.
El propio presidente reconoce la muerte de 50 personas en los graves disturbios desatados en todo el país hace dos semanas. Hay al menos 500 detenidos.
La chispa que prendió el fuego surgió de la forma más insospechada: el intento de violación contra una joven estudiante de la Universidad de Los Andes en el Jardín Botánico, utilizado como atajo para acceder a la casa de estudios. Y con muchos ‘malandros’ (delincuentes) a la caza de nuevas víctimas.
Pocas horas después del suceso, el martes 5, los estudiantes tomaron la calle, hartos de la inseguridad que ha convertido a Venezuela en el segundo país más salvaje del planeta (casi 25.000 homicidios en 2013). El día siguiente repitieron la operación, armados con la fe de los que están convencidos. Y cansados.
Después llegaron los primeros enfrentamientos con la Guardia Nacional y la detención de cinco estudiantes, trasladados a una cárcel del interior del país. Cuando soltaron a cuatro de ellos, ya no cabía la marcha atrás. Maduro ordenó la militarización del estado y dos aviones de guerra sobrevolaron amenazantes la capital. El primer mandatario amenazó incluso con decretar el Estado de excepción.
República Independiente de Gochilandia:
Hoy San Cristóbal cambió, ya nada será igual en la República Independiente de Gochilandia, como ellos mismos se denominan. Gocho es un gentilicio mítico en Venezuela: los más valientes, los más tozudos. El dictador Pérez Jiménez y el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez nacieron en estas tierras ‘arrechas’ (corajudas) hoy compungidas.
En las elecciones presidenciales del año pasado, Henrique Capriles aventajó en Táchira al ‘hijo de Chávez’ en casi 26 puntos (62,87% del opositor contra 36,97% del chavista). En la capital la diferencia se disparó por encima de 46 puntos.
Fuenteovejuna, muchos a una. “A la gente le hierve la sangre. Y nuestra sangre es gocha”, asegura La Resistencia (“llámanos así, en esta barricada somos 20”), en el barrio de Santa Teresa. “Cuando los dos aviones de guerra de Maduro sobrevolaron la ciudad, salimos a la calle con las cacerolas hasta que los callamos”, asegura el que lleva la voz cantante, con el rostro cubierto de tizne negro tras pasar la noche avivando las fogatas. Sólo en este barrio se levantan 21 obstáculos que impiden la circulación, con 2.000 voluntarios que las mantienen vivas.
Barrios como San José Obrero, Pueblo Nuevo, Los Teques o Sucre aparecen cortados por múltiples barricadas, centenares, construidas con basura, muebles viejos, piedras, alambradas de púas, cascos rotos de botellas. Algunas esconden trampas: varas de acero clavadas en el suelo con la ayuda de un taladro o tapas de alcantarilla arrancadas.
Murallas contra el chavismo:
Detrás de las pequeñas murallas improvisadas contra el chavismo no sólo están estudiantes o jóvenes rebeldes. También ingenieros, maestros, taxistas y amas de casa. Casi todos a uno. Ni siquiera el salvoconducto del reportero extranjero garantiza el paso: “¿Eres de los periodistas buenos, o de los malos?”. Las consignas corren a través de ‘whatsapp’, el chat de Blackberry o Twitter, incluso ‘walki talkies’ entre los más organizados. “Orgulloso de ser guarimbero”, otro término criollo que identifica a los que se enfrentan en la calle a las fuerzas policiales y militares.
La ciudad está paralizada. Pocos comercios se atreven a abrir y quienes lo hacen tienen poco para vender. Escasea la comida, faltan aceite, azúcar. Los bancos llevan días sin abrir y los cajeros automáticos están vacíos. El transporte público ni aparece. Sólo algunas gasolineras asoman combustible de vez en cuando.
Una pequeña tregua de varias horas provocó ayer las carreras de un lado a otro de la ciudad. Algunas barricadas se abrieron al tránsito para dar paso a colas kilométricas, como la del mercado estatal Bicentenario, donde era necesario inscribirse previamente para acceder al establecimiento.
En el supermercado Baratta, más de 200 metros de cola. “Llevamos desde las 6.30 (casi una hora y media) y lo que nos falta”.
Reitty Zambrano, abogado de 34 años, exhibe su camiseta del Barça y una sonrisa, pese a todo. “¿Qué van a comprar? Lo que haya, ‘chamo’. ¿Y hasta cuándo? Tenemos que seguir. No nos doblegamos”.
Carmen González tampoco se doblega, pese a que camina con mirada perdida detrás del féretro de su hijo. Jimmy Vargas murió el lunes en su huida de la Guardia Nacional, mientras le disparaban perdigones y le lanzaba bombas lacrimógenas. Intentó saltar de un tejado y se cayó. “Me lo mataron. No podía respirar, trató de bajar y se cayó. Todavía en el suelo y seguían lanzando lacrimógenas”, acusó González mientras la comitiva lanzaba gritos acusadores: “¡Maduro, asesino!”.
Un grito que se repite en cada una de las barricadas de San Cristóbal, la ciudad dolorida conjurada para mantener su rebeldía.
Por: Daniel Lozano
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jueves 27 de febrero, 2014