No hay diálogo si no
funciona la Asamblea
■ Si Diosdado permitiera que la Asamblea Nacional funcionara como un verdadero parlamento comenzaría el verdadero diálogo, en el lugar ideal para contrastar ideas gobierno y oposición, porque dialogar no es cohabitar con un gobierno en apuros.
Al coordinar con el gobierno central la persecución de los malandros se reconoce la legitimidad de Nicolás Maduro… y este acepta el derecho de existir de la oposición. Así como cuando el ministro Torres conversa con Capriles, o con Falcón; o a un alcalde le entregan unos camiones para recoger basura, o unas motocicletas para la policía. Pero el único y verdadero tema de un diálogo entre el socialismo del siglo XXI y los partidos de oposición es buscar la forma de reinstucionalizar el país, volver el régimen una verdadera democracia y garantizar elecciones equilibradas, sin ventajismo, donde el CNE no sea el brazo armado del gobierno.
Dialogar sí, para cambiar las autoridades del CNE, nombrar un nuevo fiscal, reformar el sistema judicial, pedir cambio de algunos ministros; dialogar para administrar mejor los dólares que recibe el país, el manejo de Ramírez de la economía, el lugar de la empresa privada en el desarrollo. En resumen, un diálogo sobre temas fundamentales, sin limitarse a acudir obedientemente a conversar con el gobierno cuando a Maduro le conviene; el diálogo le ha servido de balón de oxígeno al gobierno.
Dialogar es preguntar por qué se autorizó que se gastasen 400 millones de dólares para importar autobuses para el transporte urbano, en realidad para alimentar las inmensas chiveras donde terminan esos vehículos; preguntar cuál es la lógica de no pagarle a las líneas aéreas mientras se malgastan cientos de millones comprando aviones de última generación y olvidando el fracaso del plan del mismo Hugo Chávez al crear rutas al interior del país; o discutir si mientras faltan las medicinas para los enfermos de cáncer el país debe financiar a un corredor de fórmula uno.
Dialogar es buscar que se ponga en funcionamiento la fábrica de papel en la que se han derrochado cientos de millones; recordar que nunca faltó la leche en polvo hasta que el gobierno monopolizó la importación, y decir, en el diálogo, que si el gobierno importa directamente todo lo que necesite el país la escasez se multiplicará.
Habría suficientes dólares si no importáramos lo que antes producíamos, desde comida a cemento y cabillas, y si además esa importación la realizaran los que saben hacerlo.
En Cuba Raúl Castro pasó a 1 millón de trabajadores del sector público al privado; construyó, financiado por Brasil, una zona libre alrededor del puerto de aguas profundas de Mariel, donde fábricas y empresas no pagarán impuestos y dispondrán de la mano de obra cubana, más barata que la de cualquier otro país de América. Esa zona está abierta para las personas, naturales o jurídicas, de cualquier país, incluidos cubanos residentes en el extranjero.
El día que en la Asamblea Nacional Diosdado Cabello no trate a las patadas a la oposición, que esta ocupe cargos en la dirección de la Asamblea, se permita que en las tribunas del público se sienten militantes de los partidos democráticos, entonces habrá un verdadero diálogo.
Habría que discutir en la Asamblea Nacional las enseñanzas de los países del Alba, de países como Ecuador o Nicaragua. Correa ha estimulado la explotación de petróleo en el Amazonas, en contra de las críticas de los ambientalistas del mundo. Dialoguemos, no cohabitemos.