“En las novelas siempre hay un
personaje bueno y otro malo..”
■ Mi tía Yolanda –hoy en la plenitud de sus 80- enviudó muy joven. Y desde hace 40 años, su único entretenimiento es ver “la novela”.
Sin embargo, me cuesta creer, tan siquiera imaginar que, influenciada por el contenido o la trama de las mismas, mi tía termine asesinando a sus vecinos, conformando una banda, traficando estupefacientes o planificando secuestros express. ¡De verdad, la sola imagen de mi tía Yolanda como toda una “pran” – ¿o se dirá “prana”, Iris?- me produce una carcajada atronadora, de esas que solo las ridiculeces que comete este gobierno logran sacarme! Como dije al principio: para mi tía, las novelas, solo han sido su mejor entretenimiento. Y como ella, muchos venezolanos que encuentran en este género, una distracción y no un modelo de conducta a seguir.
Sin duda, el tema se ha debatido desde siempre. Incluso la discusión se asemeja mucho a la adivinanza aquella que preguntaba ¿quién fue primero: la gallina o el huevo? Pero en lo que muchos expertos concuerdan es que la violencia de una sociedad no puede atribuirse al contenido o a la influencia de una programación televisiva. Y traigo a colación un trabajo publicado en El Universal, en mayo de 2013, donde los psicólogos consultados expresaban que “un entorno agresivo hace más violento a un niño que la televisión. Una familia disfuncional lo predispone más a la violencia que un programa perverso”. No me vengan a decir estos incapaces que la culpa de la violencia que experimentamos en el país es provocada por las novelas que transmiten, los ya de por sí, coartados canales de televisión. ¿O se nos olvida lo que vino a representar la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión? Lo han dicho la mayoría de los escritores de novelas consultados en los últimos días: escribir los guiones en la actualidad está limitado a lo que permite la ley, evitando temas que no se pueden ni siquiera sugerir, restringiendo el proceso creativo de los escritores quienes, al final, por temor a infringir la normativa, se autocensuran.
La pregunta que podemos estar haciéndonos los ciudadanos de este país, que vemos en esta nueva “comedia” del Desgobierno una táctica para desviar la atención y culpar a otros de sus fallas es ¿dónde está la verdadera fuente de la violencia que ataca inmisericordemente a Venezuela? Porque yo no sé qué pensarán ustedes; pero, a mí me parece una decisión desacertada que, por ejemplo, el Ministerio de Servicios Penitenciarios haya negociado –así como están leyendo, negociado- con los pranes de los principales penales del país la paz: sí, nuestra paz. Nuestro derecho a “sobrevivir”. Es decir, pactaron con estos “líderes negativos” para que bajen el tono y la frecuencia de sus ataques a cambio de más fiestas, más drogas, más caña y más mujeres. ¿Qué es esto? Yo lo llamo aberración. Una demostración de quiénes son los que realmente nos están gobernando.
En ningún país, medianamente serio, controlar el contenido de los medios audiovisuales, ha contribuido a disminuir los preocupantes índices de violencia. Recientemente, leí con horror cómo Caracas cuenta con la tasa de homicidios más alta del mundo. Y dudo mucho que las novelas sean la causa principal de este lamentable incremento. Como bien decía mi amigo Javier Vidal, con quien conversé días atrás, “en las novelas siempre hay un personaje bueno y otro malo; por lo general, el bueno siempre gana y el malo, pierde”. Y eso es lo que de verdad debería copiarse el Gobierno: ¡castigar al malo!, que traducido a un lenguaje de primaria no significa más que acabar con la impunidad. Así de simple.
En todos los países democráticos debe haber diversidad de programación en cuanto a los horarios porque, el quid del asunto, es poder y saber elegir. En un país democrático, el televidente adulto y el audioparticipante, ciudadano en mayúscula, tiene que poder disfrutar del derecho a elegir. ¿Qué le corresponde al Estado? Establecer regulaciones según los horarios, los tipos y edades que, por ejemplo, coadyuvaría para que los adolescentes y niños no vean programas con contenidos no aptos sin la supervisión de un adulto. El filtro, la censura, la tenemos que poner los padres. Supervisar, permitir o no lo que pueden ver nuestros hijos, nos corresponde a nosotros.
¿Se ha hecho un estudio de los efectos que causan los discursos cargados de odio de la dirigencia chavista los cuales se transmiten en cadena nacional? Chávez, el difunto presidente, fue el principal exponente y propiciador de la violencia. Es cínico acusar a los demás de algo que es inherente al propio gobierno, con sus mensajes incendiarios, agresivos, ¡de muerte! Entonces, el que siembra vientos recoge tempestades.
El trasfondo de todo esto es intimidar. Hacer que los medios se autocensuren. Es la forma de recordarles que la concesión que les permite estar al aire la tiene el Gobierno. Es, en pocas palabras: presión. Mordaza, en su máxima expresión.
Por: JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO)
mingo.blanco@gmail.com
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@mingo_1
EL UNIVERSAL
viernes 24 de enero de 2014
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