Un gobierno cívico-militar para
sacar de raíz la gangrena social
■ En palabras con significados precisos pueden construirse frases y tesis de diagnósticos y/o pronósticos muy distintos.
Por ello y para evitar las trampas propias del lenguaje equivoco, es bueno aclarar taxativamente que cuando se habla de una intervención militar, fatalmente necesaria, ello no equivale a querer establecer un régimen militarista.
La llamada Revolución de Octubre de 1945, impuso una democratización de las instituciones y del tejido social mediante una insurgencia militar presidida por un civil: Rómulo Betancourt.
La sublevación militar-cívica de 1958 impuso un gobierno civilista presidido por un Militar: W. Larrazábal.
En 1999 un triunfo electoral democrático, en medio de un régimen civil, abrió el curso al militarismo chavista.
El 11 de abril de 2002 una insurrección civil que obliga a una insurgencia militar, coloca a la cabeza del régimen de crisis, a un civil que pone la torta de reabrir la tutela militar chavista del poder político.
Todo depende entonces del programa, de las tareas, que deba asumir ese poder emergente. Puede ser un civil que abra un proceso militarista, o un gobierno militar que abra un proceso civilista, y hemos visto mezclas, estafas y contradicciones en su conformación y fines.
Como hemos dicho muchas veces, las instituciones como representación de un grupo humano lleno de contradicciones y de marcas de sus personalidades determinantes, abren un abanico de probabilidades que solo pueden ser determinadas por lo que desea o permite que se imponga la gran mayoría social y en particular las elites.
Lo que se desprende del análisis de posibilidades para nuestro futuro inmediato, es que un gobierno presidido por militares o civiles, a partir de su establecimiento de facto y sustentado en una hegemonía de procesos de excepción, característicos de un régimen de fuerza, no implica que deba ser militarista, ni menos aún pretender hacer subir la cuota, ya sobradamente excesiva y abusiva, de oficiantes uniformados en la burocracia de Estado, no por ser militares en si, sino por haber saturado el gobierno chavista-madurista con los más obsecuentes e incapaces de entre ellos.
Por si no lo sabían los dogmáticos del “civilismo” mal entendido, hay militares de distinta y opuesta naturaleza ética y de toda inclinación profesional, como en el mundo civil, solo cambia la catadura moral y las densidades, por ser los militares apenas el 1% del conjunto social.
Y también es útil rescatar que en cuanto a vivir bajo férrea disciplina, cuando medimos la proporción entre los de vida castrense y se les compara a los civiles, es desproporcionadamente desigual a favor en los militares.
Pero todas estas son valoraciones sucedáneas, porque lo esencial sigue siendo que para detener el caos ya reinante en la sociedad venezolana y para sacar de raíz la gangrena social instalada desde el poder mismo del Estado, empezando por las FFAA y policiales, se requiere de un régimen que haga prevalecer la fuerza por sobre los tráficos de influencia de una administración de justicia absolutamente prevaricada, manipulada por el poder político y las corruptelas de la boli-burguesía y de los plutócratas y burócratas que la prostituyeron a capricho, haciéndola absolutamente inútil como factor de reequilibrios y correcciones.
Se trata es de desmontar un régimen de abusos masivos en materia de derechos y hay que empezar por impedirle a los mandones del régimen rojo ejercer las competencias atrabiliarias.
No se trata de llenar las calles de militares, se trata exactamente de lo contrario, que vuelvan a los cuarteles a recuperar plenamente su institucionalidad, su funcionalidad y apresto, como fuerza de emergencia del orden interno y de disuasión estratégica y de resguardo de las fronteras.
Pero no puede ocultarse que la primera tarea de un gobierno de facto, con protagonismo militar, es lograr mediante el uso de la fuerza proporcional necesaria, la neutralización o liquidación de todo grupo alzado en armas o en plan de ejercer caprichosas violencias sociales, con abierta complicidad del gobierno en zonas específicas.
Dicho en claro: se tiene que acabar en el más breve periodo de tiempo el reino de pandillas armadas lúmpenes, afines al partido de gobierno, usadas como arma de intimidación política.
Nuestra propuesta es desmantelar el estatismo en la economía y restituir en el menor plazo que se pueda un Estado Democrático y de Derecho. Hay que construir una nueva institucionalidad funcional que devuelva la soberanía del voto transparente a los ciudadanos.
La unidad básica del Municipio y de los estados, con la descentralización necesaria, deberán permitir el usufructo del derecho básico de los ciudadanos a designar a sus gobernantes, pero simultáneamente debe garantizarse, por primera vez ,de manera draconiana que ejercer un cargo de elección popular, para administrar ciudades y estados no puede seguir siendo un ejercicio venal, para hacer ricos a cuanto aventurero quiera probar suerte y refugiarse de su incompetencia para generar riquezas en el mundo privado volviéndose al saqueo del erario público para hacerse de fortunas mal habidas y constituyendo mafias clientelares que les garantizan eternizarse en el poder.
Para decirlo con la menor de las ambigüedades: Las FFAA venezolanas haciendo un balance descarnado de su nivel de co-responsabilidad en este régimen de destrucción nacional, pueden llegar fácilmente a la conclusión que este ha sido el gobierno más corrupto y de idiota incompetencia de nuestra historia, sobre todo si lo medimos en los términos de oportunidades y recursos despilfarrados, porque con todos esos recursos pudo haberse construido una nación desarrollada y vemos más bien como resultado este degredo de país al cabo de 15 años en el poder.
Propongo un nuevo régimen de protagonismo militar inicial, para que las FFAA se reivindiquen ante la nación y corrijan severamente el desmadre causado bajo su copatrocinio.
Algunos contradictores podrán argumentarme: ¿y si quieres que las FFAA realicen esas tareas porque no la concibes mejor como propias de un gobierno de la MUD o incluso de este mismo régimen chavista, si se atreviera a generar una gran apertura y su viraje necesario?
Está probado que ningún régimen en la historia se suicida para convertirse en su opuesto. El chavismo para cambiar de naturaleza deberá obligársele por ilegalización o por un dilatado proceso de convivencia en democracia, a vivir bajo parámetros civilizados y no ejerciendo un poder fraudulento donde impere con su ideología despótica de pacotilla.
En cuanto a que puedan, la MUD y su líder Capriles, acometer esas tareas de reconstrucción nacional, déjenme espantar esa tonta ilusión sobre que puedan impulsarlas esta gente cultora del clientelismo y del parasitismo estatista, como sus socios del chavismo, que están indisolublemente atados a esas prácticas, reminiscentes y multiplicadas desde la Cuarta República y sus partidismos asfixiantes, que son precisamente las que deben ser extirpadas de raíz en una nueva etapa donde se construya un Estado eficiente y realmente controlado por los ciudadanos, mediante el pleno ejercicio de un Estado de Derecho.
Pero para estructurar ese estado debe barrerse este régimen que felizmente ha juntado en su defensa y bajo su paraguas constitucional, a todo el parasitaje estatista de sus instituciones.
Es por estas razones que ambos sectores atacan con el mayor ensañamiento mis artículos y propuestas. Pero sepamos que ambos le tienen fobia a todo lo que amenace con acabar esta manguangua de los politiqueros al servicio de grupos económicos, que siempre están al acecho, fieles a la consuetudinaria costumbre nacional de amasar fortunas a partir de privilegios obtenidos del poder político.
¿Es militarismo auspiciar una insurgencia de las FFAA?
Para responder con precisión esta hipótesis de desiderátum, debe primero saberse que una cosa son los militares y otra la institución FFAA.
Venezuela hoy se ha convertido en un narco-estado, forajido, un estado semicolonial al servicio de la dictadura totalitaria castrista. Esta definición sin embargo, no nos convierte a los venezolanos en narcotraficantes, delincuentes y súbditos de esa maldición de régimen piltrafa de la pobre Cuba.
No existe identidad entre el Estado y sus ciudadanos. De la misma manera no puede establecerse una correspondencia automática, entre la conducta de los miembros de una institución y la naturaleza social- jurídico y política de la institución misma.
Los “civiles” pueden contar por decenas las tortas que han puesto sus liderazgos a lo largo de estos 15 años de estructuración y hegemonismo que terminaron por atornillar el régimen de oprobio que ahora padecemos y que ya felizmente entró en su agonía dislocante, aunque queden pendientes los efectos dramáticos.
Nuestro historial de luchas entregadas no puede ser más frustrante: insurrecciones cívicas burladas por someterse a asonadas militares manoseadas por intereses bastardos, huelgas indefinidas con un calendario ingenuo y disparatado, alzamientos militares simbólicos en plazas públicas, ensayos de protestas violentas sofocados por bomberos políticos de la oposición alcahuete, referéndums ganados y entregados por cobardía o impotencia de los líderes, elecciones presidenciales ganadas, pero con capitulación de sus hipotéticos beneficiarios, reiterada presencia en todas las elecciones fraudulentas, con la excepción de una abstención hasta del 87 %, que sin ser cobrada, dejaron ejercer el poder ilegitimo por no asumirlas como grandes victorias políticas contra el régimen, caricaturas de plebiscitos autoimpuestos para salvaguardar prestigios en bancarrota, referéndums de reformas del régimen derrotadas aplastantemente y sin embargo admitidas luego mediante estafas parlamentarias… todo todo … en tributo al famoso civilismo pacifista, que terminó por ser sinónimo de entreguismo al régimen y de defensa de intereses clientelares de pacotilla, para beneficio de unos cuantos líderes paseando pomposamente como depositarios de nuestro destino.
Se propone es un gobierno de orden para superar este desorden, se propone un gobierno para extirpar el delito masivo que reventó la vida social, se quiere un parao al desmadre de la corrupción generalizada, se desea una reinstitucionalización democrática del país para reabrir las puertas de sus libertades económicas, que nos permitan recuperar la senda del desarrollo.
Es para eso que creo sirve un gobierno de las FFAA y de los mejores talentos del país, así haya que hacerlo con quienes tanto deben en su prestigio hipotecado, siempre y cuando se cumplan estos objetivos.
Los militares tomados individualmente en sus miserias no hacen responsable a la institución de las FFAA, estas, como todo lo que nos da sentido de pertenencia de nación, debe recuperar incluso el prestigio de sus miembros que deberán, incluso contra un gran sector de los suyos, ser los garantes de las libertades públicas y de la regeneración del país y esto es ahora un mandato de este momento trágico en que transitamos un Estado de Necesidad.
Por: Alberto Franceschi
Politica | Opinión
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@alfranceschi
Lunees, 30 de diciembre de 2013
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