HomeVenezuelaLUIS ALFREDO RAPOZO: La burriquita de Gamelotal

LUIS ALFREDO RAPOZO: La burriquita de Gamelotal



Joropo, La burriquita

“La burrita Manuela”
era negrita..”


 

Don Anselmo Guaita es un hombre muy dicharachero que caminaba el pueblo de San José de Gamelotal de arriba para abajo y de este a oeste.

Todo el mundo lo conocía y es que su oficio de carpintero le permite estar atendiendo todo tipo de necesidades de la gente que quiera hacer una puerta de cedro, de caoba o de cartón piedra. Pero, además, es plomero, electricista, también arregla lavadoras; neveras, radios, ventiladores y es perfecto para solucionar cualquier percance que tuviera la gente en su casa, porque sabía de todo.

Don Anselmo detrás de su casa, en un cuartucho que tiene allí, al lado de una mata de guayaba, guarda repuestos, tornillos, tuercas y todo tipo de cositas que hacen falta para reparar cualquier aparato que deje de funcionar o necesite un mañoso remiendo que lo haga más adaptado a la vida en el llano, donde los problemas a veces se ponen difíciles para resolverlos debido a las inclemencias del tiempo o por lo lejos que queda de las ciudades surtidas de repuestos y posibilidades.

Nosotros conocemos a Don Anselmo desde siempre, porque es el hombre que se viste de burriquita y la saca en los carnavales, en diciembre y en cualquier ocasión que se presente arriba de un templete, cuando el municipio o la gente del pueblo inventa alguna festividad para celebrar, como pasó en el aniversario del pueblo hace dos años cuando acompañado de arpa, cuatro y maracas. La vistosa burriquita, vestida de un amarillo llamativo fue la delicia de niños y grandes bailando con música de joropo de fondo y rebuznando con una voz chillona que procuraba imitar graciosamente al animalito, mientras perseguía a los hombres y le lanzaba besitos y les daba con un fuete.

¿Cómo no vamos a conocer a don Anselmo, cuando siempre era un invitado infaltable en los actos culturales en la única escuela de Gamelotal en 30 años de andar con su burriquita? “La Manuela”, en su danza insaciable, inagotable y bullanguera. Fue en las últimas Navidades cuando Don Anselmo casi se muere de la tristeza y al pueblo se lo lleva una lluvia de lágrimas de mujeres inconsolables por una especie de pérdida profunda, como si fuera el fin del mundo. La noche del 24, Don Anselmo sacó su burriquita, vestida con ropa decembrina con colores rojo, verde y blanco. Estuvo bailando por las calles del pueblo, alegrando a la gente y especialmente a los niños, acompañado de unos parranderos que cantaban lindas estrofas al niño Dios, siguiendo los acordes del cuarteto de Cruz Jiménez con los instrumentos de cuatro, arpa, maracas y hasta bandolina, quienes fueron el deleite de todos en una noche irrepetible cantando canciones para niños como “Mi burrito sabanero” y muchos aguinaldos que fueron la delicia de las familias. Entonces, don Anselmo estaba muy alegre, comió hallacas, ensaladas de gallina espectaculares, carne de cerdo al horno, casabe y brindaba con mucho vino en cuanta casa se metía. Así pasó toda la noche, terminando borracho de alegría hasta el día siguiente, cuando despertó sobre un banquito de la plaza Bolívar del pueblo, sin zapatos porque se los habían robado y sin la burriquita, que también se la llevaron sin dejar rastro, ni nada.

-“Fue horrible”, dijo con una voz que se le hacía chiquita cuando intentaba explicar el momento. “Me encontré turbado después de una noche de parranda, sin zapatos, sin mis cosas y sin la Manuela que desapareció como el humo”.

Entonces, don Anselmo pensaba que algún amigo le había jugado una broma pesada y estuvo mirando para todos lados tratando de encontrar un rostro que se delatara, alguien que diera un paso al frente reconociendo “la mamadera de gallo”, pero nadie lo hizo.

“¿Fuiste tu, Nicasio?”, le preguntó a uno.

“¿Fuiste tu, Rosendo?”, le preguntó a otro, pero todos movían la cabeza negativamente en medio del dolor de haber extraviado a la burriquita, sin saber qué le había pasado y cuál era su destino.

Así pasó una semana llorando a la burriquita y otra semana más en un duelo tan fuerte que hasta la gente del pueblo le hizo una misa a las seis de la tarde en la Iglesia “Nuestra señora de la Coromoto”, rogando para que apareciera y Don Anselmo siempre esperaba que apareciera alguien -y le trajera a “la Manuela” recriminándole su borrachera y su descuido-, pero nadie apareció en medio de un ambiente de luto y desconsuelo que se respiraba en todas partes.

A mediados de enero, la señora Carmelita Jiménez, la matrona de una familia de músicos, fue quien llamó a una asamblea en plena plaza Bolívar, para buscarle una solución a la ausencia de la “Manuela” en las venideras fiestas de Carnaval. Entonces, se propuso crear una comisión que confeccionara una nueva burriquita que ocupara el lugar de la desaparecida, secuestrada o fugada “Manuela”… De esa manera, el mismo Don Anselmo fue quien preparó la armadura o el soporte sobre el cual iría todo lo demás, las hermanitas Guatache se dedicaron a darle forma a la cabeza y a las piernas que van a los lados, con goma espuma, y la señora Jacinta Guarapana fue quien confeccionó la vestimenta con una tela de lunares blancos en fondo amarillo. La nueva burriquita fue forrada con una tela marrón de paño y hasta le pusieron unas crines castañas y unos grandes ojos que daban la sensación de que estaba mirando.

”Si, hasta parece que está mirando”, dijo la señora Carmelita. Y entonces decidieron ponerle una lengua roja que salía por un lado y parecía que se estaba riendo. Cuando llegaron los días de carnaval, mucha gente llegó al pueblo de Gamelotal, para ver las comparsas, bailar en las ferias, escuchar música llanera en los templetes y disfrutar de la burriquita que con su baile alegre, danzaba alrededor, mientras las hermanitas Guatache vestidas de llanera, movían sus faldas en una coreografía de garzas blancas volando sobre una laguna.

Pero, en esa oportunidad Don Anselmo había preparado una danza con música grabada para bautizar a la burriquita en su primer baile que dice así: “Ahí viene la burriquita, ahí viene domesticá’, no le teman a la burra que no es la burra maneá’. Ay sí, ay no, Mariquita me regaló un canario que cantaba los versos del Niño Dios. Ésta es la burrita nueva que viene de Campajal, y no había venido más antes por no tener un bozal. No le eche hierba a la burra que no va a poder bailar, échele una Mariquita y aguáitela no más.”

“-¿Y cómo se llama tu burriquita, Anselmo?, le preguntó un parroquiano, cuando terminó de bailar.

“Esta burrita es catirita como pueden ver a diferencia de “la Manuela” que era negrita”.

Entonces don Anselmo tomó una botella de ron y se la vació en las orejas y le dijo: “-te llamaras Rosa Angelina, mi catira Rosa Angelina”.

Por: Luis Alfredo Rapozo
Politica | Opinión
luisrapozo@yahoo.es
@luisrapozo
Domingo 29 de diciembre, 2013

* Este es un sitio participativo. Para escribir aquí sólo tienes que registrarte en: reportero24@live.com

*Reportero24 no se solidariza o avala las opiniones de los colaboradores.