El reparto final de lo que queda
de la República de Venezuela
■ Como era evidente aquí no hubo y no podía haber ningún plebiscito.
Estamos solo ante el acostumbrado reparto del repele del Estado, donde el régimen se permite ser un poco más generoso, atribuyéndole 20% de las alcaldías a la llamada oposición. Si bien es cierto el volumen del rechazo al gobierno, en las grandes ciudades garantiza no tentar estallidos con fraudes muy visibles, lo que se vio con estas elecciones, fue más bien que el régimen apostó a dejarle, a la solicita oposición, la papa caliente de grandes ciudades llenas de calamidades por la crisis.
La lectura según la cual se vive peor en las ciudades y que allí el mayor rechazo al desastre le da ventajas a la oposición, es por lo menos un sin sentido, porque en la “Venezuela profunda” de los pueblitos y ciudades pequeñas se pasa aún más roncha que en las vidrieras políticas de las capitales de estados.
Creo necesario declarar que si por un minuto dejaran de enredar floreando la mentada decisión democrática y de embellecer estos resultados, donde el Gobierno se reserva el control del 90% del territorio nacional, lo que ahora no debe pintarse, como ya anunció Capriles, es un escenario donde, según dice, lo único que debe prevalecer es buscar entendimientos con Maduro.
Algún día se sincerarán los que fingen no entender que nada importante se jugaba en estas elecciones municipales, por la sencilla razón que apenas se trataba de un reparto final de lo que queda de república, del reparto del repele.
La espesa baba que se respira en el clima que propicia la propuesta de diálogo y reconciliación con el gobierno malandro, apareció de nuevo por boca de la mayoría de los opositores electos y de su jefe de campaña, que fracasó ruidosamente al querer revalidar su liderazgo, apelando a la idiotez de llamar lo del 8 un plesbicito, que ahora el ilegítimo le saca en cara, proclamándose sólido y ratificado en el poder legal, como en estricta lógica puede hacerlo el dueño del CNE fraudulento y fabricante de estas recurrentes victorias ficticias del poder malandro.
Cuando se discute en los absurdos términos del “debate oficial”, entre parteneurs que se reconocen bajo las reglas del árbitro fraudulento, no se dice por ejemplo, que el gobierno gana de calle en todas las mesas donde la oposición carece de militantes testigos y aun allí se requiere que, por entereza y solidez, cumplan la regla de aguantar los cañonazos de los millones ofrecidos, o de la conminación, apuntados con una pistola en la cien, para abandonar la sala de la mesa a la hora de alterar los resultados muchas veces con la auditoría falseada incluida.
Tampoco puede insinuarse, para seguramente no ofender la dignidad de los electores, que habiendo quedado atrás alguna lealtad ideológica al proyecto del fenecido líder cósmico, en la inmensa mayoría de los pueblos y pequeñas ciudades, por no decir también en los caseríos, prima por encima de todo el chantaje de: si no me votas no comes, por la estrecha dependencia del empleo y de listados de miembros “misiones” contabilizados como clientela sumisa a los designios del poder municipal y comunal rojo. Y para no exagerar la nota debo admitir que estas son lealtades casi normales en un país donde el grueso de las fuentes de empleo fueron destruidas por estos chafarotes del gobierno y solo quedan en pie las del empleo público, como sostén de millones de compatriotas.
De manera que quien elige es la amenaza del hambre y en eso es lo que se equivocó la MUD al seguir la conseja de creer que esto podría ser considerado un plebiscito, más aún en las semanas en que TumTum Nicolás mandó a saquear los inventarios de todas las tiendas comerciales, para regalárselos al electorado oportunista lo que implicó una confiscación masiva de varios miles de millones de dólares.
De manera que si alguna vez no puede obtenerse una visión clara de lo que preferiría la población de este país, en medio de esta pavorosa crisis económica y con un poder público podrido hasta los tuétanos, no es precisamente en medio de unas elecciones municipales donde las clientelas, muchas de ellas con alianzas locales propias para su sobrevivencia y parasitismos, contabilizan sus lealtades adscritas al poder central benefactor si eres de su incondicionalidad o de la modosita oposición de algunas ciudades más grandes que han logrado escapar del control siniestro del poder hegemónico y aparecen con algún interés diferenciado de la camarilla gobernante.
Lo que interesa del balance de estas elecciones ya está dicho.
Había planteado hace pocos días el señor Capriles que desde ahora iría por Maduro, en tono casi amenazante y ahora vino con su tsunami: “quiero sentarme a dialogar”… Nada nuevo bajo el sol. Quedan las soluciones reales, las que obligan a hablarle de frente al país y sin tapujos: No hay solución electoral, ni menos las indoloras, a esta bestial crisis incubada por 30 años, 15 de los cuales son de exclusiva responsabilidad de los rojitos castristas, y a la oposición comparsa alcahuete.
Por: Alberto Franceschi
Politica | Opinión
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jueves, 05 de diciembre de 2013
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