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DÁMASO JIMÉNEZ: La delgada línea de la estupidez



saqueos por orden de maduro

La revolución es un
fraude mal montado


Las fotos y videos del saqueo fueron indignantes.

Un trofeo para los estrategas del plan anticomicios del 8D que ahora pretenden recrear los sucesos “espontáneos” del Caracazo de 1989, pero en versión remix con voz de mandato presidencial, con la idea de generar miedo, terror, decepción y angustia, justo cuando faltan 4 semanas para llevarse a cabo un nuevo conteo que podría descubrir a los ojos del mundo que la revolución es un fraude mal montado, un panfleto de gritones malencarados divorciados de toda razón posible, sin interés alguno para resolver este atolladero económico y buscar la paz y la reconciliación nacional a través del diálogo, del entendimiento, y del voto.

“Eso no existe mijo”, te lo hacen saber casi de inmediato con un cachazo que te despierta en medio del apagón, la escasez, la inflación y la crisis en que nos encontramos encerrados y sometidos. El país está secuestrado y debilitado a pan y agua y hasta ahora todas las posibles salidas lucen sitiadas.

Saquear y robar prácticamente se convirtieron en las dos primeras medidas económicas con contundencia que anuncia este gobierno para solventar el hambre y la pérdida del poder adquisitivo generado por una inflación despiadada.

Lo que no puedes comprar con el triste salario que devengas, de pronto y lo consigues en la próxima tienda que caiga en desgracia, además con protección y complicidad de los cuerpos policiales y el discurso manipulador e incendiario del presidente de la AN, Diosdado Cabello, hombre con reputación de poderoso empresario que justifica la medida de robo y saqueo para defender el caos impuesto por Maduro: “Vamos a la calle a defender y respaldar las medidas económicas del presidente Maduro”.

Cuando Maduro dio la orden contra Daka: “Que no quede nada en los anaqueles”, no estaba atacando a los enchufados empresarios que de manera cómplice reciben grandes cantidades de dólares y forman parte de un exclusivo mercado de capitales que los ha hecho ricos junto a los altos funcionarios del gobierno que fungen como sus socios y protectores en estos últimos años de control cambiario y paridad surrealista del dólar, sino intentando destruir toda resistencia democrática, la ética y moral ciudadana fortalecida y el deseo casi reducto de convivir con respeto en una Venezuela civilizada.

Salía mejor abrir el grifo de la nueva barbarie, sacar a relucir ese “choro” que puede haber entre los escuchas y convertirnos en secuaces de todo el compendio criminalístico que ya se le endosa a los protagonistas de esta parte de la historia patria en minúsculas.

Es como si la idea del hombre nuevo pudiera simplificarse en marabunta capaz de encontrar la felicidad cargando con electrodomésticos que no le pertenecen, pero que pueden ser robados en época navideña con guiño de ojo complaciente del gobierno. Pero lo que vimos el pasado sábado fue el llamado al caos y la locura hecha desde la más alta investidura para revolver las frustraciones revueltas de estos largos 15 años de mediocre revolución.

Claro que ha quedado una puerta abierta para la esquizofrenia nacional que de seguro no será desperdiciado por quienes intentan lo imposible para posponer los comicios. El tiempo corre y no hay manera de detener este tsunami de votos que está a punto de explotarle al madurismo en la cara.

Queda la burla de los estrategas. Es posible que esos titiriteros castristas crean conocer el gusto generalizado de los venezolanos por los televisores estrafalarios, las tostyarepas condenadas al desuso ante la desaparición de la harina de maíz y por el doloroso y complejo recetario que sufre una joven soñadora convertida en luminaria hollywoodense de la belleza internacional como Miss Universo, ningún programa de la televisión mundial podría parodiarnos con tantos sobresaltos en un mismo día, pero estamos seguros que los integrantes de esa sala situacional desconocen que detrás de los saqueos del sábado hay un Deja vú que creímos haber olvidado, el drama de un tumulto de gente en la calle desconociendo a la autoridad corrupta y mentirosa que ya nadie quiso respetar. La invocación de ese pasado raya la delgada línea de la estupidez de quienes creen que todo puede controlarse desde el poder.


Por: Dámaso Jiménez
@damasojimenez
www.biendateao.com
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EL UNIVERSAL
miércoles 13 de noviembre de 2013




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