Así es como uno se ve compelido a hablar del salvajismo y la violencia –¡Que no quede nada en los anaqueles!. La orden del idiota y los salvajes que se arrojan a la calle para cumplir con el mandato. Es un acto significativo, el epítome de la barbarie: el desconocimiento brutal de la propiedad privada y del Estado de Derecho. Resulta incluso difícil empezar a hilar conceptos abstractos de la propiedad privada como institución de una sociedad libre. ¿Para qué? Habría que entender primero que una orden presidencial de esa naturaleza es inconstitucional y autoritaria. ¿Pero para qué divagar en conceptos legales y políticos? Habría entonces que dar un paso más hacia atrás y entender que la sociedad opera bajo una estructura de mercado en la cual cada individuo libre ofrece el producto de su trabajo para poder garantizar el sustento del orden social moderno. ¿Para qué hablar del origen de la sociedad moderna? El salvaje no entiende de conceptos burgueses, sino solo de los acuerdos rudimentarios y tribales que nacen entre los hombres que para sobrevivir primero tienen que matar y desposeer al otro. Los salvajes solo entienden de destrucción y pillaje.
La civilización es el progreso
hacia una sociedad de privacidad.
La existencia del salvaje es pública, gobernada por las leyes de su tribu.
La civilización es el proceso de
liberar al hombre de los hombres.
Ayn Rand
Ellos solo viven en lo que Schopenhauer enuncia elegantemente como homo hominis lupus. No obstante, incluso eso sería conceder demasiado entendimiento a los salvajes, porque también los animales entienden que no pueden exterminar a toda una manada sin luego padecer hambruna. Ya se hace transparente el desespero del gobierno, porque no le queda sino recurrir a la violencia, al socialismo mágico, a la superstición con cara de muertos insignificantes. Yo les digo: cuando ya no tengan qué robar y estén muriendo de hambre van a tener que devorarse los huesos del que descansa en el cuartel de la montaña. Quizás allí entiendan que, como explica Ayn Rand, la felicidad es solo alcanzable como un prueba de integridad moral, ya que sería la prueba de los logros conseguidos por medio de la integridad de los valores: de esos que no tienen y que fácilmente descartan para luego romper vidrios y perpetrar el robo. Quizás entonces entiendan que los derechos individuales no están condicionados a los discursos presidenciales –¡Que no quede nada en los anaqueles!– sino por el contrario, el verbo presidencial debe estar limitado por los derechos inalienables del individuo. Tendríamos que empezar por el principio y responder a las proklyatye voprosy, a las malditas preguntas que, según los rusos en el siglo XIX todo hombre honesto y moralmente consecuente debía responderse o simplemente darle la espalda entendiendo así la responsabilidad y consecuencias implícitas en tal conducta. ¿Entenderá Maduro la responsabilidad y las consecuencias implícitas que conlleva darle la espalda a las cuestiones imperativas de la realidad? ¿Entenderán los salvajes las consecuencias implícitas en sus acciones barbáricas? ¿Entenderán todos ellos lo que implica desconocer los imperativos de la modernidad? ¿Qué robarán cuando ya no tengan qué robar? ¿De qué comerán cuando ya el “enemigo” no esté para producir? ¿Qué les quedará?
Les quedará la nada.
Por: Andrés Volpe
@andresvolpe
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El Universal
miércoles 13 de noviembre de 2013