Me cuesta mucho opinar sobre
política latinoamericana…
Los cubanos somos los más descalificados para ello por nuestro fracaso de 54 años en lograr la libertad de Cuba, pero en la Sección Perspectiva de El Nuevo Herald, opinas o no escribes.
Y meditaba que existen dos tipos de chavismo, el de las víctimas, que son los pisos de tierra, ese pedazo de población que esta ahogándose y se aferra en un mar de espanto a cualquier madera aunque por dentro esté llena de plomo, y que forman parte de un populismo latinoamericano, que como La Cándida Eréndira, personaje de Gabriel García Márquez, deja que violen su inocencia con las políticas absurdas, demagógicas y fallidas de su abuela Desalmada, una alegre izquierda que con tal de empuñar o mantenerse en el poder, es capaz de ahogar a su propia madre en un charco de orine.
También hay un segundo grupo que cuando piensa, deduce. Los intelectuales, dirigentes agazapados que han estado murmurando mientras se duchan a sotto voce para que el agua apague y se lleve por el desagüe lo que dicen, pero ya están saliendo de la ducha, y hablando en la puerta de sus casas, corcoveando como mulas, tan cargadas de presentimientos, como para violar la omertá o código del silencio de la mafia siciliana.
El chavismo está herido de muerte pero no por su oposición sino dentro de sus propias filas.
Los ejemplos son muchos, solo escojo dos. Felipe Pérez Martí, ex Ministro de Planificación del 2002 al 2003, uña y carne de Chávez que se rajó como una caña brava. Y mucho más importante, el sociólogo fascista alemán Heinz Dietrich, quien bautizó con el nombre que ostenta el Socialismo del Siglo XXI, de quien el ex presidente de Venezuela fue un fanático antes de caer como una mansa paloma en los brazos de Cuba. El ha dado un paso atrás, algo así como si Marx y Lenin hubieran denunciado como inviable al marxismo-leninismo.
Respeto profundamente a la oposición venezolana; decía Romain Rolland en su Juan Cristóbal que “héroe es aquel que hace todo lo que puede”. Pero creo es pura paja la declaración reciente de Leopoldo López a El Nuevo Herald de “tomar la calle” y que “hay que combatir la cubanización de Venezuela”. Diría cosas así pero no en Miami sino en Caracas. Tampoco creo que se orienta a un pueblo con perogrulladas, porque ese pueblo va a saber sin que nadie se lo diga cuando llegó el momento de tomar las calles, y las va a tomar.
Me dice menos la declaración de María Corina Machado sobre un “capitalismo popular” que nadie entiende en Venezuela, y yo menos, pues son dos términos hipócritamente excluyentes, y que se usan cuando se quiere quedar bien con Dios y con el Diablo.
No veo mal que Henrique Capriles rece el Padrenuestro de recordar que le robaron las pasadas elecciones, su error consiste en las letanías sobre el fraude, y es que por tanto mirar atrás, puede quedar convertido como Edith, la esposa de Lot, en estatua de sal.
La oposición venezolana debe mirar hacia delante y saber separar el trigo de la paja de su antichavismo. Denunciar la difusión fascista de propagar que existe una trilogía del mal en Caracas es comprensible, pero me enfocaría más en denunciar una Ley Habilitante que le da el derecho a Nicolás Maduro de hacer en Venezuela lo que le dé la gana “legalmente”.
Muy antigubernamental burlarse de Nicolás Maduro y de su viceministerio de la Felicidad, pero la mirilla de mi colimador apuntaría a las elecciones municipales de diciembre donde el diablo vende billetes, y si no los vende, hay que echarle guindas al pavo. Sería trágico, porque eso daría paso a largo plazo a una rebelión popular, o a algo tan funesto como un golpe de Estado.
Estaba muy entusiasmado con la ingenuidad propia del cubano que nos creemos somos los que más conocemos de béisbol y política, y que después de tantos trastazos no conocemos del comunismo ni su letra C, que las próximas elecciones venezolanas marcarían el fin de Maduro, y me ganaría una botella de Whisky Dewars contra una botella de champaña que aposté con una amiga venezolana, asegurándole que al chavismo no le quedaba un año en el poder.
Sin embargo, una noticia en El Nuevo Herald del domingo me erizó los pelos. Nicolás Maduro acaba de declarar que mandará a la cárcel a quienes desconozcan los resultados electorales en unas elecciones que tiene irremisiblemente perdidas. ¿Cómo cuadrará el círculo? ¿Mediante un fraude electoral brutal o mediante las facultades omnímodas que le da la Ley Habilitante?
Es una de dos, como decía el Benny Moré: “Elige tú que canto yo”.
Por: Nicolás Pérez
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El Nuevo Herald
martes 5 de noviembre del 2013
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