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Thursday, November 21, 2024
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BRASIL: Los violentos jóvenes “Black Bloc” tienen en jaque a Sao Paulo



Intelectuales muestran su preocupación con la forma en que los Black Bloc brasileños están ganando espacio en los medios de comunicación.
Intelectuales muestran su preocupación con la forma en que los Black Bloc brasileños están ganando espacio en los medios de comunicación.

Los anarquista que visten
totalmente de negro

 

Violentos Black Bloc se infiltran en las protestas de Brasil y provocan disturbios.

Un joven de 18 años afirmó haber recibido heridas de bala en ambos brazos durante la protesta.

Las autoridades toman firmes medidas tras la destrucción que provocaron en la reciente protesta pacífica de profesores.

Son el grupo oscuro y organizado que empuja las crecientes protestas en el país hacia la violencia. La nota esboza su retrato.

Un colectivo de jóvenes que justifica la destrucción del patrimonio como lenguaje de protesta convoca a movilizaciones en Sao Paulo y Río de Janeiro.

En los últimos meses se han vuelto habituales los actos vandálicos en las manifestaciones en Río y Sao Paulo, realizados por grupos radicales de ideología anarquista que visten totalmente de negro.

Forman un grupo relativamente pequeño. Son menos de 100 personas, pero cuando entran en una manifestación se multiplican, y como un huracán, destruyen todo lo que encuentran a su paso. Es la fuerza que los Black Blocs brasileños esconden tras sus máscaras, la acción de jóvenes de clase media baja que protestan contra la precarización del estado y los servicios públicos, según explica a ABC la española Esther Solano, doctora en ciencias sociales por la Complutense, y una de las principales estudiosas de este grupo en Brasil.

«La violencia para ellos es como un grito. Ellos quieren provocar con la única herramienta que tienen a su alcance», dice Solano sobre los Black Bloc paulistas, a los que describe como muchachos de extracción humilde, de 18 a 23 años, que estudiaron en escuelas públicas y ahora asisten a universidades privadas no muy buenas. La mayoría de ellos trabaja muchas horas, gana poco, se enfrenta a diario al tráfico intenso y padece unos servicios públicos deficientes.

Como ha ocurrido en Europa y Estados Unidos contra grandes eventos capitalistas y en países emergentes contra Gobiernos autoritarios, los Black Bloc brasileños repiten las tácticas de los grupos antisistema: vestirse de negro o de gris, usar máscaras y enfrentar en bloque a la Policía. Han sido identificados como anarquistas y actúan horizontalmente y sin líderes. Los Black Bloc brasileños son estos días objeto de análisis entre los medios de comunicación e intelectuales, que admiten su dificultad en comprenderlos. Un importante especialista en violencia entrevistado por ABC, prefirió abstenerse de comentarios sobre ellos.

Las acciones del grupo, que alcanzaron su cénit la semana pasada con los estragos causados en el centro de São Paulo y de Río de Janeiro, las principales ciudades del país, provocó la respuesta más dura de las autoridades locales, preocupadas por que las acciones de Black Bloc puedan entorpecer la organización del Mundial de fútbol del verano que viene.

Bruno Paes Manso, periodista especializado en la cobertura de violencia de «O Estado de São Paulo», ve diferencias entre los Black Bloc de octubre y los que se destacaron entre las manifestaciones de junio. Los de junio eran estudiantes de la prestigiosa Universidad de São Paulo (USP), de clase media, vinculados al Movimiento Pase Libre (MPL) y con un objetivo claro, el de conseguir la reducción de la tarifa de ómnibus.

«Es una chiquillada que vive en la periferia, que tiene rabia hacia el Estado, hacia la Policía. Es una segunda generación de Black Blocs con una violencia que parece gratuita, lo que hace que pierdan la popularidad», explica el periodista, que entrevistó a algunos integrantes. Según Paes Manso, estos jóvenes aprendieron la táctica Black Bloc con los militantes del MPL.

Un grupo de Black Bloc, en pleno asalto a una sucursal bancaria de Río de Janeiro durante la reciente protesta en la enseñanaza.

Black Bloc se infiltran en las protestas:

Las protestas en Brasil se están volviendo cada vez más violentas por la acción de grupos anarquistas infiltrados. El rastro de destrucción dejado la semana pasada en las principales avenidas del centro de São Paulo y Río de Janeiro, ha llevado a las autoridades brasileñas a adoptar medidas más firmes, especialmente contra los grupos conocidos como Black Bloc, acusados de promover la confusión en marchas que comienzan pacíficas.

Black Bloc es una táctica anarquista de protesta que surgió en la década de los años ochenta en Alemania entre los movimientos contraculturales para proteger a los «okupas» y los universitarios de las acciones de la Policía y los grupos neonazis. Pero desde los años noventa, la táctica fue asumida por grupos anticapitalistas y ganó fama en grandes eventos internacionales, como los de la Organización Mundial de Comercio (OMC), (Seattle, 1999) o del G20 (Toronto, 2010). Más recientemente, la táctica se utilizó en las manifestaciones de la Primavera Árabe y ahora cobra fuerza en Brasil.

“No tienen líderes conocidos y se convocan a través de las redes sociales..”


Sin líderes conocidos y convocados a través de las redes sociales, los Black Bloc actúan durante la manifestación y se dispersan cuando termina. Los grupos aparecen de repente con banderas negras y símbolos anarquistas. Se enfrentan en bloque contra la Policía. «Resistencia es nuestra religión y el caos nuestro apocalipsis», dice la página del movimiento brasileño en Facebook, donde publican también un manual del manifestante, donde advierten de que el uso de máscaras no es ilegal y dan instrucciones de cómo evitar la prisión.

Entre las medidas de protección, el grupo recomienda andar en grupo, algo que ahora puede ser considerado delito. A partir de ahora, los Black Bloc son considerados como una asociación criminal en Brasil. La norma que entró en vigor el mes pasado prevé el castigo de grupos a partir de cuatro personas que se reúnan para practicar crímenes.

Los gobiernos de São Paulo y Río de Janeiro han comenzado a capturarlos y llevarlos a prisión. «Basta de vandalismo», dijo el secretario de Seguridad de São Paulo, Fernando Grella Vieira, que autorizó el uso de balas de goma contra los alborotadores, una medida suspendida tras su mala repercusión, durante las protestas de los pasados meses de junio y julio.

Antes de los sucesos de la semana pasada, cuando los Black Bloc se infiltraron en una marcha de profesores, el movimiento contaba con la simpatía de muchos brasileños, incluido el cantante Caetano Veloso, que posó en una foto con una máscara, en protesta por su prohibición en el estado de Río. Los intelectuales y la prensa han tenido dificultades en descifrar y explicar el movimiento, que a veces tratan como vándalos y a veces como revolucionarios.

«Bandidos»

Pero un reciente editorial del diario «O Estado de São Paulo» no dudó en llamarlos bandidos, después del vandalismo que protagonizaron la semana pasada. «Pueden no robar y matar, aunque sus actos pongan vidas en grave peligro. Pero eso es lo que son», señalaba el texto, que instó a llamar a las cosas «por su verdadero nombre».

El movimiento, mientras tanto, se defiende y denuncia la represión violenta y abusiva de la Policía.

Polarización:

Esther Solano es una de las pocas intelectuales que ha tenido contacto directo con estos jóvenes y muestra su preocupación con la forma en que los Black Bloc brasileños están ganando espacio en los medios de comunicación.

«No son revolucionarios del siglo XXI como los presentan sectores de izquierda ni quieren serlo», dice la especialista que tampoco comparte la visión que los incrimina como si fueran bandidos: «Se está hablando mucho de ellos, pero hay poca gente que quiere entender que es un fenómeno social que va a continuar». Los jóvenes, que según la especialista, forman un colectivo bastante organizado, tienen como objetivo principal protestar contra el Mundial 2014, un evento que acapara en los últimos tiempos las inversiones gubernamentales.

La criminalización del movimiento a través de una ley que prevé la prisión para grupos a partir de cuatro personas reunidas y de la ley de seguridad nacional, resucitada de la dictadura, está retrayendo a los jóvenes de dar declaraciones y entrevistas que los ayuden a explicarse, cuenta Solano. El tono más duro en las declaraciones de las autoridades de los Gobiernos de São Paulo y de Río de Janeiro en las últimas semanas y su advertencia de que no habrá tolerancia alguna con los Black Bloc están creando una polarización que preocupa a la especialista.

«Los dos juegan con la misma herramienta, la violencia. La Policía tiene legitimidad para usarla contra los Black Bloc, y ellos no. La ley de seguridad nacional es una neurosis colectiva que puede estar creando una amenaza aún mayor», advierte Solano.

Otra preocupación de Solano es la dinámica que se ha creado entre los Black Bloc de Río y São Paulo. Unos se manifiestan en apoyo a los otros y viceversa, lo que alimenta las acciones. «Ellos dicen que van a seguir saliendo y no sé medir hasta que punto lo harán», dice la intelectual que le augura una larga vida al movimiento.

El joven que decide adoptar la táctica Black Bloc, surgida en Alemania en los años 80 para defender las ocupaciones y enfrentarse a la policía y grupos nazis.

La nota completa:

Avenida Paulista, arteria económica de São Paulo y palco de las manifestaciones de la ciudad más poblada, rica y una de las más desiguales de Brasil. Una decena de jóvenes vestidos de negro y con pasamontañas se separa de la marcha para abalanzarse contra la sucursal de una entidad bancaria. Arrancan a patadas las pasarelas de entrada, la toman con los cajeros a los que lanzan piedras, golpean con palos y pintan con graffiti mientras el sonido de la alarma duele en los oídos. Son rápidos, dejan su marca y se marchan en busca del próximo objetivo, un McDonalds, un puesto móvil de la policía o la estación del metro. Son los Black Bloc, mejor dicho: los que adoptan la táctica Black Bloc, la de la destrucción del patrimonio como lenguaje de protesta. Los Black Bloc no son considerados un grupo aunque sus integrantes compartan su ira contra el capitalismo y su atracción por el anarquismo. El colectivo, que ha convocado a una manifestación nacional el próximo 7 de septiembre, es la nueva incógnita de las protestas en el país.

Hace dos meses que Brasil procura una radiografía de los manifestantes que ocupan sus calles en busca de teorías que expliquen la explosión y el devenir de tanta agitación social. Primero se escrutó a los integrantes del colectivo Passe Livre, jóvenes defensores del transporte público gratuito e impulsores de las primeras protestas; les siguieron los perfiles de los universitarios de clase media insatisfechos con la sanidad, la educación y la inseguridad; después se escudriñó a los Ninja, activistas que con sus retransmisiones en directo promovieron denuncias contra la brutalidad policial. Se revisó también el papel de colectivos históricamente conocidos como los movimientos sin tierra, las asociaciones de la periferia y la participación de los vecinos de las favelas. Ahora, con una convocatoria debilitada, muchas de las protestas son promovidas por los Black Bloc, que acaparan flashes y alimentan la pluma de los analistas.

El de ellos es un perfil difícil de trazar. Ellos mismos están definiéndose por el camino, la opinión pública ya les ha colocado el cartel de vándalos, y los gobernantes, que tienen paralizadas la mayoría de las propuestas lanzadas en junio, los contemplan como el camino más rápido para disuadir a las masas de salir a la calle.

El joven que decide adoptar la táctica Black Bloc, surgida en Alemania en los años 80 para defender las ocupaciones y enfrentarse a la policía y grupos nazis, suele venir de la periferia, donde los servicios públicos como el transporte y la sanidad muestran una cara aún más fea que en el centro de las ciudades.

Fuera de Brasil, la corriente Black Bloc es esencialmente anticapitalista, con alguna excepción como la de los enmascarados de Egipto que estaba más centrada en combatir la “tiranía fascista de los Hermanos Musulmanes”. Aquí es un movimiento que parece ser más amplio, que lucha por la mejor eficiencia del Estado, por la mejora de los servicios públicos. La principal bandera de las manifestaciones de junio, aunque agitada más violentamente.

Los Black Bloc se cubren el rostro porque lo que hacen es delito – el vandalismo se castiga con trabajos para la comunidad, pero se les puede mandar a la cárcel por organización criminal- y se posicionan al frente de las marchas para servir como escudo entre los policías y los manifestantes. Y son extremamente huidizos con la prensa. “No tengo contacto con ellos, apenas soy un manifestante de base que se siente más protegido cuando hacen la primera resistencia contra la terapia de choque de la Policía Militar”, explica Bruno, un joven que acompaña las protestas.

La brillantez del argumentario de los Black Bloc depende de quien lo defienda, como organización horizontal no tienen líderes, y cada uno de ellos habla a título personal. Dos profesores, Rafael Alcadapini, de la Fundación Getúlio Vargas y la española Esther Solano, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), han decidido salir de sus despachos para estudiar sus tácticas. Coinciden en que les falta teoría y articular mejor sus proclamas, lo que no significa que no tengan claras sus posiciones y exigencias.

“La mayoría de estos jóvenes está a la orilla de la exclusión social, pero acumulan muchas lecturas sobre anarquismo, tienen una buena articulación mental. No destruyen los símbolos del capitalismo por causalidad”, explica Alcadapini, encargado de observar el fenómeno desde el frente de los agentes. Solano, que se mantiene en el bando de los manifestantes, cuenta que cuando habla con ellos se da cuenta de que no tienen una teoría aprendida, pero sí cuentan con una concepción política de su país.

“La mayoría de la sociedad no tiene una formación política, si les deslegitimamos por eso tendríamos que deslegitimar a la mayoría de los movimientos. No tienen base teórica, pero no les falta un discurso. Son chicos de clase media-baja, estudiantes de la escuela pública, vecinos de la periferia, el contacto que ellos tienen con los problemas del país es mucho más cercano. Cuando hablan de la violencia, provocan mucho porque lo que quieren es darle un significado nuevo al vandalismo. Para ellos el vandalismo es el abandono del Estado, las aglomeraciones en el metro, las filas en los hospitales, la violencia a la que ellos están sometidos en el día a día.”, apunta Solana.

Lo que hacen los Black Bloc es montar un escenario, un espectáculo que les dé visibilidad. “¿Es una propuesta legítima?”, se pregunta Solana. “Cabe a los ciudadanos juzgarlo”.

Por lo que se ha visto hasta ahora el veredicto parece claro: culpables. El sociólogo Demétrio Magnoli los llama directamente “idiotas vestidos de negro que rebobinan un desastroso filme antiguo” en el diario O Globo. Quien está más cerca de ellos también condenan la violencia, aunque intenta entenderlos. “Como defensor de la constitución mi visión es que aquellos que cometen una acción directa violenta están cometiendo un delito. Ahora, la cuestión política de este tipo de ataques es una cuestión individual. Si quieren provocar de esa forma, no soy yo quien puede condenarles.”, mantiene Daniel Biral, un joven abogado que participa en la defensa de los detenidos en las manifestaciones.

Los Black Bloc de Río de Janeiro, que mantienen un campamento frente a la casa del gobernador -y aliado de Dilma Rousseff- Sergio Cabral, también se han dado cuenta de la imagen que han proyectado. Esta semana colgaron en su página de Facebook un comunicado con el que invitaban sus simpatizantes a revisar sus tácticas. “En las últimas semanas hemos notado un aumento del rechazo a la acción Black Bloc por parte de la población en general y hasta de algunos grupos que también poseen reivindicaciones que consideramos serias”, comienza la carta.

El espíritu inicial del enmascarado no es reventar vehículos particulares, ni quioscos de prensa, ni agencias de correos, pero en varias protestas hay quien ha perdido el control.

“La destrucción de patrimonio público y privado sin criterio ha sido frecuente y muchas veces injustificada. ¿Quiosco de prensa atacado? ¿Por qué? ¿Para qué? Es comprensible cuando arrancamos señales de tráfico y quemamos papeleras para hacer barricadas contra el avance de la policía, pero lo que hemos visto es un descontrol -perdonen el término- imbécil, que solo dispersa el grupo convirtiendo la palabra bloque en una broma”.


Por: verónica goyzueta &
Maria Martin
corresponsal en sao paulo
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Domingo octubre 13 de 2013