Sobredosis
■ Han sido numerosas las declaraciones de Juan Manuel Santos después que tuvo lugar el remezón militar de la semana pasada.
Para él, no se trata más que de un “cambio ordinario, de los que se dan en las Fuerzas Armadas, por lo que no hay que buscarle trasfondo político”. Sin embargo la decisión presidencial de renovar enteramente la cúpula castrense en medio del turbulento proceso de paz de La Habana y tan solo a un año del fin de su gestión presidencial pone a cavilar a todos. Una motivación de mucho peso debe haber intervenido en tal renovación.
Sin embargo, en torno al hecho mismo solo caben especulaciones.
Tanto en cuanto al origen de la decisión, pero mucho más en torno a lo que Santos quien no da puntada sin dedal- quisiera conseguir con ello, al interior de las Fuerzas Armadas y de cara a su más caro y vital proyecto, el de la suscripción de un acuerdo de paz que lo catapulte a un segundo mandato en la Casa de Nariño.
Lo que parece difícil es que tras un cambio cualitativo de envergadura se pueda tener contento a los dos lados de la ecuación. Ha pasado el mensaje a quienes se sientan del otro lado de la mesa de que los uniformados no cejarán en su ofensiva armada a la insurgencia guerrillera, y, al propio tiempo, ha hecho severos reclamos porque los diálogos avancen más eficientemente. Todo ello como si las tratativas estuvieran en su punto de partida y no con tres cuartas partes del tiempo ya agotado y a escasos tres meses de la fecha virtual en la que deberían mostrar un determinante avance… que aún no asoma por ningún lado.
Pareciera, más bien, que el mandatario colombiano estaría preparando una salida honrosa para el caso en el que las conversaciones de paz no lleguen a buen puerto, lo que es un escenario posible a esta hora del partido, con los magros resultados exhibidos por la gestión de paz. La renovación de la cúpula militar, por un lado, asomaría la tesis que quienes dejaron sus cargos, aunque cumplieron parcialmente con la tarea encomendada , no alcanzaron lo que era de esperar para mantener la presión requerida sobre las FARC de manera de doblegar las insensatas aspiraciones que estas han puesto incesantemente sobre la mesa. Por otro lado, el cambio pudiera perseguir el objetivo de alistar una nueva dirigencia militar de cara a un posible fracaso del acuerdo de cese de la rebelión armada.
Cualquiera que haya sido el objetivo perseguido, este intempestivo cambio agrega una complejidad adicional al momento que atraviesa el proceso y el gobierno, además de que no contribuye a levantar la caída de popularidad que el mandatario necesita revertir.
Prenderle a cada santo una vela, lo que ha sido el estilo de actuación sinuosa del Presidente colombiano, al menos en el ámbito internacional, no parece que vaya a rendirle mucho beneficio en esta ocasión. Como no sea crear confusión en cuanto a sus verdaderas intenciones.