El caso de Egipto
es emblemático..
Como no termino de entender hasta dónde llega nuestra capacidad de aguante, me planteé una serie de preguntas con miras a determinar, como una suerte de pronosticador, cuánto tiempo más viviremos inmersos, embobados, subyugados, sometidos por este régimen, que lleva el equivalente a tres períodos de gobierno de los de la IV República con las riendas del coroto, pero, no precisamente porque nos complazca su desempeño, ni mucho menos porque salgamos, veloces y felices, a relegitimarlos cada vez que hay elecciones –en esos comicios organizados, por supuesto, por el CNE cuya imparcialidad y actuaciones siempre quedan en entredicho.
Llevamos 15 años viendo y criticando la destrucción progresiva y sistemática del país, orquestada por este desgobierno que arrancó con el difunto presidente y al que intentan darle continuidad una pandilla de comprobados incapaces. Este desgobierno que insiste en implantar su confusa ideología política; pero que, en lo que ha resultado experto es en hacerlo todo muy mal. Hoy somos una Venezuela que se ubica en los primeros lugares de algunos ranking; mas no de los más prestigiosos. Somos líderes en inseguridad, corrupción, inflación, escasez, desempleo… y pare usted de contar. ¡Vamos en retroceso! ¿O no? Por eso pregunto: ¿Qué más tiene que pasar para que se produzca un cambio? ¿Qué más tiene que pasar para que logremos una transformación y salgamos de esta pesadilla? ¿Qué más falta que ocurra para que los venezolanos reaccionemos? ¿Cuál será el detonante que produzca el giro que necesitamos y por fin nos encaminemos hacia la prosperidad? ¿O será que nos acostumbramos a vivir en la indolencia? ¿Qué nos está pasando?
Cuando las cosas no sirven, se cambian, se botan, se sustituyen por otras que, por lo menos en apariencia, van a funcionar. Y si al cabo de un período razonable, comienzan a fallar continuamente: ¡se vuelven a cambiar! Por eso me gusta tanto el pensamiento de George Bernard Shaw que, si no equivoco, ya he compartido con ustedes en otras ocasiones: “Los pañales y los políticos han de cambiarse a menudo…y por los mismos motivos”. A mi juicio, una frase magistral. Sin embargo, hay a quien le gusta reparar: por apego, por costumbre, por desidia o por falta de opciones. Sin embargo, vista nuestra situación país, después de todo este tiempo: ¿vamos a seguir remendando y concediéndoles a quienes nos gobiernan y a los políticos de oposición el beneficio de la duda? ¿Qué pasó en Egipto? ¿Qué hicieron hace poco los brasileños cuando salieron a protestarle a la Rousseff? ¿Cuál fue la reacción de la presidenta de Brasil? ¿Qué tienen ciudadanos de otros países que sí logran con sus protestas propiciar los cambios y el diálogo?
El caso de Egipto es emblemático: se calaron a Mubarak por 30 años, pero llegó el día en que las protestas se hicieron multitudinarias y a Mubarak no le quedó otra que renunciar. Un año después vuelven las protestas: esta vez en rechazo a la gestión de Morsi. Y, en un abrir y cerrar de ojos, Morsi queda depuesto. Es verdad que aún los ánimos en el país africano están caldeados; pero, el asunto de fondo es que ¡no se la calan más! Aprendieron a hacer valer sus reclamos.
Entonces; si las sociedades definen sus propios destinos, esto que vivimos en Venezuela, tan agobiante, tan asfixiante, tan aniquilador del progreso ¿es lo que escogimos? ¿Es acaso así como queremos vivir? ¿Nos acostumbramos a la falta de calidad de vida? ¿Son tantos los asuntos que debemos atender para poder subsistir que lo nos está ocurriendo como sociedad, como país, como Estado ya no nos compete?
A veces tengo la sensación, -debo ser honesto: “a veces” no, ¡la mayoría del tiempo!- de que el país se enfermó de tal gravedad que será difícil sanarlo. Estamos en coma, como dirían los médicos, y para curarnos necesitamos urgente meternos en terapia intensiva. Ya tenemos una generación que ha crecido viendo como un asunto normal, antivalores e indolencia. La destrucción es profunda. Reconstruir todo lo que se ha destruido en casi quince años no será fácil y tomará su buen tiempo. Pero, arranquemos con lo primero: ¡necesitamos sacar a quienes han sido los responsables de llevar a Venezuela al estado en que se encuentra!
En un escrito del abogado Julio Portillo que leí recientemente, llamaron mi atención dos señalamientos que hizo. Según relata, Santo Tomás de Aquino insistió en evaluar al gobernante por la legitimidad de ejercicio y desobedecerlo cuando se ha vuelto ilegítimo, resistirlo y derrocarlo. El otro aspecto al que se refirió, basado en Max Weber, es que “hay gobernantes que padecen la embriaguez de poder, son líderes agotados; por lo que el llamado golpe de Estado se justifica para la reconquista de la democracia. No se le puede decir a un pueblo que espere unos años para ser feliz, es ahora y no después y eso es lo ocurrido allá en el norte de África, en un país donde el pueblo es el que manda”.