El polémico editorial del
director de 6tº Poder
Caracas, 30 de Junio del 2013.- Me ha tocado en esta hora política ser el narrador de lo que nuestra sociedad piensa pero pocos nos atrevemos a decir, porque ésta ha sido, desde la independencia hasta acá, una sociedad donde sus líderes tienen culillo al poder.
La lucha contra la corrupción, de la cual vocifera el Presidente Nicolás Maduro, es en verdad un silencioso duelo con arma blanca. Diosdado sabe que a quien le están agarrando el culo es a él, y no en un baño privado sino delante de un público de galería. No le dan lo suyo y ya no tiene aliados en la oposición como hace algunos meses cuando ascendió al poder nuevamente como Presidente de la Asamblea Nacional. Hoy, a Diosdado lo odian allá y la oposición le perdió el miedo, por más que grite en Twitter, vocifere en una plaza pública o llore en esa cloaca de VTV.
Tampoco Nicolás dice la verdad ni se presenta como hombre que ejerce el poder. Si fuera así, la paja del año que soltó el drogadicto del canal 8 en el audio presentado por el diputado Ismael García hubiese sido la excusa perfecta para quitarse a todos los que contra él conspiran, y que aparecen ahí descritos hasta con la dirección de sus bodegas. Claro, también es un asunto de coraje y de pragmatismo.
Eso sin menoscabar que mientras los intelectuales se ocupan de cosas realmente ridículas -como que en el desfile del 24 un Teniente le entregó a Diosdado, y no a Maduro, unos papeles de 1830 envueltos en teipe y llenos de hongos- el Presidente electo con 1,8% de ventaja le mando tres golpes a Cabello, uno cuando le quitó al Teniente de Cadivi, aun cuando fuera un ladrón, como dijo aquel Presidente norteamericano de Noriega, cuando le recordaron que el ex presidente panameño era un hijo de puta, él sonrío y dijo “nuestro hijo de puta”.
El segundo golpe fue la salida de Jorge García Toussaint del Ministerio de Transporte, y el último es lo del Seniat de La Guaira. Esos son cargos de confianza, puestos no por San Miguel Arcángel ni San Judas Tadeo, sino por el hermano de Cabello, el Mocho. Así que todo lo que soltó Maduro contra Consuelo Serrada, de Indepabis -compañera de estudio de Tareck Alaisaimi y puesta en prisiones por él- al acusarla de corresponsable, era lo mismo que pensaba de Cabello, sólo que se lo guardó. Pero Diosdado debe sentir el frío en la nuca, como Judas lo sintió cuando Jesús en la última cena, después de que mojará el pan en la copa del Rabino, le soltó esta perla: “Judas, lo que vayáis a hacer, hacedlo pronto”.
La corrupción es inevitable en lo que queda de revolución. Está inserta en el modelo económico y es tan fundamental como el petróleo, tan ineludible como él, tan necesaria como él. Sin la corrupción no hay economía en la revolución, casi diríamos que no hay país.
Venezuela vive de una renta, entendiendo por ésta, “aquellas riquezas que vienen de las virtudes originales e indestructibles del suelo y del subsuelo”, transcribiendo casi de manera textual, o verbatim, como dicen los eruditos, las palabras que para definir la renta utilizó David Ricardo en su libro “Tratado de economía política y tributación”. El petróleo, origen o producto de esa renta, exige poquísimo esfuerzo para extraerlo y aprovecharlo, y casi siempre alcanza altísimos valores en el mercado internacional. Cuando existe una renta es porque el producto de que se trata ostenta un diferencial ingente entre lo que cuesta y lo que otorga. Las rentas, por lo general, engendran altísimos ingresos, casi nunca trabajados o trabajados muy poco.
Puestas así las cosas, el asunto es cómo robarse esos ingresos. Ahí hacen cola desde Samar López hasta Alejandro Andrade. El petróleo imparte a Venezuela jugosas ventajas a cambio de mortales inconvenientes. La facilidad con que se extrae el petróleo, sobre todo su espléndido valor no trabajado, liquidan cualquier otra actividad económica en Venezuela. El petróleo, como Satanás con el Fausto de Goethe, concede favores a cambio del alma.
En Venezuela asistimos al espectáculo de un gobierno que se saca al sol sus delitos y acusaciones entre sí, como hacen los malandros en la cárcel con su prontuario de asesinatos. Maduro y Diosdado se besan, mientras bailan cada uno con un puñal escondido en la espalda, esperando el primer traspié del otro. Lo demás, es decir, toda esa retórica de compañero, hermano, compatriota, es el disfraz detrás del cual se esconde este duelo que va ganando Nicolás, pero yo tengo la impresión que la muerte política de Cabello acelera la del Presidente electo con el 1,8 %.
Nicolás está listo para disparar a la cabeza a Cabello, y como le dijo Michael Corleone a uno de sus socios en El Padrino: “La historia nos ha enseñado que se puede matar a cualquiera”.
30 jun 2013
Por: Leocenis García
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Caracas, 30 de Junio del 2013
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