El régimen habla de lo indecible
para defenderse con la mentira
Se habló mucho del significado del diablo, pero lo primero era saber si se trataba de un solo personaje con nombres diversos según el mal practicado, o si por el contrario era una legión jerarquizada en cuya cima reina Satanás, el caudillo supremo. Esta última versión es la de El Paraíso perdido del gran John Milton. Entre sus adalides satánicos, hay uno que nos toca a los abogados, espero que no a todos. Es Mammon, protector de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, también conocido por su avaricia.
Todas las facetas del tenebroso personaje confluyen en un punto lejano en el firmamento. El elemento común es la Mentira, dicho así, con mayúscula. El Pacto fáustico fue eso, una gran mentira, resuelta al final contra Mefistófeles. Diablo elegante y educado éste: no asusta, prefiere seducir y engañar al incauto que cae en sus manos. Acabo de decir que el célebre pacto entre el médico Fausto y Mefistófeles resultó frustrante para el Maligno. Y curiosamente lo fue por ser fiel al contrato suscrito con sangre por ambas partes, en tanto que Fausto salvó su alma por incumplirlo, alentado por el Arcángel Gabriel. Paradoja increíble: el diablo perdió a Fausto pese cumplir sus obligaciones contractuales, en tanto que el médico se salió con la cuya por violarlas. Los contratos -dirá cualquier docente- se suscriben de buena fe. Mefistófeles resultó ser el engañado por respetar semejante apotegma.
Pero en fin, no obstante excepciones como esas, el diablo es por lo general el mentiroso, el Gran Mentiroso, como se le ha llamado desde la Edad Media.
Pero aún esa condición ha sido ocasionalmente retada por la rebeldía humana. Un personaje del siglo XVIII, el famoso barón de Münchhausen, relató aventuras seguramente más falaces de cuantas han acometido Satanás y sus sulfurosos camaradas.
No creo que tales proezas –seguidas por la gente de mi generación- sean suficientemente conocidas por los jóvenes de hoy. Las mentiras del barón y las del diablo les parecerían irrisorias. La incredulidad reinante las condena. Eso de que Münchhausen haya ido a la luna y fuera expulsado por su rey, sólo porque se le insinuó a la reina lunar, es menos creíble que los 18 aviones de combate comprados por la MUD, según un hombre tan serio como José Vicente.
Justamente por ser tan escépticas, muchas confiadas almas siguen cayendo en las cavernas del infierno. Bien lo dijo el poeta Baudelaire: la suprema astucia del diablo es hacernos creer que no existe.
“Todos los gobiernos mienten” le escuché decir a José Vicente Rangel cuando estaba en la oposición. Ya en el poder ha honrado esa sentencia como muy pocos poderosos de la historia. Dicho de otra manera: cuando miente, como lo hace de continuo, Rangel dice la verdad puesto que sus falacias demuestran cuánta razón llevaba al asegurar que todos los gobiernos mienten. Mentiras verdaderas, podría decirse.
El sistema presidido por Maduro tiene un fundamento ilusorio, utópico. Es discutible la determinación de si las promesas incumplidas son deliberadamente falsas, resultan de la inviabilidad del modelo, provienen de la incapacidad de los funcionarios más encumbrados, o todo a la vez. Prometer no es mentir. Y por otra parte, cuando el gobierno presenta una lista infinita de ofertas grandes y pequeñas imposibles de cumplir, no puede asegurarse que lo haga por ignorancia o por mala fe.
Sin embargo, a estas alturas el desastre al que han llevado a Venezuela hace inútil insistir en estas precisiones. Por engaño o por error, el pueblo está soportando una escandalosa degradación de la calidad de vida, con variables aterradoras. La sola tasa de inflación podría cerrar este año en 50% o más. Comparada con las del resto del hemisferio, la conclusión no puede ser más desoladora.
Es una inflación irreductible. Reventó los grilletes del control de precios y las tontas justificaciones proporcionadas por los voceros del régimen para quedar bien con Maduro. Seguir con la lata de “los especuladores” no convence a nadie y más bien se vuelve contra la humanidad de los mentirosos. Al fin y al cabo si el gobierno no puede embridar a un puñado de agiotistas es sencillamente porque no sirve para…nada.
Hay en el régimen una especie de espiral hacia lo indecible en eso de defenderse con la mentira. Se alejan del piso, pierden el sentido de las proporciones con acartonadas amenazas y exageraciones cada vez más parecidas a las de nuestro amigo, el Barón de Münchhausen. Es una escalada sin vuelta atrás. Para explicar los apagones, Maduro anunció, meses ha, la detención de dos saboteadores eléctricos. Pronto serían enjuiciados. Se descubriría la extendida red de la conspiración derechista para disponer de su vida. Se habló de la inoculación de un veneno fulminante contra los próceres de la revolución. Pasó el tiempo. Los saboteadores presos no aparecieron. De la conspiración y el magnicidio, nada.
Se encienden y apagan las acusaciones. Eso aburre incluso a los que cogen línea. El naufragio es tan visible y las quejas tan amargas que prescindir de la mentira obligaría a debatir en serio, con la verdad por delante. Eso, nunca.
No queda sino escalar la falacia, con la osadía del Barón. La fantasía da para más que los aviones de Rangel. Oiremos de submarinos nucleares, cerbatanas impregnadas de curare y siniestras reuniones entre Capriles y el Mossad, la CIA, la Sûreté, Scotland Yard, el DAS e incluso, tal como va la reforma de Raúl, el G2.
¡O tempora! ¡O mores!
Por: Américo Martín
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sábado 15 de junio, 2013
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