La “exportación” subsidiada
de crudo venezolano..
La crisis de gobernabilidad que aflige a Venezuela desde hace meses se agravó notablemente el 14 de abril de 2013, cuando la máxima autoridad electoral anunció el triunfo de Nicolás Maduro, delfín del difunto Hugo Chávez, en los más recientes comicios presidenciales. Las denuncias de fraude articuladas por la oposición y la forma en que el oficialismo responde a las protestas –reprimiendo manifestaciones y consintiendo agresiones físicas contra los diputados opositores dentro del Congreso– han sido noticia alrededor del mundo.
La prensa internacional también ha tomado nota del arresto de dirigentes estudiantiles, militares retirados y activos identificados con la oposición; de la amenaza de despido que pende sobre los empleados públicos que no votaron por Maduro; y de las evidencias amañadas con que se procura responsabilizar a Henrique Capriles Radonski –líder de los partidos opositores reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD)– por los nueve muertos y 78 heridos que presuntamente dejaron los tumultos que siguieron a las elecciones.
Concentrado en defenderse de reproches puntuales provenientes del extranjero y en justificar sus excesos apelando a teorías de conspiración, al Gobierno de Maduro no parece quedarle mucho tiempo para atender problemas concretos como el de la inseguridad ciudadana, el descenso de la producción petrolera, el desabastecimiento crónico de alimentos, la inflación y el endeudamiento estatal. En entrevista con DW, dos politólogas analizan los primeros pasos del nuevo “hombre fuerte” de Caracas y sus posibles consecuencias.
La retórica violenta y sus riesgos:
“Maduro se está pisando la cola”, opina Ana Soliz Landivar, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo. “Él necesita legitimar formalmente su Gobierno y demostrar que tiene capacidad de liderazgo para tomar medidas económicas de hondo calado a corto plazo. Pero, en lugar de hacer propuestas que pongan a la vista su don de mando, Maduro concentra su energía en pelearse con la oposición, echando mano a un discurso que parece radicalizarse con el paso de los días”, acota la politóloga.
“Incentivar la violencia política como lo hace Maduro, permitiendo que se persiga a la oposición o se le niegue el derecho de palabra en la Asamblea Nacional, es peligroso para él mismo como cabecilla del ala civil del chavismo, porque eso puede conducir a situaciones que obliguen a las Fuerzas Armadas a salir a la calle para restablecer el orden”, opina Claudia Zilla, de la Fundación Ciencia y Política (SWP) de Berlín, quien acaba de publicar un análisis sobre los desafíos que el nuevo presidente venezolano tiene por delante.
“La declaración del estado de sitio con suspensión de garantías constitucionales restringiría aún más el margen de maniobra de la oposición, pero debilitaría también la autoridad de Maduro porque la institución castrense podría aprovechar la crisis para mostrarse como garante de la paz social en el país”, escribe la especialista del SWP en su artículo Chavismo reloaded en Venezuela. Un escenario como ese sólo favorecería al ala militar del oficialismo, que desde hace tiempo juega un rol preponderante dentro del chavismo.
Las tácticas de Nicolás Maduro:
Algunos observadores atribuyen el agresivo talante exhibido por Maduro en las últimas semanas a su deseo de “congraciarse” con los sectores extremistas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Y es que Maduro no sólo enfrenta el reto de legitimar su Gobierno frente a la oposición venezolana o a la comunidad internacional; él también tiene que demostrarle a sus correligionarios que está a la altura del cargo que acaba de asumir. Eso ayudaría a explicar el empeño del “heredero de Chávez” en emular a su mentor.
La investigadora del SWP toma en cuenta estos argumentos, pero con reservas. “Yo no sabría decir cuál de las facciones del chavismo es la más radical ni qué objetivos persigue. El hecho de que a Maduro no se le ocurra hacer otra cosa que polarizar a la población y caldear los ánimos apunta más bien a que él carece de creatividad política. Yo no percibo sistema detrás de su actuación ni distingo estrategia inteligente alguna que conduzca al ala civil del PSUV a buen puerto”, critica Zilla.
“Lo más razonable habría sido que Maduro optara por el diálogo y la negociación, considerando que él y su rival, Henrique Capriles Radonski, obtuvieron casi el mismo número de votos en las elecciones del 14 de abril”, señala por su parte Ana Soliz Landivar. A ojos de esta experta del GIGA, la legitimación que Maduro busca en los foros subregionales tras perder respaldo popular en su país es tan poco sostenible como la táctica que aplica para conseguir ese espaldarazo; eso que algunos periodistas llaman “la diplomacia del oro negro”.
Oídos sordos en América Latina:
“La exportación subsidiada de crudo venezolano a naciones de América Latina y el Caribe depende de que Caracas renegocie el pago de los créditos que recibió de Pekín, cosa que debe ocurrir este mismo año. Si China no le da prórrogas a Venezuela, su compañía petrolera estatal se verá en aprietos”, añade Soliz Landivar. No obstante, en el futuro inmediato, cuesta imaginar a Maduro perdiendo el apoyo de los beneficiarios de su política petrolera, sobre todo considerando las posiciones que éstos detentan en los bloques subregionales.
Cuba preside la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) desde enero de 2013, Surinam tomará el timón de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en el segundo semestre de este año y la propia Venezuela asumirá la presidencia temporal del Mercado Común del Sur (Mercosur) el 28 de junio. Frente a semejante constelación, ¿qué actor internacional se atrevería a exigirle al Gobierno de Maduro que ponga fin a sus prácticas antidemocráticas? El panorama luce oscuro para la oposición venezolana.
“Voceros de la MUD han emprendido una gira internacional para denunciar los delitos electorales que a su juicio tuvieron lugar durante los comicios presidenciales y los atropellos de los que los políticos opositores son objeto. Estados Unidos podría ejercer presión sobre Maduro amenazando con no comprarle más petróleo, pero, de momento, no parece estar dispuesto a llegar tan lejos. Además, las críticas de Washington a Venezuela suelen causar un efecto contrario al deseado, reforzando la retórica antiestadounidense chavista”, plantea Zilla.
“Y como no existe un acuerdo de asociación entre la Unión Europea y el Mercosur, tampoco Bruselas puede implementar medidas para persuadir a Maduro de corregir su curso. Él sólo aceptaría como interlocutores válidos a los Estados vecinos, pero yo no veo que éstos dispongan de mecanismos efectivos para disciplinar a Venezuela. Los foros subregionales sólo intervienen cuando hay intentos de golpe de Estado; ellos preferirían mayor estabilidad en Venezuela mediante la resignación de la oposición y la consecuente aceptación de los resultados de los comicios del 14 de abril”, lamenta Zilla.
Por: Evan Romero-Castillo
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Sábado, 11 de Mayo del 2013