“Fascista”, vocablo infaltable
en declaraciones oficialistas
Como el término se ha puesto en boga; y preocupado por el hecho de que se esté usando a la ligera, me dio por indagar e, incluso, hacer un programa de radio dedicado al tema. Así como en su momento han estado de moda otras palabras ¿recuerdan cómo al difunto presidente le encantaba acuñar expresiones para desacreditar, y que después sus seguidores repetían como loros, indiscriminadamente, sin tomarse la molestia de revisar el diccionario para saber el significado?- pues ahora es “fascismo”, el vocablo infaltable en las declaraciones de todos los oficialistas: desde Nicolás para abajo.
En medio de la búsqueda me topé con Mussolini quien decía que “la concepción fascista del Estado es totalmente incluyente; fuera del mismo no puede existir ningún valor humano o espiritual, mucho menos tener valor. Comprendido esto, el fascismo es totalitario, y el estado fascista síntesis y unidad que incluye todos los valores- interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un pueblo”. Un tanto retorcida su definición para mi gusto; pero, ustedes conocen al personaje y las atrocidades que se le atribuyen.
Hay un derecho que tiene toda ciudadanía que vive en democracia: el derecho a la información. Este gobierno, muy hábilmente, con asesores extranjeros cuyos honorarios se pagan con el erario público, ha logrado mermar el derecho a la información veraz, porque ha logrado una escalada de informaciones oficiales que limita la autonomía de los medios de comunicación. Para ello, aplican diversos criterios -conocidos en la historia pero modernizados- para ir implantando la tan cacareada hegemonía que redunda en la disminución de la esencia de lo que es democrático.
Este gobierno, que alegremente tilda de fascista a la oposición y a todo lo que ésta haga, pareciera no darse cuenta de que más bien son ellos los que ponen de relieve una progresiva y sistemática identificación de Partido-Gobierno-Estado, que lo que hace es propiciar la exclusión, reforzar la polarización y la división; porque, toda democracia -antigua o moderna- siempre ha supuesto separación de poderes, pluralidad de pensamientos, igualdad de condiciones. Y esto, en Venezuela, no ocurre.
Más allá de los pronunciamientos del gobierno -que parecen colcha de retazos de ideas pasadas- la democracia tiene que caracterizarse por la gente, por la solución equitativa, efectiva y justa de los problemas de todos los días. Pero, con Maduro, todo indica que el Estado de Derecho solo aplica para los que están con el régimen.
El entrecomilla fascismo de Maduro, Diosdado y su combo jamás va a propiciar caminos de entendimiento y consenso que nos hagan mejorar, corregir y crecer. Caminos que generen esperanza genuina, que nos animen a cambios, los cuales se deben producir en el colectivo y en las instituciones, a sabiendas de todas las dificultades que involucra ese tránsito.
El fascismo de Maduro y de Diosdado no incluye la defensa de los más elementales derechos humanos. Tampoco enfila sus baterías a la erradicación de la pobreza. Mucho menos promueve la defensa de la vida. Lejos está de elevar la dignidad del venezolano común. No promueve la paz, la justicia social. Es mentira que a ellos les interesa la vida cotidiana de la gente. Es mentira que se desvelan buscando la solución a estas inquietudes, porque para ellos sólo está el discurso retórico, que aleja y pospone las verdaderas soluciones que necesita la sociedad.
En el fascismo de Maduro y Diosdado no tiene cabida el diálogo; para ellos es primordial sembrar la desconfianza. Disfrutan, viven y se sostienen a propósito de enrarecer las diferentes corrientes políticas que los puedan adversar. Han diseñado un fascismo como un traje a la medida: Partido- Gobierno-Estado, y quien piense distinto a ellos no tiene cabida en ese molde, donde juega un papel indispensable la más aberrante corrupción humana. La más retorcida abyección del individualismo. El gobierno de Maduro y Cabello ha implantado una moderna forma política de hacer fascismo que se la endilgan muy fácilmente a la oposición.
Maduro: la felicidad que ofreces como neofascista es la del esclavo. Por si no lo sabes, niegas la conquista más sagrada del hombre: la individualidad. Desconoces que lo más grande, útil y sagrado logrado por la humanidad en su larga, lenta y penosa lucha no se lo debe a las masas, sino a mentes esclarecidas con visión humanista e ideas de progreso. Nicolás: con tu neofascismo le niegas al venezolano su verdadera personalidad y los medios para desarrollarla libremente. Como neofascista que eres, el querer nivelar llevando a los más capacitados al nivel donde están los menos facultados es simplemente locura; es insensatez.
Nicolás, tu neofascismo es el eterno aprovechamiento de la mayoría por unos pocos. En tu estado neofascista el ciudadano es un esclavo. ¿Y quiénes lo componen? ¡Tú y tú Gabinete Ejecutivo!
Por: JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO)
mingo.blanco@gmail.com
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EL UNIVERSAL
CARACAS, viernes 10 de mayo de 2013