“Mi declaración no es
política sino musical”
■ Pero las declaraciones de Gabriela Montero sobre su obra ExPatria son profundamente políticas.
■ Será sólo cuando se logre reconciliar en un solo futuro a las varias Venezuelas que conjuraremos a los demonios.
No deberían pasar desapercibidas las valientes declaraciones de la pianista venezolana Gabriela Montero a propósito del estreno de su obra ExPatria el pasado 20 de octubre en Nuremberg. Tampoco la conmovedora y poética descripción acerca del uso de los instrumentos y la música para expresar su visión de la Venezuela de hoy. En palabras de Montero (traducidas libremente de un artículo que encontré en inglés): “El acorde de apertura tiene la intención de sacudir al público de su silencio y apatía. Se trata de la exposición inmediata de una tragedia que se ha acelerado por debajo de un finísimo velo de democracia bajo un control internacional insignificante e intrascendente. Los motivos introducidos por el corno francés y el piano reflejan un recuerdo fugaz de un momento inocente, una calma ominosa. El tema se brutaliza rápidamente, corrompido y robado por una interrupción de percusión militarista que se impone; la sección `martellato’ muestra los disparos de todos los días a los que los venezolanos se han acostumbrado.
Emergiendo de la violencia, el solista y la orquesta entablan un diálogo lento y rapsódico de luto, que culmina en un lamento desconsolado y al unísono.
La rapsodia poética es muy pronto sometida a una descomposición cromática y acelerada, dejando a la audiencia vislumbrando el desorden enloquecedor de una sociedad desmantelada y asfixiada.
Mi declaración musical no es política. Yo no soy un político. Es el relato de mi país. Es mi lamento.” No he podido escuchar ExPatria y nunca he tenido la oportunidad de asistir a ninguno de sus conciertos, pero he seguido la carrera de Gabriela Montero sobre todo después que leí acerca de ella en una reseña sobre la ceremonia de toma de posesión de Barak Obama a la cual asistió como artista invitada. Sus declaraciones en relación a su primera composición musical son instructivas no solamente por el hecho de que quien las profiere tiene una relevancia pública considerable, sino por que ilustran muchas de las cosas que hacen de Venezuela un caso difícil de entender y de explicar a la gente que no vive aquí.
En primer lugar destaca el valor de Montero en expresarse en circunstancias excepcionales y sin doblegarse ante el considerable poder financiero y mediático del gobierno venezolano y sus aliados. La lista de tarifados y oportunistas que operan desde el confort de ciudades mucho más seguras que Caracas, donde se puede caminar y vivir con tranquilidad, y escribir sobre los logros del Gobierno Bolivariano en la distancia, es considerable.
En la misma lista está también gente que vive en Venezuela, pero protegida de los males y la violencia que acosan a los venezolanos.
En segundo lugar está su propia lectura de que su declaración no es política sino musical. Creo que, al contrario, su declaración es profundamente política y del tipo de las que corresponde hacer a un ciudadano que tiene una visión sobre lo fue y debe ser país. Montero toma una posición crítica sobre la Venezuela de hoy y al hacerlo se convierte, quizás inadvertidamente, en un actor político. La diferencia probablemente está en que ella no ejerce la política como oficio, pero el tema de la participación del ciudadano, especialmente los que tienen su visibilidad, es de importancia considerable e impone una responsabilidad a quienes emiten esas opiniones.
Hay otro ingrediente sustancial que destaca en las declaraciones de Montero: el señalamiento sobre la responsabilidad de la comunidad internacional en el caso venezolano. El poder de la autocracia petrolera y los intereses políticos internacionales han hecho que la tolerancia internacional al despropósito anti-democrático del chavismo sea muy considerable. El asunto es especialmente doloroso porque Venezuela siempre fue patria abierta para los perseguidos de otras latitudes, y ahora, cuando se requiere firmeza de la comunidad internacional nos encontramos con frecuencia con el cinismo de la “razón de Estado”.
He dejado para los últimos párrafos el comentar sobre la interrogante a la que me imagino que Gabriela Montero ha sido sometida en muchas oportunidades: ¿Por qué si todo lo que Usted dice es cierto, Chávez sigue contando con un apoyo importante del pueblo venezolano y ha ganado varias elecciones? La pregunta es formulada indistintamente por liberales norteamericanos, izquierdistas europeos o simplemente gente intencionada y razonablemente informada que quiere entender lo que ocurre en Venezuela. La respuesta es compleja y no puede ser despachada con el sonsonete de que todo se debe al fraude del chavismo en las elecciones. Sin duda que ha habido abuso y atropello pero no es el fraude la razón principal por la que Chávez gobierna Venezuela a pesar del desastre que es su gobierno. La razón es la otra verdad que todavía no encuentra expresión en el canto nostálgico de Gabriela Montero por el país que ella conoció y que ya no existe. Es la verdad del otro país que seguimos sin entender; que creció ante los ojos de nuestra generación, excluido, pobre y sin oportunidades y que adquirió vocería política destructiva con el Mesías militar.
Será solamente cuando se haga el acto de contrición por nuestra conducta como sociedad y cuando se logre reconciliar en un solo futuro a las varias Venezuelas que conjuraremos a los demonios que de manera hermosa y terrible ha descrito nuestra talentosa pianista.
Por: Vladimiro Mujica
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