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    Venezuela vota y toda América latina está en vilo



    Las milicias bolivarianas, creadas por Chávez, vigilan Caracas y los barrios populosos periféricos a la capital.

    Antes, Chávez era la promesa de
    un futuro mejor; hoy, ya no..

     

    Chávez busca hoy un nuevo mandato y Capriles quiere poner fin a sus casi 14 años de poder.

    Caracas.- Desde los cerros de Caracas hasta las playas del Caribe y la cuenca del Orinoco , más de 18 millones de venezolanos votarán hoy para decidir el destino de su país en unas elecciones que también marcarán el futuro de buena parte de América latina, escenario de influencia de su fogoso líder, Hugo Chávez.

    Después de casi 14 años de poder, el presidente llega a los comicios con una gestión cuestionada y desgastada, pero con fondos, carisma y chances de seguir con su “revolución socialista”.

    Su retador, Henrique Capriles, de 40 años y gobernador del estado de Miranda, subió progresivamente en las encuestas en sus tres meses de intensa campaña. Autodefinido como de centroizquierda, es el primer rival con verdaderas posibilidades de cerrar el ciclo de Chávez.

    Aquí y en el resto del continente, las expectativas son altas y las miradas se magnetizan hacia lo que pueda suceder en este país bendecido por las aguas del Caribe y la riqueza del petróleo. Está claro que lo que está en juego hoy no es sólo un cambio previsible de nombres en el Palacio de Miraflores.

    Lo que se juega es un estilo de mando, una visión de la política y un manejo de la economía, de los temas sociales y de las relaciones exteriores. Se juega, en otras palabras, la continuidad o el cambio de un sistema poco estructurado, dirigido por una sola persona y etiquetado por su creador, ejecutor y promotor como “socialismo del siglo XXI”.

    Queda por ver si Capriles, que se presenta como el candidato de la renovación, la apertura y la unidad de la fracturada sociedad venezolana, será el hombre justo para el momento adecuado, como para millones fue la llegada de Hugo Chávez en 1998. Fue entonces cuando la caída de los precios del petróleo y una pésima gestión de los partidos tradicionales le abrieron las puertas a quien supiera enhebrar un discurso de dignidad y de inclusión de los sectores más postergados.

    Chávez, un ex paracaidista de origen modesto y eterno conspirador, había intentado hacerse con las riendas del país, por la puerta trasera, seis años antes, en 1992, como líder de un fallido golpe militar que, en vez de lanzarlo a la presidencia, como soñaba, lo mandó derecho a la cárcel.

    Luego volvió por las buenas y salió elegido con más del 60% de los votos. Desde entonces, sin embargo, montó gradualmente un esquema de poder personalista y arbitrario, seriamente cuestionado dentro y fuera de las fronteras venezolanas.

    De ganar, Chávez lo haría, según el promedio de encuestas, con poco más del 50% de las intenciones de voto. Es decir, sería su resultado más bajo en las cuatro elecciones en las que se postuló al cargo más alto del país. En 2006, Chávez terminó por imponerse con el 63% de los votos frente al 37% del candidato opositor, Manuel Rosales. Pocos le auguran hoy un resultado tan generoso.

    Las encuestas han sido uno de los temas más discutidos de esta campaña electoral, que cerró el jueves luego de tres meses en los que Capriles recorrió 300 localidades y durante la cual se mostró mucho más enérgico que su rival. No es para menos, pues Chávez fue sometido, en poco más de un año, a tres cirugías en La Habana para extirparle un cáncer que nadie sabe a ciencia cierta si al fin y al cabo se esfumó.

    Más que una herramienta sociológica, los sondeos pasaron a ser un botín de campaña, donde los números varían a gusto del consumidor. La mayoría de los estudios coincide en que Chávez, que anoche, a pesar de la veda, dio una coferencia de prensa, lograría la reelección con una ventaja de entre 2 y 20 puntos, aunque esta última cifra no es tomada muy en serio ni por sus seguidores. Otros dos estudios dan empate técnico o vaticinan un triunfo de Capriles con entre 0,8 y 5 puntos de diferencia.

    La sensación en los dos bandos es que será un resultado cerrado. Por eso los candidatos se esforzaron por atraer a los indecisos, que son entre un 14 y un 20% del electorado. Y por eso circularon en los últimos días rumores de fraude y de violencia, todo mezclado en un clima de aparente calma, pero que trasuntó nerviosismo, con miles de personas pertrechándose de comidas enlatadas en previsión de disturbios. “Estamos articulados para repeler cualquier factor de violencia”, declaró ayer en su cuenta de Twitter el ministro de Defensa, Henry Rangel Silva.

    Anoche, en la conferencia, Chávez llamó a levantarse “al toque de diana” y salir a votar temprano. y añadió: “Nos debemos preparar anímicamente para aceptar el resultado. No se le va a acabar el mundo a nadie.”

    Sabe que dejó en el camino el aura y el brillo que lo rodeaban en sus años de esplendor, cuando se paseaba por Venezuela y por el mundo con aire de gran señor, anunciando quiméricos proyectos a diestro y siniestro.

    Los 700.000 millones de dólares que obtuvo del petróleo para usar a discreción durante más de una década fueron destinados a una variedad de programas sociales que mejoraron el nivel de vida de los que no tenían nada.

    Pero, según sus críticos, esos planes de salud, educación y vivienda ya llegaron a sus límites bajo el esquema chavista. El avance social e individual no ha ido mucho más allá de esa asistencia básica, por falta de inversiones en infraestructura y de un marco de desarrollo, golpeado por la inseguridad, que aliente la producción y la creación de empleos.

    Ni siquiera en el terreno social, su caballito de batalla, Chávez ha cumplido con las expectativas. Para millones de ciudadanos las viviendas siguen siendo escasas, el agua no llega y la luz se va a cada rato. Para compensar, siempre está la ideología: todos los ministerios del gobierno llevan las palabras “poder popular” como parte de su nombre mientras Chávez insiste en ser el defensor del pueblo contra los codiciosos arrebatos de la “burguesía”.

    Desde temprano, los venezolanos se acercaban a las mesas de votación para elegir al nuevo presidente. En la gráfica se aprecia un edificio invadido y su respectiva "campaña" oficialista.

    Cerrar la canilla:

    Henrique Capriles, en cambio, emergió como referente de la oposición luego de las internas de febrero pasado, y desde entonces ha calado en los distintos estratos con un discurso que promete, en lugar de demoler la gesta social de Chávez, como advirtió el comando bolivariano, continuarla y mejorarla. A esa actitud reformista le añadió un factor de tolerancia y un llamado a la unidad que muchos esperaban después de años de discursos beligerantes.

    Fuera de Venezuela, donde seguirán las elecciones con más atención será en la cercana Cuba, casi una casa de fin de semana para Chávez, acostumbrado a viajar a menudo para visitar a su admirado mentor, Fidel Castro. La economía cubana depende del petróleo que le cede a precio de ganga el discípulo de Fidel, 115.000 barriles diarios para usos múltiples, desde la nafta de los vetustos autos de los años cincuenta hasta el abastecimiento de los generadores de electricidad que iluminan las noches habaneras.

    A cambio, La Habana ha dotado al gobierno chavista de más de 40.000 empleados, en su mayoría de la salud. Muchos trabajan como personal calificado en los programas sociales, como médicos, enfermeros o docentes. Otros, cuya presencia es más polémica y menos visible, prestan servicios junto a las fuerzas de seguridad.

    Ya Capriles anticipó que cerrará la canilla que además abastece a Nicaragua y a una multitud de estados caribeños, sujetos a la generosa petrodiplomacia de Chávez, quien durante años ha batallado en todos los foros por convertirse en el líder de América latina. Con tantas necesidades insatisfechas, dice Capriles, Venezuela debe poner fin al derroche y dedicar las energías a mejorar la suerte de los venezolanos.

    Chávez no ha tenido mucho éxito en sus sueños de liderazgo regional, salvo para generar sistemáticos conflictos con su vecina Colombia, insultar a Estados Unidos y ganarse valiosos aliados estratégicos que podrían echarlo en falta: el presidente ecuatoriano Rafael Correa, el boliviano Evo Morales y Cristina Kirchner.

    Dos visiones y sus propuestas:

    Chávez y Capriles proponen soluciones muy diferentes para los problemas del país

    HUGO CHÁVEZ:

    Chávez propone acrecentar la producción agrícola. Quiere aumentar el declinante bombeo de crudo a 4 millones de barriles por día, pilar que financia sus programas sociales. Pero hasta ahora no consigue inversores.
    Mejorar el patrullaje y realizar tareas preventivas son las propuestas del presidente. Además, busca erradicar la pobreza extrema mediante la inclusión social y elevar la escolaridad al 100%.

    HENRIQUE CAPRILES:

    Capriles prometió levantar los controles de precios y cambio; dará facilidades para el crédito. Busca aumentar la producción petrolera y revisar las sociedades hechas con firmas extranjeras.
    Propone “cero tolerancia a la violencia y el delito”. Quiere despolitizar a la policía y fortalecer el sistema judicial. Prevé una mayor cobertura de la red de salud y educación pública.

    Los últimos números:

    49,4% De los votos obtendría Chávez

    Según la consultora Datanálisis, que además ubicó el porcentaje de indecisos en cerca del 8%. Para la encuestadora ICS, Chávez obtendrá el 60,8% de los sufragios.

    39% De los sufragios irían a Capriles

    Datanálisis estima que habrá una diferencia de 11 puntos entre ambos candidatos. Consultores 21 da como ganador al candidato de la oposición con un 48,9% de los votos.

    DEL EDITOR: qué significa. Más allá del resultado, ya nada será igual en Venezuela: la oposición sabrá que sólo unida es una opción. Y Chávez, que hasta un líder todopoderoso tiene límites.


    Por: Ramiro Pellet Lastra
    POLÍTICA | OPINIÓN
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    DOMINGO 07 DE OCTUBRE DE 2012






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