“No son cultos y copian lo que creen
que es el ejemplo de elegancia..“
■ Suntuosas fiestas en Caracas desatan ola de comentarios.
Caracas.- María Victoria ingresó en el salón saludando desde una barca arrastrada por cuatro musculosos jóvenes de piel morena ataviados como gondoleros. La escena imitaba un paseo por los canales de la romántica ciudad flotante de Italia, una de sus preferidas, mientras desde el escenario, un cuarteto de violines, violas y chelos -vestidos como en Venecia- amenizaba su llegada.
La bella jovencita lucía un vestido largo de seda francesa color marfil de inspiración medieval, con mangas largas, íntegramente bordado en perlas y cristales Swarovsky -muy poco apropiado para el trópico, por cierto-, obra del diseñador Rafael Enrique Ramírez, “Raenra”, vestuarista cercanísimo al poder y célebre por sus colección de estridentes vestidos rojos, esos que tanto fascinan a las señoras de la revolución.
Hija consentida de un prominente empresario de seguros de estrechos vínculos con la nomenclatura socialista y bolivariana del gobierno de la Quinta República, la niña pidió a sus padres celebrar sus quince con una gigantesca fiesta en La Esmeralda, una preciosa quinta que se alquila para eventos especiales en un área top de Caracas: la urbanización Campo Alegre. A la entrada de la elegante casona, cada uno de los 1200 invitados recibió una máscara con piedras y plumas, copia exacta de las que se ven en el carnaval de Venecia, y que sus “papis” hicieron traer de Nueva York, porque María Victoria “adora Venecia y Nueva York”. Sus progenitores -extrovertidos y generosos integrantes de la voraz “boliburguesia” (término que une a Bolívar con la burguesía y con el que se designa a los “nuevos ricos” de la revolución) que nació al calor de los 14 años de gobierno de Hugo Chávez- quisieron complacerla con el fastuoso sarao, por el que desembolsaron 600.000 dólares, sin contar las bebidas, el vestuario, la decoración, el DJ y la presencia estelar, al final de la noche, del reaggatonero colombiano Reykon y la cantante puertorriqueña Olga Tañón.
Existía en los protagonistas de la noche -un ejemplo entre miles, y calco perfecto de la impúdica década menemista o de la Italia de Berlusconi- una imperiosa necesidad de exhibir sus logros económicos y de que todo lo que abunda no daña, enseñanza aprendida en épocas de penurias, cuando ellos, miembros de una clase media de provincia, carecían del ansiado acceso al poder político de turno que les hubiera permitido jugosos negocios con el benemérito petroestado caribeño. Reivindicados en estos años del socialismo del siglo XXI -incomprensible definición- no sólo mutaron en millonarios a través de su empresa de seguros de salud para los trabajadores del Estado, sino que, además, elevaron su status y ahora se codean con la clase alta.
Rafael Méndez, importante cronista de sociales, sostiene que donde más se ve esta avidez es en las fiestas de quince. “No hay límites. ¡He visto cambios de tres vestidos por fiesta! Y si algo caracteriza una fiesta de la boliburguesia, es la abundancia del licor, del whisky 18 años y del mejor champagne francés. Cuando se llega a una fiesta y se ve el despliegue de champaña, enseguida uno se ubica dónde se encuentra y con quienes.”
El periodista Leopoldo Fontana, conocedor de hábitos y costumbres de ricos y nuevos ricos del país, los retrata así: “No son cultos y copian lo que creen que es el ejemplo de elegancia: los shows de televisión. En sus grandes fiestas, la anfitriona se cambia de vestido varias veces, tal como lo hace la animadora del certamen de Miss Venezuela”.
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“El rico es un animal con forma humana”, le dice el presidente a un humilde habitante de un barrio miserable de las afueras de Caracas. El hombre, moreno, encorvado y flaco, lo observa en silencio y asiente. “Ser rico es muy malo, sabes”, repite Chávez, mientras le coloca las manos sobre los hombros. El hombre, asiente de nuevo. El mandatario vuelve a la carga, mientras las cámaras lo graban: “Yo no he dicho que ser rico es malo, sólo estoy tomando una frase de mi Señor, de mi Cristo en el que creo. El profeta Isaías maldijo a los ricos. Cristo y los profetas eran socialistas porque luchaban por los pobres contra los ricos como en esta revolución.” Todos aplauden al presidente que se ríe y continúa con su discurso, mientras recorre las calles de tierra de la barriada donde se hacinan miles de venezolanos.
Restaurantes de lujo:
Lejos de allí, en las zonas VIP de la ciudad, la realidad es diametralmente opuesta. Las tiendas de los shoppingS están llenas. Las joyerías de lujo reciben a sus clientes que llegan acompañados de sus custodios y salen con sus joyas simuladas en cajas de chocolate. Los restaurantes de lujo están abarrotados de neomillonarios que conversan en voz alta, hacen bromas y se ríen a carcajadas. Entre ellos, empresarios reunidos con funcionarios y hasta con algunos militares, de perfil más bajo, pero no por ello menos voraces. Todos hablan de negocios. Todos visten trajes de marca, camisas hechas a medida, corbatas de seda y grandes y costosos relojes suizos. Audemars Piguet, Hublot, Vacheron, Jaeger-Le Coultre y Patek Philippe, son los mas solicitados a las joyerías de Caracas. Tienen aviones, yates y mansiones en Miami y en Europa. Vacacionan en playas exóticas o disfrutan del frío de la Patagonia argentina, donde aprovechan la temporada de esquí. Adoran las 4×4 Hummer, Toyota o Cherokee, el BMW, la Ferrari y el Audi. Exhiben el último modelo de BlackBerry (nunca cargan menos de tres), que en nada se parece al Vergatario, el celular “revolucionario” que promociona el presidente. Coleccionan caballos árabes y obras de arte, y se mueven con un ejército de custodios. Dejan jugosas propinas en dólares y les encanta exhibirse con bellas y voluptuosas jóvenes, aspirantes a modelos o finalistas del Miss Venezuela; chicas pragmáticas, cuya máxima aspiración es asegurarse el futuro y vivir como reinas.
Es difícil entender lo que sucede en la Venezuela de Chávez, un país exuberante, mágico, violento y contradictorio, donde parece que hoy sólo reina el absurdo y el disparate. Desde el fondo de los tiempos, la lucha por el poder giró alrededor del aprovechamiento licito e ilícito del petróleo. El “excremento del diablo”, como lo llamo Juan Pablo Pérez Alfonzo, legendario fundador de la OPEP. Lo más desconcertante es cómo convivieron durante 14 años un discurso “socialista y revolucionario”, un presidente que se declara en guerra contra los ricos para salvar a los pobres, con la ostentación, el lujo, el exhibicionismo y el enriquecimiento obsceno de funcionarios, familiares, amigos, empresarios y banqueros mimados por el gobierno, en un país que padece una grave crisis económica, altísima inflación, control de cambios, desabastecimiento, desigualdad e inseguridad. La pregunta que surge es: ¿Chávez es consciente de esta situación? ¿Cómo se entiende su relato?
“Es difícil de entender. En Venezuela la masa todavía hace una separación entre Chávez y «todos los demás». Éstos son los malos, los ladrones, los aprovechadores, los que no sirven. Esta idea ha sido reforzada por el presidente y ha probado ser enormemente útil para preservar su popularidad. ¿Por qué lo tolera, lo acepta o lo oculta? Porque no existe mejor seguro contra las deslealtades que la tolerancia cómplice. En simples palabras, «si tú me eres leal yo no condeno tus robos»”, explica Argelia Melet, psiquiatra y estudiosa de la psicología del chavismo, y ex esposa del célebre guerrillero Douglas Bravo. Argelia conoció a Chávez en los años de clandestinidad.
Lo que se sabe es que la familia del presidente, que antes de su llegada al poder pasaba grandes penurias economicas, hoy vive en la abundancia. En Barinas, su estado natal, los pobladores los llaman la “familia real”. La casa natal de Hugo Chávez está hecha de cañas, es baja y tiene pisos de tierra. Hoy, disfrutan de “La Chavera”, una finca de 600 hectáreas, cuyo valor se estima en 800.000 dólares. Sus hermanos tienen cargos en el gobierno, su padre fue gobernador del Estado, y su madre, mujer de armas tomar y gustos refinados, es la mandamás del clan.
“Un boliburgués puede engendrarse de distintas maneras: mediante negocios con el Estado, a través de la carrera en la burocracia próxima a Chávez o formando parte del privilegiado círculo de los “allegados personales”. Ha sido típico de este proceso el reciclaje de los cargos, al extremo de que cada ministro ha ejercido tres y cuatro funciones ministeriales distintas a lo largo de estos años. Se trata de figuras grises, repentinamente “tocadas” por la magnanimidad presidencial y que sirven con pasion a su jefe. Claro que esta devoción tiene su jugoso equivalente monetario”, describe Argelia Melet. Ejemplos de reciclaje boliburgués hay muchos. Sobresalen Diosdado Cabello y Rafael Ramírez, los hombres más poderosos, ricos y temidos del chavismo.
Diosdado Cabello, alias “Ojitos lindos”, porque así lo bautizó Chávez en un “Aló Presidente”, es un todo terreno con juego propio. Fue militar, es ingeniero y ocupó cargos varios: ministro de Interior y Justicia, de Obras Públicas y Vivienda, gobernador del estado de Miranda, y ahora preside la Asamblea Nacional. Los que lo conocen aseguran que es arrogante y vengativo, y que aquellos que quieren realizar un negocio con el Estado deben pasar antes por su despacho. Dicen que es multimillonario, que tiene mansiones en Europa y testaferros en varias empresas y bancos. Aunque él siempre negó estas historias, un cable de WikiLeaks divulgado por la revista Semana, de Colombia, lo presenta “como uno de los grandes polos de la corrupción del gobierno”. En voz baja, lo llaman “El Padrino”.
En Venezuela -como en cualquier país petrolero-, el segundo hombre más poderoso es el presidente de petrolera estatal. Rafael Ramírez Carreño es un señor delicado en sus formas, ingeniero mecánico, y conoce a Chávez de otra época. Aunque no se sabe exactamente el monto que controla, porque desde 2008 la corporacion elabora y distribuye alimentos, participa de la construcción de viviendas y financia programas sociales, los analistas dicen que no es menos de 150.000 millones de dólares anuales. De apariencia austera, Ramírez tiene lo suyo: su voraz familia. El ejemplo más escandaloso es su primo Diego Salazar Carreño, alias el “Rojo de Oro”, hijo de un guerrillero y poeta de los años 60.
Salazar Carreño pasó de vendedor de polizas de seguro a convertirse en uno de los hombres más ricos de Venezuela, y todo gracias a su poderoso pariente, quien le otorgó el multimillonario contrato de la póliza de seguros y reaseguros de Petróleos de Venezuela. Al “Rojo de Oro” le encanta la fiesta, el derroche y los lujos. Vacaciona en Dubai, donde se traslada en su avión, con mucamas, chefs y custodios. Tiene mansiones en EE.UU. y Europa. En Caracas, adquirió un lujoso piso en la urbanización Campo Alegre, pero como le resultaba poco, compró el edificio. Aficionado al canto, creó una orquesta de cien músicos de salsa -con salarios en dólares- con los que ensaya tres veces por semana en el hotel Marriott, cuya planta baja se cierra para él y su banda.
Otro caso emblemántico es el del multimillonario naviero petrolero Wilmer Ruperti, quien luego de ayudar a Chávez durante el paro petrolero de 2002, su fortuna creció tanto, que algunos expertos aseguran que hoy no es menor a los 10.000 millones de dólares. Y si el petróleo y las empresas de seguros son dos de los ejes del nacimiento de los neomillonarios de la revolución, no menos importante fueron los bancos, intrínsecamente ligados al capitalismo que tanto detesta el presidente.
Víctor Vargas era rico antes de que Chávez llegara al poder, es cierto, pero se lo conoce ahora como “el banquero preferido de Chávez”, cosa que él niega. Dueño del Banco Occidental de Descuento (BOD), refinado, culto y filántropo, no puede desmentir que los 14 años de Chávez han sido magníficos para sus negocios. ¿El secreto? Las transacciones con los bonos de la deuda emitidos por el gobierno. Tan bien le fue que, en 2008, compró una mansión en Palm Beach por 71 millones de dólares. Ama el polo y es dueño del equipo Lechuzas Caracas, con el que realiza torneos en EE.UU. e Inglaterra y lleva a los mejores polistas argentinos. Su hija Margarita se casó con Luis Alfonso de Borbón, duque de Anjou y bisnieto del dictador Franco. Y aunque jura que sólo se vio dos veces con el presidente, Vargas vive y trabaja sin sobresaltos en la Venezuela revolucionaria, un país cuyo presidente declara que odia a los ricos y que ser rico es muy malo.
Por: Olga Wornat
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Diario LA NACION
Domingo 30 de septiembre de 2012
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