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ALEXANDER CAMBERO: Capriles: la patria en el corazón



Henrique Capriles en campaña por la presidencia en La Fria, Edo. Táchira

Henrique un abanderado que
no anda con falsas poses…

 

En el gran escenario espiritual del corazón, se libra la última batalla por la libertad.

Estamos a pocas horas de tomar una decisión que puede elevarnos como pueblo o hundirnos en el pestilente pantano en donde mastican los rufianes.

Henrique Capriles ha recorrido la patria dejando el alma en cada rincón, pueblos que despiertan de un sueño profundo, ilusiones que rompen las mazmorras del miedo para volver a transitar los pasos perdidos. Es la Venezuela que anhela zafarse de sus energúmenos captores y poder tener la posibilidad de responder con la claridad que convoca, su glorioso pasado de proclamas encendidas y hombres libres. En cada espíritu germina una ilusión que los hace creer en una oportunidad, para mejorar las condiciones y poder vencer esta pesadilla de catorce años, un verdadero fraude que llegó como una esperanza y se transformó en un manantial de vicios.

Henrique Capriles simboliza el cambio necesario. Su ciclópea campaña electoral tiene el testimonio de la autenticidad, es un abanderado que no anda con falsas poses de malogrado actor de melodramas cursis, le gusta dejarse tocar por la gente, meterse en sus aguas de pueblos anchurosos, que invitan a conocerlos en la sonrisa y el sudor de seres que ambicionan tener futuro. Son los rostros venezolanos con el ecosistema de su piel pincelando fronteras agrestes y paraísos escondidos, entre el verde de la sabana y el cielo encapotado de las estrellas. Ciudades que abren sus senderos para que pase el hombre que lleva sobre sus hombros el anhelo de millones de compatriotas, cansados de vejámenes que han marcado con fuego su dolor. En todas aparece Capriles para mostrar el camino que conduce hasta el progreso deseado. No es un rostro retocado de falsa sonrisa, colocado en el poste para deleite de las bolas de barro lanzadas por atrevidos niños. Su exitosa carrera pública nos invita a creer que todo aquello que promete lo cumplirá con la precisión de un reloj suizo.

Las calles se llenan de gente como si fueran peces en tiempo de ribazón, el otro es un retrato hinchado con los ojos muertos en el papel o borrado con pintura; dientes afilados por ocurrentes manos que hacen de la representación tosca, un símbolo para la chanza cruel.

Frente al mensaje del progreso, tenemos la senda que describió el fracasado. Hugo Chávez es sinónimo de odio, desde que irrumpió en el escenario nacional sus acciones siempre están dirigidas a vulnerar a todo aquel que no comulga con sus viejas ideas. Hoy es un líder en declive, visiblemente enfermo y con pocas posibilidades de obtener el triunfo. Sólo intenta meternos en su pestilencia, esa que vomita en discursos que son una vergüenza para aquellos venezolanos que tenemos un mínimo de decencia. Este sátrapa ignorante hasta la médula, quiere que vaguemos por su mundo de sombras, espíritu cobarde y ruin; instigador de la persecución en contra del pensamiento libre. Su veneno tenemos que paralizarlo con el antídoto del voto. Llenarle la pócima con los ingredientes que genera la democracia.

No queremos seguir construyendo párrafos con pegamento del pasado. En Trujillo vivimos un momento extraordinario, Valera se hizo pequeña para recibir a Henrique Capriles, un gigantesco río de miles de rostros se fue en pos del abanderado del progreso, atrás unos pocos legionarios vestidos de rojo quedaron perplejos ante el maremágnum que les pasó por encima. Esa fotografía del momento es lo que ocurrirá el domingo 7 de octubre. Un huracán arrasará con la perversidad fomentada en estos catorce años, sus banderas rojas quedarán solas como en Valera. Una desbordante alegría que vencerá cualquier triquiñuela de última hora.

Últimos días para soñar con la primavera. Amanece un país que se libra de sus captores, el progreso es el arma secreta de un futuro que no tendrá grietas del pasado. Henrique Capriles es el líder que encauzará todos los sueños que nacieron en los miles de kilómetros que hicieron posible la concreción de una Venezuela distinta.


Por: ALEXANDER CAMBERO
alexandercambero@hotmail.com
twitter @alecambero
EL UNIVERSAL
miércoles 3 de octubre de 2012