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    GERARDO BLYDE: Traidores famosos



    Los chinchurrios…

     

    Nuestra amiga Liliana Hernández, con esa forma de hablar tan directa y venezolana que la caracteriza, cada vez que algo o alguien no debe ser considerado importante, pues lo que ha hecho o dicho resulta insignificante, nos dice “ese es un chinchurrio, no le paren”.

    En estos tiempos en los que han aflorado traiciones en plena recta final de la campaña electoral, se nos vino a la mente su frase para calificar a los tres mosqueteros y a los partiditos que, como organizaciones de maletín (dícese de aquellas que sólo existen en papeles contentivos de sus estatutos, sin militancia ni simpatizantes), requerían llenar esos maletines de algunos dolarillos mal habidos para salir de este proceso con alguna ganancia económica, dado que votos no obtendrían.

    Estos traidores chinchurrios en nada se comparan con los grandes traidores de la humanidad, aquellos que han pasado a la historia por lo relevante de sus traiciones, aquellos que cambiaron el curso de los acontecimientos. Los chinchurrios, serán noticia de un día y desaparecerán indignamente como un pequeño párrafo de un capítulo oscuro, pobre y secundario de la importante historia que estamos escribiendo los venezolanos para cambiar al país.

    Traidor famoso fue Marco Bruto, quien junto a otra decena de hombres, condujo bajo engaño a su padre adoptivo Julio César al senado antes de que se coronara emperador de Roma y lo apuñaló. Julio César, al verse traicionado antes de morir, exclamó: “¡Tú también, Bruto, hijo mío!”.

    La Malinche fue la bellísima amante azteca del conquistador Hernán Cortés. Dice la historia que, por amor y por desmedida ambición, traicionó a su pueblo, a su sangre. Esta traición contribuyó de manera determinante a la derrota del pueblo azteca. Su traición fue tan trascendente que al buscar Malinche en el Diccionario de la Real Academia aparece en una de sus acepciones: “persona, movimiento o institución que comete traición”.

    El coronel Jesús Guajardo engañó al líder revolucionario mexicano Emiliano Zapata. Guajardo le hizo creer que se había cambiado de bando y que ya no apoyaba al presidente Carranza. Convenció a Zapata de ir a almorzar en la hacienda del general Pablo González (quien realmente era su jefe y autor intelectual de esta traición). Al salir de este encuentro, Carranza hizo que su guardia se cuadrara supuestamente para rendirle honores, pero sus hombres tomaron sus fusiles y lo asesinaron.

    Imposible dejar por fuera al gran traidor de todos los traidores, Judas Iscariote. Por 30 monedas reveló a los miembros del Sanedrín el lugar donde se celebraría la Última Cena y, con un beso en el rostro de Jesús, lo señaló y traicionó. Desde entonces Judas es mundialmente sinónimo de traidor.

    El Antiguo Testamento está lleno de traiciones, pero quizás la más recordada ha sido la del envidioso Caín, hijo de Adán y Eva. Caín labraba la tierra; Abel, su hermano menor, era pastor. Caín ofreció a Dios parte de sus cosechas; Abel le ofreció la mejor y más grande de sus ovejas. Dios quedó complacido con la ofrenda de Abel y descontento con la de Caín. Esto desató su furia, invitó a su hermano al campo y allí lo asesinó. Dijo Dios: “¿Por qué has cometido un acto tan horrendo? La sangre de tu hermano se escucha desde la tierra con voz que clama venganza. Yo te maldigo; nunca más labrarás la tierra. Ella ha absorbido la sangre de tu hermano como si hubiese abierto su boca para recibirla cuando lo mataste. Cuando vuelvas a labrar la tierra, no producirá nada. Andarás por la tierra errante y sin hogar”.

    Cuando Cipriano Castro hubo de ausentarse a Europa para someterse a una operación renal encargó de la Presidencia a su compadre Juan Vicente Gómez, quien en su ausencia lo desconoció y se alzó con el santo y la limosna. Esta traición a su compadre lo mantuvo 27 años en el poder hasta su muerte.

    “Llamen a Augusto que es de los nuestros”, exclamó Allende en Chile cuando enfrentaba el golpe que lo derrocó. Augusto Pinochet, quien era su Jefe del Ejército, era justamente quien comandaba el golpe y, lejos de presentarse lealmente, le exigió su renuncia.

    Los gringos aún recuerdan a Benedict Arnold, cuyo nombre allá es sinónimo de traición. Por 25 mil libras se vendió a Gran Bretaña en la Guerra de Independencia Norteamericana y fue espía en contra de su propio pueblo.

    Seguramente usted recordará muchos otros casos que se me escapan en estas líneas. De lo que estoy seguro es de que a estos traidores chinchurrios de hoy, la patria nunca los recordará por nimios, minúsculos, pobres de alma, faltos de ética, pusilánimes e intrascendentes para cambiar el curso de nuestra historia, esa historia que construimos sin dobleces para sellar el triunfo de Capriles el 7-O.


    Por: GERARDO BLYDE
    Politica | Opinión
    gblyde@gmail.com
    @GerardoBlyde
    EL UNIVERSAL
    viernes 14 de septiembre de 2012


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