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    NICOLAS PEREZ DIAZ-ARGÜELLES: Las elecciones venezolanas



    El curioso signo de interrogación en forma de cuello de cisne es la existencia de un 30% de indecisos...

    “Votar es gratis, abstenerse
    cuesta muy caro…”

     

    La pregunta de las 64,000 lochas, ¿qué hará el ejército nacional de Venezuela, fuertemente dividido, si Hugo Chávez Frías pierde el poder y se niega a entregarlo a la Mesa de Unidad Democrática liderada por Henrique Capriles Radonski?

    Dentro de cuatro semanas se inicia el acontecimiento más importante de este 2012 en América Latina: las elecciones venezolanas. La cual no solo es un asunto de maracuchos y caraqueños, sino de todo el Continente.

    Siempre pensé, con el típico pesimismo de quien lleva medio siglo padeciendo los ariques castristas, que con un oficialismo controlando a Juana, la madre de Juana y a su hermana, una victoria de la oposición en Venezuela solo podría materializarse por una suerte de milagro. Y el milagro, contra todos los pronósticos, se está produciendo.

    Las últimas encuestas han ido revelando un giro súbito de la preferencia de los votantes, debido a factores directos tales como 14 años de un chavismo desgastado ejerciendo un poder omnímodo, una inseguridad ciudadana creciente, una oposición vibrante e inspirada, y un coronel golpista enfermo de muerte y sin ningún discurso nuevo que ofrecer.

    También inciden en este cambio tres factores indirectos, como el accidente en la refinería de Amuay con un saldo de 40 muertos, la caída del puente de Cúpira por falta de mantenimiento, en un país que ingresó en sus arcas 34 millardos de dólares de petróleo hasta julio de este año, y el tercer factor, es la danza chavista quitándose sus siete velos, y quedando el presidente impúdicamente desnudo en una agria discusión con dirigentes obreros de la empresa Sidor, que hablándole más claro que un cristal de zafiro, le pedían al coronel un nuevo contrato colectivo de trabajo, que no se había revisado, en los últimos años. ¿La respuesta oficial? Cortaron la luz, provocaron un apagón para que se suspendiera la asamblea y que la campana salvara a un Chávez que estaba contra las cuerdas.

    Un factor de peso en el nuevo mapa político: desde hace 5 años a la fecha la juventud venezolana participa en los procesos electorales y controla las federaciones estudiantiles en la mayoría de las universidades del país, y mientras esa juventud se sitúa en la primera trinchera de la oposición, Chávez estalla en insultos e improperios, mientras que acusa a diestra y siniestra a sus enemigos, desde tener un programa de gobierno público y otro secreto, y hasta de asesinar a Abel con una quijada de burro. Y siempre la espada de Damocles, siempre la amenaza repetida hasta el cansancio de que habrá una guerra civil si pierde el poder, en unas elecciones donde el dato a analizar es un chavismo más duro que poto de muñeca con un por ciento de aprobación inalterable, que ni crece a gritos ni disminuye en llanto.

    Un sector también inamovible de una oposición coherente. Y finalmente, el curioso signo de interrogación en forma de cuello de cisne de un 30% de indecisos que serán quienes dirán la última palabra.

    Indecisos que bajo un régimen autoritario simbolizan el miedo. Miedo a ser perseguidos. A llevar un brazalete imaginario como la Estrella de David que lucían los judíos en Alemania en tiempos de Hitler. Miedo a ser expulsados de sus trabajos, en un Estado Benefactor, que en los últimos 14 años ha elevado la cantidad de ministerios de 21 a 32, y ha triplicado la cantidad de empleados públicos en PDVSA, mientras que la producción de petróleo disminuye alarmantemente.

    Y en cuanto a estos indecisos, ¿no pueden dar la misma sorpresa que dio la indecisión en las elecciones del 25 de febrero de 1990 en Nicaragua entre Daniel Ortega y Violeta Chamorro, cuando esta última le dio una soberana paliza al sandinismo, que todas las encuestan daban como claro favorito para arrasar en las urnas?

    Solo algo me preocupa, al igual que el mayor error de los cubanos (el burro delante para que no se espante) fue entregar a Estados Unidos la soberanía de nuestra lucha armada, el mayor error de los venezolanos, que no cometió curiosamente Henrique Capriles Radonski, que fue partidario de participar, fue cuando en el 2005 Acción Democrática y Copei llamaron a la abstención y le entregaron atado de pies y manos todo el poder político venezolano al chavismo. Hoy muchos en Venezuela repiten: votar es gratis, abstenerse cuesta muy caro. Está claro que allá no desean un golpe de Estado, que no desean la lucha armada, que no desean una guerra civil.

    Entonces, ¿qué camino les queda? El voto.

    Cierto que es un parto de los montes, pero es necesario que el venezolano entienda que para comer pescado hay que mojarse el trasero. La lucha por la libertad no es fácil, nunca ha sido fácil. Les deseo suerte a ellos de todo corazón.


    Por: Nicolás Pérez
    Nicop32000@yahoo.com




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