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    MOVIMIENTO2D: La palabra prohibida



    ¿Por qué el Gobierno
    le teme al diálogo?

     

    Es evidente que el Gobierno –o mejor, los tres personajes que tienen en sus manos la sartén por el mango– no saben qué hacer, qué decir y, menos aún, qué decidir. Ninguno, al parecer, tiene idea de a quién de los tres le pueden corresponder las últimas responsabilidades.

    El presidente de la República les abrió una posibilidad, apresuró antes de su viaje a La Habana la creación del Consejo de Estado, designó representantes y dejó completar la tarea a los tres líderes del movimiento que sin duda alguna concentran todos los poderes. Se creyó que la iniciativa nacía de un propósito nacional, el de crear la instancia constitucional para propiciar un diálogo sobre la grave crisis que atraviesa Venezuela, la gravedad cuyas dimensiones nadie ignora.

    Muy pronto, los tres personajes que nos gobiernan integraron el Consejo de Estado con militantes radicales del Partido Socialista Unido de Venezuela –con muy pocas excepciones–, como si prefirieran mantener, pase lo que pase y suceda lo que suceda, la ruptura de la sociedad y la absurda división del pueblo venezolano. Más que los intereses de un partido o de un movimiento político, lo que está en juego en nuestro país va mucho más allá. Nunca habíamos padecido en Venezuela una crisis de la naturaleza de esta que padecemos. No darse cuenta de su profundidad y pretender que no existe, o que puede resolverse mediante maniobras de segunda categoría es una demostración deplorable de irresponsabilidad.

    También puede expresar temor frente a una situación que no habían imaginado, y que sin duda los sorprendió. Es obvio y explicable el desconcierto pero ha transcurrido un año desde que se anunció la grave enfermedad del presidente de la República, y en lugar de propiciarle las condiciones necesarias para su recuperación, lo han sometido a las presiones cotidianas del ejercicio del Gobierno y de la campaña electoral. Dan noticias fragmentarias, como la aprobación de tantos millones de bolívares para obras que no aparecen por ninguna parte porque el Gobierno está paralizado por la propia crisis, por las indecisiones políticas y por el desconcierto que desde hace un año domina la escena. Millones, como los 900 y tantos destinados a “la producción agrícola urbana”. Con estos disparates nadie evitará la ruina de Venezuela.

    Hay un país que el oficialismo no percibe, una Venezuela que no se resigna a esta condena al azar, a lo que venga, a lo que suceda el día más inesperado, a lo que el diablo nos tenga reservado.

    Ningún país se resigna a estas sentencias. Los líderes, sean del signo que fueren, no pueden eludir sus responsabilidades, ni cruzarse de brazos, ni mucho menos suplantar su misión por una política sistemáticamente agresiva que, como los guapos de pueblo, no pasan de camorras mediocres. La violencia verbal no es más que una patética y deleznable demostración de mediocridad. Venezuela está fatigada y abochornada por este estilo político, por este lenguaje de guerra permanente que los ciudadanos no conocieron en ninguna época.

    Mientras el Gobierno se niega al diálogo, al reconocimiento de los otros sectores del país, la administración pública se derrumba: retorna la crisis eléctrica, el drama de las cárceles se agrava fatalmente sin soluciones a la vista, la inseguridad y el crimen proliferan como nunca. La productividad agrícola está condenada al fracaso. Las misiones, como la Gran Misión Vivienda Venezuela, están paralizadas por la falta de cemento y de cabillas. Las industrias conjuntas con países como Irán se han convertido en un gran fraude. Improvisadas plantas de cemento en lugares urbanos atentan contra la salud de la población. Petróleos de Venezuela se endeuda en todos los continentes, como si fuera un Estado dentro del Estado. ¿Quién gobierna aquí? ¿No entienden acaso que se está implantando un estado general de anarquía?

    Vale la pena preguntarse por qué el Gobierno rechaza el diálogo. No tratándose de una cuestión banal sino de la crisis más grave que hemos atravesado, de implicaciones claramente impredecibles, ningún sector puede ser ajeno o indiferente. Tenemos pleno derecho a reclamar las informaciones pertinentes del Gobierno. Por consiguiente, el diálogo entre los sectores fundamentales del país es una prioridad. Lo que aquí se demanda es expresión del profundo clamor de toda la nación. Al Gobierno le corresponde tomar la iniciativa, para eso se es gobierno, para prever las circunstancias y no para pretender sorprender al pueblo ni jugar con su destino. ¡Que pongan las cartas sobre la mesa!


    ¡El pueblo reclama la verdad!
    ¡Por un clima político que permita superar la crisis!
    ¡Por la vigencia del Estado de Derecho!

    ¡Todos contra el comunismo!
    ¡Por la vigencia del Estado de Derecho!
    ¡Por la libertad y los derechos humanos!


    Caracas, 13 de mayo de 2012
    Movimiento 2D • democracia y libertad
    www.movimiento2d.org

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