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    Los hombres que no iban a morir

    El poder enceguece. Y lleva a que quienes lo tienen mucho tiempo se crean inmortales.

    ¿Le ocurrirá esto a Chávez?

     

    Hitler, Stalin y Mao enceguecieron por el poder pese a estar cerca de la muerte.

    A fines de la década del cuarenta del siglo pasado, el británico George Orwell publicó uno de los mejores retratos que se han escrito sobre un régimen totalitario. En “1984” se cuenta la historia de una sociedad dominada por el Gran Hermano, un líder autoritario que monopolizaba el poder y podía verlo todo. Si bien Orwell construyó ese mundo en la ficción, se inspiró en gobiernos y personajes reales. Tanto el dictador ruso Joseph Stalin como el nazi Adolf Hitler fueron sus modelos por seguir para construir la figura de un hombre que actuaba como un dios. Esa estrategia ha sido repetida en varias zonas del planeta y se mantiene hasta nuestros días.

    En las últimas semanas hemos podido ver al presidente venezolano, Hugo Chávez, afrontando a su estilo una nueva dolencia. Coloridos desfiles adornados con música y globos, emotivos discursos y transmisiones en cadena nacional acompañaron la partida del mandatario llanero a Cuba, país donde iba a operarse. Una parafernalia similar a la estrategia de culto al líder que ha acompañado a varios líderes autoritarios.

    El concepto de autoritarismo fue estudiado por los intelectuales judío-alemanes Hannah Arendt y Theodore Adorno tras sufrir la persecución nazi. De acuerdo con el catedrático de la PUCP Gonzalo Portocarrero, ambos propusieron que los regímenes totalitarios nacen y se desarrollan a partir de la divinización de una idea. Y que tanto Stalin como Hitler fundamentaron su autoridad en la ideología que defendían. Y así se convirtieron en una especie de dioses para sus pueblos.

    Pero el culto al líder no ha sido monopolio de los europeos. En el Asia tenemos el ejemplo del ‘Gran Timonel Chino’ Mao Tse Tung.

    En el libro “Las sombras de Mao”, el sinólogo Geremie Barmé señala cómo la personalidad del líder chino fue objeto de culto. “Mao se consagró como el único representante del pueblo a todos los niveles de la vida social y política”, indica el intelectual australiano. Y esa imagen nacida a partir de la propaganda de la Revolución Cultural continuó incluso sin el apoyo oficial. “El nuevo culto a Mao no fue impulsado por las autoridades ni fue enteramente controlado por los propagandistas del partido”, expone.

    Con esas estrategias de propaganda lo que se busca es mantener la conexión entre el líder y su pueblo y de esa manera mantener estable el régimen. “Estos liderazgos no son racionales sino emocionales. Con grandes actos y demostraciones públicas los autoritarios buscan mantener el lazo afectivo con las masas”, afirmó a este Diario Giovanna Peñaflor, experta en márketing político y directora de Imasen.

    ¿Pero cuál era el gran enemigo de todos estos personajes? El único que puede desbaratar a un régimen que se sostiene por un líder divinizado: la muerte. Y por esa razón le quita el sueño al líder y a sus seguidores.

    YO NO MORIRÉ
    Desde que Chávez cayó enfermo, sus dolencias se han convertido en secreto de Estado. Hasta el momento no se ha hecho público el lugar exacto de donde se le extrajo un tumor el año pasado.

    “En todo régimen autoritario la información es un tema muy sensible. Es ocultada para preservar el sistema”, afirma el magíster en Historia Juan Luis Orrego.

    Siguiendo la senda de otros gobernantes autoritarios, lo que ha buscado Chávez es ocultar sus dolencias.

    “Estos líderes intentan mostrar que las enfermedades no los detienen y que siguen teniendo fortaleza y dominio. Por ejemplo, Chávez después de sus quimioterapias dio un discurso de ocho horas”, señala Peñaflor.

    Sin embargo, no solo el líder busca mostrar que está sano, su entorno también busca dar mensajes positivos sobre su estado. “En los sistemas muy jerárquicos la convalecencia de un líder puede generar inestabilidad y reubicación del poder. Eso no le agrada a la cúpula”, expone la directora de Imasen.

    Pero esa estrategia llega incluso al mismo caudillo que empieza a considerarse inmortal. Cuenta el psiquiatra español Enrique González Duro en su libro “Franco. Una biografía psicológica” que al verlo muy enfermo el doctor del dictador español le pidió que bajara su ritmo de trabajo porque corría el riesgo de quedar impedido o morir. “Eso no me va a pasar a mí”, respondió el caudillo.

    El poder enceguece. Y lleva a que quienes lo tienen mucho tiempo se crean inmortales.


    Por: BRUNO RIVAS
    OFICIALISMO | PSUV
    CIUDAD | CARACAS
    MIÉRCOLES 09 DE MAYO DE 2012





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