Artillería de Oficio
Llegan imágenes desde La Habana con las fotos del papa Benedicto XVI, sobre el fondo de una imagen de la Virgen de la Caridad: “Bienvenido a Cuba, Peregrino de la Caridad”.
Tal como sucedió hace catorce años, con la llegada de Juan Pablo II a ese último reducto del socialismo real, tanto en la Tierra como en el Cielo, las expectativas siguen siendo las mismas: que el santo padre interceda ante las autoridades a favor de la concesión de una amnistía para los presos políticos. En aquella oportunidad el cardenal y arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, explicó que la Iglesia no era un poder alternativo, que podía actuar para apoyar o destruir a un régimen. Y aunque Juan Pablo II no bendijo la Revolución cubana, sí exigió “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
En catorce años, la dictadura castrista ni se ha abierto ni manda señales de reforma política, continúa en el poder, reprimiendo, violentando los derechos humanos. El cambio de Fidel por su hermano Raúl no ha modificado el carácter totalitario del régimen, y me temo que esta visita papal pueda desilusionar a quienes alimentan la esperanza de libertad. La esperanza es lo último que se pierde, sobre todo para las valientes Damas de Blanco, perseguidas, repudiadas, detenidas, acosadas y amenazadas si insisten en reunirse con el Papa “aunque sea un minuto”, para hablar sobre los presos políticos y la violación de los derechos humanos. Según fuentes eclesiales, el Papa no tiene planeado recibir a opositores. El cardenal Ortega ha rehusado reunirse con las Damas de Blanco y rechazó la solicitud para celebrar una misa por los disidentes fallecidos. Sin embargo, celebró junto con el nuncio apostólico, Bruno Musaro, una misa en la catedral de La Habana, por la salud del presidente Hugo Chávez, recientemente operado en la capital cubana.
Duele reconocer que la Iglesia cubana haya mantenido una lamentable política de colaboración con la dictadura de los hermanos Castro, que no están dispuestos a arriesgar el futuro de la revolución.
Aunque hay 11 millones de cubanos que quieren vivir en libertad.
Por razones biológicas hay un proceso de transición en Cuba, Benedicto XVI a pesar de lo que digan las autoridades eclesiásticas de esa isla-cárcel debe transmitir un mensaje de esperanza. En uno de sus mensajes a principio de año, el santo padre dijo: “No son las ideologías las que salvan el mundo, sino dirigir la mirada al Dios viviente, que es el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico”. También destacó que “en la vida pública el coraje es una virtud indispensable para no dejarse guiar por ideologías partidistas, por grupos de presión o por el deseo del poder”.
Sería frustrante que Benedicto no se mostrara crítico con la tiranía castrista y aplaudiera la modesta apertura religiosa que se está dando, para compensar la falta de reforma política y la pobreza extrema que padecen los cubanos. “Frente al mal no hay que callar”, ha dicho el Papa en ocasión de esta Cuaresma.
El día que se muera Fidel y, al poco tiempo, su hermano Raúl, la Iglesia tendrá que asumir su papel mediador en la transición y contar con la existencia de un importante exilio en el estado de Florida, que se ha mostrado, en parte, contrario a esta visita, porque considera que consolida la dictadura. Aunque sea durante un minuto, el sumo pontífice deberá escuchar a las Damas de Blanco.
Por: MARIANELLA SALAZAR
msalazar@cantv.net
Política | Opinión
EL NACIONAL