Chávez, qué duda cabe,
revolucionó Venezuela
La ha llevado a ostentar el título del país con la segunda inflación más grande del mundo y, según Transparencia Internacional, también el del décimo más corrupto
El 12 de febrero pasado Henrique Capriles se convirtió en el candidato de la oposición que enfrentará a Hugo Chávez en las elecciones presidenciales en Venezuela. De ganar, Capriles tendrá la oportunidad de detener la revolución bolivariana que inició Chávez hace ya trece años.
Chávez, qué duda cabe, revolucionó Venezuela. La ha llevado a ostentar el título del país con la segunda inflación más grande del mundo y, según Transparencia Internacional, también el del décimo más corrupto. Como si eso no bastara, logró que se le considere el segundo país menos libre de América Latina, según la Heritage Foundation. Adicionalmente, en los últimos dos años, ha permitido más de 2.000 invasiones de viviendas, tierras rurales y empresas. También ha expropiado más de un millar de bienes, por los que en el 90% de los casos no ha pagado ningún “justiprecio” (el otro 10% se concentra en pagos silenciosos a multinacionales). Y los servicios públicos están en tal crisis que, debido a los cortes de luz, Chávez mismo exhortó a sus compatriotas a que, cuando vayan al baño de noche, mejor usen una linterna.
Con todo, lo más relevante para países como el nuestro es la forma como Chávez fue mermando las garantías ciudadanas con el aplauso mayoritario (algo semejante, por cierto, a lo que hizo Fujimori en el Perú). Después de todo, aún no contamos con una institucionalidad sólida y seguimos teniendo un importante sector de la población viviendo en condiciones que lo hacen vulnerable frente a un futuro caudillo clientelista.
Son las elecciones y no los tanques las que llevan a los dictadores de hoy a palacio. Los venezolanos han votado cuatro veces por Chávez. Esta popularidad es la que él utilizó para, desde el comienzo mismo de su régimen, tejer una red de la que hasta ahora Venezuela no ha podido escapar. Ya en su primer año logró, con el apoyo de las urnas, una reforma constitucional que le facilitó la reelección y acrecentó la acumulación de poder en su figura. Poco después, en el 2001, inició la estatización de tierras, hidrocarburos y bancos, obstaculizando que el capital privado financie cualquier iniciativa de oposición y logrando que buena parte de la población dependa para vivir, necesariamente, del gobierno que dirige. Siempre tuvo claro el señor Chávez que la mejor forma de someter a un pueblo es convertirse en su fuente de alimento. Tan pronto como al año siguiente, Chávez cambió la cúpula militar para tener el control completo de las Fuerzas Armadas y en el año que siguió aumentó el número de jueces de la Corte Suprema para llenarla de sus allegados. También ese año aprobó una “ley de medios” para silenciar a la prensa. Todo esto, siempre con el apoyo de la mayoría (‘democráticamente’) y solo en sus primeros seis años. Después, únicamente ha cerrado el puño.
Chávez debe ser para nosotros motivo de solidaridad con Venezuela. Pero también un ejemplo gráfico de cómo la democracia no es una pura forma (lo que sea que el grupo más grande quiera) sino un sistema de garantías individuales que solo existe ahí donde hay derechos fundamentales infranqueables y contrapesos para defenderlos, aunque lleguen a molestarle a una mayoría deseosa por desprotegerse frente al caudillo que la enamoró. Que nunca nos suceda lo que a Venezuela, donde fue la misma ‘democracia’ quien jaló la soga que terminó asfixiándola.
Por: ElComercio.pe
Opinión / (Editorial)
Miércoles 28 de febrero de 2012