“Su estado de salud está
en franco deterioro…”
El reconocimiento de Chávez, forzado por la tozudez de los hechos, de que tiene otro tumor, quizás maligno, en la misma zona donde hace casi un año le sacaron uno, ha vuelto a agitar la política venezolana.
Y lo ha hecho de la manera menos indicada: tratando de ocultar una situación de salud que debería ser pública y abierta, pues Chávez es el presidente de todos los venezolanos.
Después de sus acostumbradas andanadas, insultos y amenazas contra quienes están a la otra orilla , Chávez ha tenido que salir a decir lo que ya no es un secreto: que su estado de salud está en franco deterioro y no sabe si podrá afrontar la campaña para los comicios de octubre próximo.
De ahí el agite político. La figura dominante de Chávez, esculpida durante estos 12 años a imagen y semejanza de su ambición por el poder, no ha dejado muchos espacios para la sucesión dentro de su círculo político.
¿Si no es Chávez, quién?, vuelve a ser la pregunta obligada. Y la respuesta podría agitar más el ambiente político en el vecino país. Simple y llanamente, porque no tiene un claro sucesor. Y menos, consenso de quién podría serlo.
Lo que parece cada vez más evidente es que la estrategia del chavismo se mantendrá firme sobre los pilares que la han mantenido vigente: atacar con agresividad a sus contradictores, aceitar las maquinarias y la burocracia con los petrodólares y vender la idea de que un triunfo de la oposición significaría meter a Venezuela en una guerra civil.
Es decir, todo lo contrario de lo que ofrece la propia oposición, ahora encarnada en la figura fresca y renovadora del abogado Henrique Capriles.
No en vano, el primer paso dado por Capriles es inteligente y definitivo: solidarizarse con el ser humano que es Chávez, pedir por su pronta recuperación y alejarse de la trampa de convertirlo en un mártir.
Razón tiene la oposición cuando dice que sus mayores posibilidades de triunfo están paradójicamente relacionadas con la existencia de un candidato fuerte y polarizante como Chávez, para poder mostrar las diferencias en los estilos de gobierno y, por ende, la urgente necesidad de cambio en Venezuela.
De cómo manejen Capriles, sus aliados de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y, por supuesto, los medios de comunicación, este nuevo tropiezo en la salud de Chávez, dependerá en buena medida la suerte de los comicios.
Chávez ya demostró que puede capitalizar a su favor cualquier desliz de sus opositores, pero también que cada vez le será más difícil ocultar su real estado físico y emocional.
El evidente deterioro de su condición corporal, sin duda, terminará afectando su imagen política. Sobre todo si, como parece seguirá ocurriendo, su círculo más cercano continúa ocultando información valiosa y de interés general sobre el primer mandatario.
La decisión del propio Chávez de irse para Cuba y que sea allí donde se le intervenga de nuevo quirúrgicamente, no deja de ser un síntoma de desconfianza hacia sus propios colaboradores y una garantía de silencio que le permita un mayor margen de maniobra ante la proximidad de las elecciones.
Ahora, la eventual imposibilidad de Chávez para afrontar una campaña electoral hará que muchos de sus alfiles traten de imponerse, unos contra otros, para ganarse el aval de Chávez.
Eso radicalizaría aún más la contienda política y partiría en dos las estrategias chavistas. Por un lado, los militares, con Adán Chávez, el hermano del Presidente, como hombre fuerte; y por el otro, la disidencia en cabeza del excanciller Nicolás Maduro, quien se ha movido entre sombras desde cuando se conoció la enfermedad de Chávez. Un panorama complejo y peligroso.
Por: Redacción
Politica | Opinión
EL COLOMBIANO