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CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ: Dialéctica del lobo y el rebaño

“La jaula que encierra
la bestia del poder..”

 

La engañosa feromona del fast track “constituyente”, seduce empresarios, políticos, sacerdotes…

La política revolucionaria se basaba en un siniestro engaño: que para crear un mundo mejor se requería que la libertad, la vida, la familia y las propiedades estuvieran en manos de un poder total. Y eso había que imponerlo a sangre y fuego, al asalto del cielo. Sus triunfos convirtieron casi la mitad del mundo en una cloaca, y los seres humanos en una masa indefensa, enajenada y sufriente en manos de ángeles exterminadores.

Esos infiernos se hicieron con la ley de hierro de Mao: “el poder está en la boca del fusil”. Insurrección urbana bolchevique, guerras largas asiáticas, o “foco guerrillero” cubano. Herbert Marcuse en los sesenta sistematizó la seudofilosofía del “gran rechazo”. La “subversión” prohibía cualquier vínculo con las instituciones “burguesas”, elecciones y parlamentos.

Por eso los aplastaron en los países democráticos, incluso al seductor Eurocomunismo y sólo triunfaron contra tiranos aborrecidos por mayorías que querían romper el yugo. En América Latina el socialismo militar putchista de Juan José Torres, Velasco y Torrijos, impresentable, tortuoso, mediocre, tuvo desenlaces lastimeros.

Tenemos el balance del “hombre nuevo” maoísta o guevarista. El principal atractivo turístico de Cuba es la prostitución, ya que los hombres viven de lo que pueden intercambiar y para muchos jóvenes, privados de todo, el sexo es lo único que tienen, incluso para huir del campo de concentración. El espectáculo ínclito del socialismo son los balseros que zozobran en un mar hirviente de tiburones. Stajanov murió alcoholizado.

Pero un buen día aquel gran revolucionario, Adolfo Hitler, descubrió las maravillas de la “vía legal”. Goebbels dijo en el Reischstag que “… si la democracia es tan estúpida que nos concede sueldos y viáticos para nuestra labor carnicera, allá ella. Somos lobos que asaltan el rebaño”.

Luego del fracaso de la lucha armada y de la vía electoral allendista, desaparecida la Unión Soviética, Fidel Castro convoca radicales latinoamericanos para discutir qué hacer. El Foro de Sao Paulo da sus primeros pasos, y en 1992, -año de sombras en Venezuela-, Lula da Silva es el anfitrión. Hoy es un estadista democrático global.

Pero es en 1999 cuando cristaliza la nueva estrategia para arrasar la democracia. De la última Corte Suprema puntofijista que quería su puesto en el nuevo orden, surge “la constituyente”. Tal monstruosidad jurídica, consagra que una asamblea, un partido y finalmente un caudillo están por encima de la ley, libres de controles institucionales para cambiarlo todo: la vía pacífica al totalitarismo. Antonio Negri, líder de las Brigadas Rojas italianas, lo dijo: “la constituyente es la revolución”.

Funcionó en Venezuela, Bolivia y Ecuador. ¿Funcionará ahora de reversa, el merecido toma-tu-tomate que liberará un próximo gobierno del abrazo del oso? Por lo pronto es electoralmente suicida, y espanta a quienes temen una vendetta, que en vez de las lenguas hablen los cuchillos, votantes dubitativos imprescindibles para el triunfo en 2007, 2008 y 2010.

La ingenuidad política puede ser un crimen y jugar con serpientes, una ociosidad malsana. La engañosa feromona del fast track “constituyente”, seduce empresarios, intelectuales, políticos, sacerdotes, profesionales, con “limpiar” los males y dejar todo reluciente. En los 90 les salió el tiro por el percutor.

Las elecciones municipales son en abril de 2013 y el crapuloso invento “constituyente” significaría embarcarse de inmediato en dos nuevas trifulcas durante año y medio (elección de los constituyentes y referéndum aprobatorio). En vez de dedicarse el país entero a la reconstrucción económica y social, se vuelve a polarizar, a crispar, con efectos impredecibles. Tal vez sea una desgracia inevitable.

Los camaradas tendrán que encajar su derrota en octubre 2012, sin la perturbación de su actual mentor, incorporarse a recoger escombros. La autocracia acumuló un amplísimo marco de atribuciones para ejercer el poder y el nuevo gobierno lo hará sin vacilaciones, con gobernadores y alcaldes recién electos.

Jellineck dijo que la Constitución democrática es “la jaula que encierra la bestia del poder”. Por eso tiende a la permanencia, a estabilizar reglas confiables, y la “constituyente” rompe los candados de la jaula. Después de las turbulencias vividas y por vivir, ojalá algún día tengamos una Carta decente, bien escrita, y sobre todo exenta de ese tumor, esa amenaza permanente a la libertad, ese mandamiento de inestabilidad.


Por: CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
@carlosraulher
OPINIÓN | EL UNIVERSAL
sábado 28 de enero de 2012