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ORLANDO VIERA-BLANCO: La política no es un tema personal

Los indecisos obedecerán
y saldrán de su letargo

 

El interés real es derrotar a Chávez para sustituirle, no para redimirnos como sociedad

La política nace como un orden esencialmente familiar. Aristóteles, Sócrates, Platón, consentían y coincidían, que la organización del Estado partía de una asociación de familias sobre la base de un bien común. El objeto más importante de esta asociación política, es hacer “todo lo que al hombre le parece bueno” para crear las bases de las asociaciones, entre el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, los padres y sus hijos, y éstos con el pueblo. Entre ellos brotará el mejor dotado para el mando y para ser obedecido, colmando las necesidades de los suyos, por lo cual sus congéneres le obedecerán. Ese es el político: el más sociable, “el ser superior a la especie”, quién mejor arrastra -natural e intuitivamente a los demás- para conformar la polis.

El contenido ético de la política es la felicidad de la familia, que se logra con el sacrificio, la seriedad y el compromiso del buen padre de familia, en concederle pasto y educación. Nada existirá sin libertad y sin propiedad, pilares fundamentales para mandar y ser obedecido. La política -en su sentido más originario- es lucir a la familia, a los operarios y a los conciudadanos, como la bestia superdotada para confiarle su destino. Sentenciaba Aristóteles en su tratado, La Política: “El hombre está formado por un alma que le sirve para mandar y un cuerpo que le sirve para obedecer. En los hombres corruptos suele dominar el alma sobre el cuerpo, que es lo contrario a la naturaleza. El alma manda al cuerpo como un dueño a su esclavo, y la razón manda al instinto como un magistrado, como un rey”. Así, la razón es la justicia y el alma es la vanidad.

Y hemos sido atrapados por el alma. Por la emocionalidad, por la jactancia y los bajos instintos, que nutren el odio del “esclavo sobre su dueño”. Nuestra clase política ve el mando, como un asunto propio y personal. Primero se muestran piernas, poses y gominas, que sangre, sudor y lágrimas. La competencia se reduce a un hombre: Hugo Chávez. Y nos hemos asimilado a él. Por Chávez, el fin que justifica los medios; toleramos (sin reconocerlo) una artificiosa unidad (no ética sino convencional), y obedecemos lo inútil e ineficaz. El interés real de esos superdotados, es derrotar a Chávez para sustituirle, no para restituirnos ni redimirnos como sociedad. Por eso, mesas de patas cortas que sostienen “pactos” de radicales de derecha e izquierda -sic- son conductores de derrotas; ojo, no electorales, sino morales, sociales y familiares.

La victoria es posible apelando a los clásicos valores de la política. Los indecisos obedecerán y saldrán de su letargo, si ven en la pupila de sus líderes, honor y razón. Ya no se trata de aplicar un nuevo mando. Nunca lo fue. Se trata -simplemente- de comprender una nueva forma de obedecer.


Por: ORLANDO VIERA-BLANCO
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
Política | Opinión
EL UNIVERSAL
martes 10 de enero de 2012