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VIOLENCIA: “Carapita se ha convertido en una fábrica de muertos”

Vecinos salen atrabajar al amanecer. En las noches las calles son transitadas por delincuentes, quienes se sienten dueños y con poder en la zona.

La delincuencia impone toque
de queda en Carapita

 

A princios de año hubo un doble crimen.

Los vecinos se ven obligados a encerrarse en sus casas a las 7:00 de la noche por miedo.

Los pasajeros de las rutas troncales deben esperar horas en la parada para llegar a sus casas.

Enfrentamientos entre bandas, robos, homicidios y balas perdidas mantienen en vilo a los vecinos.

Los conductores de transporte público denuncian que entre 10 y 15 choferes son víctimas de robo diariamente.

A tres días de iniciado el año hubo un doble crimen en el sector

–¿Qué pasó? ­preguntó una vecina.

­Mataron a Luis y a Wilman ­respondió un transportista.

­–¿Por qué los matarían? ­indagó la mujer.

­Porque les daría la gana. Aquí todo es así ­dijo el chofer con resignación.

Varias personas hacían la cola el 3 de enero a las 5:00 pm en el kilómetro 8 de El Junquito para tomar el transporte hacia su hogar. La mayoría se dirigía al sector Santa Ana de Carapita, parroquia Antímano, pero los choferes que cubren esa ruta se declararon en paro luego de que a las 2:00 pm mataron a dos de sus compañeros de trabajo para robarles el dinero.

Habitantes subieron el martes a pie por paro del transporte.

El doble homicidio hizo que los habitantes del sector no cumplieran con el acostumbrado toque de queda que deben hacer para garantizar su seguridad. En lugar de estar resguardados en sus hogares desde las 7:00 pm, hicieron peripecias para ir a su casa. Unos vecinos se pusieron de acuerdo para llegar a pie, mientras que otros pagaron a mototaxistas por hacerles la carrera.

Los crímenes y las muertes por balas perdidas forman parte del día a día de esta comunidad. Más allá de que las bandas que operan en Carapita algunas veces matan a sus víctimas si se resisten al robo, en cada sector hay reglas impuestas por los delincuentes. Si éstas no son cumplidas, se paga con la vida.

“Para nadie es un secreto que las bandas tienen que respetar las fronteras de cada zona. Si un grupo delictivo del sector San José pasa por El Manguito o Santa Ana, las bandas de esas áreas interpretan que están en busca de pelea porque ellos tienen culebra (problemas)”, comentó un vecino del sector Bicentenario.

Limitan servicio choferes de líneas de Carapita y Antímano. Los transportistas se quedaron esperando la presencia policial este fin de semana.

Transportistas en zozobra:

Los choferes de las líneas de Carapita también respetan los territorios. Los conductores que transitan por el extremo derecho del barrio, que incluye sectores como 1° de Mayo, 5 de Julio, Monserrat, Bicentenario, La Acequia y El Zanjón, evitan pasar por el extremo izquierdo de la barriada, compuesto por Santa Ana, El Cambio, El Manguito, Las Torres y Barrio Chino.

Un conductor explicó que ellos obvian las rutas que no cubren para no tener inconvenientes. “Tratamos de resguardar nuestra integridad porque a diario entre 10 y 15 somos robados y retenidos por los delincuentes, que utilizan los carros para robar y matar, y después sus bandas enemigas nos obligan a decirles en qué parte los dejamos y a qué zonas fuimos”, relató.

Por 700 bolívares, que es lo que en promedio ganan diariamente, los choferes ponen en juego su vida cada vez que salen a trabajar. Si alguno no cumple con las órdenes de los delincuentes pueden ser despojados del jeep o asesinados.

“Hay quien dice que nosotros somos cómplices de los malandros, pero si no hacemos lo que nos piden, nos matan”, aseguró un conductor.

Aunque las autoridades no conocen con exactitud cuántas bandas delictivas operan en Carapita, se comprobó que la mayoría está integrada por menores de edad. “Los niños aprenden desde los 10 años a manejar armas largas y cortas.

Cuando aquí hay droga y alcohol, hay hampa”, advirtió una vecina de Santa Ana.

Prácticas de supervivencia:

Aunque los habitantes de Carapita tratan de ocultar el temor con el que viven, por posibles represalias, para algunos resulta inevitable no demostrarlo. Si les preguntan por la inseguridad, evaden la interrogante o simplemente en su mirada se ve la agonía con la que viven.

Sin embargo, casi todos realizan prácticas de supervivencia para no ser víctimas de la inseguridad.

“Yo sé quién es malandro y quién no. Simplemente me porto bien. No denuncio a quienes delinquen por aquí y los trato con respeto. Cuando me piden dinero, les paso algo para tenerlos como amigos. Lamentablemente Carapita se ha convertido en una fábrica de muertos”, dijo un residente del sector Santa Ana.

Las cifras de muertes violentas en Carapita no son el único indicador de que en esa zona populosa hay inseguridad. Recorrer a cualquier hora del día los sectores de esa comunidad revela el mal que aturde a sus habitantes. Todos los comercios, sin excepción, trabajan con las rejas cerradas y pasan la mercancía y el dinero a través de pequeños espacios.

En las noches las calles son transitadas por delincuentes, quienes se sienten dueños y con poder en la zona, mientras que las personas trabajadoras salen desde las 4:30 am de sus casas para sentirse más seguras.

Durante los fines de semana, el toque de queda es más respetado, pues el viernes y sábado en la noche las bandas delictivas aumentan su actividad. Los vecinos ya están acostumbrados a ver cómo los delincuentes bajan del cerro “armados hasta los dientes”, dijeron.

“Me da dolor ver lo que está pasando. Lo peor que pudieron hacer fue eliminar la PM. La Policía Nacional no sube a los sectores más peligrosos ni tampoco se mete en los callejones, que son un nido. A veces hablan con los malandros y saben que han matado gente, pero no se los llevan presos. Sólo les quitan las armas y ya”, dijo un vecino del sector 1° de Mayo.

Barrio grande, pocos policías:

Desde el 6 de septiembre de 2011 la Policía Nacional se encarga de la seguridad en Carapita. Un funcionario aseguró que la PN sí cumple con el patrullaje en la zona y que durante las 24 horas, cerca de 25 pick up recorren el sector con 2 oficiales en cada una: “También tenemos 50 motos con 2 policías que inspeccionan el sector, lo que pasa es que somos muy pocos para un barrio tan grande”.

Agregó que para que el trabajo sea efectivo, es necesario que sus habitantes denuncien y dejen de lado el miedo. Mientras hacemos un operativo en una calle o vereda, los delincuentes están matando por otro lado. Doy gracias a Dios porque todos los días salimos con vida. Ellos están más armados que nosotros”, enfatizó.

El doble homicidio causó revuelo.

Víctimas recientes:

28 de diciembre de 2011 Junior Ramón Oliver Sucre, de 24 años de edad, murió al recibir cuatro disparos que los integrantes de una banda le propinaron. A las 3:00 am, Oliver estaba en casa de unos amigos en el callejón La Diablera, calle Terepaima de Santa Ana. Testigos dijeron que dos hombres tocaron la puerta de la vivienda y cuando les abrieron le dispararon al hombre, quien se desempeñaba como oficial de la Policía Nacional.

1 de enero de 2012 Dadiely Elena Mijares Rivero, de 7 años de edad, murió de un tiro en la cabeza cuando se encontraba a las 2:20 am en su hogar, ubicado en el sector El Padre, cuando unas bandas de la zona se enfrentaban. En el hecho dos familiares de la víctima resultaron heridos.

3 de enero de 2012 Luis Fernando Terán Durán, de 21 años de edad, perdió la vida al recibir un tiro en el pecho. De acuerdo con los vecinos del sector, una comisión de la Policía Nacional llegó disparando al sector Bicentenario, presuntamente en búsqueda de los responsables del doble homicidio ocurrido ese día en el sector Santa Ana. Sin embargo, las dos zonas están ubicadas en polos opuestos.

Resignados a la impunidad:

El psicólogo social Leoncio Barrios explicó que en la mayoría de los casos en que las personas viven en comunidades donde impera la violencia y la inseguridad, los residentes llegan a experimentar un sentimiento de impotencia que les puede llevar a la resignación y a la pasividad social.

“Los habitantes de Carapita tienen conocimiento de cuáles son las fallas en esa comunidad y saben cómo pudieran atacarse, pero el miedo, la depresión en término social y la impotencia que les genera el saber que hay impunidad, los lleva a la pasividad social y a no involucrarse en posibles soluciones comunitarias, pues llega un momento en que aceptan los hechos violentos como algo natural porque saben que no pueden hacer nada”, destacó.

El placer del poder. El director del Centro de Investigaciones Populares, Alejandro Moreno, señala que las bandas delictivas de los sectores populares, que en su mayoría están integradas por jóvenes, actúan con seguridad porque saben que no van a ser castigados: “Estas personas, como no han logrado nada en su vida, sienten el placer del poder y de sentirse dueños de la zona porque no tienen limitaciones”.

Moreno considera que en un corto plazo no pudieran plantearse soluciones para frenar la violencia en Carapita. “La comunidad no tiene poder para impedir que las bandas, que en ocasiones consiguen dinero a través del microtráfico de drogas, sigan operando, y para que las autoridades puedan atacar el problema se deberían fortalecer las instituciones y tendría que haber honestidad en las policías”, advirtió.


Por: ANGÉLICA LUGO
alugo@el-nacional.com
Judicial | Sucesos
EL NACIONAL

 

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