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VLADIMIR VILLEGAS: Debates vs monólogos

“Tiempos de cambio…”

 

En una sociedad democrática o que aspira a serlo siempre es preferible el peor de los debates al mejor de los monólogos. Si alguna virtud tuvo el encuentro de los precandidatos presidenciales opositores en la Universidad Católica Andrés Bello fue que constituyó la oportunidad de ver, en medio de las naturales coincidencias políticas, una diversidad que desde el Gobierno se pretende opacar con argumentos tendientes a sembrar el miedo, revivir la confrontación irracional y seguir vendiendo como plato recién hecho el fiambre de una supuesta conspiración para derrocarlo.

Ya son muchos años de monólogo desde el Gobierno. De un Presidente que habla, habla, habla y habla mientras un séquito “participa” sólo para aplaudir o para expresar loas al líder. Nadie se atreve a disentir o a manifestar siquiera un matiz que le permita hacer gala de un mínimo de criterio propio. Y cuando esto ha ocurrido vienen entonces las purgas, las estigmatizaciones individuales o colectivas. No es de extrañar que en los próximos días el presidente del PCV, Jerónimo Carrera, reciba otra vez su dosis de “gas del bueno” verbal por haber puesto de manifiesto nuevamente sus diferencias con el Gobierno y específicamente con el propio comandante en jefe. Carrera, por cierto, encarna una de las poquísimas excepciones de la regla en cuanto a llamar al pan, pan y al vino, vino en las filas del proceso.

El debate, o mejor dicho, el encuentro entre los precandidatos opositores, no fue, en el fondo, gran cosa en cuanto al contenido, a las propuestas que se formularon para atacar los principales problemas del país. Tal vez el tiempo de las intervenciones no permitió una ampliación más detallada de las ideas de cada aspirante. Pero lo más importante fue que se le presentó al país un menú de opciones. Cada precandidato fue evaluado por la audiencia menos por lo que ofrecieron que por su capacidad o no para comunicar exitosamente sus ideas.

Fue, básicamente, una confrontación de estilos, aunque dos precandidatos, María Corina Machado y Diego Arria, se esforzaron por marcar las diferencias. Machado por la vía de ofrecer su “capitalismo popular”, difícil de digerir por los sectores populares, y Arria, por el camino de traer al tapete temas como el eventual enjuiciamiento del presidente Chávez por la Corte Penal Internacional, y la convocatoria de una constituyente para darle un puntillazo a la aporreada Constitución de 1999. Por cierto, con sus iniciativas, el señor Arria le hace un tremendo favor al PSUV, porque legitima la tesis de que la oposición sólo tiene entre ceja y ceja promover una intervención extranjera, meter preso a Chávez, desconocer la Constitución y dar pie a un masivo pase de factura.

En medio de tantas alocuciones extensas, tediosas, repetitivas y cargadas de espíritu sectario y belicoso, el encuentro de los precandidatos opositores ha mostrado el otro camino por el cual puede transitar una sociedad: el del respeto a las ideas de los demás, el de la búsqueda de consenso frente a los graves problemas del país y el de la diversidad, esencia de la democracia. Estoy seguro de que hasta el chavismo más radical vio el debate, o como quiera llamarse ese encuentro entre precandidatos presidenciales. Fue la novedad de la semana pasada.

El monólogo, plato principal del menú que el PSUV ofrece al país, ya no es novedad.

Huele a pasado, y muy probablemente después del 7 de octubre del 2012 será cosa del pasado. Eso dependerá de la voluntad popular y nunca de fórmulas cocinadas entre gallos y media noche.


Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
Política | Opinión
EL NACIONAL