Tiene sus agentes en la creciente
mediocridad del Poder Judicial
Desde que el gobierno, después de trece años, descubrió finalmente que el de la inseguridad ciudadana es un problema real, algunos de sus voceros han comenzado a ocuparse del tema pero de un modo sesgado: fabricando un chivo expiatorio. Ese chivo expiatorio son los medios de comunicación. La teoría que se maneja es que si bien es cierto que tenemos un grave problema de inseguridad, la percepción de este por parte de la ciudadanía es mayor que la realidad debido a la creación, intencional se dice, de matrices de opinión por parte de los medios, los cuales distorsionan la realidad, haciéndola ver mucho peor de lo que realmente es.
Este punto de vista es absolutamente tendencioso. Si bien es cierto que es posible manipular la opinión pública magnificando el problema de la inseguridad, lo cual ciertamente ocurre en muchos casos, lo cierto es que en nuestro país es casi imposible la creación de esa matriz de opinión mediante la manipulación. Porque el problema es real y son las propias cifras oficiales las que dan cuenta de su magnitud.
Los medios no inventan los casos delictivos, por mucho que en ocasiones los exageren. Simplemente dan cuenta de algunos pocos de ellos. Porque son tantos que es imposible informar sobre todos.
La realidad es tan contundente que no hace falta distorsionarla, para hacerla lucir peor de lo que es. Es suficientemente “peor” como para magnificarla.No es necesario. De allí que buscar en los medios la responsabilidad del problema es una manera de eludir el establecimiento de las causas más profundas de aquel.
Los medios se desenvuelven en una sociedad terriblemente polarizada; con grados de encono y hasta odio entre algunos de sus sectores, que es imposible no ver en esta circunstancia un factor criminógeno, condicionante de la violencia social. La violencia es un componente del ambiente delictivo porque la polarización política crea una atmósfera de confrontación potencialmente violenta.
En este sentido, el discurso oficial, cargado de violencia retórica, alimenta la violencia fáctica. De allí que sea absolutamente irresponsable por parte del presidente llamar a la “repolarización” de la confrontación política. Cada lado encuentra en ese propósito la coartada perfecta para actuar violentamente, dado el clima mediatizado por la violencia del discurso oficial.
Desde luego, este no es tampoco un único factor, pero sí es un condicionante que no puede ser eludido a la hora de buscar soluciones. Por supuesto que las condicionas de hábitat, la escolarización deficiente y menguada, el muy visible contraste social entre los que tienen y los que no tienen, el fracaso de las políticas dirigidas a disminuir esa desigualdad y, muy en particular, la corrupción policial, la defectuosa formación de sus agentes; la partidización y creciente mediocridad del Poder Judicial y la horrible situación del sistema penitenciario, son todos factores que deben entrar en el diagnóstico de esta patología social. En este problema un tratamiento de conjunto entre los distintos factores involucrados podría conducir a que cada uno de ellos asuma sus responsabilidades y contribuya a reducir los niveles de violencia. Tratarlo desde la perspectiva de la polarización política es una calle ciega. No lleva a ninguna parte.
Por: Teodoro Petkoff